Partida Rol por web

Desandaron el camino a lomos de sus caballos. Pasaron de nuevo por el patíbulo del bosque, cruzaron el puente de piedra y cuando ya el atardecer se dirigía hacia el ocaso vieron nuevamente los edificios junto al bosque. El castillo de Ravenloft, aunque lejano en las montañas, parecía proyectar una siniestra sombra sobre aquel lugar que a primera vista pudiera parecer abandonado. Una fina lluvia, que había comenzado cuando pasaron el puente, caía ahora con insistencia quizás como si pretendiese urgirles más a buscar refugio.

Estaba claro que aquel lugar debía estar habitado porque vieron sembrados alrededor de la aldea. También escucharon ruidos de postigos cerrándose en algún lugar, un gemido constante y lejano procedente de algún punto de las calles.

En una loma un poco elevada, casi pegada a las montañas sobre las que se alzaba Ravenloft, se vislumbraba una iglesia frente al muro del cementerio.

Los cascos de los caballos resonaban contra el empedrado mientras los aventureros buscaban una posada, o siquiera una taberna, que les dejase entrever algo de vida. Vieron finalmente un letrero en una plazoleta: Taberna de la Sangre de la Vid. Alguien habia grabado, a cuchillo, unas letras en el cartel para que pusiera 'Sangre en la Vid'. Al menos era un gesto de rebeldía o retorcido sentido del humor. No muy lejos de aquella taberna había otro edificio que parecía iluminado. Un cartel se balanceaba rechinando al viento. En él se leía: 'Abastos de Bildrath'.

El guerrero cabalgaba pensativo por las calles de la aldea. Todo aquello era muy raro. Aquella aldea era muy rara. Incluso él se sentía raro. ¡Diantre! ¡Si hasta paseaba la vista buscando un mono! Carraspeó. -Tal como yo lo veo, y si le hacemos caso a la vieja, hay que entrar en la cripta del castillo para encontrar... Algo. Hay que ir a una aldea inundada por un río para encontrar... Algo. Hay que ir a un estanque situado al oeste para encontrar una espada... Y hay que buscar a un tipo con un mono...

¿Aquello era un mono? No, era una rata. Una rata enorme...

-Como iba diciendo... ¿¡Y por donde demonios empezamos!? Si el tipo de la maldición está en el castillo yo dejaría la cripta para el final, pero se supone que es donde vamos a encontrar la información necesaria para salir de este embrollo, ¿no?- suspiró. -Me duele la cabeza.- vio el letrero de la taberna y lo señaló con la cabeza. -¿Comemos antes de ponernos con ello?

Coates miró a Ian. Barovia era un lugar extraño y aquella lluvia sólo hacía presagiar lo peor.

- Ian, amigo. No veo con malos ojos la idea de comer. Y a buen seguro que deberemos hacerlo. 

- Esa Taberna de ahí, dijo señalando al cartel, será nuestra mejor opción para refugiarnos de la lluvia y quien sabe si de disponer de unas camas y un lugar seco donde descansar. Y eso es lo que propongo. Descansemos esta noche y mañana por la mañana creo que deberemos hacernos con provisiones y, con un poco de suerte, con un mapa de Barovia.

- Tenemos mucho trabajo por hacer.

Tras su máscara el semblante de Coates era serio. Aquella misión no sería fácil y requeriría de la destreza de todos sus amigos y la suya propia.

- Ian, te doy la razón en lo que has dicho. Creo que asaltar el castillo ahora mismo sería una temeridad. Por mi parte soy partidario de ir a la aldea inundada por el río pero es algo que debemos discutir.

Coates se adelantó con su caballo y se dirigió hacia la taberna. Se giró y miró a sus compañeros.

- Amigos, ¿qué os parece si nos resguardamos en la taberna?

- Las lecturas de la mano o de las cartas son como las antiguas profecías, querido. - explicó pacientemente a Ian. - Se supone que solo conocerá el significado aquél a quien están dirigidas en el momento oportuno.

La aldea hacia que la opinión de Jarvo empezara a alejarse de lo pintoresco en dirección a lo lúgubre pero no dejaba que le afectara a su estado de ánimo.

