Partida Rol por web

La retirada se precipitaba tormentosa y sumamente desordenada, muchos infantes intentaban replegarse en linea mientras otros huían por sus vidas de forma desesperada; lamentablemente, en aquel caos, había también quienes se quedaban aislados y sin oportunidad de escapar de una muerte segura.

El rugir de la batalla se iba apagando a medida que las tropas iban retrocediendo y la artillería se mantenía firme conteniendo el avance del enemigo a la distancia. Varios vehículos habían quedado varados por haberse volcado o haber sido inutilizados en el combate; otros aun intentaban reparaciones de emergencia que los mantenían al filo del peligro, como tal era el caso del Gecko del escuadrón Gatling.

El principal problema seguían siendo los Burrowers, en medio del caos era imposible saber desde donde saldrían y quedarse quieto a esperar no era una opción entre tanto disparo y sangre. Aquellos bichos fácilmente rompían las lineas de combate que se iban formando en la retirada, problema que propiciaba aun mas el caos en la retirada. Aunque, su principal inconveniente era que su dureza en combate los hacia demasiado difíciles de combatir durante la retirada; avanzando sobre la superficie eran como una serpiente de acero imparable al que las lluvias de balas perecían rebotarles. Y luego estaban los tanques, estaban siendo detenidos por la artillería, pero ya algunos estaban preocupantemente cerca de la parte mas rezagada de las fuerzas en retirada.

Para el escuadrón Gatling la situación era sumamente preocupante, se encontraban aun con el grueso de las fuerzas en retirada, pero el avance del enemigo era constante y se les acababa el tiempo; pronto se quedarían aislados luchando por sus vidas y rodeados. Por suerte, el Sargento Frost termino a tiempo, aunque con una considerable demora que los orillaba a tener muchos problemas si no arrancaban pronto. La llanta izquierda había sido sustituida, pero la derecha estaba en mal estado y solo se le había arreglado de forma improvisada con los recursos que tenían a su alcance, quizá no aguantaría la intensa retirada.

- ¿Cómo lo lleva? - Preguntó al Sargento, mientras el revisaba desde su posición, bajo el Gecko que todo estuviera en orden. Siguió con aquella retahíla de canciones mentales mientras dejaba al Sargento acabar, escuchando los disparos de las armas de la Federación y los rugidos de los bichos. No pudo evitar sacar la pistola, temiendo que apareciera algún bicho por allí, debajo del Gecko y lo pillara en bragas.

Por suerte, eso no pasó, y cuando obtuvo el visto bueno del Sargento con el final de las reparaciones, inició la bajada del gecko, desactivando el gato hidráulico y aprovechando para guardar el arma y comenzar a removerse cual serpiente para salir de los bajos del Gecko, no sin antes recuperar su herramienta.

- Listo, Señor. - Le informó, mientras cogía la morita, y comprobaba el estado de la reparación. Esperó a que el Sargento le dijera que marcharan dentro, para salir a toda prisa hacia la parte trasera, agachándose para no obstruir los puntos de disparo de sus compañeros y palmeó el hombro de Jenkins al entrar, que era quien estaba cubriendo la entrada al Gecko. - Todos a bordo, niñas. - Afirmó con cierto tono gracioso, destinado a eliminar parte de esa tensión por haber estado fuera, rodeado de bichos y sin protección alguna.

- Nos vamos. - Acabó por decir, resoplando, cogiendo aire y buscando una forma de tranquilizarse. Envidió a Mía, le habría venido bien esa pelotita de los huevos ahora. Se agarró a uno de los salientes, mientras tomaba la pistola con la mano torpe y disparaba por uno de los puntos de disparo.

Tragad mierda, hijos de puta. Ahí os quedáis.

