Partida Rol por web

Malickud se encontraba en el cuarto piso de la Roca de las Mareas. Isla Barlovento era un pequeño islote de unos tres kilómetros de largo por uno y medio de ancho, rodeado casi en su totalidad por bellas playas de guijarros, en el que destacaba aquella sólida torre. El edificio se elevaba desde las aguas en un extremo de la isla. El embate del oleaje retumbaba contra la base de la estructura, cubriendo parcialmente las escaleras que llevaban hasta el portón principal. 

Sentado en la gran mesa de roble sobre la que colgaba aquel pesado candelabro de hierro, el dedicado bardo marino se atusaba el bigote mientras estudiaba una cantidad ingente de mapas. El ventanal en el muro sur le ofrecía vistas del pintoresco puerto y permitía el paso de la brisa meridional.

Agasta entró en el salón y saludó al gnomo cordialmente. Desde que Malickud había sido asignado intendente del emplazamiento, ambos habían coordinado a la perfección el manejo del islote y sus recursos. Además, cada cierto tiempo llegaban provisiones enviadas por los tripulantes del Grindylow Embrujado que había que gestionar diligentemente. La Roca volvía a erigirse orgullosa como antaño.

-¿Otra vez "surcando los mares", Mal?--bromeó la mujer de Feijud al verte absolutamente inmerso en las detalladas cartas de navegación--¿Por qué no regresas junto tus compañeros? Sé de buena tinta que ansías conocer de primera mano las aventuras que están viviendo. Se te nota a la legua, máxime desde que ganaran la regata de los capitanes libres. 

-De verdad, no tienes de qué preocuparte. Llevo encargándome de esta fuerte desde hace tantos años... Por supuesto, tu labor aquí ha sido de gran ayuda para poner al día todos los asuntos. Pero últimamente estás marchitándote como un ave enjaulada. Creo que ha llegado el momento de que vuelvas al gran azul. 

-¡Mírate! No hace falta conocerte mucho para saber que te mueres de ganas por explorar esa remota isla que obtuvieron como premio tus viejos amigos. 

El zalamero gnomo aprovecha para besar la mano de la dama con la que llevaba conviviendo las últimas semanas.
Veo que en todo este tiempo juntos me vais conociendo bien. Estos huesos aunque pequeños y ligeros están hechos para surcar los mares y aunque vuestra compañía me inspira grandemente, nada me gustaría más que haberme subido al barco con ellos. Tanto tiempo con el suelo quieto bajo mis pies me está embotando los sentidos.

A los pocos días de aquella conversación con la Señora de la Roca Malickud zarpó en un viaje de dos semanas con destino a la Isla de las Cuencas Vacías. Rodeadas de acantilados que tendrán unos ciento cincuenta metros de altura, tanto la parte norte como la central de la isla están formadas por un altiplano del que sobresalen dos penínsulas, una hacia el suroeste y otra hacia el sureste. El mejor sitio en el que fondear son dos resguardadas bahías, una más grande en la parte sur y otra algo más pequeña al este. Además, hay varias playas a lo largo de la costa.

Desperdigados por la isla, pero principalmente en el litoral y sobre los acantilados, se encuentran un gran número de gigantescas estatuas de cíclopes desgastadas por el paso del tiempo. Parecen ser muy antiguas y tienen las cuencas vacías.

Una cadena de bajíos y arrecifes de coral bordea la costa y complica sobremanera el desembarco. Sin embargo, la nave en la que viajas consigue acceder a la bahía meridional, que está rodeada por playas infinitas de arenas blancas, pues en ella se adivina el familiar casco del Grindylow Embrujado.

Hacia el norte una gigantesca cascada se desploma ruidosa desde un altísimo acantilado por el que asoma una densa foresta. Hacia el oeste resplandecen los blancos muros de un fortín costero, cuya única torre se eleva al cielo coronada por una especie de cristal brillante.

Mmmm... Mejor será acercarme al Grindylow y ver si están allí mis compañeros. Y si no están lo mismo la tripulación me puede decir dónde fueron aunque apostaría mi mostacho a que están en ese fuerte...

