Partida Rol por web

Luana observaba hipnotizada el fuego mientras ciertos pensamientos le pasaban por la cabeza -Qué era eso del corruptor? acaso Eric había averiguado algo mientras había estado fuera?- La risa demoníaca de Harold había dejado de afectarle después de lo que había visto en el hospital. Andaba distraida en estos pensamientos cuando el alcalde llegó gritando y la devolvió a la realidad.

-Alcalde Batterman, ese hombre ya no es Harold, entiendo su sorpresa pero todos los aquí presentes hemos visto cosas que no son de este mundo y Harold es una de ellas. Solo tiene que preguntar.

Advertí que Lara corría hacia nuestro coche, tomándolo del rostro y observándole para comprobar mis heridas. Era una suerte que nos hubiéramos puesto los cinturones de seguridad. De otro modo, tal vez hubiéramos sufrido graves daños... Aunque en cierto modo era un alivio que mi plan no hubiera funcionado. ¿Y si hubiera arrollado a alguien? Había sido un imprudente.

-Tranquila, estoy bien -dije, con una sonrisa, agradeciendo a la doctora Scofield que se preocupara por mi estado-. Creo... creo que no me duele. Bueno, sólo un poco en el orgullo. -Ellie y Karl me habían dado las llaves del coche patrulla y yo se lo había destrozado. Sería un tanto vergonzoso cuando tuviera que explicárselo a ellos o al sheriff-. Atienda al padre Doorgod o a Korper, doctora Scofield. Puede que estén más heridos que yo.

 Recibió respuesta por parte de la periodista, que aparentemente avalaba lo sucedido. Desde los más ancianos hasta los más jóvenes parecían ser partícipes de todo esto, víctimas del miedo y de la desesperación frente a lo desconocido. Pero Wilson sabía que este no era el camino a seguir. Que no era el camino para resolver las cosas. Ni ahora, ni hace trecientos años. Las casas de brujas no debían tener lugar en Sonnenlitch.

- ¡Yo ya he visto la transformación de Harold! ¡Si hasta he tenido que luchar con su fuerza sobrehumana! ¡Sé lo que esta pasando aquí, y que no es normal! Pero... ¡Dios santo! ¡¿Han perdido la cabeza?! ¡Esto no es forma de lidiar con este problema! ¡Como pueden apoyar esta barbarie! ¡Esta muestra de miseria humana! ¡Quemando lo que consideramos peligroso! ¡Demonizando a lo que nos da miedo! ¡¿En qué nos estamos convirtiendo?!

Aún notando los daños del accidente me fui abriendo paso hasta donde estaba Legrand. Tenía que llegar hasta donde ella estaba para poder parar aquella locura. Intentando no llamar la atencion intenté avanzar entre la gente.

Posiblemente de los todos los presentes Eve era la que más conocía a Harold en vida, pero la que menos sabía de él en muerte.

Era la que estuvo cuando el accidente, con quien compartió sus últimas horas junto a su agradable esposa, intentando consolarla en los momentos tan duros que estaba pasando. Asistió personalmente a la operación, asegurándose de que todo hubiera ido bien para que, esa noche, recibiera la llamada de su muerte. Había llorado por él, había buscado a su esposa para consolarla y aun así no había sido suficiente.

Sin embargo una vez volvió a la vida seguía sin creerse qué había pasado. ¿Era él? Sí en apariencia, incluso su voz aunque nasal y pastosa tenía un deje reconocible. Recordaba verle en el hospital tras el cúmulo de sensaciones encontradas y la lucha moral de si era médicamente posible que pudiera seguir ahí consciente. Después de eso, guiada por sus propios miedos y fantasmas, creyendo que dejaba a Harold en un “lugar seguro” se había marchado. Ahora esa seguridad era una quema pública.

- ¿Por qué…? – Susurró en un hilo de voz mientras se acercaba unos pasos a la pila, visualizando las llamas crepitantes en las pupilas de sus ojos. Sus pasos la acercaron a Lara, su compañera de trabajo, a quien le prometió volver.- ¿Qué ha pasado? – Estaba bloqueada, agarrando la mano de Lara con más fuerza de la que pretendía.- Cuando me fui, ¿¡qué pasó!? – No la estaba recriminando nada, más bien necesitaba las respuestas a preguntas que no lograba entender.

La situación se había descontrolado. Eso lo sabía de hacía mucho.

Aquel pueblo siempre había sido pequeño, y como Sheriff, no había problema que no pudiera solucionar. La comisaría actuaba de manera rápida y eficaz, y aun con sus más y sus menos, todo marchaba en orden.

O al menos eso era antes de la tormenta. 