- ¿Cómo lo lleva? -

Frost se encontraba uniendo varias piezas utilizando duct tape, intentando concentrarse en el trabajo a pesar de la terrible ventisca que los azotaba cargada de escarchas, cambiando de dirección bruscamente. Por fortuna, la radio le permitió oir a Stukov claramente. -Intento balancear el apuro con hacer una chapuza decente- comentó con un cierto tono de broma, aunque probablemente le saliera así por los nervios y la cercanía de los bichos que caían muertos. Tenía que finalizar aquello antes de que se acabase la munición o explotaran los cañones gemelos del Gecko. En esos momentos echaba de menos tener un buen portátil, como el modelo que llevaban los ingenieros de la federación. Con uno podría acceder rápidamente a las bases de datos de todos los planos de los vehículos terrestres y le facilitaría la tarea. Al menos un poco.

Rechinó los dientes e imaginó el delicioso sabor del tabaco barato que llevaba siempre encima. Otra vez sentía escalofríos en la espalda y tenía el impulso de llevar la mano al bolsillo de su bota para extraer un cigarrillo y su viejo zippo. Titubeó un segundo, haciendo acopio de su fuerza de voluntad para contenerse. -Qué ganas de fumar, ¿eh?- comentó, usando la frase como vehículo para mover sus manos e intenciones hacia otra dirección, en sentido del soldador que debía utilizar ahora.

Le llevó un minuto más terminar con esas uniones... mucho menos de lo que había sospechado cuando creyó no poder controlar su ansiedad de fumar. Comenzó a poner las herramientas en su lugar, con la ayuda de Gallagher y Mirabal.

-Estamos listos Gatling, todos adentro a ver si volvemos al campamento-

- Listo, Señor. -

Jhonny terminó de ajustarse la correa de la mochila y su escopeta belcher que llevaba colgada en la espalda aún sin estrenar, mientras se hacía con su morita y le alcanzaba el suyo a Mijail.

-Excelente trabajo infante- le comentó con lo que intentó ser una sonrisa de camaradería.

El trabajo de mecánico finalizó, y ahora volvía a ser un soldado en un campo de batalla en plena guerra. Moviéndose con cautela, el sargento se encargó de hacer entrar al Gecko a todos los infantes que se encontraban afuera mientras el resto los cubrían desde las escotillas de disparo. Cuando estuvieron todos a salvo, se dirigió a Jenkins, que había defendido la entrada todo momento como un cancerbero -Adentro soldado, nos vamos-.

Por fin, el vehículo estaba nuevamente en movimiento, por un rato tendrían un descanso. Era momento de reagruparse, contar balas y cargadores, retomar el aliento.

Frost cambió el cargador de su rifle por el que estaba completo y se puso a hacer un recuento del resto de sus municiones, dejando a mano en su bandolera las que podría necesitar.

Por suerte las reparaciones han durado poco y cuando apenas había salido del vehículo para disparar, parece que la cosa ha terminado.

-A la orden-respondo al sargento mientras saco el cargador de la morita e introduzco uno nuevo, nos vamos si, pero esto no ha acabado así que en cuanto estoy en el interior en mi puesto, sigo disparando a todo lo que se mueve en tierra por si tenemos algún nuevo problema y no vamos tan rápido como queremos.

-¡Más le vale a la artillería aumentar la densidad o acabarán pasando!-digo algo nervioso. Esta vez, las cosas han salido atropelladas pero por lo menos he conseguido mantener la compostura y no acobardarme en el vehículo.

Y el maldito trasto por fin consiguió responder, el nuevo sargento se las había apañado para poder resucitar al gecko moribundo tras el impacto de plasma. El motor rugió y el conductor estaba preparado para sacarles de allí, Nos vamos ... jajaja .. ¡salimos de este agujero!  dijo riendo, pero estaban metidos en un buen lío en medio justo de los bichos con esos gusanos traicioneros que se escondían bajo el suelo para aparecer debajo de tus pies. 

Afianzó la shredder desde el puesto de tirador, preparando el disparo tenían una salida viable y quizá no fuera necesario pero un bicho menos siempre sería un bicho menos, comenzó a disparar cubriendo la retirada del sargento y de los que estaban detrás. 

