Partida Rol por web

 Miré a mi alrededor, buscando cualquier posible peligro, in embargo mi atención estaba centrada principalmente en el gran pentagrama de plata y demás objetos, que parecían indicar que aquí se iba a realizar, o se había realizado, algún oscuro ritual relacionado con magia oscura. Traté de observar con más atención, tratando de discernir de que se trataba, pero seguramente no se trataría de nada bueno...

El camino de los kender y el nuestro se separaron, procurándome cierta tranquilidad que un seguidor de Mishakal fuera el responsable de guiar al grupo hasta un lugar seguro, pero la inquietud que me había generado el rostro de Anna y su negativa a contarnos lo que había visto la superaba con creces.

Avancé por aquel peculiar lugar pendiente de todo cuanto nos rodeaba, y al llegar a aquella escalofriante sala se me pusieron los pelos de punta. Aquellos siniestros elementos parecían formar parte de algún tipo de ritual que no parecía para nada vinculado con el Bien.

Miré a Lobo Blanco cuando empezó a preguntar en voz baja sobre aquel lugar y su propósito, pero tan sólo acerté a murmurar algo en un primer momento.

- Esto es horrible... - compartí al borde de las lágrimas, volviendo a mirar aquellos cráneos, aquellos grillletes... Debían haberse cometido grandes atrocidades en aquel sitio. - Imagino que todo esto tendrá que ver con algún ritual para obtener poder, como el de la creación del Titán... - comencé a añadir poco después - Por los grilletes supongo que serán cráneos de hombres dragón, pero quién sabe.

Anna entro preparada para el combate en la extraña sala, en su mano portaba Fragmento de Luz. Ante la pregunta de Lobo Blanco, la guía asintió. Si, son calaveras autenticas. De hecho cada una pertenece a un dragón de cada color. Dijo señalando los restos de escamas que se podían ver en alguno de los cráneos. 

Oko entro y se coloco al frente del grupo, protegiéndolo de cualquier amenaza que pudiera surgir del impío foso.

Anubis no sabía que ritual se podría realizar en ese altar, de lo que si estaba seguro es que el foso contenía litros y litros de sangre. ¿Quién podría hacer algo tan malévolo?

Estabais recorriendo la sala, cuando un cantico comenzó a sonar en ella. Anubis si reconoció este hechizo, era un hechizo de revivir muertos. La superficie de la sangre que había en el foso comenzó a removerse y pequeñas manos comenzaron a surgir tratando de escalar por las paredes del foso. Las pequeñas manos correspondían a Kender, más de una veintena de Kender muertos trataban de escalar para salir del foso.

Entonces, algo se materializo en el fondo de la sala al otro lado del foso. Era una criatura enorme y verde, era un ogro. Pero no era un ogro cualquiera, este era un ogro especialmente deforme que sujetaba entre sus manos un bastón de huesos. El ogro no perdió un instante y comenzó a conjurar un nuevo hechizo.

Mis ojos se abrieron desmesuradamente al darme cuenta de la naturaleza de aquel líquido que rodeaba al altar, más aún al calcular la cantidad de sacrificios que eran precisos para algo así. Resultaba atroz lo que allí se había cometido, un auténtico horror que nada tenía que ver con la supervivencia, la alimentación o la defensa del territorio, causas nobles y necesarias a ojos de Chislev. No, aquello no era natural, rompía el equilibrio y nacía de la más absoluta y cruenta maldad.

Di un paso atrás cuando vi la primera de aquellas manos brotando del espeso líquido, percatándome de lo que estaba sucediendo. Alguien alzaba a los muertos contra nosotros, a los propios sacrificados, y ese alguien no tardó en darse a conocer.