El pueblo estaba enloqueciendo, y aquello era una reacción que no se podía parar. Al ver cómo empezaba a arder la improvisada pira el temor empezó a crecer en mi. Lo vi como un acto atroz, sin sentido, pero luego... luego escuché reir a Harold. 

Los pelos se me erizaron y noté por primera vez en mi vida lo que era el terror. Un terror tan puro y verdadero que hizo que me parara en seco. Mis juicios se tambalearon, y durante un momento empecé a dudar si aquello realmente era lo que debía hacerse.

Con la duda carcomiéndome empecé a abrirme paso, al igual que estaban haciendo Batterman y Geli. Debíamos llegar a la parte central ahora que estaba prácticamente todo el pueblo allí reunido. Lo que pasaría una vez estuviéramos allí, nadie lo sabía. 

Poco a poco la gente comenzó a reaccionar, sobre todo por las palabras de su alcalde electo, quien le echaba en cara lo que acababa de ocurrir. ¿Por qué nadie hizo nada? Todos se quedaron impasibles mientras Harold era atado y quemado, aunque no todos fueron los que arrojaron antorchas, esos fueron gente específica y de momento habían abandonado el lugar. Legrand se quedó ahí, mirando sin pestañear las reacciones de los demás, como si les estuviera estudiando. Doorgod, apenas bajó del vehículo e ignorando como el suelo parecía moverse de costado al avanzar, llegó hasta la anciana. Mientras tanto, Lara se aseguraba que los ocupantes de la patrulla siniestrada no tuvieran heridas serias. Más allá de algún moretón o corte leve, estaban en buen estado. Aunque Korper temblaba y sudaba como si fuera èl mismo el que estuviera en medio de esas llamas, totalmente aterrado por lo que estaba viviendo. El medico tenía su mano vendada pero era por alguna herida anterior.

En el centro de todo aquello, el fuego seguía lamiendo la madera, dejando un olor a carne quemada que solo era desagradable porque se sabía de donde provenía. Harold no se movía, era solo un montón de cenizas sin forma. ¿Había muerto? ¿Tendrían que apagarlo? Eso podría ser peor, en el caso que continuara “activo”. Ya nadie podía estar seguro sobre qué era lo correcto y lo incorrecto, ese límite tan claro hace unos días se fue borrando sutilmente.

Legrand avanzó, con el fuego a sus espaldas, levantó el mentón y comenzó a hablar. Las palabras eran para todos, pero sus ojos estaban fijos en las figuras más prominentes de Sonnenlich: Batterman, Doorgod y Strarrosa.

-Debía hacerse- su voz sonó acerada, sin permitir replica en esa afirmación-. Esa cosa no era Harold, dejó de serlo en el momento en el que murió- alzó un dedo huesudo hacia Batterman-. ¿Y viene aquí a darnos sermones cuando estuvo ausente gran parte del tiempo?- varias miradas fueron de Legran a Batterman, sin atreverse a dar apoyo a ninguno de los dos-. Yo estuve con los refugiados, mis “chicas” les dieron comida y abrigo… ¿Qué estuvo haciendo usted? ¿Qué decisiones tomó para que el pueblo no sucumbiera al caos?- su implacable mirada pasó a Doorgod-. Dígame Padre... ¿Imaginaba a Jesús así? ¿Resucitando como un muerto depravado y enloquecido?- y por último fue hacia Strarrosa, ladeando la cabeza-. Nuestro querido Sheriff… no pudo evitar tanta desgracia, pero al menos creo que lo intentó… Pero de la forma equivocada…- algo pareció llamarle la atención, terminando sus “acusaciones”, sonriendo levemente y volviendo su atención a Felix-. Imagine que alguien tiene un arma, apuntando a una muchedumbre… ¿Le dispara o espera a que ese loco mate a un inocente? He tomado la decisión correcta. Nadie destruirá mi pueblo.

Algunas personas asintieron convencidas, pero manteniendo las cabezas bajas y tratando de no ver hacia la pira o a los demás.

La mirada de Legrand fue de solo un segundo, pero bastó para que Strarrosa localizara la fuente de su aparente seguridad: Dylan Kuchen. Medio oculto entre los árboles, pero su cabellera rubia era fácilmente reconocible. No pudo ver si le hizo alguna señal específica, pues el joven pareció ya haber cumplido su objetivo, girándose para largarse de ahí.

Habían ejecutado a una persona, se estaba produciendo un enfrentamiento entre los pobladores de Sonnenlicht y él se marchaba así como así… Muy raro.

-Es cierto, ese ya no era Harold -dije, intentando elevar la voz para que Legrand me escuchara-. Pero no tenía derecho a acabar con él. No es usted la alcaldesa, ni la jueza, ni la sheriff de este pueblo. -En ese momento, me debatía entre lo racional y lo correcto. Aquella mujer había prendido fuego a una criatura que, a la vista de lo sucedido, ya no era humana. Por más que su acción hubiera sido apropiada para prevenir lo que pudiera suceder, había sido un completo error hacerlo cuando no sabíamos aún a qué nos enfrentábamos-. Ese... hombre, criatura, lo que fuera... podría habernos proporcionado información sobre lo que está sucediendo en Sonnenlicht.

