Partida Rol por web

El anfitrión sacó del horno una bandeja llena de galletas recién horneadas. Aquel horno era muy sofisticado, como nada que hubiera visto Komori nunca. Era como si no necesitara fuego para funcionar sino que usara algún tipo de magia. Magia en la cocina, que tontería.

-Sé quién eres, en realidad os conozco a casi todos aunque no me inmiscuyo en vuestros sueños. Porque verás, yo soy Morfeo y estás en mis dominios… En parte de ellos al menos- comenzó a explicar, al tiempo que ponía una tetera al fuego a calentar. Parecía que aquel fuego calentaba también sin fuego, otra obra de magia seguramente. –Si estás aquí es porque algo malo ha ocurrido en donde estuvieras. He estado preparando mi Reino de los Sueños para lo que está por venir, aquí podréis refugiaros… Quizás para siempre si las cosas no mejoran. ¿Dónde estabas antes de llegar aquí, Komori?

No me llama tanto la atención las flores con su colorido como la fauna que sobre ellas pulula. Eso me mantiene entretenida, haciendo que el instinto llamado "SIESTA" hiberne un poco y quede relegado, por momentos, en alguna parte de mi caótico subconsciente. 

No me pasa desapercibido el contraste que supone la estética de aquel claro con respecto al resto del paisaje en nuestro camino. La casa que se erige al fondo llama también mi atención, delatando con sus formas que habíamos llegado ya a nuestro destino. Hago un gesto a mis compañeros, buscando el cobijo de la cobertura de uno de aquellos arboles retorcidos y trato de agudizar el oído, por si me llegaban algo de lo que pudieran estar hablando los ocupantes de esa mesa.

¿Estarían merendado? ¿Hablarían de galletitas? ¡GALLETITAS!

Mucho gusto entonces, Morfeo, de mi parte.  Aunque seguro de algún sueño te reconozco.  -dijo Komori, a la vez niña ensoñada y a la vez anciana asidua a las siestas.  

Estaba en el castillo de Las Maravillas, otrora de Alicia, ahora ocupado por la Reina de Corazones Rojos.   

Sorbió tantito el té.   Delicioso.-comentó. 

Suspiró. 

Gracias por el refugio, entonces.  Lo sentía acogedor, dulce, como cuando te refugias en tus sueños de las cosas que te duelen o te angustian.

Me quedé "congelada" en el Tiempo.  Lo que está pasando en todos los reinos, ¿sabe?   Lo que se dice de la muerte de Chronos y la necesidad de que su hija tome su lugar, y yo como que sospecho que esa hija es Alicia pero no lo se de cierto.

Fué porque caminé en el "sentido contrario" de las manecillas del tiempo, que van avanzando a lo largo del castillo. 

Lo volteó a ver a los ojos. 

Es impresionante cómo la gente se adapta a las cosas raras o malas.  La Reina Roja tenía ya una rutina para su séquito, de moverse de salón en salón para evitar el congelamiento en el tiempo. 

Uf.  Al menos me quedaré más conservada. -dijo, entre arrugas. 

¿Le importa si me echo un sueñito ahorita que me acabe de contar que sabe usted? 

El lugar era fantástico, incluso ahora fuera del laberinto. Dastan lo enviaba todo a su memoria. Ahora tenían prisa, pero en el futuro esperaba recordarlo como un bonito viaje. Se había sentido animado por las palabras de Kivo y Selenne. 

Aunque el hogar del sombrerero le parecía bastante horrible, con esos árboles y conejos...

Dastan hizo ruido, a diferencia de Sasha, que se ocultaba perfectamente. Avanzó sin revelar la posición de su compañera. 

—Hola. ¿Llegamos en mal momento? Buenas tardes. Busco al Sombrerero. 

Los escondidos podrían ser refuerzos si había algún problema, pero él de momento sería más útil mostrándose. 

Alrededor de la casa del sombrero todo se fue tornando más sombrío pero eso no desanimó a Selenne, estaba totalmente entregada a su misión, además con suerte lo que le parecía más sombrío luego resultaba ser lo mas amigable, cualquiera sabía ya.

– Tenemos que hablar con el sombrerero, el resto da igual y si algo nos ataca estaré lista. – Tomó su lanza y siguió al resto, tratando de ocultarse entre los arboles, pero cuando alcanzó a ver aquel extraño picnic se quedó helada. Aquellos conejos eran realmente escalofriantes.

Perdió por completo la concentración y se tropezó con una rama cercana, cayendo de bruces al suelo y perdiendo la lanza por el camino que rodó hasta unos metros más allá. Se quedó en el suelo quietecita, con la esperanza de que no se le hubiera escuchado, pero al levantar la mirada había captado toda la atención de los comensales, tuvo que ser una caída más aparatosa de lo que creía.

