Partida Rol por web

—¡Rápido! ¡Se acaba el tiempo! —exclamo, apretando los dientes cuando veo surgir el humo de debajo de la tela, como si la quemadura me doliera a mí mismo. Me adelanto para alcanzar a Ely, cogiendo de pasada el frasco con el aceite especial que cuelga del cinto de Shanshar. Embadurnando mis manos en la sustancia oleaginosa, introduzco las manos debajo de las telas y empiezo a friccionar el cuerpo de Elyzabeth. Mientras lo hago, noto una sensación de disgusto en la boca del estómago: a pesar de mi profundo afecto por Ely, no puedo por menos de preguntarme si, en estos momentos, sigue siendo ella, y si su condición será reversible. Pero entonces pienso en el funesto destino de su padre, Tergrar, y me digo a mí mismo que no puedo fallarle a su memoria.

—Venga, venga... —me apremio a mí mismo, dándome toda la prisa que puedo en untar la sustancia en la piel de Ely—. ¡Ya está! ¡Nos vamos de aquí, ahora!

++APRENDE A HABLAR, HUMANO BRUTO! Le gritó en orco, dando una finta como si quisiera acercarse por la izquierda, pero avanzando en cambio por su otro flanco.
La salvaje, le descargó un golpe con su espadón directo a la pierna izquierda, cortándola a la altura de la rodilla como si se tratara de una manteca.
El acero, siguió su camino, y le dio en la otra pierna, atorándose a mitad de camino de la tibia del muerto viviente
La criatura cayó gracias al fuerte golpe (y a que solo tenia media pierna para tenerse en pie), con lo cual, Klurca pudo saltar sobre su cabeza, y aplastarsela con todo el peso de su bota contra el suelo sagrado.
Los sesos de noble se desparramaron desde debajo de ésta, como si se tratara de un durazno podrido.

    Kluca volvió a demostrar el poder de su espada contra otro engendro, cercenando su pierna. Aunque el monstruo no podía morir desangrado, quedó fuera de combate.

A pocos metros, una joven pelirroja se llevó las manos a la boca con gesto nervioso. La semiorca la observó con recelo mientras la pálida humana...o lo que fuera, se acercaba con paso indeciso.

-Basta ya...Por favor- Suplicó. La voz de la joven resultó inesperadamente dulce y educada. Klurca arqueó una ceja mientras la sangre goteaba por el filo de su espadón.

-Cometéis un error- Dijo mirando al resto de aventureros. -Lady Lustmord nos enseña cómo sobrevivir a "La larga noche".- Dijo cruzando los dedos con gesto reflexivo. -Su diosa: Wee-Jas, es severa...pero sabia.- Explicó sin dejar de avanzar. Klurca no era muy de escuchar y menos con las setas de Tergrar ardiendo por sus hinchadas venas. Las fosas nasales de la semiorca se abrieron de par en par mientras alzaba su espadón cuando de pronto la mujer estiró un dedo y se detuvo:-...Escuchad-. Por algún motivo la hizo caso y Klurca contuvo su agitada respiración. Efectivamente un ruido se escuchó acercándose por donde habían dejado a Morrigan. La salvaje parpadeó temiendo que algún esbirro retirara la flecha de su pecho. Cuando abrió los ojos tenía a la hermosa joven a su lado. Klurca no tuvo tiempo de descargar su acero. La mujer trepó como una ardilla, se aferró a sus hombros con los muslos y la mordió en la yugular con tanta fuerza que la rompió la clavícula. La bárbara gruñó conteniendo el dolor y tiró del pelo de la progenie vampírica para quitársela de encima. Malherida, la semiorca se llevó la mano al cuello. Era grave. Pero aún podría vengarse.

Entonces se dio cuenta de que los engendros se estaban moviendo sobre sus cabezas. La mayoría bajaban por los pilares y algunos casi habían llegado al suelo. Estaban superados en una proporción abrumadora.

   Templo de Pelor

Valle del Sarda

Ocaso.

    El ruido en el exterior se escuchó más fuerte acercándose a la puerta. El traqueteo de la grúa se había silenciado y no se rompió ninguna vidriera mas. Los tenues rayos siguieron barriendo fugazmente el interior del templo, deslumbrando a varios vampiros que habían llegado hasta el suelo y haciendo caer a los pocos que huían por el techo. La pelirroja que había estado a punto de acabar con Klurca fue alcanzada por la luz, su pálida piel se enrojeció y se protegió el rostro con ambas manos. Aunque fuera un blanco fácil a merced de la semiorca, decenas de monstros la reemplazarían en breve.