Taylor se había quedado sin munición así que optó por lo mas conveniente: volvió sobre sus pasos y entró en la seguridad del vehículo. Allí cambió rapidamente el cargador y se colocó en su posición, agarrándose a uno de los asideros y esperando que el resto de la compañía entrase cuanto antes en el mismo para salir pitando de allí.

Los voladores van cayendo como moscas ráfaga tras ráfaga y el cielo parece despejarse por segundos pero solo es eso, segundos porque nuevamente son reemplazados por muchos más, algo frustrante a pesar de lo acertado que andamos. - Sigan... - Estaba por decir que sigamos disparando pero justo el Sargento nos da una noticia que ahora parece música celestial "volver al campamento". - ¡YA ESCUCHARON TODOS AL SARGENTO, EL QUE SE QUEDA ATRÁS SE EMBROMA! - Retrocedo sin descuidar la espalda y además asegurarme que todos suban lo más rápido posible al Gecko.

Mcnillon está parado junto a la puerta y lo señalo mientras le indico una orden. - McNillon, cierra esa puerta cuando todos estén dentro. - Subo y ocupo nuevamente mi lugar que tenía de donde salí disparado y terminé con terrible chichón para tomarme el trabajo de juntar las balas desperdigadas en varios cargadores y poder saber cuantas balas tengo.

Hans escuchó las órdenes que daba el sargento y que el Gecko ya estaba completamente reparado, así que no lo dudó y volvió a subir su culo a ese vehículo en el que se reagruparían en dirección al punto que fuera para intentar una tercera carga contra los bichos.

La cosa no pintaba bien.

La vorágine de la batalla no hacía más que convertir el campo de batalla en un confuso y difuminado entorno. Los estallidos distantes iban acompañados destellos sobrecogedores en el horizonte y el intenso chillido de los arácnidos parecía competir con el furioso estruendo de las armas de la Federación. El paisaje no se podía definir con otra palabra que no fuera desolación.

Pero el escuadrón Gatling todavía aguantaba. En medio de toda aquella locura, los técnicos había conseguido arreglar el Gecko para retirarse una vez más. -¡Oído, Cabo!- Gritó para confirmar sin bajar su arma y sin dejar de apuntar con su morita en busca de enemigos. McNillon esperó a que sus compañeros embarcasen para luego subir el mismo junto al sargento. -Con gusto obedeceré esa orden, Sargento.- Responde con tono de broma al soldado Frost para luego cerrar el portón del Gecko. Habían conseguido subir al vehículo, pero todavía quedaba la parte complicada... Debían salir de aquel agujero.

No está mal, Mia, no está mal... Pese a la jaqueca que sufría tras haber perdido la consciencia en el accidente, la Consejero Táctico logró alcanzar a por lo menos un Rippler. No era mucho, pero dada la penosa situación en que se encontraba, era mejor que nada. Recuerda: mente fría y arma caliente... dale...

De nuevo, la Soldado de Primera del escuadrón se tomó su tiempo para abrir fuego, concentrándose todo lo posible en alcanzar a los arácnidos aéreos que se cernían sobre los infantes en retirada y sobre el Gecko. Cuando se sintió preparada apretó el gatillo, más segura que la vez anterior. ¡Bien!

En ese instante, el Sargento y los demás accedían al vehículo y daban la orden de volver. Mia se alegró, pues pensó que las reparaciones se demorarían más. - ¡Excelente trabajo, escuadrón! - Dijo ilusionada y dedicando una sonrisa especial a Frost, que no pudo percibirse gracias al casco - Paso a informar al teniente.

En un rápido gesto, cambió de canal y contactó con su superior: Teniente Hammer, aquí la Consejero Táctico de la Gatling. Todo en orden. Nos replegamos como ordenó.

Había caído inconsciente y al volver en si, todo se veía borroso y no entendía lo estaba sucediendo. Solo sabía que estaba en una batalla y alguien tiro de mi y me subió al Gecko. Sin saber bien que esta pasando, agradezco todavía tener el arma en mis manos, me acerco hasta un hueco y comienzo a disparar sobre los insectos mas cercanos al vehiculo.