- Eeh… hola… - dijo aún aturdida y tremendamente avergonzada. – Perdón, por molestar.

Morfeo acompañó a Komori en su té y se sentó con ella a la mesa. No tocó sin embargo las galletas, que aún estaban calientes. Sonrió cuando le hizo un cumplido por sus galletas y su té.

-No creo que nos hayamos cruzado, no suelo aparecer en vuestros sueños. Ahora me veis porque he tejido el reino con sueños de todos los durmientes- explicó sobre cómo Komori no parecía ser la única en aquel lugar. –En Wonderland las cosas están peor que en el resto de Reinos, supongo que quizás sí que tenga que ver con Alicia.

El anfitrión tuvo que reírse.

-Pero ya estás durmiendo, Komori, no necesitas dormir. En mis dominios no necesitas dormir, no te cansarás, aquí las cosas no funcionan como de donde vienes. Los días son relativos- luego hizo una pausa pensativo y añadió con cierto pesar. –Pero debes cuidarte de la oscuridad pues algún durmiente ha traído sus pesadillas y están tomando control de algunas zonas… Lo cual supone un problema, por desgracia.

Parece que a la cabeza de la mesa se encontraba quien buscaban, bien vestido y con un enorme sombrero coronando su testa. Iba vestido de forma elegante y casi impecable. Tenía una taza de té delante de él, así como había una delante de aquellos conejos, los cuales quizás eran parientes del conejo blanco que buscaban.

El sombrerero al oír a los recién llegados se levantó lentamente de su silla y con una sonrisa peculiar que sonaba como un cacareo, se dirigió a ellos.

-Cocococo, tenemos invitados. Sentaos sentaos, llegáis justo para la hora del té, cocococo- rió y les invitó a tomar asiento en aquella gran mesa. Y sí, sobre la mesa había de todo tipo de pastelitos imaginables, así como teteras de varios tamaños y tazas de todos los colores y formas. -¿Qué os trae por mi bosque? ¿Acaso queréis probar el mejor té de los Trece Reinos, cocococo?

Ya que les habían visto (y habían saludado), Dastan avanzó hacia la mesa del Sombrerero y de los conejos. Igual alguno de sus compañeros se escondía por se acaso, si no le habían visto, pero Dastan había hecho ruido. 

—¿Justo a la hora del té? ¡Qué bien! —dijo Dastan. Habían tomado té y pastelillos con la Reina, pero se habían dado una buena caminata desde entonces, así que podía tomar otro más.

—No nos importaría tomar el té. Y menos si es el mejor. Yo soy Dastan... y estos son mis compañeros —esperó a que se presentaran— veníamos a verle, Señor Sombrerero, de parte del Conejo Blanco. O de un conejo Blanco, el que siempre va con un reloj. 

—¿Podemos sentarnos?

Se sintió más relajada cuando se dio cuenta de que lo que sentía es que ya estaba durmiendo.  Sonrió, satisfecha con el buen descanso que conseguiría.   Le hacía falta. 

En Wonderland las cosas están peor que en el resto de Reinos, supongo que quizás sí que tenga que ver con Alicia.

¿Por qué?  ¿Qué tiene que ver Alicia en especial con todo esto?   ¿Ella es la hija de Chronos?

Tomó un poco más de té.

Lo de las pesadillas la había preocupado también.

Tendría que convocar a todos los sueños buenos a que me ayudaran para contrarrestar las pesadillas.

—¡Mike! ¡No! ¡Que te van a ver!—susurró Kivo al ver que el poni con jersey no hacía ningún esfuerzo por ocultarse, sino que más bien se acercaba llamado por los manjares de la mesa.

Kivo se relamió y el hocico buscaba en el aire los aromas de los pasteles. Era una dura prueba esconderse con toda esa oferta de merienda. Apretó un pliego de la falda de Sasha para contenerse, pero enseguida notó que la antroponeka no era el mejor sostén para un lucha contra la tentación.

...a lo mejor luego puedo merendar... Resopló, frustrado. 

Se había agazapado bien junto a Sasha y observaba con atención a ese grupo tan tétrico. Así no era el conejo blanco que habían conocido, esos otros tenían muy mala cara.

...los oobinejos son más pelusa... 

Recordó a los Matojo, la amable familia de oobinejos que vivían cerca de su casa, en Faerys. Unos campesinos la mar de simpáticos que siempre invitaban a tarta de zanahoria. Kivo jugaba a veces con once o trece de sus veintiseis hijos.

Pero esos que estaban a la mesa del Sombrerero parecían muy raros.

