Partida Rol por web

Lope despertó a la noche. Fue entonces conscientes de que era incapaz de abrir de los ojos. Era el efecto propio de tener una estaca de madera perforando su corazón.

 Aza despertó a la noche. Fue entonces conscientes de que era incapaz de abrir de los ojos. Era el efecto propio de tener una estaca de madera perforando su corazón.

 Francesco despertó a la noche. Fue entonces conscientes de que era incapaz de abrir de los ojos. Era el efecto propio de tener una estaca de madera perforando su corazón.

Rosalía despertó a la noche. Fue entonces conscientes de que era incapaz de abrir de los ojos. Era el efecto propio de tener una estaca de madera perforando su corazón.

No... No, no, no, otra vez no...

Había tardado unos instantes, al comenzar a recuperar la consciencia, en recordar lo sucedido durante el día. No recordaba tampoco en qué momento había vuelto a dormirse, ni era capaz de saber si todavía permanecían en el carro o los habían llevado a otro lugar.

No sabía si a su lado seguían Hákon y Thomas o si, para su desconsuelo, estaba completamente sola.

Con gran esfuerzo logró abrir los ojos lo suficiente para atisbar dónde se encontraba, tan solo una fina línea de luz entre las pestañas que tal vez sus captores, de haber alguno con ella, ni siquiera percibieran.

Lope mantuvo la calma, si querían hablar con él tarde o temprano lo destacarían, no debía gastar las fuerzas que quizá más adelante podría necesitar. 

Por la rendija que dibujaron sus párpados, Rosalía contempló un techo de piedra desgastada, entre la que pudo distinguir un vano cerrado por dos plancha metálicas. No podía mover el cuello, pero dedujo que se hallaba tendida sobre una mesa o algún mueble similar. No parecía haber nadie más en la estancia.

Pasó largo rato allí, inmóvil, sin más compañía que sus pensamientos, hasta que escuchó un grupo de pasos acercándose. Después el tintineo de un manojo de llaves entrando en una cerradura y una puerta de metal chirriante abriéndose. Los pasos continuaron y un rostro conocido apareció sobre ella.

Francesco abrió los ojos de par en par. Se encontró sobre en una habitación con un techo de piedra desgastada, entre las que distinguió un vano tapado por dos plancha metálicas. Sin poder girar el cuello, dedujo que se encontraba tentido sobre una tabla, seguramente una mesa.

Pasó así un largo rato, inmóvil, sin más compañía que sus pensamientos, hasta que escuchó un grupo de pasos aproximándose. Un manojo de llaves se encontró con una cerradura, a lo que siguió el chirrido de una puerta abriéndose. De nuevo pasos acercándose, hasta que el rostro de una mujer conocida apareción frente a él.

Era Audax, ataviado con ropas oscuras y una túnica abierta. A ambos lados lo flanqueaban dos figuras con los rostros ocultos bajo las sombras de las capuchas.

El Tremere la observó fijamente. Su mirada estaba cargada de desprecio, pero no pudo ocultar una chispa de deseo mientras sus ojos repasaban las formas de la castellana expuestas sobre la mesa.

-Ha pasado mucho tiempo -espetó al fin-. En verdad llegamos a creer que habíais muerto, pero al final las fuerzas siempre se equilibran para dar otra oportunidad a los que saben manejarlas. Te advertí de que las cosas no quedarían así.

Hizo un gesto y uno de los acólitos se acercó. Rosalía sintió como una hoja punzaba su rígida muñeca y unas gotas de su Vitae caían. Advirtió un vial con Sangre que quedaba guardado entre los ropajes del acólito cuando este se incorporó. Entonces Audax extrajo de su cinturón una fina estaca con runas grabadas en su superficie y se la mostró a ella.

-Esto es un Astil de de Disolución Retardada -le dijo. Después desapareció de su campo de visión hasta que Rosalía notó un pinchazo en la punta de su pie-. Ahora, la punta de la astilla recorrerá tu cuerpo, abriéndose paso por las venas hasta tu pecho. Tardará unas dos noches en alcanzar tu corazón y cuando lo haga... te descompondrás en polvo. La Muerte Definitiva. Dejaré que asimiles tu situación y volveré en una hora. Entonces responderás a todas mis preguntas si deseas tener una oportunidad de vivir.

