Partida Rol por web

Yurev abrió los ojos movido por una punzada agónica y a pesar de aquél gesto todo seguía siendo oscuridad. El Ravnos trató de orientarse y no tardó en comprender que se hallaba tumbado sobre una superficie de fría piedra y una suerte de tela lo envolvía por completo a modo de sudario. Aquello le angustió.

Antes de sucumbir al nerviosismo Yurev se obligó a cerrar los ojos y darse un instante de libre y serena oscuridad: la posada de Buda, la huida por el bosque, el cautiverio Tremere, Constantinopla, los lejanos días con su kumpania... Abrió los ojos, frunció el ceño y apartó la tela que le cubría.

Las enseñanzas que los siglos le habían dado y la íntima familiaridad con el poder de las ilusiones le habían exigido mucha flexibilidad de mente y en sus juicios; su interpretación del mundo y la realidad no era mucho menos ortodoxa. Y con el tiempo había aprendido a abrir los sentidos y dejarse tocar libremente por lo que llegaba, sin juicios.

El Ravnos se incorporó afinando sus sentidos con atención pero sin intención, expectante a cualquier estímulo que pudiera llegar y que permitiera a aquella realidad expresarse ante él.

-¿Hola? Aún no me has dicho quién eres...

Entonces recordó el dolor, la figura encapuchada y la voz de Rosalía.

-¿Hay alguien?

Tan sólo el eco respondió a la pregunta de Yurev. Por la sonoridad de sus palabras se diría que se hallaba en el interior de una cueva. La negrura era total a todo su alrededor.

¿Rosalía...? ¿Francesco, Thomas...? -el eco de su voz entre la fría roca resonó más amargo en su interior. Parecía que estaba solo; hacía mucho que no estaba solo. Sacudió la cabeza y sonrió-. Tengo que salir de aquí.

Se pasó una mano por la cara tratando de ponerse en pie; poco a poco volvía en sí, recuperando las sensaciones de su cuerpo. No sabía nada, ni siquiera cómo estaba él mismo. Lo último que recordaba eran las imágenes de Buda, la voz de Rosalía y la imagen del encapuchado. ¿Qué era eso de la mente? Eso es importante... Desde el cautiverio Tremere su memoria estaba sajada y herida: su cabeza del presente era suya, pero su cabeza del pasado pertenecía a otras personas.

Tratando de sostenerse con firmeza sobre sus piernas gritó y prestó atención agudizando su oído para ver hacia dónde ser perdía su voz. Hacia allí caminaría para salir de la oscuridad.

Yurev gritó y su voz chocó con la paredes de piedra viva en todas las direcciones. Parecía estar atrapado en una cámara sin salida.

Una de las paredes llamó la atención del gitano. Se acercó y la palpó con la pano. Su tacto era rugoso, como el que correspondería a una pared de aquellas caractaerísticas, pero algo no le cuadraba.

Yurev pegó el oído a la pared y golpeó con los nudillos; quizás hubiera algo detrás*. Frunció el ceño e hizo ademán de empujar, e incluso golpeó la pared con la esperanza de notar lo que la hacía tan particular o si había algo tras ella.

El Antiguo se concentró en la pared, la empujó y su mano la atravesó, haciendo desparecer la roca y revelando una gruta que guiaba hacia el exterior. Entonces supo que la pared había sido una ilusión creada por su propio poder, aunque no podía recordar cuándo ni por qué.

Yurev sonrió y se sacudió las manos para limpiárselas de polvo, como si de verdad hubiera habido polvo.

-Qué rom más listo... -se dijo satisfecho echando a andar por el túnel. No recordar las cosas y encontrarse con ignorancia con las consecuencias de sus actos era algo irritante y preocupante, pero más lo hubiera sido topar sin entender con los actos de un vástago estúpido. La inteligencia era siempre una buena noticia.

-¿Dónde estará todo el mundo? -dijo para sí mismo.