- Quizá incluso podamos alegrales la velada. - respondió a Coates, dando un golpecito a una de las cuerdas del laúd y dejando una ligera nota resonando. - Tras pagar una ronda, seguro que alguien puede darnos indicaciones de la zona, quizá hasta de una zona donde el río desbordara...

Abrieron la puerta de la taberna para entrar. De primeras vieron media docena de mesas redondas repartidas por un amplio salón. Estaba claro que aquel sitio en otro tiempo había sido bullicioso pero ahora pasaba una mala racha. Y parecía que larga, ya que la madera estaba oscurecida por el tiempo y en muchos puntos necesitaba más de un arreglo. El fuego de la chimena que había al fondo apenas lograba calentar a los pocos parroquianos que había en el interior.

De hecho sólo había cuatro personas en el local.

El tabernero era un hombrecillo regordete que se afanaba, tras la barra, en limpiar uan enorme colección de vasos. Lo hacía de forma ausente, levantando uno tras otro, usando un paño que necesitaba ya un buen lavado.

En una mesa junto a la puerta tres mujeres entradas en año cuchicheaban entre ellas. Sus ropajes coloridos las identificaban, sin duda, como vistani. Levantaron un momento la mirada al entrar los recién llegados pero luego continuaron charlando entre ellas, sin parecer prestarles mayor atención.

Al fondo, junto a la chimenea, se sentaba un hombre joven. Llenaba su copa de vino con la calma de quien está pensando en otra cosa. Sus ropas no eran de campesino, más bien parecía alguien adinerado. Tenía el pelo rubio bien cortado y su rostro lucía pulcramente afeitado. Permanecía tan sumido en sus pensamientos que no se había percatado todavía de que los aventureros habían abierto la puerta.

—Las señales están ahí y solo hay que interpretarlas —decía Davdak cuando sus compañeros entraron en la posada—. Lo primero es equiparse y conseguir la "fuerza y el poder". Hay que buscar esa aldea del oeste...

En ese momento se encontraban ya dentro de la posada y prácticamente solo se oída la voz del pícaro así que dejó sus palabras en el aire y señaló una mesa para sentarse. Una vez ahí se dirigió a la barra para pedir la primera ronda.

—¿Qué tan tarde es que aquí no hay parroquia? —preguntó al posadero mientras servía las bebidas¹—. ¿Quién hay por aquí que conozca la zona y quiera ganarse una moneda?

Las palabras resonaron en aquel lugar y cuando el posadero levantó la cabeza para mirar si alguien de los presentes respondía a la cuestión, Davdak deslizó una de las monedas que ya había pagado al posadero para las bebidas². Alguien tenía que pagar la información

Ian se cubrió la cara con la mano un momento al ver la jugada del pícaro y luego sorbió un trago de su bebida. Quizás el tabernero tuviera algo que aportar, pero de las vistani no esperaba nada. Aunque tendría su gracia que se ofrecieran a leerles la mano o algo así...

Coates ni siquiera se inmutó por la acción de su compañero.

Davdak era muy dado siempre a ese tipo de "juegos", más por pura diversión que por avaricia. 

Mientras el resto de sus compañeros se dedicaba a refrescar el gaznate, Coates se preocupó de cuestiones más esenciales.

- Tabernero, le dijo con voz firme y cálida, ¿es posible hacernos con unas habitaciones en su Taberna? Si no es el caso, estaríamos agradecidos de que nos dijese dónde podríamos pasar la noche.

- Por otro lado, he visto que disponen de un mercado de abastos, ¿manejan buenos productos?

- Señoras. - Jarvo saludó con una un gesto de cabeza a la mesa de las señoras mientras entraban a la taberna.

Apenas se habían colocado en la barra cuando Davdak encabezó la búsqueda de información de forma poco sútil y Coates se interesaba por el mercado local, por lo que situó junto a Ian y esperó los resultados con un par de tragos de la bebida.

De mientras se fijó en el hombre del fondo, a quien seguramente acababan de sacar de su ensimismamiento; parecía mono y no era un campesino... ¿mercader adinerado? ¿noble de baja alcurnia?

