Partida Rol por web

Christian McQueen buscó cobijo del gigantesco sol antes de volver a desplegar el mapa. Lo peor que le podía ofrecer la tierra ya lo había pasado al cruzar las zonas áridas. Ahora tenía que esperar lo peor que le pudiera ofrecer el ser humano. 

Como respuesta a su reflexión, un disparo rebotó en la pared que le daba sombra, produciendo un estruendo mayor del esperado. Su caballo se asustó, pero tanto é,l como la bella mujer que le apuntaba con el arma, sabían que había sido solo un disparo de aviso.

- ¿Estás solo o has venido con una banda?- le preguntó Jean desde su caballo

El vaquero guardó el mapa sin mostrar temor y se acercó donde estaba

- Acaban de abrir el paso a estas tierras. No creo que veas ninguna cuadrilla. Salvo de indios, claro. Y a esos tampoco les verías llegar. 

Jean bajó el arma, pero se rió en su cara:

- ¿Crees que eres el único que tiene ese mapa? Han debido repartirlos por toda la frontera de Nuevo México. Mira, ¿ves aquellos tres jinetes cruzando aquell arroyo? Nos sacan ventaja: Será mejor que cabalguemos deprisa si no queremos llegar los últimos a Miller's Hollow. 

Efectivamente, en lo que para ellos era el horizonte y para el trío galopante solo un trozo de camino más en la frontera de su nación, avanzaban Allison Cassidy, Johnny Rustler y Ross Marston. 

Habían cruzado sus caminos en el desfiladero que hacía pocas semanas estaba fuertemente vigilado por la salvaje tribu Apache, y que hasta ese momento haba sido una trampa mortal para todo aquel que quisiera adentrarse en aquellas tierras, 
La noticia de que los indios habían sido diezmados había recorrido los confines del viejo Oeste y ya eran muchos los que querían ser los pioneros en llegar a aquel pueblo embargado durante siglos llamado Miller's Hollow. 
No habían hablado mucho, pero ahora que los caballos habían bebido en el arroyo, su conversación fluyó como también lo hacían los brotes de las plantas entre las rocas rojizas. 

- Si no hay oro, al menos habrá un lugar donde dejarse caer. Dicen que el pueblo ya está construido. Es como pescar peces en un barril- dijo Allison Cassidy 

- Y si no, habrá gente a la que pegar un tiro. ¿Cuántos buscadores de fortunas estarán llegando ahora al pueblo?- respondió Johhny Rustler

- No tanta- les respondió Ross Marston a sus compañeros de profesión a los que solo conocía por su reputación- La caballería pronto volverá a establecer un frente contra los mexicanos, ahora que los indios se han retirado... Y después de eso... no será tan fácil hacerse con un pedazo de esas tierras. 

Los tres volvieron a callar y sin esperar al otro, cada uno apretó las espuelas contra la piel de sus monturas. 

Lupita Calamidad observó desde el cerro la polvareda levantada por los jinetes hasta que llegaban a ese linde del valle fértil donde la vegetación empezaba a cubrir los caminos de tierra y el polvo se esfumaba. Llevaba contemplándolo toda la mañana. Detrás de ellos venían más jinetes. Todos venían del mismo lugar y todos parecían ir al mismo sitio. 
Se colocó la piel de castor sobre su despeinada melena y cogiendo el arma descendió. No se fiaba de aquel lugar y por eso había preferido esperar que otros llegaran antes al pueblo, pero tampoco quería ser la última en hacerlo. 
Montada en su caballo giró por última vez la cabeza y creyó ver una diligencia brillar como el oro contra aquellos rayos del atardecer. Ese sí que era un buen carromato, no como aquella carroza atestada que vio quebrarse al pasar por el arroyo condenando a sus pasajeros a continuar la trayectoria a pie o a esperar que alguien con más apego que ella fuera a echarles una mano. 

En la diligencia viajaban, en efecto,  cuatro adinerados pasajeros: Timothy Strike, Dave Mc.Call, Maeve Millay y Madame Elise de Marsella,  que además de un asiento mullido habían podido comprar los servicios del Pequeño Buddy, un guardaespaldas que por sus ropas podría tener más dinero que todos ellos y que cabalgaba tras el carruaje cantando viejas canciones. 

