Partida Rol por web

A pesar de tratarse de un enemigo al que había abatido, de un ser malévolo, no pude evitar sentirme mal ante lo que había hecho. Ya no sólo se trataba de mis propios sentimientos, sino de la confianza que Mishakal había depositado en mí, y que esperaba que no se tambaleara por las vidas que pudiera quitar; pues ella debía poder leer en mi corazón y ver que aquello sólo sucedía cuando era totalmente necesario.

Dediqué unas breves pero sentidas plegarias al caído, justo antes de que un nuevo trasgo apareciera frente a Lobo Blanco y frente a mí, aunque bastante alejado. Ante aquello, el druida se dirigió a mi, encontrándose ya en forma humana; aunque no me había percatado siquiera del momento en que esto había vuelto a ser así.

Proponía actuar con precaución, reagruparnos, viendo que dirigirnos hacia esa nueva criatura nos alejaría demasiado del resto. Asentí, de acuerdo con Lobo Blanco, además, acudir al lugar en el que se encontraba aquel ser privaría del influjo de mi diosa a nuestros compañeros. Fue en aquel momento, justo antes de comenzar a retroceder, cuando una idea se cruzó por mi mente.

- Puede que pretendan justo eso, separarnos, o… ¿Crees que podrían querer guiarnos hacia algún lugar? No había trampa alguna, sólo querían que les diéramos alcance, y ahora ese trasgo se detiene aún más allá… - compartí con mi compañero, quien había demostrado poseer una gran sabiduría, mientras nos acercábamos al resto.

 Asentí al escuchar las sugerencias de mis compañeros:

 - Estoy de acuerdo, parece que lo que buscan es dividirnos para atacarnos por separado. Seguramente debe de haber más trasgos por ahí escondidos.

 Como los demás, acudí a reunirme Okodar. Estaba claro que la unión hacia la fuerza.

Lobo Blanco, Kairi y Anubis se replegaron acercándose al herido Okodar. El semiogro se batía con el trasgo que había podido esquivar todos sus ataques hasta ahora. Solo tenía que esperar que éste se descuidara, o que no fuera lo suficientemente ágil para escurrírsele otra vez. 

El nuevo trasgo miraba como se alejaban sus enemigos con cierta satisfacción. En su tosca mente imaginaba que el temor los movía, los alejaba de él y tu temible apariencia.

Turno 5

Okodar 20
Anubis 19 (Retraso)
Trasgo #5. 18 (R-13)
Trasgo #4. 17 (B-12)
Lobo Blanco 9
Kairi 7

   Cuando levanté a Klad para atacar lo noté un poco más liviano que de costumbre y eso me permitió manejarlo con un más de rapidez, gracias a eso el trasgo no pudo evitar su impacto. Observé un instante como se mezclaban sus sesos con el agua sucia antes de girar y ver a mis nuevos compañeros correr en mi dirección. Seguro buscan mi protección..

   Aunque yo mismo no estaba del todo bien, no dejaría que sufriesen daño sólo por ser menos fuertes que yo, así que comencé a caminar a su encuentro dispuesto a interponerme entre ellos y el trasgo que aún quedaba extremo. ¿Donde está el otro? En cuanto estuvimos juntos les hable sin detenerme. -Cúbranse, detrás de mi. Luego grité con fuerza desafiando al reptil. -¡¡AAARRG!!

Okodar terminó con el trasgo que quedaba. El agua de la escorrentía levantaba un hedor nauseabundo. ¿Era toda la basura y excremento levantados por el combate que se presentó en las alcantarillas? ¿O era fruto de los cuerpos decrépito de los trasgos? Sea como fuere, el único trasgo que quedaba, escuchó el grito de Okodar y fue demasiado para él. Se dio cuenta que estaba en inferioridad numérica. 

Sin pensar en la táctica que acostumbraban a tener en las alcantarillas, el trasgo huyó rápidamente por donde vino, gritando pavorosamente. Imposible identificar si se trataba de temor, advertencia o pedido de auxilio. Pero esto significaba que por el momento, los enfrentamientos habían finalizado...

