Partida Rol por web

 Miro a nuestro enemigo y le lanzo una andanada de Proyectiles Mágicos, esperando que sirvan para dejarlo fuera de combate, o por lo menos debilitarlo...

La espada que portaba Anna, el fragmento de luz, atravesó sin dificultad la armadura del ogro y se hundió profundamente en su carne emitiendo un brillo de luz. De la herida comenzó a salir humo y un olor a carne quemada comenzó a inundar la sala.

El ogro no pudo terminar su ataque. Las palabras de su congénere comenzaron nublar su pensamiento. Las palabras le recordaban a las nanas que le cantaban para que se durmiera. Los parpados de Oko comenzaron a cerrarse, sus piernas comenzaron a flojear y sus manos a resbalar.

El gran martillo de Oko, el gran Khan, volteo sobre su cabeza ante la imposibilidad de sus dedos de seguir sujetando el peso. La mala suerte quiso que Oko se sujetara el martillo con una dragonera a la muñeca y en su caída el martillo arrastrara al ogro.

El rayo de Lobo Blanco volvió a revotar contra la magia negra que protegía al ogro. Parecía que la magia de la muerte era mucho más poderosa que la magia de la vida en aquella estancia. Varios proyectiles de Anubis también revotaron, pero uno de ellos consiguió llegar hasta la carne del ogro titan.

Entonces la espada de Anna atravesó con gran facilidad las defensas de Grigolthan. Este grito de dolor, y estuvo a punto de dejar caer su bastón con el cual trato de alcanza con él a Anna. ¡SINDRA!

En ese momento, a pesar de la ayuda de Mishakal invocada por Kairi, el gran Oko se desploma dormido por el hechizo. La mala suerte quiere que se caiga hacia uno de los laterales del puente de planta que cruzaba el foso. Oko y su mazo caen con un ruido de salpicaduras al estanque lleno de sangre y comienzan a hundirse rápidamente. 

La magia oscura que protegía al nigromante logró contener el poder de la tormenta que descargaba sobre él, demostrando una gran e impía fortaleza. Pero la corrupción no podía aguantar demasiado tiempo, ante la imparable e incontenible fuerza de la naturaleza. Ella siempre se abría camino, de un modo u otro. Era consciente de que la tormenta pronto se quedaría sin fuerzas, pero aún quedaba para que escampase. Si para ese momento el ogro aún quedaba en pie, la naturaleza encontraría otra forma de avanzar. 

Los muertos ya no eran un problema, y la espada de Anna logró probar la carne del ogro, aunque no sin que antes éste hiciera caer inconsciente a Okodar mediante un conjuro. El semiogro acabó zambulléndose en la sangre del estanque, amenazando con ahogarse en ella, algo que apremiaba que acabásemos aquella lucha para poder acudir a evitar su muerte. El ogro era consciente de su ya inferioridad, había perdido su arrogancia y suficiencia. Veía su caída, la llamada del ciclo exigiendo el cumplimiento de la voluntad natural, y por ello pedía ayuda. 

¡Tu reina dragón no te salvará! -Espeté al ogro, realizando los gestos necesarios para invocar un nuevo relámpago sobre su cabeza, con la esperanza de superar nuevamente sus defensas- ¡Su hora también se acerca! ¡Chislev así lo exige!

El malvado ogro continuaba evitando los ataques de mi compañeros, mas no todos, siendo sobre todo dañado por Anna al alcanzarle esta con el Fragmento de Luz.

Grigolthan no tardó en revolverse, tratando de atacar a la exploradora sin éxito y llamando a alguien, seguramente aquella a quien se habían referido como reina roja.

Mientras tanto, Okodar caía irremediablemente en el foso al ser víctima de uno de los oscuros conjuros del ogro, viendo horrorizada cómo nuestro compañero comenzaba a hundirse. Mi primer impulso fue el de correr a socorrerle, pero pronto fui consciente de que aquello poco favor le haría a nuestra situación. Lo que debíamos hacer era acabar con aquella criatura, próximamente criaturas, cuanto antes; pudiendo entonces rescatar a Okodar.

Mishakal continuaba con nosotros, apoyándonos en la contienda, pero aún debía proseguir pidiendo su favor para salir victoriosos. Asi, mientras Lobo Blanco se convertía en parte en la voz de todos nosotros y preparaba un nuevo ataque, oré nuevamente a mi diosa.

- Portadora de Luz, ilumina esa oscura criatura, prívala de su maligno poder, por favor... - imploré a mi diosa aferrándome con fuerza al medallón que me identificaba como una clérigo de Mishakal.