- ¿Así que es usted francesa?- le preguntó Timothy a la dama que se había presentado como espiritista- Creo que tenemos mucho en común

- ¿Ah sí?- respondió Madame Elise que en aquel viaje de dos días había echado la fortuna a sus compañeros de viaje- ¿Es usted francés también? 

- No, me refería a que usted lee la suerte y yo la poseo- respondió con una sonrisa que hacía cómplice al resto de la cabina

- Nadie posee verdaderamente nada- dijo la exuberante Maeve Millay- Solo lo cambiamos por otras cosas. Por eso no es tan importante lo que haya en Miller's Hollow sino saber qué desean todos los que lleguen allí

- Oh, pero yo no descartaría tan rápidamente la teoría del oro enterrado- dijo elegante Dave McCall- Estas tierras han sido hasta hace nada propiedad del Reino de México, el cual fue expoliado por los españoles en sus galeones. ¿Quién puede negar que tal vez uno de esos cargamentos hundidos fuera transportado aquí por los mexicanos y enterrado cuando las disputas con los indios y los americanos fueron mermando su territorio? 

- Yo no lo negaría, desde luego- dijo la francesa antes de que un golpe seco en la ventana la sobresaltara. 

Era el ​Pequeño Buddy avisándoles que la diligencia iba a detenerse. Al parecer, había alguien al pie del camino. Los hombres sacaron sus revólveres haciéndole ver al hombretón que si habían contratado a un guardaespaldas era por una cuestión de clase más que de miedo. Las mujeres se asomaron y gritaron:

- Es un muchacho, parece necesitar ayuda

El conductor de la diligencia detuvo los caballos. Clay "Wildhorse" Smith no se dedicaba normalmente a tales menesteres, pero como buen vaquero y jinete no le era difícil hacerse cargo del carruaje y a la vez viajar en tan acomodadas condiciones junto al resto del pasaje. 

Frente a él tenía a un muchacho con un traje impecable: 

- Disculpen, caballeros, damas... Me llamo William H. Boney y me dirigía a Miller's Hollow en un carruaje que ha sufrido un accidente en aquel lado del río. Me preguntaba si nos podrían ayudar a enderezar la caravana para que podamos llegar también al pueblo

- ¿Por qué no vais andando? No debéis estar a más de diez millas del pueblo- le respondió Clay

- Oh, se planteó... pero vamos con mujeres y teníamos miedo de los indios. 

Clay miró al Pequeño Buddy quien, a su vez, se dirigió a los pasajeros quienes tuvieron a bien cederles un par de caballos de los seis que llevaban. El chico agradeció el gesto mientras miraba con envidia las ropas elegantes de aquellos señores y les saludó con su sombrero de ala ancha mientras machaban. 

Alice Bunker no se podía creer su mala suerte. Hacía tan solo un mes que su Motel Bunker había ardido dejándola solo con deudas. El negocio familiar se había convertido en cenizas por las crecientes trifulcas de los borrachos que celebraban la retirada de las tribus apaches de los territorios cercanos. Con el dinero que le quedaba se había comprado un modesto pasaje para un pueblo abandonado, un tiro al aire desesperado, pero que en el camino había ido ilusionándose con que tal vez tuvieran un establecimiento al que dar vida. Y cuando estaba a punto de llegar, la rueda del carromato había patinado en el cauce del arroyo y habían volcado. De nuevo estaba en el fango. 

- Vamos, vamos- gritaba Tommy Zheng, un chino empleado del ferrocarril que había ideado una palanca con los troncos para intentar poner en pie el carromato.

El pequeño oriental gritaba a Betsy Barlow que comandaba la caravana y ahora prácticamente trataba de levantarla sobre su espalda. 

- ¡Deja de gritarme, endemoniado!,  ¿dónde se habrá metido William? Apuesto que fue a buscar ayuda para no tener que mancharse su precioso traje de vaquero- gritaba entre dientes mientras hacía fuerza

Al irse, la había dejado allí con el chino y aquellas dos mujeres. Aunque las había tranquilizado diciendo que pronto saldrían de allí, la amenaza de los indios no era ningún cuento. Aquella tribu se había diezmado, pero había visto señales en el camino de que aún cabalgan por aquel territorio. Necesitaban llegar pronto al pueblo donde serían mayorías frente a un eventual ataque

- ¿No podría rezarle a Dios, hermana?- pidió a la Hermana Sara, una religiosa que viajaba con ellos pero que no parecía especialmente atenta a la palabra del Señor. 