La moneda volvió como se fue sin que el camarero se percatase de la fugaz jugada. El hombre no parecía responder al entusiasmo de los recién llegados y se limitó a chasquear la lengua ante la pregunta de Coates:

—Tengo una habitación en la parte de atrás. Hace tiempo que no se usa pero os la puedo adecentar por una pieza de plata.

Parecía a punto de irse sin contestar la segunda pregunta pero luego hizo un mohín de desagrado.

—Bildrath es un usurero sin escrúpulos. Sin duda podréis encontrar material pero os intentará desplumar en cuanto entréis. Jamás ha hecho un favor a nadie, así se pudra en una tumba sin tierra.

El tipo regresó a la barra arrastrando los pies sin dar respuesta alguna a las peticiones de información de Davdak. En lugar de eso se fue hacia la parte de atrás a través de una puerta, quizás dando por sentado que los recién llegados iban a aceptar el alojamiento.

Fue el muchacho del fondo quien se levantó ante las palabras de Davdak. Con la botella en la mano y la copa en la otra se aproximó a la mesa de los héroes para saludar.

—No lograríais sacarle una palabra de más a Arik ni con tortura. Es un sinalma, nunca le he visto hacer otra cosa que no sea limpiar esos mugrientos vasos. Ni siquiera cuando esto parecía de verdad un lugar donde vivir y disfrutar era así.

Luego sonrió levantando la copa y la botella:

—Pero ¡que modales! Mi nombre es Ismark, aunque algunos me llaman el Menor porque pensaron que jamás sucedería a mi padre en el cargo de Burgomaestre. Por desgracia ahora que ha llegado el momento de la sucesión no tengo gran interés en el cargo. Esta aldea, como podéis comprobar, está más muerta que viva. ¿Qué es lo que queréis saber sobre estos lares? Yo puedo decíroslo aunque no necesito vuestras monedas, maese...— dijo esperando recibir un nombre a cambio y quizás la invitación para sentarse.

—Davdak Tarmikos, maese Ismark —respondió sonoramente Davdak cogiendo del hombro a ese hombre y acompañándolo definitivamente a la mesa—. ¿Así que este lugar es siempre así? ¡Qué lástima!

Dio un trago a su bebida y miró de arriba a abajo a ese Ismark.

—Así que Burgomaestre. Supongo que sí, alguien como tú puede contarnos algo sobre este lugar y sus alrededores.

Dicho eso, deslizó de nuevo la moneda en su bolsa y se sentó junto a Ismark en la mesa.

—Como habrás supuesto, somos viajeros y da la casualidad que tenemos un cometido en esta zona —la mirada se levanto hacia la zona donde quedaba el castillo de Ravenloft, o donde debería de estar detrás de esas paredes de piedra y madera de la posada—. Buscamos varios lugares en los alrededores pero los datos que tenemos son demasiado enigmáticos para los que no somos de la zona. El primer sitio que buscamos está al oeste y lo describen como "el estanque bendecido por la luz del blanco sol". ¿Algún sitio donde el sol luzca blanco e ilumine un estanque en alguna hora del día?

Ian se limitó a asentir con la cabeza. Freír a preguntas al burgomaestre a lo mejor no era una buena idea, además lo de negociar siempre era mejor no dejárselo al soldado. Y lo de confraternizar con las vistani, mejor para el bardo...

Coates observó a sus compañeros y al igual que el tabernero dio por sentado que pasarían la noche en aquella taberna.

Por mugrienta y descuidada que pareciese, seguramente era la mejor opción en una aldea que vivió, sin duda, tiempos mejores.

- Ian amigo, yo tampoco tengo demasiadas ganas de socializar con los parroquianos. Pero sería buena idea localizar algo de información y sin duda alguna conseguir un mapa de Barovia. Por otro lado, creo que debemos conseguir algo de material. Al menos aquello que consideremos básico para lograr nuestra tarea. 

Sabía que Ian era poco dado a las palabras pero Coates trató de sacar de su ensimismamiento a su amigo.

Jarvo se sentó al otro lado del hombre, de forma que quedara entre él y Davdak. El pícaro había comenzado con las preguntas mientrsa Jarvo sonreía y agarraba la botella para asegurarse que el Burgomaestre no pasara sed.

- Oh, da gusto encontrar con gente de bien tan amable. - saludó mientras rellenaba la copa.