Audax le lanzó un último vistazo y con un gesto ordenós a sus acompañantes que le siguieran fuera de la habitación.

-Hemos pinchado al Ventrue en el centro de su mano. Perecerá mucho antes que tú. Pronto no quedará nadie de los tuyos -le advirtió.

La puerta se abrió y de nuevo quedó cerrada.

Se trataba de Sonja Keller, flanqueada por el llamado Hert y una figura encapuchada al otro lado.

-Te felicito, Hákon. Has cumplido tu encargo -le dijo ella. Hizo un gesto con la cabeza y el acólito sacó un cuenco de bronce con una mezcla líquida en su interior con el que comenzó a dibujar una serie de símbolos sobre la frente del Vampiro cautivo-. Ahora nosotros cumpliremos nuestra parte del acuerdo.

No la sorprendió ver aparecer el rostro de Audax, aunque de haber podido habría suplicado por que fuera el de cualquier otro. Aquella situación era tan familiar... Dos siglos después, y parecía que nada había cambiado. ¿Cuánto tiempo más tendría que pasar hasta que la persecución terminara?

Dos noches.

Ahí tenía su respuesta. Dos noches y todo acabaría. Sintió miedo, un miedo tan profundo que le agarrotó el pecho con más fuerza aun que la estaca. Pero una parte de sí, una parte muy pequeña y casi muda pero existente y agotada, quiso aferrarse a la idea de un final.

Se obligó a acallar aquella voz siniestra que casi no reconocía como propia y observó al Tremere. Un viejo enemigo del que, sin embargo, apenas conservaba un par de recuerdos. ¿Cómo engañarlo, cómo manipularlo, con qué podía negociar, si de las reliquias recordaba tan poco y de Audax nada sabía?

Si era cierto lo que decía, Thomas moriría mañana y ella, la noche siguiente. ¿Así terminarían? En una sucia mazmorra de una capilla Tremere, tan lejos de Constantinopla, sin haber recuperado su vida y su memoria. No quería creerlo. No habían vivido y sufrido tanto para morir de ese modo. Y sin embargo la amenaza de Audax sonaba tan real...

Lo escuchó salir y cerrar tras él entre la maraña de pensamientos que embotaban su mente. ¿Y Hakón? ¿Por qué no lo había mencionado? Sin duda estaba preso también. O tal vez todavía lo creían el asesino Gángrel que una vez fue... Deseó que fuera así, pues aquello tal vez les diera una oportunidad. Pero aunque Hákon lograra engañar a los Tremere, llegar hasta ellos y liberarlos, las astillas seguirían su camino. Thomas y ella estaban condenados.

Quiso agitarse, gritar y patalear, pero en la prisión de su cuerpo solo fue capaz de cerrar los ojos. Una hora. Tenía una hora para encontrar la forma de salir viva de allí.

Un dolor lacerante en el pecho lo sacó de una pesadilla que se desvaneció como un susurro. Intentó observar sin apenas moverse dónde se encontraba. Tan solo alcanzó a ver la misma oscuridad que le perseguía en sus pesadillas. Miró hacia abajo para ver qué le provocaba tal dolor y vio un palmo de estaca sobresaliendo del pecho.

-Fátima... Lope...- Dijo en un tono apenas audible. 

Lope permaneció un largo rato sin más compañía que sus pensamientos, hasta que escuchó un grupo de pasos acercándose.

-¿Le han identificado? -escuchó.

-Todavía no -respondió una segunda voz-. Su Vitae ha confirmado que es un Lasombra. Octava Generación. De origen castellano. Su Sangre es antigua. No sabemos dónde se juntó con los demás. No estaba con ellos en Londres. Debieron de unirse en Italia.

-¿Qué quieren hacer con él?

-La Maestra Sandra quiere interrogarle. Es posible que pueda aportar información sobre la reliquia sin tantos impedimentos. A cambio de su libertad.

