Partida Rol por web

En un momento dado todos lo veis, la mesa parece que se ondula, que se reblandece y se hunde.

Parece que sale una especie de luz del centro de la mes, más como si fuera un reflejo que un foco.

En ese momento Tadam vuelve a gritar ¡Está cerrado! ¡No puedo salir!

Rompe el círculo, parece que a tientas se dirige a la ventana. Coje una silla y la tira hacia ella, entra la luz. En ese momento os mira y dice:

¡Ya está aquí! ¡Tenéis que ayudarme a salir! ¡Os lo premiaré!

Tadam ha sufrido ciertos cambios

Os mira de forma autoritaria "Os haré realmente poderosos si me sacáis" os dice. Pero su aspecto es totalmente inhumano y muy poco "amigable".

Evans y Sir Larek gritan y tratan de escapar de la habitación

El sacerdote Kominski se había mantenido en un segundo plano hasta el momento, no habían transcurrido muchos minutos desde que todos los presentes habían entrado en la sala, pero al capellán, le había parecido que el tiempo había transcurrido francamente lento. Gozando de algún tipo de opacidad, en el que nadie le observaba, y el sí podía, en la medida que la penumbra le permitía, observar a los otros, pudo constatar, ciertos cambios en el rostro del Sr.Río-Largo, confirmados cuando la silla rompió la ventana y la luz invadió esa sala.  Recordaba la conversación en Nueva Jersey con el Sr.Levinston, incómodo, pero sabedor de que su sitio estaba allí, con sus socios, con esa desdichada familia.

El nativo americano parecía haberse autoinfligido cortes en la cara, típicos de algunas tribus exóticas, como Kominski había visto en el África Negra e incluso en varios atlas históricos. Era imposible  haberse hecho esos surcos y cortes sin largas y dolorosas sesiones. El sr.Bentley no había comentado nada de eso con anterioridad, cuando estuvo pasando tiempo con él en esas ruinas que tenía como domicilio.

Vera y Robert se miraban, Kominski sabía que intentaban ver, descrifrar, buscar los engaños, las trampas, lo aparente, y lo menos aparente. Los Blackriver parecían descolocados, presos de los acontecimientos que se precipitaron cuando el médium cheyenne se inccorporó y reveló su actual apariencia. Otra voz, autoritaria, un aspecto no humano... Los Blackriver entraron en pánico, incluso el joven Evans, el cuál parecía disfrutar de las sesiones espiritistas hasta el momento, y se abalanzaron gritando hacia la puerta que salía de la sala.

Mathew Kominski, se levantó de la silla, sus pequeños ojos marrones, tras sus gafas ,se inflamaron, su rostro, habitualmente afable, se tensó, si bien, parecía conservar la usual fortaleza de voluntad de aquel nieto de polacos. Lo tuvo claro, tenía delante a una forma de mal no humana, él sabía que la mayoría de formas a las que se habían enfrentado hasta la fecha emanaban de la codicia del ser humano, pecador por naturaleza, si bien, Kominski notó que ese ser, era claramente hostil hacia ellos.

Deslizó sus manos hacia su cuello, tomando la cruz de madera, regalada por sus abuelos, y la blandió con su mano derecha, hacia la vista de Tadam, o lo que fuese ahora. Había oído historias de viejos párrocos, supersticiones, leyendas... La fe en nuestro Señor le protegía, su piedad era un escudo difícil  de quebrar, sin embargo, notó como le temblaban las piernas, el mismo brazo que tenía en alto, mostrando esa cruz... Inseguro, a la par de convencido, sabía que debía hacer algo, desconfiaba de ese ser, sabía que era impío, que era peligroso... Notó un sudor frío en su nuca, tenía miedo, sus cimientos materialistas se tambaleaban. Dios estaba con él, pero por primera vez, notaba que tal vez no sería suficiente.

Intentó poner voz firme,  y de pie,  mirando a los ojos, desafiante,  a aquella aberración otrohora el Sr.Río-Largo, dijo:

-¡Jamás  confiaré en tu palabra,  maldito Baal!  ¡Vuelve allí de donde has venido, y libera de tu aberrante yugo a ese siervo, aunque equivocado, de nuestro Señor, único y verdadero!

Y añadió en su nada desdeñable latín: 

-Crux sacra Sit Mihi lux, Non Draco Sit Mihi Dux, Vade Retro Satana

Tras cerciorarse de que todos los presentes estaban viendo lo mismo, miró a Tadam y observó el rostro de lo que ocultaba en su interior, la cara arrugada y milenaria de un demonio que había tomado el disfraz de un humano indígena. En ese momento se alegró de haber tenido la sospecha acertada desde hace bastante tiempo, pero odiaba que la realidad superase a las ideas vagas e inalcanzables que manejaba, pues no era un timador de feria, sino uno de los grandes demonios de las escrituras, buscando algún tipo de poder oculto en los documentos.