Tú... -Murmuré entre dientes al ver al ogro deforme, sosteniendo aquel bastón hecho de huesos. Mis ojos le miraron llenos de odio, de la fiereza propia de la bestia acorralada que se revuelve por su supervivencia, aunque había algo más que ansia por vivir en mi alma. Aquel nigromante era una afrenta a todo aquello en lo que creía, lo que defendía. Era un mal que debía ser erradicado de este mundo- ¡Chislev! -Grité en el lenguaje de los hombres, no en la secreta lengua druídica. Quería que el ogro me oyera- ¡Te imploro el poder de los elementos para hacer pagar a lo que jamás debió existir! -Mis manos se alzaron a ambos lados de mi cuerpo, al tiempo que un hormigueo aparecía en la punta de mis dedos, así como el crepitar en mi cabello que se mecía por la electricidad estática- ¡Que tu enemigo conozca la tormenta! -Exigí, sabiendo que gozaría de su beneplácito, pues Chislev no podía desear otra cosa. Y señalé en la distancia al ogro, haciendo que un relámpago surgiera del aire sobre él, descargando toda su fuerza furiosa sobre mi enemigo.

La que sin duda era una siniestra estancia, logró en poco tiempo volverse aún más inquietante, siendo realmente terrorífico lo que comenzó a suceder frente a nuestros ojos acompañado de aquel extraño cántico.

El líquido del foso, que terminó resultando ser sangre, comenzó a agitarse por el movimiento de las criaturas que querían salir de su interior. Se trataba de kenders, pero no como aquellos a quienes habíamos liberado, si no kenders víctimas de las retorcidas y malévolas mentes de quienes dirigían aquel lugar.

Tanto horror me paralizó, pero tan sólo un brevísimo instante. Debíamos actuar rápido, algo que cobró aún más fuerza al ver aquel deforme ogro aparecer al otro lado del foso. Este llevaba un horrible bastón, y parecía estar dispuesto a lanzar un conjuro, uno por el cual no tardé en preguntarme. ¿Pretendería invocar más muertos vivientes? ¿O se trataba de otra cosa?

Mientras Lobo Blanco hacía frente a quien sin duda debía ser el llamado “titán”, dejando entrever con sus palabras y gestos lo que podía suceder a continuación, di un paso hacia el foso y me centré en este; al tiempo que sacaba mi medallón y lo sostenía con fuerza frente al grotesco embalse.

- Mishakal, permíteme ahuyentar a quienes sin vida moran la tierra. Ayúdame a que los inocentes puedan descansar... - oré en un susurro, repitiendo aquellas palabras una y otra vez con la intención de que el poder de la Sanadora hiciera frente a los muertos vivientes.

Oko levanto a Klad, su gran mazo, y corrió hacia el extraño ogro. Pero su carrera se interrumpió al borde del pozo. El cruzar sobre los puentes no era tarea complicada, pero era incompatible con correr. Oko detuvo su carrera y comenzó a caminar lentamente por uno de los puentes de plata que formaban el pentagrama.

Anna también corrió con su espada desenvainada, pero no fue directamente hacia el pentagrama. La guía comenzó a rodear el foso por la derecha para poder atacar al enemigo por la espalda. Mientras corría pudo ver como innumerables manos pequeñas cubiertas de sangre se aferraban a los bordes del pozo tratando de trepar.

 Mientras los demás atacaban al ogro con sus estilos, yo recurrí a protegerme primero, ya que al ser ambos usuarios de la magia, lo mejor sería tomar precauciones primero. Por eso mismo, levanté un Escudo para defenderme de cualquier posible ataque tanto físico como mágico.

El rayo de Lobo Blanco revoto contra un escudo de fuerza que rodeaba al ogro. Este río con gran satisfacción al ver el fracaso de su enemigo. ¡Vuestros hechizos no servirán de nada! ¡Grigolthan os matara y se bañara en vuestra sangre! Entonces, el ogro termina de lanzar su hechizo. Kairi lo identifica al instante, se trata de un “Cono de frío”. De la mano del ogro sale una brisa gélida que inunda la entrada de la gruta envolviendo en su gélido abrazo a todos menos a Anna que se había alejado de la entrada.

Kairi invoco la ayuda de Mishakal la cual se materializo en un poderoso haz de luz que redujo a cenizas a varias de las criaturas que salían del foso. Pero muchas mas manos trataban de alzarse del estanque cubierto de sangre.

Mis ojos se abrieron desmesuradamente al contemplar el modo en que una especie de escudo invisible alrededor del ogro había repelido el impacto del relámpago enviado por Chislev. Sin lugar a dudas, aquel ser impío y corrupto obraba fuerzas oscuras que le volvían un adversario temible. 