    Los aventureros temieron que en cualquier momento aparecería el gigantesco demonio para acabar con sus vidas, pero en lugar de eso se escucharon relinchos y cascos de caballos al galope. Sandor Jagga y Sîglu irrumpieron montados sobre el desvencijado carro. El Aventurero encabritó los caballos que empujaron las puertas con los cascos, abriéndolas de par en par. A continuación los azuzó con las riendas para meter el carro al galope dentro del templo. Los engendros que habían llegado al suelo saltaron a un lado para evitar ser arrollados. Al acercarse, tiró de una palanca haciendo saltar chispas en la rueda hasta aminorar la frenética marcha.

-HOU, HOU- Tranquilizó a los caballos. Tanto el joven como las mineras tenían el rostro amoratado y lleno de arañazos como si salieran una pelea de taberna. Sandor comprobó con sus ojos el relato de Jagga y Sîglu y asintió con resignación: -Tuve una pequeña discusión con las señoritas sobre los términos del contrato, pero ya está solucionado...Supongo que les debo una disculpa, pero tratándose de orcos, la dejaré a deber- dijo con desparpajo.

-¡Vamos, subid!. Recogeremos a vuestros amigos de ahí fuera por el camino.-

-Esto...¿Dónde está Tergrar?-

¡ARRRRGGAAARRRGGG!! Rugió hecha una furia demente. La orca, se pasó el reverso de la mano por el cuello, y la sacó roja. Trastabillando, la guerrera por poco no tropieza con la pierna del engendro anterior, pero tuvo que usar el filo de su espadón a modo de bastón para mantenerse en pie...
++JOR PUTECHO! Insultó en orco a la sedienta muerta viviente. En eso, el carruaje entró arrazando con todo en su camino, y una renovada energia infló el pecho de la barbara.
¡SIGLU! JAGGA! Exclamó volviendo a pisar con fuerza con ambas piernas, y sujetando el espadon por sobre su cabeza. Al frente, la criatura de ultratumba, alzaba ambas zarpas para protegerse de los rayos del sol.
++JOR PUTECHO! Le volvió a gritar, demente, y le descargó el acero magico directo a la cara. Como resultado, dos dedos terminados en uñas negras y ensangrentadas con su propia sangre, volaron sobre le sagrado suelo, y el acero se incrustó en la frente, entre ojo y ojo.
++JOR JOR JOR !PUTECHO MAKJGORTA! Chilló la salvaje, arrancando el espadon de la criatura aun viva, y retrocediendo hasta recostarse contra el carruaje.
No llegó a subir a éste, pero dejó el brazo izquierdo adentro del mismo, aferrandose lo más fuerte que pudo de uno de los travesaños.
VAMOS! SALGAMOS DE ACÁ! Gruñó en común.

Jess estaba colorada. No sabía que los enanos paladines tenían esa maestría con las manos.

Estooo... ¿Gran Fornund? ¿Estás seguro de que se aplica como un aceite y no como una poción? Quizás sea como los supositorios, que se pueden tomar por dos vías distintas...-no lo hagáis en casa, niños-Podríamos evitarle a Ely... todas esas cosquillas innecesarias...

La irrupción del Gran Sandor supuso una gran alegría para Jess, pero era un Gran Regalo con regusto amargo en forma de pregunta comprometida. Jess necesitaba una distracción para no tener que responder: ni ella podía afrontar la respuesta, ni Ely oírla.

El Gran Tergrar... ¡Uy, Ely! ¡Casi se me olvida sacarte esto!

Jess cogió el arpón y lo desenganchó de los tendones como se le quita un anzuelo a pez: hundes un poco, giras y retiras. Y rezas para que la pececilla tenga algún tipo de curación milagrosa como la de Morrigan, y se ponga bien pronto.

¡Perdón! ¡Pero es que nos tenemos que ir de aquí, Ely!

Abrazó con fuerza a su amiga aceitosa, y espoleó a Botones. No tenía nada en contra de montarse aparatosamente en el carro con los demás, pero solo era un carro: las plazas estaban limitadas, y más si todos trataban de entrar por detrás a la vez. Y lo más importante de todo: no había un carro tan veloz como el amor, y Jess amaba a Botones y confiaba en él y su velocidad para salir de allí.