La Hermana Sara apagó el tabaco que se había encendido disimuladamente y se giró cuando la llamaron

- Dios ya sabe de nuestra necesidad, Betsy y... me parece oír que viene en nuestra ayuda

La ayuda divina era un rebaño de vacas. "De nuevo esta es toda mi suerte" suspiró Alice. 

Tras el rebaño iba una granjera de mirada infantil y gran vitalidad. 

- Vaya, así que era cierto lo del carromato volcado... Voy con mi ganado de vuelta al pueblo- les anunció Nelly Grandma antes de verse interrumpida por todas aquellas voces... 

- Oh, ya ha estado...

- ¿Cómo es?

- ¿Ha visto indios por el camino? 

- Tranquilos, muchachos, están muy cerca de encontrar un techo ¡y hasta una cama!. Yo llegué esta mañana con mi rebaño. Me puse en marcha hace una semana hacia Miller's Hollow ¿saben? No he necesitado ningún mapa ni que me avise ningún ejército. Llevo años viviendo al otro lado del paso, esperando paciente que algún día los indios marcharan. Así que para celebrarlo hoy sacrificaré a una de estas preciosas vacas y serviré carne caliente. Estarán a tiempo de llegar, ya lo verán

- O no. Así no. No. No- se impacientaba Tommy Zheng de tanta cháchara sin que nadie empujara

- ¡Señor Misericordioso! - dijo la Hermana Sara- El apuesto William ha regresado. ¡Y trae caballos! 

Abraham Graveyard esperaba paciente a las afueras del pueblo. Había llegado de los primeros. tan inmediato como los buitres o todos los seres que huelen los muertos. Hace tan solo un día Miller's Hollow era un pueblo fantasma. Con su saloon, su almacén, su pequeña iglesia con su campanario, su cárcel y sus establos... Un pueblo centenario pero sin deterioro alguno, conservado como los muertos no sabían hacer dentro de los ataúdes de madera que tan bien conocía Abraham y que ahora tanto le inquietaban. 

"Porque aquí no hay muertos". No había cadáver alguno. Ni esqueletos ni calaveras. Nadie que enterrar como él había supuesto cuando le hablaron de un pueblo que llevaba más de un siglo desierto y él había imaginado lleno de huesos. 

- Este pueblo no obedece a leyes de los hombres- murmuró.  

- ¡Viva, este pueblo no obedece a leyes de los hombres" gritó R. Crook que le había oído al alejarse del bullicio. Él estaba entusiasmado con las posibilidades que le brindaba aquel lugar. La más obvia de ellas era precisamente la de brindar con todo lo que encontrara, ya que había una ingente cantidad de alcohol en el lugar

​Vamos, alegra la cara, enterrador... Aquí no hay aún shérif ni milicianos. Solo gente de bien que quiere empezar una nueva vida. ¿Qué puede haber de malo en eso? Habré contado tres decenas de almas. ¿Sabes a cuánto alcohol tocamos? 

- Se acercan otros cinco por allí. Deben ser los de la caravana. Así que seremos tres docenas de seres vivos. 

- Bueno, quita de ahí a los críos, a la familia amish y... joder, también a los mexicanos... Si este era su pueblo que lo hubieran peleado en vez de abandonarlo ¿no? ¿Por qué tenemos que compartir ahora con ellos nada? 

Abraham miró como Crook entrechocaba sus dos botellas y se volvía de nuevo a la calle principal del pueblo. 
Hace un día estaba en total oscuridad. Ahora los faroles y los candelabros iluminaban algunas ventanas. Los caballos se disponían a dormir y la mayoría de los habitantes de Miller's Hollow parecían querer visitar aquel bendito pueblo. 

Crook saludó a gritos a Betsy, a Tommy, a la Hermana Sara, a Alice y a William que acudían los últimos. Pasó por la casa de Nelly Grandma que ya servía su comida al Pequeño Buddy, a Clay, a Lupita, a Madame Elisa, a Christian y a Johnny. Y entró en el saloon a seguir bebiendo con Jean, Allison, Dave, Maeve, Ross y Timothy... 

Las palabras de aquel pendenciero borracho le esperanzaron. Era evidente que tarde o temprano los hombres chocan. Y aquella nueva civilización lo haría, sin duda. Tarde o temprano alguien sacaría su revolver. 
Tarde o temprano alguien moriría. 