Pero el vertigo hizo que las balas volaran en cualquier direccion.

La mayor parte del grueso de las tropas de la federación que se habían embarcado en aquel nuevo ataque suicida y que habían sobrevivido al contraataque inicial, ya habían logrado regresar con vida al frente, detrás de la barrera de energía. No obstante, al menos una cuarta parte de las fuerzas aun con vida, seguían intentando llegar y era poco probable que lo consiguieran todos, incluso dada la perspectiva que tenían los que ya estaban a salvo, bien podrían apostar a que la mayoría moría.

Había infantes que combatían en pequeños grupos rodeados por incontables enemigos, había infantes que eran tragados enteros por gusanos que les salían bajo los pies mientras corrían por sus vidas, otros con igual de mala suerte eran empalados vivos o elevados por los cielos por los malditos Ripplers que seguían revoloteando los cielos en gran cantidad.

Había también varios Armored Geckos que se habían quedado varados a medio camino y cuyos infantes en su interior luchaban desesperadamente por sus vidas con una ilusa esperanza de ser rescatados o de que algún asombroso milagro ocurriese. Uno de los últimos vehículos en llegar fue el del escuadrón Gatling para los cuales el conductor desesperadamente intentaba llegar dejando atrás a muchos bichos enemigos. Lamentablemente para el mismo, una de las llantas acabo reventando sacando de equilibrio al vehículo y destrozándose por completo. El Gecko acabó derrapando los últimos metros hasta cruzar la barrera, quedando inclinado mas de 30° sobre su costado derecho, los infantes en su interior, aunque algo aturdidos, estaban ilesos.

Para el escuadrón Eco, la situación era sumamente distinta, también habían tenido un percance con el vehículo, pero había sido en momentos menos arriesgados y no habían sufrido semejante sacudida en comparación con el escuadrón Gatling.

Ahora, ambos escuadrones reunidos con otros infantes de la fuerza conjunta de Sirius, observaban la masacre que ahora se gestaba en el campo de batalla mientras muchos infantes disparaban en el frente intentando ayudar en algo. La artillería continuaba su estruendoso ataque, pero su papel para aquellos momentos, estaba mas centrado en contener al enemigo que en salvar vidas.

Algunos infantes de las fuerzas de Sirius tuvieron intensión de unirse de nuevo a la lucha pero el teniente Hammer mandó a llamar a todos por radio, el alto mando los mandaba de nuevo a la retaguardia, probablemente solo para descansar y después ser enviados de nuevo al matadero. No obstante esta vez había algo diferente, un rumor extraño con sabor a victoria inundaba a las filas de tropas que avanzaban entre heridos y vehículos de artillería en dirección a la retaguardia, al parecer, un bicho cerebro había sido capturado.

Agarrado con una mano a un saliente, y con la pistola en ristre disparando a cuanto se movía en su campo visual. Apretó los dientes mientras sus dedos se cerraban entorno a aquel saliente que le daba apoyo y estabilidad para no caer estando de pie y disparando.

Uno de aquellos disparos -suyo, o de uno de sus compañeros.- iluminó la noche lo suficiente como para que no necesitara la visión nocturna, como para darse cuenta del estado del campo de batalla. Sintió que el corazón se le congelaba, como si lo hubiera dejado sobre la nieve de Galdonia un par de horas.

La visión de grupos de soldados aislados, luchando por sus vidas sin esperanza ni futuro. Se sobresaltó al ver uno de esos gusanos tragarse a un grupo de soldados enteros, y suerte que el casco evitaba que pudiera verse su rostro, uno ahora que mostraba el temor a los horrores más primigenios a los monstruos infantiles.

Porque estaba seguro, que cuando esos cuentos se inventaron para asustar a los niños, quien lo hiciera, debía estar pensando en monstruos devora hombres como aquellos.