Las botas espolearon a la toporrata hacia la salida principal. Jess había ponderado la posibilidad de cabalgar en sentido contrario, y que la montura cogiese impulso en el altar para propulsarse por la vidriera que ocupaba el ábside, rompiéndola en mil añicos y dejando que los últimos rayos de sol matasen a todos los engendros que allí había. Habría estado bien, pero Jess no quería jugársela todo a un salto. Y más cuando nunca había visto a una toporrata saltar... lo de tener los cuartos traseros más bajos que los delanteros no inspiraba mucha confianza en las aptitudes de Botones para esa tarea.

Pero esa decisión quedó atrás. Botones, Jess y Ely adelantaron el carro gobernado por el Gran Sandor, zigzaguearon entre las columnas y... ¡UNO DE LOS VAMPIROS LE SALIÓ AL PASO! Jess trató de maniobrar para esquivarlo y seguir la trayectoria hacia el pórtico.

Nunca pensé que me alegraría tanto de volver a ver a Sandor, teniendo en cuenta la naturaleza de nuestro anterior encuentro. Pero cuando aparece por el portón del templo en un carromato, me permito albergar la esperanza de que vamos a lograrlo. Cuando veo que Jess sale al galope a lomos de su animal, cargando con Ely hacia la relativa seguridad del exterior, no lo pienso más y me lanzo a la carrera hacia el carro. Después de recorrer unos quince pasos, evitando una de las columnas de la iglesia, salto hacia la parte trasera del carro. Mi torso se queda encaramado a la superficie de madera, mientras que mis piernas quedan colgando en el aire, pataleando en busca de apoyo.

—¡Sandor! —le grito a mi antiguo amigo—. Comprenderás que no hay tiempo para explicaciones. ¡Vámonos! Hablaremos luego...

¡Es hora de largarse!

Boccob, aunque ya a través de Nalfeim poco más tenía que decir, les mandaba su bendición en forma de un salvador Sandor. El cansado clérigo no dudó mucho antes de poner pies en polvorosa. A pesar del peso de la armadura subió al carro y miró atrás con cara de preocupación ante la tardanza de Fornund y Klurca.

    La toporrata pasó peligrosamente cerca de uno de los engendros que les cortaban el paso hacia la salida. La progenie que acababa de alcanzar el suelo, se agazapó esperando el momento exacto para abalanzarse sobre la jinete y sólo entonces, saltó sobre Jess. Pero la joven lo vio venir y se ladeó en la silla de montar. El zarpazo del muerto viviente arañó el cuero de los arreos y solo arrancó un puñado de pelos a la toporrata.

   Una vez en el exterior, la joven comprobó que el sol se había puesto tras las montañas. Aun había luz solar, pero no podía asegurar cómo afectaría eso a la progenie vampírica. Los peregrinos corrían montaña abajo por el camino que descendía hacia el valle.

Junto a las grandes puertas yacía Lady Lustmord. Su rostro permanecía hermoso, impasible, casi sonriendo con desprecio a la muerte.

   En el interior del templo Tran y Shanshar fueron los últimos en retirarse. Los engendros les pisaban los talones pero alcanzaron el carro justo a tiempo. Sandor arreó a los caballos antes de que Fornund y Klurca lograran subir. Tran dejó caer sus armas, lanzó por un costado uno de los barriles de Tergrar con provisiones y se lanzó en plancha a por sus compañeros. Agarró sin dificultades la muñeca de Fornund, pero al coger a Klurca, empezó a deslizarse. Por suerte Shanshar estaba ahí para agarrarlo de un tobillo y así el carro arrastró a los dos rezagados. LAs ruedas dieron un brinco al llegar al escalón de la entrada, pero los aventureros se mantuvieron firmemente agarrados. Con los caballos casi desbocados, el carro pasó por encima del cuerpo de Morrigan. Esta vez el bote fue mayor y tanto el enano como la semiorca acabaron rodando por los suelos. Sandor frenó el carro. No había rastro del demonio y solo un par de lobos con el lomo chamuscado husmeaban sin decidirse a atacar. Morrigan estaba de costado. El carro la había pasado por encima rompiendo la flecha de su pecho. Todos contuvieron la respiración hasta que Tran avistó parte de la flecha asomando por la herida.