No era la primera vez que Davdak y él sacaban información a alguien en una taberna a base de charla y licor, así que era una canción que ambos sabían tocar.

- ¿Y cuáles son las obligaciones de un Burgomaestre? Porque supongo que es algo que os hará conocer bien la zona y, saltándose la literalidad del bueno de Davdak, sepa de alguna iglesia importante a los pies de un estanque.

El muchacho frunció el ceño mientras se sentaba, sirviéndose otra copa de vino.

—Que extrañas referencias buscáis compañeros. Habláis con enigmas como esos malditos vistani.— miró de reojo a las mujeres de la puerta, bajando la voz al mencionar a los gitanos errantes —Conozco los alrededores de este pueblo maldito como la palma de mi mano y nada de lo que me decís me suena en modo alguno.

Por algún motivo se entristeció al escuchar las palabras de Jarvo:

—Mi padre cuidaba de que a esta gente no le faltara de nada y arbitraba en sus estúpidas disputas. Pero luego, cuando más los necesitamos, todos se escondieron en sus casas cerrando puertas y ventanas. Malditos sean todos ellos. Ahora que ha fallecido nada nos retiene aquí. Espero sólo que mi hermanastra esté lista para el viaje y nos largaremos dejando atrás la sombra de ese maldito Strahd.

Ian tomó la palabra -Disculpe, pero se desprende de sus palabras que algo ha sucedido en este lugar. Perdone la indiscreción pero, ¿qué es ello?

Coates terminó acercandose a la mesa donde aquel joven charlaba con sus compañeros. Estaba claro que Ian no tenía muchas ganas de conversar y Coates tampoco forzó la conversación.

Sin embargo el joven tenía intención de partir de allí a la mayor brevedad posible.

- Disculpe, a dicho que tiene ganas de partir. ¿Hacia donde tienen intención de dirigirse? Quizá pudiésemos compartir parte del camino. Parece que usted conoce la zona y quizá podría orientarnos por el lugar.

Jarvo dio un par de palmadas en el hombro del muchacho mientras contra la otra mano le rellenaba la copa.

- Mi más sentido pésame, querido Ismark. - influyó su voz con genuina comprensión. - De siempre el pueblo llano ha sido tan rápido en exigir remedios como en olvidar la gratitud.

Asintió ante la escueta pregunta de Ian.

- ¿Qué sucedió para que un Burgomaestre requiera ayuda de sus ciudadanos? - su primer pensamiento eran bandoleros pero, tras la conversación con Madam Eva se esperaba cualquier cosa.

—Claro. Son ustedes de fuera.

Hizo un gesto con la cabeza hacia la parte trasera de la taberna, señalando algo que quedaba fuera. Era evidente lo que.

—El Castillo de Ravenloft.— bajó la voz mirando de reojo a las vistani pese a que las señoras no parecían estar prestándoles atención alguna —El maldito vampiro Strahd. Se encaprichó con mi hermanastra y asedió cada noche nuestra casa con sus malas artes. Lobos, bandadas de murciélagos ¡él mismo llegó a presentarse pidiendole a Ireena que lo dejase entrar! Mi padre no soportó la tensión. Falleció hace tres noches. ¡Ni siquiera ayuda para enterrarlo nos han brindado estos malnacidos!

Golpeó con la botella la mesa, volviéndose luego hacia Coates. Había un brillo de esperanza en sus ojos:

—¡Voy hacia Vallaki! Eso está al oeste. Bueno, al noroeste para ser más exactos. ¡Podríamos compartir el recorrido! Son caminos peligrosos pero parecen aventureros con experiencia. Allí mi hermana estará a salvo de las garras de ese monstruo.

La botella estaba casi vacía, por lo que la levantó furiosamente para que el tabernero se diera por aludido. El hombre, que al parecer ya había regresado de la parte trasera mientras hablaban, tomó otra botella de detrás de la barra.

—Alójense en mi casa.— dijo el joven como si ya diera por hecho el asunto del viaje compartido —Desde la muerte de mi padre, por algún motivo que desconozco, Strahd ha dejado de enviar a sus pestilentes criaturas. Podrían descansar allí y partiríamos de inmediato por la mañana.