 Maldiciendo por la caida de nuestro compañero Okodar, quien era nuestro mejor guerrero, volví a lanar a nuestro enemigo una andanada de proyectiles mágicos, confiando que sirvieran para, no solo herirlo, si no para que el resto de mis compañeros pudieran hacer algo por despertar al dormido...

Anna lanzo un devastador ataque contra el ogro que apunto estuvo de cercenarle la cabeza, solo la mala suerte hizo que el ataque golpeara el hombro en vede el cuello del ogro. Aun así, el fragmento de luz produjo un profundo corte en el hombro del hechicero dejándole el brazo prácticamente inutilizado.

Al caer al foso lleno de sangre Oko despertó y empezó a chapotear torpemente en él para mantenerse a flote. Pero su gran martillo comenzó a hundirse sin remedio en la viscosa sangre. Ok decidió comenzar a chapotear hacia uno de los bordes del foso, ya recuperaría su martillo más adelante.  

El relámpago de Lobo Banco consiguió atravesar las barreras mágicas del ogro en el ultimo momento ayudado por el hechizo de Kairi. La ayuda de Mishakal había debilitado los poderes mágicos del ogro. También varios de los proyectiles mágicos de Anubis impactaron en el ogro titan.

Entonces, de manos de Anna llego el fatídico golpe para el ogro. El fragmento de Luz termino de rasgar el hombro del ogro y este cayo muerto sobre el altar.

¿Qué habéis hecho? Grita una profunda voz femenina desde el borde de la sala, deducís que debe de ser Sindra. Sorprendidos tratáis de ver quien ha gritado y veis a una extraña figura en la puerta, el pasillo al otro lado de la sala.

Se trata de una mujer de más de seis pies de altura y constitución poderosa, que viste una coraza negra y una falda larga cortada a los lados sujeta por un ancho cinturón de cuero en la cintura. Pero lo que realmente convierte a esta mujer en diferente a otras es su herencia claramente inhumana, todo su cuerpo está cubierto de unas pequeñas escamas brillantes de color rojo y le dan un aspecto casi demoníaco.

La figura estrecha sus ojos rojos y da un paso hacia delante, descolgando un látigo de su cinturón y extendiendo sus alas correosas tras ella.

¡Pagaréis por haberlo estropeado todo! Suelta la mujer, con pequeñas llamas titilando en las comisuras de sus labios. Entonces levanta su mano libre, señalándoos con un dedo acabado en una garra negra ¡Os quemaré la carne hasta los huesos! ¡Ardereeeéis! La última palabra va acompañada por un chorro de llamas que se dirige hacia vosotros.

La acción combinada de los miembros de la manada actuando al unísono resultó tan fatal para el nigromante como lo era la furia de la naturaleza en forma de inmensa ola o de volcán furibundo. Era ya uno de los últimos rayos invocados de la tormenta, el que logré que impactase sobre él, al tiempo que también Anubis lograba acertarle con su magia, y entre ambos abrir una oportunidad para que Anna terminase abatiendo la presa. No me cupo duda, al ver al ogro caer, que la magia de la diosa de Kairi había participado también en nuestro favor.

Sin embargo, estamos muy lejos de encontrarnos fuera de peligro. La llamada de auxilio del ogro había obtenido respuesta. Tarde para él, pero atrayendo hacia nosotros un nuevo peligro igualmente. La reina dragón acudía en nuestra casa, invocando el fuego de su raza escamosa, aunque por el momento parecía que tan sólo alcanzaría a uno de nosotros.

Debíamos actuar rápido y como una manada, nuevamente. Me planteé llamar al último de los relámpagos que Chislev me concedía, pero sabía que no iba a ser suficiente, y debía pensar a largo plazo. Podía llamarlo más tarde, pero mientras tanto Anna, que era quien más cerca estaba de la reina dragón, precisaba ayuda. Y ayuda iba a tener.

¡Gigante bondadoso del bosque! -Llamé en la antigua lengua de los druidas, moviendo las manos en intrincados diseños invisibles- ¡Necesito de tu fuerza, y de tu furia!

Con aquella llamada, solicitaba de Chislev y de su prole la ayuda de un oso negro de los bosques en los que había crecido, para que ayudase en la contienda a la que yo mismo pensaba unirme en breve.

 Sin dejarme sorprender por la recién llegada y por su particular aspecto, me apresuré a contraatacar con otra andanada de Proyectiles Mágicos, confiando en que estos fueran más efectivos con ella de lo que fueron con su compañero, ya que no tenía tiempo de preparar nada más...