 Miré preocupado a Okodar, mientras le pedía a Kairi:

 - ¿Puedes hacer algo por sus heridas?. Temo que puedan infectarse, al encontrarnos en un lugar tan insoluble...

Retroceder y reagruparnos tal vez no resultase la estrategia más ofensiva, dado el modo en que el último de aquellos despreciables seres decidió salir corriendo, desapareciendo de nuestra vista. Sin duda, y dado que asumía que aquellas alcantarillas estarían habitadas por más de aquellos seres, daría la voz de alarma y eso podía suponer más problemas en adelante. Quizás incluso mayores de los que acabábamos de afrontar. Sin embargo, al unirnos en el camino y formar un frente homogéneo, sí que tuve la impresión de que era la estrategia más conservadora. Y la conservación, el instinto de supervivencia, era vital en el ciclo de la vida, estaba arraigado en todos nosotros, en todos los seres vivos.

Será mejor que no volvamos a separarnos. -Indiqué con voz calmada, observando de arriba a abajo a nuestro compañero semiogro, cuyo estado era realmente lamentable tras el enfrentamiento con aquellos trasgos. Había acudido a prestar combate en solitario, a pesar del apoyo que hubiera podido prestarle Anubis en la distancia, y por ello había podido ser rodeado. En épocas de hambruna, incluso el más fiero oso podía ser abatido por una manada de lobos. Okodar no podía permitirse ser ese oso solitario, no mientras nuestro camino fuera el mismo. Debíamos comportarnos como una manada, ser nosotros los lobos, y permanecer juntos y coordinados, cubriendo con nuestras fortalezas, las debilidades de nuestros compañeros- Si no salimos rápido de este laberinto subterráneo, me temo que volveremos a saber de esos seres, tal vez en mayor número. Si tratan de separarnos, no deberíamos sucumbir a la provocación. -Sugerí, mirando en derredor un instante- No podré invocar la ayuda de la naturaleza en lo que resta de día, me temo. Ninguna bestia acudirá en nuestra ayuda, ni las raíces o ramas del mundo vegetal. Propongo ponernos en marcha lo antes posible. Creo que esa torrentera es el camino que buscamos... -Añadí señalando la torrentera en cuyo acceso se encontraban apostados aquellos dos trasgos, que si mi sentido de la orientación no me fallaba, se dirigía al sur.

A pesar de sus heridas, el semiogro no dudó en interponerse entre aquel trasgo y nosotros, terminando de una vez con él mientras dejaba escapar un grito lleno de rabia. Me estremecí ante este, mirando en seguida a Lobo Blanco, preguntándole con mi clara mirada qué íbamos a hacer ahora.

Meditaba sobre el estado de Okodar, y sobre si era el momento idóneo para canalizar los poderes de Mishakal, cuando Anubis me habló al respecto. Sus argumentos, junto a la exposición de la situación que hizo el druida, terminaron por decidirme a sanar ya al semiogro. Era algo que pensaba hacer antes o después, pero aún estaba aprendiendo, mis recursos eran limitados, y temía precipitarme y no tener acceso a los poderes de mi Diosa cuando se tratara de un caso de vida o muerte. Pero si como apuntaba Lobo Blanco volvíamos a toparnos con aquellos trasgos, y además en mayor número, lo mejor sería que todos estuviéramos al cien por cien.

Decidí confiar en mis compañeros, y acercándome despacio al semiogro le ofrecí una cálida sonrisa, pidiéndole con un gesto que me permitiera posar mis manos sobre sus heridas. Cuando me dio permiso, así lo hice, cerrando mis ojos mientras imploraba a Mishakal entre susurros que permitiera a Okodar continuar haciendo el bien.

La pregunta de Anubis llegó en un momento en donde Okodar respiraba con dificultad y se tomaba la vieja herida, abierta nuevamente en aquel enfrentamiento. Kairi no lo dudó mucho. Dedicándole una agradable sonrisa, empezó a trabajar sobre el cuerpo del semiogro. Rezándole una plegaria silenciosa a su Diosa, la clerigo de Mishakal logró restaurar su salud, cerrando sus heridas y devolviéndole parte de su color. A pesar de esto, los restos de sangre y las cicatrices aún estaban presentes en Okodar.