El Furcia Mancillada, nave en la que te encuentras, entra en la bahía lentamente con la insignia pirata colgada en lo más alto del mástil principal. Obviamente, enseguida se monta un buen revuelo en el Grindylow Embrujado, tu antiguo barco y aquel sobre el que surcan las aguas tus compañeros. En cualquier caso, el vigía opuesto anuncia la llegada de una embarcación propiedad de la Roca y la tensión inicial se torna rápidamente en una algarabía llena de júbilo.

Fondeáis el Furcia a unos cien metros del Grindylow antes de que un bote te lleve abordo de tu viejo hogar. Muchos de los tripulantes reconocen los pelirrojos bigotes del antiguo oficial y te saludan efusivamente.

-¡Qué alegría, Mal! No esperábamos visita--te explica Crimson, uno de tus viejos conocidos--¿Todo bien? No habrá roto nadie la Roca*, ¿verdad?

-El capitán y el resto de oficiales partieron a explorar la isla hace pocas horas. Ahora es nuestra, ¿sabes? Según escuché, en primer lugar tenían la intención de investigar aquel fortín de muros blancos. 

Me lo imaginaba- dice el gnomo mirando en la dirección que le marca el marinero.

Tranquilo que la Roca sigue intacta. ¿Salieron hace mucho?

-No, no. Ya te digo, hace unas pocas horas. Supongo que necesitarán algunos días para cerciorarse de que toda la isla es segura. La idea es acondicionar bien el complejo. En cuestión de meses vendrán a visitarnos los representantes del Consejo Pirata y tiene que estar todo de punta en blanco.

-Oye, ¿quieres que te acerquemos? Seguro que se alegran mucho de verte--concluye Crimson.

Sería todo un detallazo por vuestra parte. Si esto tiene que estar de punta en blanco, necesitarán más que nunca mis consejos.

El gnomo dice esto último mesándose el bigote y con una sonrisa picaruela...

Dicho y hecho. Mientras el Furcia Mancillada se aleja por lontananza de regreso a la Roca de las Mareas, los diestros marineros del Grindylow Embrujado te llevan en bote a la orilla de la Isla de las Cuencas Vacías. 

Nada más pisar tierra firme contemplas con mucho mejor detalle lo que parece un fortín costero de muros blancos. Tiene una muralla exterior de unos cinco metros de altura y varias torres de vigilancia. En un lateral, dentro del mismo muro, una enorme torre se eleva hacia el cielo coronada por una especie de cristal brillante. Probablemente debió emplearse como puesto de observación y referencia. Muchas zonas exteriores del emplazamiento presentan daños importantes, como si hubiera sido asediado y castigado con grandes rocas.

Diversas vigas se han liberado de los cimientos en las torres de piedra que sostenían la entrada al fortín, haciendo que ahora éstas se inclinen peligrosamente. Aparentemente para acceder al interior de las mismas habría que subir a las almenas que conectan la muralla.

Más allá de las destrozadas puertas se extiende un patio cuadrado cubierto de hierbajos y rodeado por varios edificios, cuyas ventanas rotas os observan en acechante silencio.

Echo un vistazo a la entrada para ver si hay algún rastro reciente...

La entrada al complejo es un poema ahora mismo. Parece que acaba de colapsar parte de una de las torres principales. Está todo lleno de escombros. Eso sí, entre los restos del derrumbe no tenéis problemas en encontrar pisadas que se dirigen hacia la parte más septentrional de la edificación. No obstante, justo en dirección contraria, hacia el sudoeste, donde se encuentra la torre más prominente de la la destartalada edificación, se escucha alguna especie de trifulca.

¿Oís eso? - dice el gnomo con una sonrisa - Sonidos de trifulca, eso solo puede querer decir que ahí están el capitán y el resto...

Malick desenvaina su espada y embraza el escudo.

Cuidado donde pisáis que esto es viejo y se puede venir abajo...