Dastan no quería esconderse, así que se presentó junto con Selenne y Mike. Pero Kivo prefirió aguantarse las ganas y permaneció oculto, apretando con fuerza su vara de Faerys. No le daba muy buena espina esa gente.

Dastan y Selene avanzan haciendo más ruido que un elefante en una chatarrería. No puedo evitar mirarles con una nota de reproche grabada en mis ojos. Realmente no sabíamos que clase de persona teníamos delante, lo ideal hubiera sido tantear...

Espera ¿eso eran pastelitos? Olfateo y me percato entonces de la proximidad de Kivo, agarrado a mi falda y tan tentado como yo a los manjares de aquella mesa.

- Hay que salir, ya les han visto... No podemos dejarlos solos...- susurro al oobi. - ... Y hay pastelitos - alzo un dedo.

Kivo miró a Sasha y apretó el hocico arrugando la nariz.

Desde donde estaban, escondidos entre matojos y arbustos, podía ver perfectamente la mesa tan bien servida. Paladeó el aire. Era tentador, pero esa gente era taaaaaan rara.

—¿Sí? ¿Tú crees?—preguntó a la antroponeka—. Bueno, pues salgo.

Dio un pasito y asomó la cabeza entre la maleza, dejándose ver.

—¡Hola! Soy Kivo.
 

Salgo junto a Kivo, siguiéndole. Ya habían visto al resto y era una tontería permanecer escondido. Quedaría sumamente raro, aparte de que si las cosas salen mal, estaríamos dejando en la estacada a los compañeros mientras que nosotros estamos escondidos como cobardes.

Saludo con la mano, tanteando. Pero sobre todo mirando el banquete que hay expuesto sobre la mesa.

-No lo sé, son cosas que deberán arreglar en el otro lado, aquí no podemos hacer nada- le informó Morfeo negando ligeramente. –Aquí ya tenemos otros problemas, Komori. Como te dije alguien ha traído pesadillas y estas están tratando de tomar el control de todo. Tenemos que pararlas de alguna forma y encontrar al durmiente que las trajo.

Parecía que Komori iba a poder ayudar en el otro lado de alguna forma después de todo.

-Mi mundo es construido a partir de vuestros sueños, pero no alguien del otro lado ha venido con malos sueños que han corrompido mi mundo. No puedo contenerlos pero puedes buscar al durmiente que los sueña aquí, quizás podemos cambiar la razón de que sueñe estas cosas. ¿Qué me dices?

Selene y Dastan habían sido descubiertos, no tanto Kivo como Sasha que fueron más cuidadosos. Pero Mike no había podido esconderse tampoco, por lo que al resto no les queda más remedio que salir y sentarse en la mesa.

-Cocococo, sentaos, ¿acaso no me habéis oído?- dijo invitando a todos a formar parte de la mesa. Aunque de una de las teteras salió un pequeño ser.

¡¡¡CAMBIO DE SITIO!!!

Y al oír esto todos los que están sentados a aquella enorme mesa se levantan para cambiar su lugar unos sitios más para allá.

-¡Vamos, vamos! ¿No habéis oído? Qué invitados más maleducados, cocococo.

No sólo nos decía que nos sentáramos, sino que allí tenían un juego de "cambio de sitio" también, quizá lo hacían para no quedar paralizados por el tiempo. Así que Dastan al momento comenzó a correr alrededor de la mesa y a buscar un sitio donde sentarse. 

—No somos maleducados, estábamos pidiendo permiso. ¡Ahora nos sentamos!

Le íbamos a quitar el sitio a alguno de los conejos tétricos, pero daba igual. En cuanto vio un sitio libre, Dastan se sentó en él. 

—Todos a sentarse... —esperaba que los escondidos pillaran la indirecta... porque no quería que quedaran paralizados, si el tiempo hacía eso. 

Komori habló tranquila, ensoñada casi. 

Vamos Morfeo.  Enseñame donde estas quien crees que trae las pesadillas.  Seguro tengo un remedio contra ellas. 

Si había de poder ayudar a sus compañeros allá en el mundo que se detenía, debía poder actuar de cualquier y buena manera.

Si las cosas hubieran sucedido más calmadamente, quizá hubiera reparado más en el curioso ser que sale de la taza. Incluso hubiera estado tentada en acercarme a olerle... A veces los seres huelen interesante. Pero no, rápido, todo sucede sin apenas darnos cuenta.

Se invoca el cambio de sitio y, temiendo que podría hacer un Komori II, pongo mis patas en movimiento hasta plantar el culo en una de las sillas. ¡Ibamos a poder merendar!

- ¿Podemos merendar? - indico y me acerco, ahora si, a oler al ser.