Miré a los habitantes del pueblo, respirando hondo y pensando en si alguno de ellos tendría alguna de las piezas que necesitábamos para encajar aquel rompecabezas.

-Anna también está muerta -anuncié, mirando directamente a Legrand-. Y ella no dio muestras de agresividad alguna. Siguió siendo ella, sin atacar a nadie... No sé por qué Harold se mostró hostil... Pero lo importante es que habló sobre ofrecer ofrendas, sacrificios -mis ojos evitan fijarse en el cadáver calcinado de Harold-, a los que denominaba Verkoruvalek. Dijo que esos sacrificios eran ofrendas para El Corruptor, y cuando le pregunté quién era y qué nombre poseía ese corruptor, Anna se desconectó como si fuera una máquina estropeada. Nos fue difícil determinar su estado, pero diría que está muerta.

Por fin llegué hacia el centro de todo aquello, y justo cuando me posicioné junto a Legrand, sus acusaciones hacia nosotros volaron como cuchillos. Aunque no me sorprendía, tenía que admitir que me molestó bastante. Aquella mujer siempre se había sentido con el derecho de hacer lo que le viniera en gana, y eso por algún motivo le había granjeado un buen número de seguidores. Muy poca gente osaba enfrentarse a ella, y en estos momentos de crisis estaba convencido de que su liderazgo, esperanzador para muchos, sólo nos traería ruina y muerte. 

Y allí estaba yo, con la pira a mis espaldas, soportando el calor y rodeado de prácticamente todo el pueblo. Me dispuse a replicar, a contestar sus acusaciones sin sentido. ¿Qué sabía ella de todo lo que estábamos intentando hacer para mantener el orden? ¿Qué sabía ella del esfuerzo que estábamos haciendo sólo para mantenernos cuerdos? Pero estando allí, rodeado de toda la multitud, me quedé mudo. 

Nunca había sido una persona demasiado carismática. No al menos ante grandes multitudes. Aunque bullía de rabia, la mente se me quedó en blanco, y no pude sino mirar a aquella mujer sin saber qué decir. Por suerte, aquello me permitió vislumbrar algo. La mirada de Legrand se desvió hacia la multitud apenas un instante, pero el tiempo suficiente para que pudiera discernir a donde se dirigía. Durante un momento se me cortó la respiración y mis ojos brillaron como los de un cazador que ha vuelto a recuperar el rastro de su presa. 

Quizás no se me diera bien hablar en público, pero perseguir delincuentes... aquello era mi especialidad. 

Ignorando a Legrand aparté durante unos segundos a Geli y Batterman. Susurrándoles lo suficientemente bajo como para que sólo ellos dos pudieran escuchar.

-Legrand está relacionada con Kuchen de alguna manera. Tengo que perseguir al chaval, algo me dice que es la clave de todo esto. Alcalde, nunca he sido bueno hablando a las multitudes, pero esa es su especialidad. Necesitamos recuperar el control de la situación, no diciéndoles lo mal que han hecho las cosas, sino de una manera comprensiva y disuasoria. Sé que ha pasado por algo bastante traumático, pero confío en que pueda recuperar la compostura y nos gane algo de tiempo. Geli -hice una pequeña pausa- no podemos dejar que Legrand escape. Si ella está en el ajo, puede tener información valiosa. El chico Kuchen es escurridizo, si no consigo capturarlo Legrand puede ser nuestra única pista. Confío en que hayas traído el libro que te regalé para que lo uses si hace falta. Si veo que no quiere cooperar, puedo pegar un par de tiros al aire a modo de distracción. Eso os debería dar tiempo suficiente para sacarla de ahí.

Sin perder más tiempo, salí de ahí sin perder de vista a Dylan. Esta vez haría todo lo posible para que no pudiera escaparse.

Escuché a Félix antentamente y comprendí que había visto algo que yo había pasado por alto. Pero sus instrucciones eran claras y sabía perfectamente lo que quería que hiciese. Antes de que saliera corriendo, guiñé un ojo a Félix mientras le mostraba el borde del libro que me había regalado saliendo de mi bosillo. Por fin teníamos un hilo del que tirar, y no íbamos a soltarlo tan fácilmente. Entonces dije a Battermann:
- Alcalde, necesitamos que atraiga la atención de todo el mundo. De un buen discurso y llame al pueblo a la cordura. Es la autoridad real aquí. Yo me encargo de que esta hija de puta se venga de paseo con nosotros.