Y alguien tendría que enterrarlos. 

"Y alguien tendrá algún día que enterrarme a mí. Espero que de camino al averno le pregunte a los antiguos moradores de este pueblo a dónde fueron a parar sus huesos... Si  yacen con ese cargamento de oro del que unos hablan o si fueron incinerados por los indios como dicen otros.

El hombre caminó para reunirse con sus vecinos con una firme convicción en su alma. Algo que sabía que aunque nadie lo hablara en esta noche de celebración todos la traían también consigo. 

La de que solo los muertos serán capaces algún día de comprender la leyenda que esconde Miller's Hollow. 

Había caído la noche a plomo sobre aquellas zonas áridas despejadas de indios pero no de viajeros. Ahora, los faroles encendidos de Millers Hollow servían como faro en la noche para aquel pequeño grupo que había compartido sino y diligencia.

Aquellas luces significaban que eran los últimos en llegar y aquella oscuridad reinante en el yermo significaban que probablemente no hubiera motivos para esperar a nadie más.

Desatascar la diligencia había sido una labor ardua y había habido pocos brazos colaborando en ella.

A Tommy no se le escapaba que nadie hubiera esperado de la hermana Sara que se pusiera a empujar y tampoco que Betsy había doblado el espinazo como pocos hubieran hecho. Lo último que no se le escapaba era que William no había perdido ocasión de escabullirse cuando el trabajo duro empezaba.

Eso hacía que Tommy mirase con distintos ojos a sus cuatro acompañantes: respeto a la hermana por su condición, admiración a Betsy por su compromiso, desaprobación a William por su escaqueo y neutralidad a Alice. Por suerte para Tommy, era bastante inexpresivo, por lo que sus cuatro miradas totalmente distintas para él resultaban totalmente indistinguibles para cualquier otro.

Al fin llegar - Dijo con lo que solo podía ser interpretado como buen humor. Después de todo, era la primera vez que le veían romper el silencio en algo que pudiera interpretarse como charla ligera o amistosa. El resto del tiempo, Tommy solo había hablado por necesidad.

Su timbre de voz y su acento resultaban cómicos de algún modo inexplicable. No porque fuesen especialmente llamativos, si no porque no podían ocultar que no dejaba de ser un chino en el oeste.

Cuando vislumbraron el pueblo Alice no pudo evitar pensar que quizá aquel fuera el punto y final a su racha de mala suerte (quedarse huérfana, sacar adelante el Motel familiar, lidiar con las constantes trifulcas de los huéspedes, el incendio del negocio al que duramente trataba de mantener con vida…)… la joven estaba ya cansada y temió que el accidente con el carromato no fuese más que una señal de que su triste destino continuaba… Pero por primera vez la esperanza volvió a embargarla. - ¡Quizá allá un sitio para mí en este pueblo semiabandonado al que dar vida!- pensó.

Al llegar por fin a la casa de la viaja Nelly y oler por fin a comida recién hecha, el sentimiento de tranquilidad y esperanza se iba asentando…Por primera vez en mucho tiempo volvía a aparecer la sonrisa en su cara, esa que hace años rara vez desaparecía, pero que las responsabilidades y los avatares habían apagado.

Saludó a los que ahí estaban mientras se dirigía hacia el lugar donde Nelly les indicaba que podían acomodarse. Ya no había sillas, pero sí el poyete de una ventana, y no era Alice de las mujeres que se andaran con remilgos…Hasta ahora había tenido que lidiar con un mundo de hombres, y esto le había conferido cierta fortaleza, aunque no por ello había perdido la dulzura que la caracterizaba.

Mientras se acomodaba y aceptaba el plato de carne que Nelly le daba fue observando al resto de sus compañeros… Todos estaban allí, imaginaba, por lo mismo: Riqueza y una nueva vida. Fue saludando con la cabeza a todos aquellos con cuya mirada se topaba… Algunos ya habían terminado de comer, un grupo de vaqueros había pasado ya al alcohol y reía y hacía bromas al tiempo que levantaban su vaso a modo de saludo a los recién llegados, otro grupo parecía estar jugando a una juego de mesa… póker creía recordar que se llamaba (alguna vez lo vio jugar a los hombres en el motel), uno parecía llevar la voz cantante y enseñar al resto… También pudo escuchar a una mujer con acento extranjero, ¿francés, tal vez?, hablando de presencias fantasmas, por lo que le pudo llegar…

Observó que sus compañeros de carromato también estaban acomodándose… Buscó uno por uno las miradas de todos ellos, simplemente para expresar su complicidad a aquellos compañeros de viaje y respecto a aquel niño, realmente la había impresionado. Había demostrado más fuerza y capacidad de lucha de la que, sin duda, podrían tener muchos adultos.