-Ya ha pasado mucho tiempo desde que anocheció, es posible que nos esté escuchando.

-Que escuche. Sandra estará aquí en un momento.

Transcurrida la hora prometida, los pasos repicaron de nuevo.

-Voy a quitarte la estaca. La habitación está sellada con protecciones místicas que no comprendes. Te aconsejo que no toques las paredes ni las rejas.

Rosalía sintió la estaca vibrar en su pecho, como sujetada por una mano invisible. La madera salió y acudió volando a la mano del Usurpador al otro lado de los barrotes. Cuando ella se incorporporó vio que Audax estaba acompaño por un solo acólito. La Toreador todavía vestía sus ropajes, que presentaban un pequeño desgarrón donde habían clavado la madera.

-Empezaremos con lo más circunstacial hasta llegar a la cuestión nuclear. ¿Cómo lograste eliminar de tu Sangre el hechizo que nos permitía rastrearte?

Aza trató de hablar pero sus labios no se movieron.

Cuando abrió los ojo se encontró sobre en una habitación con un techo de piedra desgastada, entre las que distinguió un vano tapado por dos plancha metálicas. Sin poder girar el cuello, dedujo que se encontraba tentido sobre una tabla, seguramente una mesa.

Pasó así un largo rato, inmóvil, sin más compañía que sus pensamientos, hasta que escuchó un grupo de pasos aproximándose.

-Ha despertado -dijo una voz.

-¿Qué quieren hacer con los Assamitas? -preguntó una segunda.

-Es muy arriesgado tenerlos aquí. Fátima al-Faqadi es una reputada asesina y si éste otro la acompañaba debe ser igual de peligroso. Los Maestros no esperaban que los otros estuvieran tan acompañados. Pero los Assamitas tienen mucho enemigos, están valorando la posibilidad de hacer un intercambio, a no ser que sepan algo que pueda conducirnos hasta la reliquia.

Tras una hora encerrada con sus pensamientos, que constantemente amenazaban con desbocarse, recibió el sonido de los pasos de Audax como si le trajeran buenas noticias. Aunque sabía que anunciaban lo contrario, y que ahora estaba una hora más cerca de la muerte definitiva.

Sintió con alivio cómo la estaca salía de ella, pero tardó aún unos instantes en moverse, como si no tuviera prisa. Aguardó a que la herida sanara y se incorporó despacio, aprovechando para observar con atención el lugar. No esperaba tanta seguridad, ni desde luego que el Tremere estuviera tan lejos. Parecía que esperara más de ella que ella misma.

Se arregló con esmero el escote, y solo después de un rato alzó la vista para mirar a Audax a los ojos.

-¿De verdad esperas que responda? ¿A cambio de qué? No te he oído decir que me salvarás de la muerte si hablo. Sería un buen comienzo... si ignoramos el recibimiento.

Rosalía observó la habitación. Era una celda cuadrada de unos tres metros de lado con tres paredes de piedra y una celosia de hierro frente a la Vampira. La mesa era una sencilla tabla de madera con patas de metal ancladas al suelo. Tras el enrejado el Tremere la escrutó con gesto serio e impaciente, quizás sorprendido por lo pausado y natural de la actitud de la cautiva.

-Un buen comienzo sería que respondieras a la pregunta -dijo él-. Evidentemente hay una forma de evitar la Muerte para alguien en tu situación, pero no creo que llegues a conocerla con ese talante. Volveré en otra hora.

Audax se dio la vuelta y se alejó por el pasillo.

Parecía que la pequeña sabandija había aprendido algo en esos dos siglos. En Viena resultó fácil hacerle perder la paciencia, pero ahora sabía que era él quien dominaba la sitación. Y ella iba a tener que cambiar de estrategia.

-¡Fue un magus! -gritó esperando no haber perdido otra hora. Su voz sonó cercana al llanto, desesperada, más aún de lo que estaba. Sabía muy poco de Audax, pero intuía que le gustaba el poder, así que le haría sentirse poderoso.