Por su parte, Lobo Blanco señaló que debían permanecer juntos y seguir su camino por las cloacas, allí donde los trasgos habían estado hace pocos instantes. El tiempo apremiaba, nadie sabía si los trasgos osaran a volver o si se estaban reagrupando para atacar con más fuerza.

   Estaba malherido, cortado y sangrando pero no había sido derrotado y por eso gruñí satisfecho. Coloqué a Klad en su lugar y revisé la herida que nuevamente estaba abierta. No necesitaba ser un curandero para saber que convenía evitar que el liquido en el que me encontraba siguiese salpicando sobre ella, pero antes de que pudiese improvisar algun vendaje tosco la sacerdotisa se acercó a mí y puso sus suaves manos allí donde la sangre brotaba, le vi mover los labios, susurrando, y luego fui invadido por una sensación cálida.

   Aunque no era la primera vez que recibía una sanación, sí la primera vez que esta provenía de una fuente dulce. No se parece a las de los clérigos de Blöte.. Y aunque la sensación invitaba a cerrar los ojos y disfrutarla no lo hice pues deseaba observar el milagro. Cuando retiró sus manos las heridas estaban cerradas y sólo quedaban cicatrices. Me pareció notar pena en los ojos de la mujer al verlas por lo que me apresuré a sonreír y repasar las nuevas marcas. -Klad dice que el alma intenta escaparse por las heridas y que las cicatrices son prueba de que logramos encerrarla de nuevo. Gracias.

   Después, como arrepentido de mostrarme débil, avancé para ponerme a la vanguardia del grupo. -Lobo, dime por donde ir y quédate atrás de mí. Recuperado y listo para el siguiente combate, ansiaba seguir.

 Sonreí de buen humor al ver como Okodar se hacía el duro, después de ser sanado por Kairi, pero no dije nada, mientras seguía al resto del grupo en dirección por donde había propuesto Lobo Blanco. Con suerte saldríamos de este maldito y apestoso lugar antes de encontrarnos con más trasgos o algo peor.

 Además, seguro que nuestros sentidos del olfato nos lo agradecerán. No se si la próxima vez deberíamos de probar suerte con Los Caballeros De Neraka antes de volver a escapar por unas alcantarillas.

Con Okodar a la cabeza, el grupo decidió avanzar hacia el sur. A cada paso que daban, les parecía oír el lejano repiqueteo de pies en el agua, o las risas estridentes de algunos seres horripilantes. Aunque la susceptibilidad les pudiera jugar alguna mala pasada, la realidad no les introdujo ningún inconveniente hasta ese momento.

No tardaron mucho en encontrar dos bifurcaciones. Una salía hacia el Este a mitad de pasillo, mientras que la otra se encontraba al final del pasillo, devuelta en un recodo, que se dirigía hacia el Oeste. A diferencia de todos los recodos anteriores, éste solo tenía un camino. Por lo que la decisión pasaba por seguir hacia el Este u el Oeste. De lo que si estaban seguros, es que esta parte de las alcantarillas, no era igual al resto. La escorrentía era más débil de lo normal, el olor no era tan nauseabundo y tampoco entraba luz natural por ninguna canaleta superficial. La oscuridad era casi absoluta. Solo la luz de la antorcha de Kairi, y los ojos de Okodar eran cuanto tenían para vislumbrar el camino.

CD 14

Okodar +2

Crees ver algo raro en el recodo que tienen enfrente. Algo inusual en las baldosas, como más desgastadas, y los ladrillos de la pared parecen levemente diferente a los del resto de la alcantarilla. Parece correr además, una brisa que no se condice con la alcantarilla...

