Yurev caminó siguiendo las indicaciones de los pequeños, con esa extraña nostalgia todavía rondando su cabeza. Así, llegó hasta unas caravanas que formaban un círculo. Telas peculiares, muy coloridas y ornamentadas, colgaban de algunas de ellas.
-Saludos, amigos -dijo Yurev en griego acercándose confiado. Pensaba que una actitud despreocupada contagiaría a quienes todavía no le conocían-. He oído que venís de muy lejos; que traéis historias del lejano oriente...
Los cuatro comerciantes lo miraron extrañado en principio, pero después relajaron su tensión. Estaban sentados en torno a unas brasas y a las mismas lanzaban unas hierbas que le daban un aroma especial. Sus pieles tenían un color bronceado y oscuro.
-¿Eres tú el que quería hablar con nosotros? -preguntó uno de ellos en un griego algo tosco.
-Sí, soy yo... -dijo algo más serio. Recordó la imagen del hombre azul, que había encontrado en una tela hacía unos días, y luego la misma imagen en mano de los niños-. De alguna manera sentía que debía hacerlo, o que al menos alguien quería que lo hiciera... Un hombre azul con cuatro brazos -dijo al fin esbozando una sonrisa fruto de su propia incredulidad ante lo absurdo de sus palabras.
-¿Y quién es ese gaje? -preguntó Yurev cruzándose de brazos-. ¿Sois vosotros quienes habéis ido dejando por ahí estos bordados con el tal Shiva?
El hindú arqueó la ceja.
-¿Dejando? Solo le cambiamos un bordado a unos niños de los tuyos. Shiva es el dios de la destrucción de nuestros Tri-murti. El que ve el pasado y el futuro.
-No,no... No me refiero sólo a éste -dijo Yurev enseñándoles el bordado-. Me encontré otro hace unas semanas antes de llegar aquí... ¿Tri-murti?
-No, éste no es nuestro -dijo examinándolo con suma atención-. Éste muy caro.. muy valioso... De alguien rico... Los Tri-murti son las tres deidades supremas, Shiva, Brahma y Visnú.
-¿Muy rico? -Yurev se giró y agudizó sus sentidos con su sangre inmortal para vigilar los alrededores. Algo le hacía sentirse alerta-. Nada de lo que estáis diciendo tiene mucho sentido para mí... -murmuró.
-¿Dónde has encontrado este paño? -preguntó otro de los tres que allí estaban-. Tampoco lo que tú preguntas tiene sentido para nosotros. Nos preguntas quién es Shiva y nosotros decimos.
-Tal vez el mismo Shiva se lo dio -bromeó el tercero.
Yurev se los quedó mirando sin expresión alguna en el rostro, tan sólo aburrimiento en su cabeza. Le había dado por pensar que encontraría a un grupo misterioso de sabios venidos de la India que le hablarían de maravillas con la que los europeos sólo podían soñar... Pero no tienen ni idea de nada.
-Sí, me lo dio Shiva... Y me dijo que se lo regalara al sabio indio que me contara la historia más bella. Así que... -se acercó a ellos moviendo las manos con exigencia-. Espero la primera.
Ya que no encontraba lo que buscaba por lo menos pasaría un buen rato.
Los tres rieron ante el comentario del Ravnos.
-Si alguien rico dejó su caro bordado para ti tal vez fuera un mensaje.
-O un recuerdo.
-No, yo me inclino más por lo del mensaje.
-Un mensaje... -farfulló Yurev contemplando a los ancianos-. ¿Y quién es Shiva y qué méritos tiene en su haber?
-Es el dios de la destrucción y la muerte. De lo que ha de morir. Del tiempo que todo lo consume pero también de lo que ya ha muerto o pasado, ya sean personas o...recuerdos.
Yurev se masajeó el entrecejo; no podía obviar las similitudes con su caso, aunque siempre había pensado que en adivinanzas y acertijos cabía tanto el acierto como la verdad que uno quisiera encontrar... Sin embargo, de alguna manera, esas palabras significaban algo para él.
-Pasado... -dijo perezosamente-. El pasado es muy aburrido. No voy dando vueltas por ahí para reencontrarme con el pasado. No tiene sentido volver a vivir lo vivido.
Uno de los hindúes sonrió.
-Si ignoras el pasado es porque tiene muy claro qué hacer con tu futuro.
Yurev arqueó las cejas y estalló en una carcajada que a duras penas sí pudo controlar.
-Creedme, si no sé qué hacer con el pasado menos aún sé lo que hay que hacer con el futuro. Digamos que... improviso. Como esta noche.
-Sí, bueno -dijo uno de ellos bostezando-. Creo... creo que eso será mejor hablarlo en... otro momento. Estoy muy...muy cansado.
-Yo también -añadió otro recostándose-. Buenas... noches.
-Que Shiva... guarde tus sueños -deseó el tercero con los ojos cerrados.
Y de pronto todos se habían dormido.
Yurev arqueó una ceja. A veces olvidaba las debilidades de la mortalidad...menores en aquel caso si lo comparaba con el sueño que le invadía a él al amanecer. Sin embargo muy oportunamente se habían dormido todos de golpe; la intuición le sacudió los nervios.
-Muéstrate si estás aquí.