Aquello no acabó allí, cuando el Gecko de la Gatling adelantó a otro que estaba parado. Aquello sacó a Stukov de su propia cabeza, y lo situó otra vez en el campo de batalla, observando lo que sucedía con el Gecko parado. No pudo evitar trazar paralelismos con lo que acababan de vivir, parados en medio del campo de batalla, reparando el gecko mientras sus compañeros abrían fuego para mantener al as chinches alejadas.

Pero los paralelismos acabaron con un gesto de horror cuando los bichos superaron las defensas del Gecko que aun no se había comenzado a mover. No pudo evitar apartar la mirada y ahorrarse la visión de la matanza, mirando hacia sus compañeros, dando gracias a cuantos entes todopoderosos y omniscientes conocía por la suerte que habían tenido. Y pidiendo que esta misma les siguiera acompañando.

El suyo fue uno de los últimos geckos que lo consiguieron. Pudo sentir el suave susurro de la muerte detrás de la oreja, de forma continua, recordándole que estaba allí para llevarlos. Sintió un escalofrío que recorrió toda su espalda solo un segundo antes de que la llanta saltase y comenzara el vehículo a derrapar.

Aquello hizo que cayera al suelo, rodando un par de veces antes de volver a ponerse en pie de forma apresurada, confuso. Miró a su alrededor, y la visión de las chinches abriendo el otro gecko como una lata de conservar con un delicioso manjar en su interior le arrancaron el aliento, paralizándole y haciéndole mirar al techo esperando lo peor.

Pero lo peor no llegó, y la puerta se abrió dejándoles una cosa clara: Ahora, y por ahora, estaban a salvo.

Y por la radio pudo escucharse el suspiro de alivio más sincero, largo y profundo que Stukov había dejado escapar jamás. - Por los pelos. - Los nervios, el miedo, y una mezcla de sentimientos nuevos junto los viejos, hizo que aquel comentario acabara en una risa nerviosa, que intentaba dejar escapar todo el terror y horror que había contemplado solo unos minutos atrás.

Al bajarse del Gecko, lo primero que hizo es sacar un paquete de tabaco a medio terminar, bastante hecho polvo, pero que ofreció a sus compañeros. - Hoy invita la casa. - Acabó por decir, y por último, al Sargento. - Se lo ha ganado, Sargento. Hoy invita el zapador. - Acabó por decirle, aun con esa necesidad de hablar de otra cosa, de evadir la mente de lo visto y vivido. De dejar escapar el nerviosismo.

Miró al vehículo ahora destrozado. No dijo nada, y se limitó a mirar de reojo al Sargento una sola vez, antes de encogerse de hombros dispuesto a volver hacia la base, siguiendo las órdenes de Hammer. Escuchando aquellos rumores que hablaban de victoria.

¿Podremos conseguirlo?

La amargura dejó paso a una esperanza que ahora mismo era demasiado tenue y demasiado volátil como para permitirle sonreír. Eso se lo dejaría para el Stukov del futuro, cuando tuviera el culo en un cómodo asiento de una lanzadera de vuelta a casa.

Hans se agarró como pudo cuando su vehículo sufrió el pinchazo y al ver que no tenía nada roto, buscó un punto de salida. Ayudó a los que salían detrás de él, intentando hacer algo útil pues se sentía como un saco de mierda desde después del desembarco forzado. Ni si quiera se llegó a fijar en lo que ocurría a su alrededor, pues ahora mismo solo se centraba en intentar salvar el pellejo, suyo y de todos los compañeros posibles.

Así pues, como uno de los últimos de su escuadrón, Vandel corrió hacia la valla como si fuera lo último que hacía en la vida, y en realidad había muchas posibilidades de que eso ocurriera.

Una vez tras las vallas, el explorador volvió a intentar recuperar el aliento y buscó un sitio donde no molestar a los que entraran corriendo como balas. Pensó en que podría ir y marginarse como solía hacer, pero era hora de hacer algo con su escuadrón ya que habían sobrevivido a dos oleadas. Escuchó a Stukov hablar algo de invitar y se acercó- si es algo de cerveza o algo así me apunto -dijo sin más.