   Caminos, caminos, caminos.. Ya estaba cansándome de caminar si encontrar... ¿Qué? ...lo que sea que estuviésemos buscado allí abajo y eso implicaba que mi paciencia se escurría más rápido que los desechos en el agua que cruzábamos. Sin detenerme a considerar opciones o consecuencias, ni la opinión del resto, continué avanzando en dirección al siguiente recodo, dispuesto a seguir por el camino que allí estaba.

   Era cierto que había dicho a Lobo Blanco que indicase el camino, pero también era cierto que quien iba adelante era yo.

Tras indicar el camino que consideraba debíamos seguir, nadie de los presentes puso objeción alguna. Okodar recibió ayuda divina por parte de la sacerdotisa, quien canalizó el poder de su diosa en aquellas heridas que el semiogro había padecido en la batalla. Mientras así lo hacía, medité acerca de los motivos por los que el enorme guerrero hacia resultado tan maltrecho durante aquella escaramuza, mientras los demás habíamos logrado salir ilesos. Al margen del factor de la fortuna que siempre estaba presente, mi conclusión fue que la estrategia a seguir había determinado el riesgo para cada uno, y que al lanzarse en solitario se había expuesto en demasía. Aquello reforzaba mi idea de mantenernos unidos de tener que enfrentar un peligro similar.

El semiogro insistió en encabezar la marcha, y aunque no estaba seguro de que fuera la mejor de las ideas, no se lo discutí. Su mezcolanza racial le daba una mejor vista que a los demás, pero también su tamaño entorpecería la luz de la antorcha, que Kairi seguía portando a pesar de que yo me había ocupado de sujetarla mientras aplicaba sus manos sobre las heridas de Okodar. Consideré que era mejor así, puesto que en caso de sufrir un nuevo encuentro yo habría de prescindir de mis manos con prontitud. Así, dejé que el semiogro encabezado la marcha y dejé que Kairi le siguiera portando la luz, quedándome en último lugar para custodiar la retaguardia.

El camino parecía discurrir hacia el oeste, aunque un rápido vistazo desveló que existía una salida hacia el este también. Seguir hacia el sur iba a depender de que ruta tomásemos, y la decisión no sería sencilla.

Yo diría que es por ahí. -Apunté señalando el camino que teníamos en frente, el que giraba hacia la derecha en dirección oeste- Lo susurran las rocas... -Afirmé, señalando las baldosas de las paredes, que parecían distintas al resto de las que habíamos visto en aquel alcantarillado; así como el suelo, aparentemente más desgastado- ...lo canta la brisa... -Añadí, aspirando aquel aire menos nauseabundo que llegaba con suavidad de aquella dirección. Sentía que Chislev mismo me llamaba, indicando el camino a sus verdaderos dominios.

 - Estoy con Lobo Blanco, deberíamos de probar en esa dirección. - Sugerí al resto de mis compañeros, confiando en que el resto del grupo no tuviera ningún inconveniente, al no haber una alternativa mejor con mejores indicios que indicase que esa era la mejor ruta a la que nosotros dos proponíamos.

Siguiendo las indicaciones de Lobo Blanco, el grupo siguió por el recodo hacia el Oeste. Okodar se mantenía en punta, mientras Lobo Blanco cerraba la comitiva. Anubis y Kairi caminaban en el medio. 

A tan solo unos pocos pasos, encontraron el camino bloqueado por grandes piedras y bloques de cemento. Parecía que llevaban allí varios siglos. El camino estaba completamente obstruido y el agua presentaba una extraña en inusual quietud. Pero a pesar de esto último, el hedor ya no se sentía, y el líquido no parecía estar tan sucio. 

Puedes notar que la pared que se orienta hacia el sur es algo diferente, tanto como unas extrañas marcas en el suelo. (Ustedes están caminando enfrente, cruzando la escorrentía). 

 Señalé la pared que se orienta al sur, llamado la atención al resto del grupo sobre ello:

 - Mirad eso, chicos, aquí hay algo diferente. La pared que se orienta hacia el sur es algo diferente y hay unas extrañas marcas en el suelo. Creo que aquí hay un pasaje secreto y podía ser lo que hemos estado buscando.