Viendo que el peor era Korper, Lara se aproximó a él e intentó calmarlo pasando con suavidad la mano por su espalda en un gesto repetitivo y pausado. - ¿Que te ha pasado en la mano? - murmuró al ver la venda. Ponía todo su empeño en no mirar a la pira, en no mirarla a ella, en intentar no respirar demasiado fuerte para que aquel olor que inundaba sus fosas nasales fuera lo más leve posible, pero era inevitable echar una breve mirada de vez en cuando.

Escuchaba a Eric hablar y por un momento cerró los ojos con fuerza al recordar a la anciana. Sentía un ligero nudo en la garganta. ¿Que iban a hacer ahora? Solo esperaba que Harold no hubiera sobrevivido después de quedar carbonizado, porque si lo de antes no era vivir...¿que sería aquello?

La mirada de Legrand fue de solo un segundo, pero bastó para que Lara localizara la fuente de su aparente seguridad: Dylan Kuchen. Medio oculto entre los árboles, pero su cabellera rubia era fácilmente reconocible. No pudo ver si le hizo alguna señal específica, pues el joven pareció ya haber cumplido su objetivo, girándose para largarse de ahí.

Habían ejecutado a una persona, se estaba produciendo un enfrentamiento entre los pobladores de Sonnenlicht y él se marchaba así como así… Muy raro.

 El alcalde Batterman había escuchado suficiente; no podía dejar que esta barbarie colmara de ira e irracionalidad a todo el pueblo. Debía tomar el control y hacer que la gente vuelva a sus cabales. Y la mejor forma que tenía para hacer eso, la forma en la que seguramente esperaban que el alcalde actuase, era a través de un discurso lleno de convicciones y afirmaciones duras. Wilson iba a dejar la semántica romántica de lado para decirle a la población de Sonnenlitch en donde habían caído, y como podían hacer para levantarse.

 Wilson se subió a la tarima en la cual se encontraba Martha, opacando su figura con su corpulenta presencia y buscando que las miradas de todos los habitantes se posasen en él.

- La Sra. Legrand habla de proteger al pueblo... de tomar acciones contra aquellas amenazas que nos asedian. Sin embargo... lo que no se ha dado cuenta... es que para cuando todo este acto horrible y salvaje que está llevando a cabo termine... no quedara pueblo al cual proteger. El Sonnenlitch que todos conocemos y amamos será perdido para siempre si olvidamos nuestra cordura. Si olvidamos nuestros valores. Si dejamos de lado nuestra humanidad... ¿cómo creen que podremos contar esta parte de nuestra historia a las futuras generaciones? ¿"No podíamos hacer nada más"? ¿"Era lo que se tenía que hacer"? Eso solo revela con los habitantes de esta etapa de la historia sonnelitcheana estaban perdidos... perdidos en la desesperación. Y un pueblo que no tiene esperanza por el mañana, no tendrá un mañana.

 Ya volviendo a sentirse seguro y vigoroso nuevamente, como cuando estaba hablando en su asunción el día anterior, Wilson coronó su discurso con un mensaje de esperanza para el pueblo. Esperando que dejaran atrás todas esas ideas peligrosas a las cuales Legrand hacía apología.

- Necesitamos volver a lo que eramos antes... a lo que eramos literalmente ayer. Un pueblo celebrador, un pueblo feliz, un pueblo que festeje sus valores y sus costumbres y no los destruya ante lo desconocido. No somos así. Sonnenlitch no es así. Así que les pido... por favor... ¡que hagamos que Sonnelitch sea grande otra vez!

Mientras intentaba calmar los ánimos de Korper los ojos de Lara se abrieron por la sorpresa y su mano quedó congelada en la mitad de la espalda del médico. Miró un segundo a ver si alguien más se había dado cuenta pero viendo que nadie reaccionaba se aproximó a Eric y se aferró a su brazo para poder ponerse de puntillas y susurrarle algo al oido

- Legrand acaba de mandar un mensaje - le susurró con urgencia - a Dylan Kuchen. El aprendiz de panadero - sus ojos fueron hacia ellugar donde habia visto al joven escondido

- Si queremos seguirlo hay que darse prisa -

-¿Dylan Kuchen? -inquirí, extrañado.

Kuchen era probablemente una de las piezas más misteriosas de aquel rompecabezas. El día anterior ya había resultado sospechoso con el contradictorio relato de la desaparición de su primo, Adam, y que ahora hablase con Legrand... No, no podía ser casualidad que ahora Legrand le hubiese enviado un mensaje.

-¿Dónde lo has visto? -le pregunté a la doctora, echando un vistazo a mi alrededor. Si lograba localizarlo, echaría a andar en su dirección-. Tenemos que seguirlo. Está metido en esto. Me lo dice mi olfato de periodista.