-Moldavia... Esteban... -poco significaban esos nombres en la cabeza de Yurev ahora que estaba completamente privada de recuerdos-... ¿Y qué hacéis aquí y a dónde os dirigís?
-Nos refugiamos. De la guerra. Primero los Teutones y ahora los otomanos, convirtieron nuestros tradicionales campamentos en campos de batalla. Por eso nos marchamos hasta asentarnos aquí, donde los combates aún n'an llegao... pero entonces los pequeños comenzaron a'saparecer.
-Y yo he visto quién se los lleva... Y por eso os digo que tenéis que marchar, o muchos más desaparecerán, o algo peor...
El anciano gitano negó con la cabeza.
-Si tú lo dices, Shilmulo, habremo' de ir.. Trae mal fario contrariaros. ¿Qué hay de ti? Tan perdido como estás. ¿Vendrás con nosotro'?
-Sí, al fin al cabo no sé nada de dónde estoy ni sé a dónde ir.
-Muy bien. Este será el trato. Tu nos protegerás durante la noche y nosotros te guardaremos durante el día. Viajaremos hacia el este a zonas más tranquilas. ¿Qué clase de shilmulo eres? ¿De esos que roban sangre?
-Me parece un buen trato, y sí, soy de los que roban sangre, aunque en este caso podríamos decir que es sólo un préstamo, ¿no os parece? -puntualizó Yurev sonriendo.
El gitano lo miró suspicaz.
-Bien, pero seremos nosotros quienes te la daremos y sólo yo y los tres de ahí fuera sabremos de tu presencia y naturaleza -explicó antes de escupir en su mano y tenderla hacia Yurev.
Apúntate Rebaño 2 como Trasfondo.
-Me parece justo -dijo Yurev imitando al anciano y estrechándole la mano-. Todos salimos beneficiados aquí, ¿no? Además, quizás podamos hablar de más cosas durante el camino...
La caravana partió esa misma noche. Se rezaron plegarias por los niños dejado atrás, pero el Patriarca y su consejo convenció a todos de que lo más seguro era irse. Yurev fue alojado en el interior de un carromato sin vano alguno que lo pusiera en riesgo durante el amanecer, conducido por dos de los tres hombres a los que había conocido la noche anterior.
Puedes interactuar y hablar con quien quieras.
Pero estoy en un cajón y es de día no?
No, me refiero a interactuar a partir de la noche siguiente y durante el viaje en general.
Durante las primeras noches Yurev no se alejó mucho de su escondite, buscando la soledad para encontrarse con sus pensamientos. El letargo, el demonio, Lumitsa, los desafortunados niños... Pronto se hartó de esos retiros, e ignorando las instrucciones del anciano se alejó del carromato y el círculo de hombres que estaban al tanto de su viaje con ellos y decidió acercarse con sigilo al conjunto del campamento. Con ver y escuchar le bastaba para recordar un poco lo que fue.
El Ravnos se integró a la perfección entre la Familia. Escuchaba a los niños susurrar acerca de él, más leyenda que realidad y pronto se encontró cómodo en la rutina del viaje hacia el este.
Pero una noche en particular, mientras observaba desde la prudente lejanía las danzas y la música en torno al fuego, una sombra que pasaba entre los carros captó su atención...
Siempre disfrutaba de los bailes de los mortales junto al fuego, de la música y las canciones. La música... No dejaba de pensar que desde que fuera abrazado se había apagado toda la música del mundo.
Sin embargo, aquella noche disfrutando de la vida que no era suya, una sombra furtiva que se deslizaba entre la oscuridad llamó su atención, e incapaz de controlar la curiosidad que siempre le había dominado, salió tras ella con discreción.
Motivo: sigilo (Especialidad)
Dificultad: 6
Tirada (8 dados): 9, 9, 8, 9, 1, 9, 10, 7
Éxitos: 6
tiro ya des+sigilo por si acaso es necesario
Yurev anduvo hasta el foco del ruido y allí vio, de espaldas, la figura de una mujer de cabello rubio enmarañado y un tanto desarrapada que parecía estar revolviendo cosas entre un baúl junto a una de las carretas.
Por un instante el gitano pensó en llamar al poder de su sangre para saber si era vástago o mortal, pero le pareció más interesante meter esa incertidumbre en la conversación e intentar resolverla sobre la marcha, con las palabras. El rom salió de su escondite y se acercó con las manos a la espalda.
-No parece muy cortés buscar en las pertenencias de otro, ¿no crees? -la observó con cuidado para calibrar su reacción-. ¿Buscas algo en especial? ¿Un peine? Quizás pueda ayudarte...
La mujer giró el cuello y sonrió divertida. Yurev apenas sí fue capaz de ver parte de su rostro antes de que se desvaneciera antes sus ojos.
Yurev parpadeó y se pasó la mano por los labios, pensativo. De no haber sido un vástago centenario acostumbrado a contemplar prodigios y maldiciones de todo tipo se hubiera sorprendido, sin embargo sí estaba intrigado. Antes siquiera de pararse a pensar sobre la posible identidad de aquella mujer y su naturaleza, la curiosidad le espoleó a acercarse al baúl que estaba registrando para registrarlo y encontrar algo que le sirviera para entender lo que acababa de suceder.
Si hay que hacer alguna tirada hazla por mí para agilizar. Pero que sea buena.