Entonces toda la jauría de engendros furiosos que los perseguían salieron por la puerta.

Klurca se apoyó en su espadón para ponerse en pié y Fornund se incorporó para hacerles frente a su lado con la determinación de un enano.

En cuanto los engendros cruzaron el umbral de la puerta, el tenue resplandor los abrasó sin piedad. Sus cuerpos empezaron a  humear y se vieron obligados a retroceder hasta las sombras para no convertirse en ceniza. Frustrados, jadearon, aullaron y gritaron esperando el momento de poder perseguir a los intrusos y atender a su señora. Pero la dama oscura, a sólo unos pasos de ellos, resultaba inalcanzable.

 -Debemos acabar con ella. Ahora- Dijo Tran.

Sandor tomó la ballesta pesada que portaba a su espalda y disparó ensartando a Morrigan con un virote. -Lo veo. No ha servido de nada, pero me apetecía- Se excusó encogiéndose de hombros.

Jadeando, y recostándose con un supremo esfuerzo adentro del carruaje, Klurca señaló hacia la entrada.
Hay que cortarle la cabeza a la vampiro. Pero yo ni por todo el jadu me bajo de acá.
Como una loba lamiéndose las heridas, la semiorca se acomodo aun más en el carro, observando a Morrigan y a los engendros algo mas atrás.

Esa espada de mierda. -señaló la espada bastarda, clavada en uno de los engendros destruidos-, si algun valiente se anima, puede ir, buscarla, y cortarle la cabeza a la muerta esa...
En eso, recuerda las dos manos que le arrancó a Morrigan, y mira su morral a un costado. De todos modos, ya no va a poder arañar a nadie....incluso si le sacan la flecha. Juju UJ UJ. Se rie escupiendo sangre...medio alucinada aun por los hongos.

A pesar de las multiples heridas, la giganta semi orca se logra poner en pie, AY! Ese mordisco que me dio el enano si que dolió!...susurra algo demente...dopada...¿enano? , y avanza hacia el frente del carruaje, ignorando a Morrigan, y a los engendros, como si ya no fueran de su incumbencia.
++Bien hecho Siglu...le exclamó dandole una amistosa palmada en la espalda. ++Ahora vamos a buscar un escondite, y cuando vuelva a salir el sol, ZAS! volvemos y arrasamos todo éste lugar repleto e jade!
La guerrera terminó la frase, sacando un moco del tamaño de una nuez, que le habia hecho jadear por la boca durante todo el combate, y lo pegoteó por puro descuido contra la armadura de Formund.

¡Nadie va a acercarse a esa brocheta! ¡Ni se os ocurra! ¡El que lo haga quedaría a merced de los sicarios de Morrigan! ¡Nos vamos de aquí! ¡Cabalgaremos toda la noche si hace falta!

No era un plan suyo en realidad, sino que fue idea de los peregrinos que seguían correteando por la ladera. Habían mostrado un sentido de la supervivencia digno de admiración. Técnicamente, estaban empatados a número de bajas: el grupo del Gran Tergrar perdió al Gran Tergrar, y el grupo de los peregrinos perdió a un niño orquito. Pero los peregrinos eran más, y por tanto su porcentaje de bajas era menor.

Además... a Jess aún le quedaban juguetes. Puede que no tan mágicos como un palito que hace cubitos de hielo o uno que abre cosas, pero igualmente crucial cuando se le daba la oportunidad de salvar la situación: era nuestra amiga la Cuerda, que a pesar de su nombre estaba loca de remate. Jess sacó la cuerda de la mochila, hizo un lazo y lo lanzó para atarlo en el pie de Morrigan. El cabo suelto se lo entregó a Jagga, que después de las vacaciones que se había tomado estas últimas horas, ya le tocaba trabajar un poquito.

¡Tirad! ¡Subid a Morrigan al carro! Entre las provisiones metí un par de cajas de "ingrediente especial": rellenad a Morrigan con dientes de ajo por cada orificio. No os dejéis ninguno.

¿Qué tal estás, Ely?-susurró a su regazo-¿Te encuentras bien?

Por una vez, Jess me sorprende con una buena idea.

—Estoy de acuerdo —jadeo, echando un vistazo a los menguantes restos de luz solar que quedan en el ambiente—. Bajar a por la vampira es demasiado arriesgado… Es mejor que la subamos al carro, busquemos un lugar seguro y nos ocupemos de ella.