Por fin, hincó el diente a la carne y se recreó en esa sensación de sentirse de nuevo bajo la protección de un hogar caliente.

Iba de un lado a otro trajinando platos repletos de sabrosos y jugosos trozos de carne asada, una vaca da para mucho, y aunque se había tirado unas buenas horas troceando y asando, se sentía contenta, y la madre de todos.

Le tendió un plato a Alice, aquella niña guapa y seria. 

-¡Cof cof! Toma, come, come. Deja la propina que quieras en la batea, chiquilla, que una no es ricachona. Pero no ¡cof! te quedes sin pegar bocado a esta carne, que nunca la has probado tan buena y tan bien cocinada. Jejeje.

Toda la casa olía a hierbas y a comida, había también vino, jarras de barro cocido con agua fresca, y pan redondo y crujiente.

Siguió parloteando, tosiendo y riendo, despeinada y regordeta, pequeña, aparentemente frágil, vivaracha como una luciérnaga.

-¡Bienvenidos, bienvenidos! ¡cof! Jejeje...

Desanimado el enterrador no hizo otra cosa volver a entrar al pueblo, en busca de algún suculento cadáver para realizar una sepultura digna en aquel pequeño cementerio; pese a que se encontraba realmente molesto, se podía escuchar como las palabras se escurrían de su boca.

-Increíble, no esperaba encontrar con todos los muertos tirados en las calles, pero al menos alguno... ¿Se murieron todos lentamente y se fueron enterrando entre ellos?. No, si así fuera el último en morir estaría por algún lugar... ¿Los indios?, no creo... ellos no creo que entierren a los muertos cristianos... 

Cavilando sobre esos pensamientos y ante la falta de muertos, su destino obvio sería el cementerio, tratar de averiguar quién fue el último muerto enterrado y cuándo murió ese pobre bastardo.

El camino había sido largo, sin duda, pero Jane tampoco se había molestado en intentar descansar una vez consiguió llegar a Miller's Hollow. Un grupo bastante grande se había reunido en aquel edificio, lo cual era entendible: comida caliente, alcohol, gente con la que compartir penas y alegrías, y viejas sillas de madera. Quizá algunos de los señoritos allí presentes se encontraban incómodos pero, para la mayoría, aquello bastaba más que de sobra. Una mujer con el pelo cano corría de un lado a otro con platos de comida en la mano. Sin duda, tenía buena mano para la cocina. Jane pensó que, si aquella mujer se hacía cargo de la taberna, le convenía llevarse bien con ella. Ambas tenían mucho que ganar. 

Uno de los hombres se había adueñado de una baraja de póker, tan sucia y ajada que casi parecía que se le iba a deshacer entre los dedos mientras la barajaba. Mientras esperaba a que repartiera, Jane echó un vistazo a la habitación. Una muchacha rubia también estaba curioseando a la gente. Aunque sus facciones eran jóvenes, su mirada y sus manos mostraban que no había tenido una vida fácil, al igual que ella. Levantó su vaso de whiskey en su dirección como saludo. Dame suerte, deseó. Entonces, Jane levantó las esquinas de las cartas que le habían tocado: un cuatro de picas y un siete de diamantes. Pues vaya mierda. Tendría que haberle pedido suerte a la monja. Pero aún no estaba todo perdido. La mujer empujó algunas fichas hacia el centro de la mesa, esperando a ver qué haría el resto. -Venga, señoritas, no tenemos toda la noche. 

Animado por la esperanza de grandes dosis de alcohol y fiesta Crook acabo diciendo unas sabías palabras.

Os digo por experiencia que todo saldrá bien en esta aventura y conseguiremos salir adelante todos juntos eeeeuiuuuup julio iiipppp. Los booooreaaaachos y los niños nunca mienten.

El largo viaje desde su querida Francia hasta esta áridas tierras la había dejado molida. Se había sorprendido por la gran amabilidad de sus nuevos vecinos y compañeros, sobre todo de aquella anciana, que con mucho gusto les había preparado aquella cena. -Muchisimas gracias- dijo a Nelly. Después se levanto de la mesa y salio a dar una vuelta por aquel pueblo.