Veo por la rendija la meta, las barreras defensivas que están apagadas por suerte y algunos Geckos van cruzando y también veo como otros no lo logran. Maldita Psyco, malditos hijos de puta. - Ya estamos cerca señores, preparen las maletas que quiero que se bajen todos enseguida y cubran al resto. - A pesar de que no se podía por estar encerrado en un vehículo a toda velocidad y con trajes que nos aislaban de los sonidos externos siento los gritos desesperados de los que están enclaustrados en los Geckos varados, uno incluso lo pasamos y ya estaba siendo abierto como una lata de sardinas mientras que los infantes abrían fuego rogando a quien sabe suplicando por sus vidas o quizás porque todo acabe rápido. Seguismo avanzando y se sacude el vehículo por una explosión, seguro alguien no quiso morir por los bichos y le doy la razón, quizás yo haría lo mismo.

Unos metros nos separan de las barreras y la alegría de volver a la base se ve cortada cuando un neumático explota y nos tiene en vilo, pero el conductor con gran presteza logra mantener el Gecko aun cuando lo hace de costado. Cruzamos la barrera y nos inclinamos peligrosamente obligando a todos en su interior a aferrarse recordando lo que fue la ida y no queriendo repetirla pero no salimos despedidos esta vez.

La puerta se abre y todos salen con prisa. - Vamos que no quiero que quede gente adentro. - Digo alentando al grupo a pesar de todo lo pasado. Pero todo eso cae en balde cuando me giro a ver lo que sucede del otro lado de la barrera, es peor de lo que imaginaba, mucho peor. Stukov invita unas cervezas y yo no reacciono de inmediato, la masacre que sucede del otro lado me ha dejado más frío que cualquier cerveza del otro lado. Si estamos a salvo, todos y cada uno de los que salimos pero el resto...

¿Cómo buscar alentar a la unidad si uno está tan desolado? Pero al parecer los ánimos de los otros es mejor que el mío que ya hablan de victoria por la captura de un cerebro. La victoria será cuando ganemos la guerra, por ahora son solo combates ganados o perdidos y hasta no ver esta roca vacía no se terminará el combate. - Gente, descansen un poco que ya saldremos pronto, achiquen cargadores medio vacíos y coman algo. - Miro mi arma con ese solitario cargador que no está completo y pienso en la poca ayuda que podré dar al resto del grupo.

McNillon se aferraba a su asiento en aquel Gekko hacia un destino incierto. Su cruel y nada oportuna imaginación esperaba un inminente zarandeo a causa de otro impacto de un disparo de plasma pero, afortunadamente, esa situación nunca se produjo. Parecía que vivirían al menos un día más. Pero aquella endeble certeza no hacía más llevadero el viaje. En aquel inestable transporte, la incertidumbre sobre lo que ocurrirá después suponía un peso mayor del que a uno le gustaría soportar. Aunque también es cierto que la euforia de haber sobrevivido alivia la carga y la hacer más llevadera.

Y esto último es a lo que se aferró Jenkins. Después de todo, ya sabía dónde se metía el día que se alistó al ejército y de nada le serviría arrepentirse ahora. Pudo luchar y salir con vida. No ganó pero perseveró. 

Una sonrisa comenzaba a asomar en el rostro del fusilero ante esta nueva perspectiva. Pues, ¿de qué servía temer el mañana si ello no te permitía atesorar el presente por muy poco alentador que fuese? Si Jenkins hubiese decidido ser un oficinista debería aprender a lidiar con la rutina de un trabajo repetitivo y carente de emoción. Así que eso debía hacer ahora. Aprender a sobrellevar y a valorar lo que hace. Aunque no fuese más que un número en una estadística en los informes de los altos mandos. 