Una vez más, uniendo nuestras fuerzas pudimos acabar con nuestro enemigo, pero tal y como era de esperar; pronto nos vimos frente a otro más. Quien debía ser Sindra nos recriminaba nuestros actos desde el otro lado de la sala, resultándome realmente más intimidante por su aspecto que por sus palabras. Aquel ser parecía salido del mismísimo infierno, y no tenía pinta de ser precisamente débil.

Si es "la reina", debe ser por algo.

Su tono amenazador pareció ir en aumento. Aquella criatura nos quería muertos, y así nos lo hizo saber antes de lanzar una llamarada con su boca.

- ¡Anna! - grité al darme cuenta de que esta podía ser alcanzada por el fuego, disponiéndome tras ello a continuar ayudando en la contienda, como Lobo Blanco y Anubis ya hacían.

Si aquel ser era tan fiero como nos estaba demostrando, podría resultarnos complicado acabar con él, al menos sin terminar sufriendo graves heridas. Mi ceño se frunció un instante, mirando al ser demoníaco, y me aferré con fuerza al medallón.

- Portadora de Luz, ilumina esa oscura criatura, prívala de su maligno poder, por favor... - imploré a mi diosa, volviendo a utilizar aquel conjuro para complicarle las cosas al enemigo.

Cada vez tenía más claro que terminaría acercándome a aquel lado de la sala, pero aquello no podía suceder aún.

Anna no fue lo suficientemente hábil como para esquivar la llamarada de Sindra. Aun así, con todo el cuerpo cubierto de quemaduras la exploradora cargo contra la monstruosa mujer dragona. Pero su ataque fallo, Sindra era extraordinariamente rápida y el oso a sus espaldas no parecía ser un impedimento para esquivar los ataques.

Oko se sentía indefenso sin su arma, así que se sumergió en el estanque de sangre buscado su gran mazo. No encontró el arma pero seguía manteniéndose a flote en el estanque de sangre sin dificultad.

Los ataques del osos fallaron, pero una de las garras consiguió arañar la espalda de Sindra produciéndole una herida leve.

La rabia se reflejo en los ojos negros de Sindra al recibir el impacto de los proyectiles mágicos, y posteriormente el hechizo divino de Kairi. ¡Moriréis por esto! También el oso negro consiguió arañar la espalda de Sindra, pero esta no le presto mucha atención al oso.

La mujer dragona desenrollo su látigo que silbó en el aire con un fuerte chasquido. La punta del látigo estaba contrapesada con una esfera de adamantina llena de púas afiladas que comenzó a arder con grandes llamas de color rojo intenso. El látigo giro sobre la cabeza de Sindra e impacto de lleno contra el pecho de Anna. Las púas del látigo se clavaron en la piel de la exploradora y arrancaron grandes trozos de carne cuando Sindra tiro del látigo para recuperarlo. Sindra sonrió de satisfacción.

Anna cayó al suelo desvanecida tras la terrible herida sufrida. Aun respiraba en el suelo, pero estaba claro que estaba muy mal herida y si no recibía atención no tardaría en morir.

 Mirando a nuestra compañera caída, logré mantener la calma y no dejar que la furia me dominase, antes clavar mis ojos de nuevos en nuestra enemiga y pronunciar una serie de palabras arcanas, junto a una serie de gestos esotéricos, que buscaban invocar otra andanada de Proyectiles Mágicos con los que acribillarla...

Todo estaba yendo tremendamente mal. La reina dragón demostraba ser poderosa, desplegando oscuras y tenebrosas magias con las que asediar a la manada. Anna, por desgracia, se llevaba la peor parte, sin que los demás lográsemos hacer nada por evitarlo. Ni el poder de Kairi logró frenar a la mujer dragón, ni el oso al que solicité auxilio en nombre de Chislev supuso un peligro o una autentica distracción para ella.

¿Estaba todo perdido? No, no lo creía. Okodar buscaba su martillo, a fin de unirse de nuevo a la refriega, y aún quedaba vida en Anna. Si la guía obtenía ayuda y el semiogro lograba reincorporarse, aún teníamos opciones. Y mucho me temía que, a pesar de disponer aún de un atisbo del poder de la tormenta a mi disposición, finalmente no me quedaría más remedio que acudir a la caza personalmente. Debía prepararme para ello.

Me llevé una mano al pecho, susurrando antiguas palabras en la lengua de los druidas, implorando por el cumplimiento de antiguos pactos con la naturaleza estoica de los árboles y su resistente tronco. Los robles, ellos habían pactado con los druidas, Chislev mediante, concediéndonos la posibilidad a la que me acogía. La de obtener parte de su resistencia, endurecer mi piel, y poder gracias a ello acudir a la lucha con algo de garantías.