De su bolsillo del abrigo saco una baraja de Tarot, siempre le gustaba consultar sobre su futuro. 

Sentía un bloqueo, que le impedía usar sus cartas. -¿Algún ente me impide ver mi futuro? Zut!- Exclamo enfadada.

Rapidamente se levanto, una de sus cartas cayo al suelo

Era increíble lo educada y generosa que era Nelly. Al ver que había preparado comida para todos, introduje mis manazas dentro del plato y tomé dos buenos pedazos de carne asada. Me los llevé a la boca y comencé a devorarlos, dándole grandes mordiscos. Algunas mujeres solían comer con finura intentando parecer tiernas señoritas, pero no era mi caso. Porque yo no era una señorita, era una vaquera.

-Egta carne eggtá de muegte, jeñora... -murmuré, masticando-. ¿No jieges un poco, Tommy?

Apenas hube terminado de comer aquel pedazo de carne, abrí mi petaca y eché un buen trago de mi whisky escocés. Siempre era bueno endulzar bien el gaznate durante las comidas.

Al final había más gente de la que esperaba, de camino a Miller´s Hollow había visto más cazatesoros, parece que la competencia iba a ser dura. Entró a la taberna, y lo primero que le llamó la atención fue la mesa de poker, un jugador nata como el no pudo resistirse a ganar unos cuantos dólares.

-Un whisky que vengo seco! - ordenó.

Le gustaba el ambiente, mujeres guapas y posibles forajidos de disparo rápido. Iban a ser unos primeros días entretenidos...

Ross Marston había llegado al pueblo a la vez que sus dos compañeros de profesión, no habían parado de sonreírse durante todo el camino entre ellos, pero si algo sabía de "Allison Cassidy" o de "Dientes de bala" era que cualquiera desenfundaría su arma por una misera moneda... Sonrió, no pudo evitarlo al pensar que realmente él era igual que ellos.

Los acompañó hasta atar a los caballos y, tras ver a tantos y tantos cazatesoros, hombres de fortuna o simples vividores que únicamente querían acomodarse los primeros, decidió ir al salón a tomar un buen trago, tras aquel viaje y aquella horrible panceta... Lo necesitaba de verdad.

Alzó la mano tras Cassidy e indicó con una sonrisa -Otro para mi, bien cargado- Ross se defendía bastante bien con el revolver, pero siempre había sido hombre de palabras antes que de armas, prefería llevarse a su objetivo con vida antes de eliminarlo, al no ser que valiera lo mismo vivo o muerto, en ese caso no iba a malgastar su tiempo.

Una vez con el whisky en la mano, el cazarrecompensas dejó el sombrero sobre el bar, se giró, apoyó los codos y miró a la multitud, todos parecían haber venido por causas diferentes y Marston solo buscaba algo de paz, dejar atrás una vida de armas y cazas por un misero sueldo que le permitía llegar al día siguiente, tenía que estudiar a sus compañeros de viaje y ver quien le podía causar problemas en su nueva vida como granjero.

Con eso en mente y su peculiar sonrisa, se fijó en la mayoría de ellos.

El viaje fue largo, evitar una posible emboscada de aquellos malditos indios nos hizo desviarnos en varias ocasiones. Todavía puedo escuchar las quejas que salían de dentro del carruaje: -Creo que se ha equivocado de camino - Dijo Maeve Millay, -Yo creo que por aquí ya hemos pasado - Repitió Timothy Strike, -¿De verdad hemos hecho bien en contratar sus servicios? - Murmuro Madame. Estoy seguro que ninguno de ellos sabe de lo que son capaces de hacerles si son capturados. En ese momento se me vino a la cabeza aquella noche de bar en Old Tombstone, dónde el viejo Wesley Clan contaba como cada jefe indio llevaba un collar en el cuello con un miembro por cada persona que habían matado, ojos, orejas, dedos, hasta una lengua logró ver en el gran jefe. Aunque bebía más rápido que hablaba todo el mundo creía sus historias.

Entre el último a la casa de Nelly, atar los caballos me había costado algo más de lo de costumbre, el cansancio, pensé.

