Partida Rol por web

-No es necesario que la caces. Basta con que la traigas a mí -explicó el Prelado-. Debéis saber que una Caza de Sangre pende sobre ella. Si conociendo su paradero lo ocultáis abiertamente a la autoridad... "cómplice" es la primera palabra que me viene a la cabeza.

Hakan abrió la boca formando una 'O'. Dio un paso al frente, aún con los brazos cruzados.

-Vaya, vaya. Supongo que tienes toda la razón, Adriano... ¿Quieres saber qué palabra me viene a mí a la cabeza? "Amenaza". ¿Y quieres saber lo que me gustan las amenazas? Poco. No tientes a la suerte, Prelado. Quizá no tengas tanta...

La cara de Adriano volvió a dejar ver su monstruoso aspecto.

-Comprendo que sois un Vástago de impulsos pero debéis ver el cuadro completo. Sois un forastero y... eso me recuerda... ¿Os habéis presentado ya ante el Príncipe? Supongo que sí, porque incumplir las Leyes de Caín, ocultar el paradero de una fugitiva diabolista y amenazar al Prelado podría ser demasiado. Incluso para vos.

¿Si le rajaba ahí mismo la garganta y lo llevaba directo al Letargo... quién se enteraría? Por un momento lo meditó, y no le pareció tan descabellado. Si bien es verdad que su sentido común le dijo que quizá estaba mordiendo más de lo que podía tragar. Deseó haber tenido saliva para escupir a los pies del Nosferatu. Una nueva muestra de las manipulaciones vampíricas que tanto detestaba: empezaba buscando a Thomas Daister y terminaba teniendo que presentarse ante el Príncipe y revelando el paradero de Rosalía. Y probablemente sin conseguir nada a cambio. 

Una nueva jugada maestra en su magistral trayectoria política, y un nuevo desaire con un Nosferatu. La repugnancia que empezaba a sentir por los miembros de ese clan empezaba a ir más allá de todo límite. Y nada tenía que ver con que fueran horrendos. 

-No te preocupes tanto por mi bienestar Adriano, no somos amigos -sonrió, socarrón, y pasó junto al Prelado golpeándole el hombro-. Suerte con la Caeiro. Creo que intentaré cogerla por mi cuenta. Parece que me va a dar mucha más recompensa que hacer tratos contigo. El Ventrue... Ya aparecerá. No tengo ninguna prisa. 

Por supuesto podía contar desde ese instante conque alguna clase de alimaña seguiría sus pasos. Los pequeños amigos de Adriano. De un modo u otro, había demorado demasiado su presentación con el Príncipe. Conocía el camino al Elíseo, pues no era la primera vez que estaba en Roma... Y ahí le dirigieron sus pasos para completar aquella formalidad estúpida. 

Sonrió satisfecha y giró una vez más sobre sí misma.

-Quiero hablar con Miguel, puedes acercarme a su refugio? Entraré sola, quiero que crea que estoy desamparada, que no tengo ayuda ninguna. Mientras, espera y vigila por la zona, por si la conversación se tuerce y decide ser leal al Príncipe.

-Así lo haré -le confirmó.

Ambos caminaron hacia las afueras, llegando a lo que parecía una antigua villa romana con una edificación, sin duda perteneciente a algún patricio, que aguardaba tras la entrada ajardinada. 

-Es aquí.

-Quédate por la zona pero no te dejes ver -dijo mientras contemplaba la hermosa villa-. No te arriesgues a entrar a menos que estés seguro de que estoy en peligro.

Se volvió hacia él para comprobar que lo había entendido, sonrió e ingresó en los amplios jardines. Su caminar se tornó inseguro entonces, miraba constantemente hacia atrás como si temiera que alguien la siguiese, y en su gesto asomaba el miedo.

Hakan caminó hacia el Elíseo tal y como recordaba, desde la plaza principal a la entrada escondida que daba acceso a las catacumbas hasta los subterráneos del Coliseo mismo. Allí, grupúsculos de Vástagos, desconocidos ya para él, debatían los asuntos de la Estirpe al tímido cando de las antorchas. 

Unos siervos preguntaron por el objeto de su presencia y tras hablar con ellos fue conducido a una estancia reservada donde, en un trono de mármol y rodeado de impresionantes riquezas aguardaba Tiberio, Príncipe de Roma, del Clan Nosferatu.

