Partida Rol por web

Yurev chasqueó la lengua contrariado y pensó en retorcer el pescuezo del murciélago, pero con una sonrisa se volvió distraído pensando que bien podría servirle vivo, y simulando un despiste, dejó libre que a la criatura para que se alejara volando. En cuanto estuvo seguro de que la alimaña ya no estaba por los alrededores se encaramó a lo alto de un árbol cercano y concentrado en el claro en que había sorprendido al murciélago, dio forma a una ilusión de si mismo buscando por los alrededores.

En todo momento mantuvo el pequeño claro ante sus ojos para ver si alguien se acercaba y para tener total control de la ilusión por él manifestada.

Yurev aguardó en su improvisado puesto de vigía y observó como, repentinamente, algo saltó de un árbol a otro cuando la Ilusión paso por debajo. Parecía una figura humana, peor no estaba seguro.

Intrigado, antes que dejarse ver se concentró para que la ilusión de sí mismo en el claro reaccionase atemorizado ante el rumor de la figura, alzando la vista hacia lo alto y escudriñando la espesura con preocupación.

-¿Quién anda ahí? -le hizo decir a su imagen ilusoria.

La ilusión le obedeció a la perfección, pero la figura permanció inmovil entre las ramas del árbol, tanto que apenas se podía distinguir su figura del verde oscurecido de la planta.

Yurev frunció el ceño y decidió probar por algo más directo: manejó la ilusión para que se encarara al escondite de la sombra y le señalara como si le hubiera descubierto.

-¡Ahí estás! ¡Muéstrate de una vez!

El misterioso espía emitió un chillido y saltó al árbol más cercano, después a otro y después al suelo del bosque y comenzó a correr a cuatro patas alejándose de Yurev y su ilusión.

Yurev torció el gesto con desagrado. Tan cobarde no me sirve de nada, ¿cómo hablo yo con él?

El ravnos obligó a su ilusión a seguir con rapidez al misterioso fugitivo para él mismo, tras saltar a tierra, seguir a su propia ilusión sin dejarse ver entre la maleza.

-¡Espera! -obligó a su ilusión a decir-. ¡Sólo quiero hablar!

El fugitivo siguió corriendo. Era rápido. Durante la carrera a Yurev le pareció que era algo más pequeño que un adulto. Parecía más bien un niño.

¿Un niño? ¿Un niño salvaje atacando niños? ¿Qué clase de locura es esta? Yurev sacudió la cabeza y siguió tras el fugitivo manejando con discreción su propia ilusión. Ya tendría tiempo para preguntárselo.

Yurev acortó distancias hasta quedar muy cerca del niño. Con maestría, sustituyó su ilusión por él mismo y de un salto logró trabarle las piernas. Lo que vio cuando tuvo al chico entre sus brazos no fue agradable.

Era un niño gitano, sin duda, pero su pelo había sido cortado, todos sus dientes estaban afilados, tenía dos pares de ojos adicionales alrededor del cráneo, que parapadeaban furiosos y su nariz parecía más bien la de un zorro.

Con el muchacho sometido Yurev ni pudo ni quiso reprimir su sorpresa.

-¿Pero quién eres tú y qué estás haciendo en este bosque?

Al principio le dio por pensar que tal vez se tratara de un hijo de los gangrel a juzgar por su aspecto; pero la cara del muchacho no tenía tanto de animal como de monstruo... Quizás de un monstruo demasiado premeditado.

Y tampoco creía que los gangrel abrazaran niños, por muy salvajes que fueran. Yurev apretó los dientes y abrió los ojos de par en par, llamando a su sangre inmortal para ver más allá de lo físico y apreciar la sutilezas del aura del muchacho.

El Aura del muchacho era de color rojo. Estaba furioso y alerta, pero no había sido Abrazado.

Yurev hizo el gesto de tomar aire tan sólo para darse el instante que necesitaba para ordenar sus pensamientos.

Si el muchacho no era un vástago sólo se le sabía gentes capaces de obrar semejante transformación: monstruos. En su interior algo se revolvió ante la imagen del muchacho; no sabía si era compasión por él o rabia hacia los tzimisce. Nunca había llevado bien los abusos de los orgullosos, menos aún hacia los suyos.

-Eres uno de los niños de la kumpania; te adentraste en el bosque y se te llevaron los monstruos... Puedo imaginar lo que han visto tus ojos -vagamente Yurev recordaba haber tenido más trato con los tzimisce del que hubiera deseado-. Yo no te voy a hacer nada, sólo quiero hablar contigo para que me cuentes. Te voy a soltar, pero si te vas corriendo no podré ayudarte...

El niño espetó un chillido y salió corriendo en la misma dirección hacia la que corría cuando el Ravnos le atrapó. Yurev consiguió controlar la Rabia que crecía ante la abominable transformación a la que había sido sometido aquel pobre chico.

Yurev se quedó de pie mirando como el niño se alejaba y hizo ademán de seguirle, pero ya no tenía sentido. En realidad el muchacho estaba perdido, del todo. Miró al suelo y pensó que si seguía sus huellas quizás podía llevarle al lugar en que se refugiaba aquél que le atrapara en su día.

Yurev siguió las huellas de pies y manos dibujadas sobre el follaje. El rastro le condujo hasta una pequeña ermita abandonada que presentaba un aspecto ruinoso. Al llegara a la piedra el rastro de perdía.

Yurev dudó un momento ante el umbral, pero enseguida se decidió y se internó en el ruinoso templo. No tenía nada en mente en caso de que se encontrara con quien sospechaba que podía llegar a encontrarse, así que improvisaría. De momento sólo quería saber y conocer a quien rondaba aquel bosque.