- Ya estamos cerca señores, preparen las maletas que quiero que se bajen todos enseguida y cubran al resto. -

 El fusilero acentuó su sonrisa al escuchar el comentario de Llorens. -Creo que yo me dejé la mía en aquel nido de cucarachas, Cabo. ¿Podemos volver a por ella? Los warriors no usan mi talla de ropa, así que no creo que me la roben.- Bromeó tratando de alimentar la atmósfera distendida que pretendían crear alguno de sus compañeros. Jenkins continuó el viaje en silencio dejándose llevar por el traqueteo del vehículo. Poco más tardaron en detenerse para desembarcar en el merecido y ansiado descanso que les proporcionaba la base. McNillon se acercó entonces al sargento y le dio una amigable palmada en la espalda mientras Stukov le invitaba a un cigarrilo. -Muy buen trabajo ahí fuera, mi sargento. Creo que todo el escuadrón le debe una cena al menos por habernos sacado de aquel agujero.- Le dijo sonriente poco antes de que Vandel llegase ávido de cerveza. -Ahora vamos a por una, Vandel. No desesperes.- Le dijo a su compañero tras soltar una breve carcajada por la velocidad del infante para unirse a tomar un trago. Después de todo, se merecían un descanso, por breve que fuera, de aquel infierno al que les habían llevado a combatir. Por muy frágil y ficticio que sea, no debían desaprovechar el más mínimo instante de tranquilidad que pudieran. No si querían salir cuerdos de aquella batalla.

Les habían lanzado en los geckos contra la horda arácnida, y habían penetrado como un cuchillo caliente en mantequilla, pero lo único que realmente habían conseguido era poder volver con el rabo entre las piernas. El gecko parecía que iba a reventar, y el maldito trasto aguantó lo justo para poder atravesar las vallas defensivas y poder dejar a los infantes en terreno seguro por el momento.

 Cuando retiró la shredder de la escotilla de tirador, reparó en lo que estaba pasando, se ellos lo habían pasado mal la ligera, la pesada ... el resto de escuadrones caían como chinches contra las chinches, estúpido juego de palabras se le pasaba por la mente en se momento, ... Pero mira es.... jo...der ... reaccionó al ver como uno de los temibles gusanos engullía a un para de infantes al mismo tiempo, y los partía en dos mitades, entonces el golpe brusco del gecko al reventar una de las ruedas, el gecko agonizante había llegado a su fin pero había cumplido estaban a salvo por ahora.

Eso no tendrás que repetirlo dos veces, Llor ... esto ... cabo. aún se le escapa que había ascendido tanto el como el anterior Cabo, recogió todo lo que tenía y una vez tuvo tiempo achicó los cargadores de la shredder tal y como había sugerido el artillero, a pesar de todo el ambiente de la escuadra era bueno incluso bromeaban, se sonrió al ver las bromas era un buen momento, a pesar de todo.

El descanso seguramente tendría que esperar si les habían hecho volver era para poder enviarlos rapidámente a otro sitio.

Disparo todo lo que puedo y me agarro. Me agarro con todas mis fuerzas para no volver a salir despedido. Pensaba que esas cosas solo nos iban a pasar en las lanzaderas, pero no, también en tierra eramos zarandeados y entonces nuestra armadura importaba menos que nada. Casi volvemos a sufrir un accidente. Casi.

Desciendo del vehículo y todos parecen muy animados. Muevo el cuello con cuidado, aún me molesta y me duele la cabeza. Y lo peor de todo es que no comprendo cómo lo superan. Vamos una y otra vez y nos machacan. Miles de hombres mueren en cada intento de la federación por avanzar. Somos el gusano que un niño grande tira a un hormiguero para ver qué es lo que pasa.

-¿Sargento, esta vez nos van a reponer el equipo?-pregunto desanimado y cansado. Seguro que no pasa ni media hora antes de que aparezca otro batallón de infantería ligera dispuesto a ganarse un nombre como voluntario para ganar la batalla. Y en ese caso ¿cómo iremos nosotros?¿otra vez en blindados?.

Me estoy cansando de esta guerra. Me encanta el cuerpo, me gusta ser un soldado, pero me han enseñado la verdadera cara del sistema militar y no me gusta. No le importamos nada. Miro a mis compañeros y me doy cuenta que no tengo nada que ver con ellos. Tal vez me haya equivocado de cuerpo...