Si él había decidido perderse bajo la tierra en algún tiempo pasado sin duda sería para estar solo. Las cuevas no eran lugar ni para Thomas ni para Rosalía, y Francesco... Bueno, Francesco bien podía estar muerto en realidad. 

¿Le importaba todo aquello? Quería pensar que no, o quizás que sí... No estaba seguro, pero eso no era ahora lo importante. Tenía que averiguar dónde estaba.

La gruta era estrecha y sinuosa. Atravesarla requería de una destreza felina y una flexibilidad casi preternatural. Sin duda Yurev había elegido un inexpugnable lugar para reposar.

La luz de la luna filtrándose por la abertura final fue una agradable visión. Una vez en el exterior miró en derredor. La cueva donde había despertado estaba en la base de una escarpada montaña. El aire era frío, quizás fuera invierno y el viento soplaba con fuerza. Tuvo que atravesar una insidiosa nube de matorrales para seguir avanzando. Entonces algo llamó su atención y se detuvo. Junto, al final del sendero por el que descendía había unas cestas y flores cortadas que se habían marchitado hasta retorcerse.

Yurev se quedó mirando el las flores y frunció el ceño. Había debido de pasar bastante tiempo... Luego reparó en la cesta, ¿quien iba recogiendo flores? ¿Tenía algo que ver con él? Quizás hubiera algún asentamiento cerca, un lugar de donde hubiera venido quienquiera que recogiera aquellas flores. Inmediatamente se puso rondar por la floresta en busca de algún camino o trocha que pudiera seguir hasta algún pueblo o algo parecido.

Conforme Yurev se acercaba al lugar donde reposaban las flores y las cestas nuevos objetos captaban su atención. Había unos sencillas tinajas de barro con algún líquido en su interior, una manta bordada recogida dentro de una canasta de mimbre, incluso una bota de vino.

Algo llamó entonces su atención más allá de la maleza baja. El que haría una ramita al crujir si alguien la pisara.

-Sal de ahí -dijo volviéndose hacia el sonido con los ojos atentos y una sonrisa aflorando a sus labios; era reconfortante ir recuperando las rutinas de la vida en alerta-. Estoy un poco desorientado y la verdad es que la paciencia nunca ha sido una de mis virtudes. Sal de ahí y hablamos un rato... -dijo echando a andar hacia el sonido.

La única respuesta que recibió el Ravnos fue unos ahogado susurros. Había por lo menos dos personas en los alrededores que hablaban entre sí. Después unos pasos trataban de alejarse corriendo.

El ravnos frunció el ceño contrariado, y sin pensarlo salió corriendo tras el fugitivo. No sabía dónde estaba, ni qué diablos pasaba con su cabeza ni con sus recuerdos y sus compañeros. Lo último que quería era perder el tiempo con un viajero tímido. Apretó los dientes y salió raudo a la caza del que escapaba por el bosque; incluso recurriría a su sangre inmortal si fuera necesario.

Con toda su agilidad, Yurev salió tras las pisadas, para descubrir a dos niños alejándose a poco más de diez pasos. Vestían con ropas parcheadas, sus cabellos eran morenos y su piel tiznada. Parecían ser romi. Eran un niño y una niña.

-Nos ha visto -dijo la niña sin dejar de correr. Hablaba en rumano.

Yurev sonrió e hizo ademán de llamarlos para que le esperaran, pero se detuvo. Con la emoción del despertar ni siquiera sabía si su cuerpo estaba hambriento... No podía acercarse a esos niños ávido de sangre... Él de niño también había escuchado las historias que ahora daban forma a su vida; quizás si hubiera sido menos curioso ahora su existencia sería bien diferente. Estaría muerto.

Sin quitar los ojos de la espesura aminoró el paso y se concentró en su cuerpo, sus instintos y sus necesidades.

-¡Esperad! -les llamó Yurev apretando de nuevo la marcha para alcanzarles. De alguna manera era como volver a la mortal infancia-. ¡No os haré daño! Sólo quiero hablar... -les decía en rumano-. Conozco muchas historias...