Después de decir estas palabras, me giro hacia la maltrecha Klurca. Casi se deja la vida hoy. Cuando me doy cuenta de lo que ha hecho en mi armadura, reprimo una mueca de asco. ¿Cuándo cambiará?

—No te muevas, Klurca —le digo con amabilidad—. Tus heridas son muy graves. Voy a intentar hacer que te sientas mejor.

Tomando en mi mano el pequeño símbolo del yunque y el martillo de plata que cuelga de mi cuello, pongo los ojos en blanco y entono una musitada plegaria a Moradin, rogándole que tenga piedad de la orca, que tanto valor ha demostrado en el día de hoy. Luego, aproximo mis manos a sus heridas, que inmediatamente empiezan a cerrarse.

—¿Te encuentras mejor? —le pregunto—. Eres una gran guerrera, Klurca. Me siento honrado por haber combatido a tu lado.

Jadeante y aún parcialmente invisible observa la situación un tanto alucinado. Con ajo ya no deben temer la presencia de los engendros, que no alcanzan ni de lejos el poder de su señora, por lo que se permite relajarse y sumirse en sus pensamientos. Jess parece dueña de la situación -la que mas sesos tiene y la mas valiente, quien lo iba a decir.- por lo que se preocupa mas en el exterior del carro y que ningún engendro intente derribarlo o romperlo.

Hoy la diosa de la fortuna nos ha sonreído, es un milagro que hayamos salido con bien de la situación, aunque os recuerdo que un demonio devorador sigue rondando la zona.- era un poco cínico debido a la muerte de Tergrar y de algunos peregrinos y de la gran mayoría de orcas, pero vista la situación en retrospectiva Shanshar no podía menos que considerarse afortunado.

++Bien hecho Sîglü...le exclamó dándole una amistosa palmada en la espalda. ++Ahora vamos a buscar un escondite, y cuando vuelva a salir el sol, ZAS! volvemos y arrasamos todo éste lugar repleto de jade!

++...Pero si está plagado chupa-bichos++Respondió la orca señalando la puerta del templo. ++Y mira como te han dejado a ti...Nah, yo no valgo para esto. Soy una cagona.++ Dijo echando un vistazo a la fea herida de la guerrera.

¡Tirad! ¡Subid a Morrigan al carro! Entre las provisiones metí un par de cajas de "ingrediente especial": rellenad a Morrigan con dientes de ajo por cada orificio. No os dejéis ninguno.

   Ninguna de las pieles verdes se atrevió a bajar del carro. Finalmente fue Tran el que bajó de un salto y arrastró el cuerpo de la vampira hasta el carro. Abrió uno de los fardos de suministros y le llenó de ajos la boca de la vampira. -¿Ya está?- Preguntó el pícaro poco convencido.

Sandor le entregó las riendas a Sîglü y saltó a la parte posterior:

-Ha dicho por Todos, los agujeros- Repitió con una sonrisa perversa. El asesino agarró los ajos a manos llenas y hurgó sin pudor bajo las ropas de la vampira. -No me mires así Fornund. Cosas más raras se ven en los prostíbulos de Calimport ¿Verdad Shanshar?- Preguntó para provocar tanto a Jess como al mago.

 -No veo al viejo. ¿Dónde os lo habéis dejado?- Volvió a preguntar sin perder la sonrisa.

     Sîglü guió a los caballos por el camino posterior del santuario que bajaba abruptamente hacia el valle, alcanzando al grupo de peregrinos. El demonio siguió dar señales y la pareja de lobos que rondaban se limitó a seguir al carro a cierta distancia.

La luz del sol fue apagándose y antes de perder de vista los edificios se escucharon una serie de alaridos que helaban la sangre. Los aventureros miraron hacia el templo, ahora sumido en las sombras. Una nube de puntos negros se elevó desde sus vidrieras rotas.

-¿Son cuervos?- Preguntó Sandor.

-¡Murciélagos!- Respondió Tran. -¡Corred!- Gritó a los peregrinos. -Sîglü ¡Ve más rápido!-

La piel verde agitó las riendas y el carro sobrecargado bajó desbocado por el sinuoso camino de montaña. Las ruedas patinaban al borde del barranco pero la nube oscura se acercaba con rapidez. Al mismo tiempo un numeroso grupo de engendros a la carrera salió del templo en vuestra persecución.