-Os escuchamos -anunció el Príncipe entrelazando las manos.

-¿Quien anda allí? -escuchó preguntar. Entonces un hombre armado con una espada se acercó a ella. 

Rosalía dio un respingo y se volvió hacia el hombre como si verdaderamente la hubiera asustado.

-Yo... -titubeó-. Deseo ver a Miguel. ¿Es éste su hogar?

Decidle que deseo verlo, por favor, decidle que Rosalía Caeiro necesita su ayuda.

-Es este... -dijo relajando su actitud de tensión- ¿Quién sois?

-¿Rosalía? -dijo una hombre cruzando la puerta de la casa hacia el jardín-. ¿Sois vos?

Rosalía se giró hacia el Toreador y lo que vio la satisfizo. Ahogó una sonrisa y avanzó dubitativa a su encuentro.

-Soy yo, Miguel -respondió mirándolo a los ojos-. Yo... Siento haber venido, no quiero ponerte en peligro, pero me buscan y no sabía... No tengo adónde ir.

Él la contempló como si viera una ensoñación. Después dudó y miró en derredor hasta finalmente acercarse a ella para tomarla por los hombros.

-Habéis hecho bien. Pasad, pasad. Aquí estaréis a salvo -aseguró mientras la dirigía hacia el interior de la casa-. Se rumoreaba que habéis vuelto... pero yo no lo creía posible.

Sonrió con timidez, agradecida y aliviada, y lo siguió al interior.

-Volví hace ahora tres noches. Quería limpiar mi nombre, explicarlo todo. Intenté asentarme en otros lugares pero amo demasiado esta ciudad y a sus gentes -confesó volviendo a posar sus ojos en los de él-. No me resigno a huir para siempre, soy inocente, no es justo -sollozó, pero al momento pareció reunir fuerzas-. Me apresaron en cuanto crucé las murallas, me interrogaron pero no me escucharon, escapé pero me persiguieron, me han hecho daño. Yo... No sé qué hacer. Me marcharía, pero seguro que vigilan las puertas de noche, y además... No quiero huir otra vez -hablaba apresuradamente, nerviosa, como si aún conservara la tensión de la fuga-. ¿He sido una estúpida, verdad? -lo miró cansada, casi agotada-. Nunca debí volver.

Miguel la escuchó con gesto apenado.

-Arriesgado es sin duda el que volvierais, mas si queréis limpiar vuestro nombre... no veo otra forma. Aunque es una tarea muy ardua. Yo siempre confié en vuestra inocencia, lo sabéis. Pero la mentira se ha instalado en la Corte y los Nosferatu y los Tremere nunca os tuvieron en buena estima.

Permaneció unos instantes con la mirada baja y el gesto apenado, como si estuviera a punto de rendirse.

-Ese Ventrue, Hugo -pareció recordar de pronto alzando la mirada con un atisbo de esperanza-, durante el interrogatorio se le escapó algo. Pruebas a mi favor, creo, no dijo más. Si quisieran darme un juicio justo podría defenderme, pero el Príncipe y los Tremere sólo quieren verme arder -se estremeció, desvió la vista y se abrazó los hombros-. Si pudiera saber a qué se refería Hugo... -continuó pasado un momento-. Entonces quizás sí lograra ser absuelta. Pero yo no puedo averiguarlo... -bajó de nuevo los ojos, perdida la esperanza, pero lo miró tímidamente de soslayo-. Y no puedo pedíroslo a vos, aunque seáis el único amigo que conservo aquí.

-Os equivocáis. Podéis contar conmigo. En el pasado fuimos aliados y por lo que a mí respecta, aún lo somos -dijo con verdad en sus pupilas-. Desconozco con certeza a lo que se refería Hugo. Sé que se habló de la posibilidad de que Cayo Marco estuviera vivo, pero nunca se llegó a probar. Quizás en la Corte sepan algo más, pero no me lo dirán fácilmente.

Rosalía lo contempló agradecida.

-Tal vez Massimo -dijo como si se le acabara de ocurrir-. Estuvo presente en mi interrogatorio pero fue más amable que Hugo. Es un hermano de Clan, y su Sire fue gran amigo de Cayo Marco. Tal vez si hablárais con él...