Fue entonces que me volví más consciente del peligroso entorno en que nos encontramos. Mientras aquel ser invocaba sus poderes oscuros, más y más cuerpos sin vida se alzaban hacia nosotros, algo que sólo podríamos evitar con su derrota. Kairi parecía capaz de mantenerlos a raya, al menos por el momento, pero la situación no podría alargarse demasiado. Necesitábamos acabar con el nigromante. 

Para complicar aún más las cosas y sumirnos en la desesperanza, su poder fue desatado a través de un gélido viento que parecía traído directamente de la más alta montaña escarpada, de los picos de nieve y hielo, y que nos golpeó con fuerza. Tuve que cubrir mi rostro con los brazos, y aún así sentí cómo la piel bajo mi ropa era atravesada por cientos de pequeños colmillos, como si una marabunta de insectos venenosos estuviera corroyendo mi cuerpo desde dentro.

Quedé casi sin aliento, retrocediendo un paso por la fuerza del viento, y cuando éste cesó, me di cuenta de que me encontraba aturdido y con el cuerpo agarrotado. Casi no podía moverme, pero aún así alcé mi mirada hacia el ogro, con una mezcla de desafío y rabia. 

¡Ya estás muerto, Grigolthan, sólo que aún no lo sabes! ¡Chislev así lo ordena!

Con aquel grito, invoqué un segundo relámpago, que surgió casi del techo de la caverna para descargarse brutalmente sobre el enemigo de mi diosa. Sólo esperaba que fuera lo bastante poderoso como para superar las defensas corruptas de aquel ser despreciable.

No tardé en reconocer cuál era el hechizo con el que aquel malvado ser pretendía atacarnos, pero no hubiera tenido ocasión de defendernos de este aun habiendo podido. Era demasiado a lo que nos enfrentábamos, y había que seleccionar cuidadosamente a qué dedicar cada uno de nuestros pasos aun no contando con tiempo para hacer grandes reflexiones.

La mayoría se había centrado en atacar a ogro, mas tan sólo Lobo Blanco logró acercarse a aquel ser. Lamentablemente, este contaba con una suerte de escudo que le protegió del rayo invocado por el druida, sintiéndome desesperanzada por un instante ante ello.

Pero el combate acababa de empezar, y confiaba en las capacidades de mis compañeros, especialmente en las de aquel que se mostraba mucho más que decidido a acabar con el ogro. Además, pronto presencié cómo Mishakal acudía en nuestra ayuda, eliminando varios de aquellos muertos vivientes; pero aún había otros tratando de salir del foso.

Fue poco antes de que Lobo Blanco lanzara un nuevo ataque que recibimos el del llamado Grigolthan, tratando de protegerme ante este, pero sin el menor éxito. Aquella helada brisa se agarró a mi cuerpo casi de inmediato, helando cada centímetro de este y pareciendo colarse incluso hasta mis huesos.

Castañeándome aún los dientes, volví a orar a la Sanadora, esperando poder volver a contar con su ayuda para evitar que aquellos seres que pretendían salir del pozo nos alcanzaran; bastante teníamos ya con aquel indeseable que se creía por encima del Bien.

Oko comenzó a cruzar uno de los puentes que atravesaba el pozo cuando el soplo de aire helado penetro en sus huesos. Su gruesa piel no fue capaz de contener el frio mágico de c Grigolthan. Tampoco su gran mazo acertó a golpear al ogro mago. La escarcha que se había formado en el mago hizo que el gran mazo se resbalar y fallara el golpe. Oko lanzo una maldición en su idioma paterno que hizo que las paredes se estremecieran, pero su maldición no afecto para nada a Grigolthan.

Al llegar a la altura del ogro hechicero, Anna salto el foso. A pesar de llevar puesta la pesada coraza de metal, la guía salto sin dificultad el gran pozo lleno de sangre. Anna se colocaba así en uno de los flacos del hechicero, facilitándole a Oko la tarea de atacar con su gran mazo.

 Tratando de sobreponerme al frío producido por el hechizo lanzado por nuestro enemigo contra nosotros, traté de lanzarle mi propio hechizo elemental contra él, el Rayo relampagueante...