-¿Qué es ese olor?- Pregunté a Nelly, -Es carne de vaca muerta - Dijo ella mientras no paraba de reirse. Aquella vieja nos había salvado de pasar otra noche sin comer caliente.

Con la tripa llena y unos buenos tragos de aquel delicioso Whisky me dispuse a sentarme en la mesa de póker. - Buenas noches caballeros, soy Buddy aunque todos me conocen como "Pequeño Buddy"

El sol azota implacable el rocoso cañón.

El polvo del camino se acumula en mi sombrero.

Una gota de sudor corre por mi sien.

Cierro mi ojo izquierdo.

Contengo la respiración.

- BAM - 

La liebre cae seca en el acto.

Tras asegurarla en las alforjas, vuelvo a ponerme camino a Miller's Hollow. 

Poco a poco, la otrora desolada ruta que conduce al abandonado pueblo va acumulando peregrinos de lo desconocido: ¿qué ocurrió en Miller's Hollow? Oro, reliquias, la esperanza de una vida nueva, muchos y diversos motivos nos traen a este lugar. Y, ¿a mí? La historia de una promesa. 

Tras alcanzar las primeras construcciones de madera, nos vamos disgregando y apoderando de las abandonadas residencias, para converger al tiempo en el centro neurálgico de toda civilización: el bar.

La carne exquisita, las cartas trucadas, el whisky para levantar los muertos... nada hace pensar que hasta hace unas horas este era un lugar desierto sin ápice de vida.

Sentado en la barra, disfrutando de la tercera copa vuelvo la mirada hacia el vacío tras la puerta.

- Por tí - murmullo casi en silencio.

El camino había sido largo y dicen que en compañía se hace mas corto, pero quien diga eso no nos conoce.
Los tres llegamos al pueblo por razones diferentes, pero con un frente común y aun así no puedo llamarlos amigos. Los amigos no se venden o se disparan a la cara por conseguir el mejor botín y aun así son dos personas que conozco lo suficiente como para atreverme a viajar con ellos sin preocupación. Pero el viaje había acabado así que de nuevo eramos tres conocidos que volverían a confiar unicamente en ellos mismos.

Me despedí de aquel dúo con una sonrisa, la cual reflejo el brillo de una de las lamparas del salón, antes de ser agasajado con buena carne de res para darnos la bienvenida supongo. He de admitir que la presencia de aquella vieja enferma era asquerosa, pero su comida era de lo mejor que había probado en días, claro que cuando comes cecina seca o carne de serpiente, tus gustos bajan considerablemente en calidad.

Tras la cena y agradecer el detalle con un simple ademan con el sombrero, me acomode en una silla con un cómodo cojín oculte la mirada bajo la visera y procure fingir dormir, mientras escuchaba las voces a mi alrededor. Habían llegado muchas personas en aquel día, buitres como yo seguramente y era importante saber de sus verdaderas intenciones.

La parte final del viaje había dejado ciertamente exhausta a la hermana. Tras lavarse un poco en la tinaja y volver a cubrir su melena roja con el tocado, la hermana Sara acudió rauda al olor de la vaca asada.

Pasó a la sala donde todo el mundo se había congregado y buscó sin éxito entre el grupo la figura de William, así que se colocó junto a Betsy y Tommy.  El viaje no había dado para demasiadas confidencias pero se sentía más cómoda entre las caras conocidas y prefería evitar a los que se amorraban a la barra.

- Qué buena pinta tiene esto señora - dijo hacia Nelly en un tono bajo intentando alagar a la cocinera

No pareció hacer efecto y las tripas empezaban a sonar. Levantó el brazo y chiscó los dedos y la lengua para hacer ver a Nelly que estaba deseando recibir un trozo de carne.

Lupita Calamidad subió por las temblorosas escaleras del Saloon y se quedó allí arriba mirando a todos los invitados a la fiesta.
Dando un bocado a una manzana veía como pasaban bandejas de carne asada de un lado a otro. 
“Asesinos” pensó, a la vez que acariciaba la colita de su mamá castor que se descolgaba desde su cabeza hasta su cuello. 
Lupita amaba a los animales por encima de todas las cosas, pero sobre todo por encima de los hombres.
Aunque el whisky que corría de mano en mano si que se le estaba antojando.
“Venga Calamidad, no seas cobarde y pídete un trago”.
Sacando la voz desde arriba gritó “¿Alguien me invita a un trago... y otro a mi madre?”.