El señor Bentley no tuvo otra que deshacer la conexión y echarse atrás, asustado, pero la valentía del padre Kominski al nombrar al demonio por su nombre y enfrentarse a él, le hizo reaccionar. Corrió hacia la ventana y le sujetó con sus dos brazos, impidiendo que escapara de las palabras del sacristán.

Todos vosotros debéis ayudarme, tenéis que abrir la puerta, ahora ya no os queda opción.

Venid y os haré poderosos hasta el extremo o morid.

Tadam señala la mesa, ese especie de portar que parece cambiar de color, os pide que "os metáis en él". Promete  "poder", no parece que esté dispuesto a negociar.

Cuando el padre Mathew pronuncia su alegato en latín Tadam parece contrariado. Es difícil percibir sus emociones, su rostro ha perdido expresividad. Pero durante unos segundos parece dudar.

Vera no da crédito a lo que ve. El rostro de Tadam de repente ha ¿"envejecido"? De repente ve a Tadam queriendo romper la ventana con una silla, y a su compañero Bentley agarrando a Tadam. Mira alrededor, a todas partes. Los Blackriver están asustados. Algo está mal. Y la situación, claramente fuera de control. 

- Tengo que hacer algo - musita mirando la mesa, y entonces, se le ocurre. - ¡¡¡¡AYUDENME!!!!  - Agarra la mesa con fuerza por debajo, y se levanta con ella a la vez con el fin de volcarla. De darle la vuelta, ignorando "el portal" - ¡¡¡¡DENLE LA VUELTA A LA MESA O CUBRAN EL PORTAL!!!! - Una vez volcada la mesa, corre a arrancar una cortina de la ventana o coger algo que le sirva para cubrir toda la mesa. - ¡¡¡¡ROMPAMOSLO!!!

La impasibilidad del diablo desenmascarado asustó al inglés, no vio manera de poder moverle de su lugar ni evitar que su maldición ya iniciada llegase a su fin. Retrocedió unos pasos y se armó con su bastón para protegerse de sus ataques, que, al tratarse de un demonio, no esperaba salir victorioso. Seguidamente, cuando Vera volcó la mesa, accedió a ayudarla, al no haber caído que en su lugar podrían destruir el objeto de su conexión.

—¡Eso es! ¡Purificaremos el mal con las llamas del fuego! —gritó, mientras ayudaba a la mujer a tapar la mesa con la cortina.

Bentley rescató la petaca con whisky de su chaqueta. Primero separó las velas con su pie y pidió a sus compañeros que recogieran alguna para utilizar su llama. Después roció la mesa y la cortina con el líquido, dejándolas a punto de ser prendidas.

El sacerdote Kominski observó, entre sentimientos de miedo, por la situación acontecida, y de orgullo, por el ímpetu de sus socios, como la mesa era volcada por la menuda pero fuerte Vera y como el tenaz inglés rociaba el área con su espirituoso brebaje. 

Kominski no pudo evitar girarse para ver si los Balckriver seguían en la sala, tal vez estaban muy confusos, casi en shock. En caso afirmativo, les urgió:

-Señores, ¡oren conmigo! Confíen en Él, nos dará la fuerza para persistir, ¡ Devolverá a este engendro allá a donde pertenezca.!

Acto seguido , siguió con su perorata en latín, mientras tomaba una de las velas que Bentley había separado con los pies, preparado para lanzarla hacia los ropajes y la mesa. En el caso que fuera golpeado, la vela caería al suelo, prendiendo probablemente igual.

-Numquam Suade mihi vana, sunt mala quae Libas, Ipse Venena Biba

Cuando tumbáis la mesa se pone a gritar

¡¡¡NOOOOO!!! ¡¡¡TIENE QUE VER LA LUZ!!! LO ESTÁIS HACIENDO MAL

Al ver cómo tumbáis la mesa se lanza sobre ella y sobre vosotros de forma muy agresiva.

Vera ha tumbado la mesa, veis como deforma más aun la cara y trata de empujarla y tirarla con todas sus fuerzas.

Mientras el engendro se entretenía con Vera, Bentley dándose toda la prisa que podía, terminó de rociar el whisky de su petaca sobre la mesa tirada en el suelo y recogió una de las velas que aún prendía para quemar la mesa.

—¡Serubia no verá la luz del sol, pero sí verá las llamas que lo envuelve! —gritó con una voz nerviosa que denotaba terror por lo que podría suceder—. ¡Ahora, padre, deberemos exorcizar al hombre para sacar a ese demonio que lo ha poseído!