Solo Anubis consiguió esquivar parcialmente el cono de frio lanzado por Grigolthan. El ogro titan era un formidable mago, muestra de ello era el poder de sus hechizos y la resistencia de sus escudo protector que consiguió desviar el hechizo de Anubis. Pero el rayo invocado por Lobo Blanco consiguió atravesar el escudo y afectar al ogro.

El ogro se dolió del impacto del rayo, pero a pesar del dolor, con los dientes apretados. Consiguió lanzar un hechizo. Anubis reconoció rápidamente las palabras, era un hechizo de “Dormir” y lo estaba lanzado sobre Oko.

Las pequeñas manos que surgían del pozo dejaron de tratar de escalar, parecía que la magia divina de Mishakal había destruido a todas las criaturas que trataban de alzarse.

Aún sentía el intenso frío clavado en el interior de mi cuerpo, entumeciendo mis extremidades, las cuales me dolían al moverse como si tuviera agujas clavadas en la piel. Pero aquel frío pugnaba en un fiero combate contra el calor que brotaba de mi pecho, iracundo como me encontraba en presencia de aquel ogro que representaba la mayor de las ofensas contra el ciclo natural de mi diosa. Y el frío y el calor luchando directamente era algo que en pocas ocasiones acontecía, como la lava del volcán que resbalaba hasta alcanzar el frío del agua del mar, creando intensas nubes de vapor. Así brotaba mi aliento salvaje, en intensas bocanadas mientras jadeaba por el esfuerzo y el dolor. 

El segundo relámpago que había invocado en nombre de Chislev había logrado, para mi satisfacción, superar las protecciones arcanas del nigromante. No me satisfacía del todo, pues no me sentiría plenamente satisfecho hasta verle sucumbir, arrastrado por la muerte de la que se burlaba con sus poderes impíos. Okodar no había logrado ofrecerle la caricia de su martillo, como tampoco el relámpago invocado por nuestro mago había alcanzado su cuerpo, pero mantenía la esperanza de que, entre todos, al final lográsemos superarle. Parecía que el poder de la diosa de Kairi nos brindaba esa oportunidad, pues había deshecho la magia oscura que alzaba a los muertos contra nosotros. 

¡Abandona toda esperanza, Grigolthan! -Advertí al ogro con un grito lleno de furia- ¡Has ofendido al ciclo, y el ciclo viene a por ti!

Por eso aborrecía a los nigromantes. El ciclo natural resultaba inalterable, era una ley de la naturaleza. Nacer, crecer, reproducirse, morir, alimentar la nueva vida, recomenzar. Nada se creaba ni se destruía, tan sólo se transformaba. Así eran las cosas. Por lo tanto, la muerte formaba parte del ciclo natural. ¿Quién era nadie para jugar con la muerte, como los nigromantes lo hacían? ¿Cómo osaban creerse con el derecho a burlarla y controlarla?

Por ello, alcé mis manos y las bajé con fuerza, llamando con ello a un nuevo relámpago que cayera sobre el nigromante, dispuesto a que la muerte de la que se burlaba le diera alcance y le mostrase su lugar en el ciclo.

Por desgracia, no todos los compañeros que pudieron atacar al terrible ogro tuvieron éxito, probablemente porque el cono de frío aún continuaba causando estragos. La mayoría parecíamos heridos, pero aún lejos de caer, una idea que me insuflaba ánimo; aunque era consciente de que tampoco debíamos confiarnos.

Grigolthan también había sufrido las consecuencias del potente rayo que Lobo Blanco había enviado en nombre de Chislev, pero eso no le impidió lanzar un nuevo conjuro, esta vez contra Okodar. Mientras aquello sucedía, pude ver al menos cómo aquellos que intentaban ascender desde el foso desaparecían definitivamente.

Gracias, Mishakal.

El druida continuaba arremetiendo contra el mago ogro cuando rápidamente me dispuse a favorecer a mis compañeros y perjudicar al abominable ser. Así, entre susurros, pedí a La Sanadora que nos honrara nuevamente con su poder.

- Mishakal, ayúdanos a enfrentar la adversidad, por favor, que tu poderosa bondad nos proteja y de fuerzas para afrontar el mal. - supliqué barriendo la escena con mi mirada, esperando que aquello surtiera efecto.