Sîglü miró hacia atrás y se santiguó a sus dioses. Azotó a los caballos y el carro comenzó a brincar de piedra en piedra amenazando con desarmarse o caer por la ladera.

Los murciélagos se os echaron encima primero, rodeando a Sîglü e impidiendo que pudiera ver el camino. Sandor disparó su ballesta y Tran agitó su espada en el aire, pero parecía inútil. Los engendros acortaron distancias saltando de piedra en piedra y dejándose deslizar por la ladera con una velocidad asombrosa.

Cuando todo parecía perdido, El sol volvió a asomar entre las montañas, cortando la noche con sus rayos. Los murciélagos huyeron despavoridos mientras sus alas humeaban y se incendiaban. Los engendros, a pié, no tuvieron ninguna oportunidad de guarecerse y se consumieron a vuestro alrededor reducidos a nubes de ceniza. Instantes después el hermoso amanecer trajo la calma.

Los peregrinos se arrodillaron y aclamaron a Pelor por semejante milagro.

Bajo su manta, acurrucada contra Jess, Elyzabeth emitió un leve gemido.

¿Qué tal estás, Ely?-susurró a su regazo-¿Te encuentras bien?

-Tengo sed...-

Menuda tontería... ¿Por qué iba a saber Shanshar las cosas que se ven en los prostíbulos de Calimport? Oh... vaya...

No le conocía. No conocía a Shanshar en absoluto. Y toda la imagen que tenía de él... Jess duda. ¿Y si solo es un cobarde que en los momentos más peligrosos se vuelve invisible y te deja tirada?

No... no debo pensar así. Es Shanshar. El Guapo Shanshar.

Aplazó sus temores para más tarde. No era el momento. Aquella horda de enemigos se acercaban, y a Jess se le acababan las ideas. No pensó nunca que un murciélago fuese más rápido que un carro tirado por dos caballos cuesta abajo, y tenía la esperanza de que con los segundos de ventaja que les sacaron a los engendros, no les podrían seguir fácilmente y se perderían por la vegetación y el relieve. Y nada de eso salió como Jess esperaba.

Se centraron en el carruaje, tratando de rescatar a su ama, y Ely y Jess no llegaron a correr verdadero peligro a lomos de Botones. Además... Acababa de amanecer. Seguramente el último de los amaneceres del Hombre, por obra y gracia de un cuervo parlante mal padre. Después de ver el ejército reunido por Morrigan, un sol perpetuo le parecía un regalo que salvaría muchas vidas.

Bajó la mirada a su regazo, para asegurarse de que el aceite seguía manteniendo a su amiga con vid... oh. Aquel regalo envenenado acababa de sentenciar a su mejor amiga a una existencia en la oscuridad.

Ely, quiero hacerte un regalo-Jess se quitó su anillo de sustento y lo colocó en el anular de Ely-. Yo soy una cabeza hueca, y no sé cómo funciona la magia, pero si ese anillo acaba con tu sed... yo... snif... sería muy feliz.

¡No voy a llorar! ¡No voy a llorar! Snif, snif...

Volveremos al Jabalí Verrugoso. Adaptaremos el sótano a tus necesidades, y lo haremos más confortable. Te ayudaré con la carpintería... y con la decoración... Los fines de semana me quedaré a dormir contigo, como cuando éramos niñas. Entregaremos a Morrigan a un templo... a uno bueno de verdad, que no sea de Pelor. He oido maravillas del dios Corellon Larethian. Los elfos nos ayudarán a decidir el destino de esa bruja, ya no volverá a ser una amenaza.

Jess hablaba mucho, pero no era capaz de encontrar las palabras para confesarle a Ely la muerte del Gran Tergrar. Ni siquiera habían recuperado un cuerpo para poder velarle en su tumba. Y todo por culpa de Shanshar. Si ese idiota no hubiese soltado al demonio cobrador con total irresponsabilidad...

Jamás te lo perdonaré, Shanshar.

La referencia a Calimport le saca de su distracción como si hubiese sentido restallar un látigo mental, mira a Sandor echando chispas por los ojos, pero su invisibilidad le impediría ponerle en su lugar, por lo que pone un pie sobre el cuerpo de Morrigan y pisa con fuerza hasta que escucha un crujido rompiendo su conjuro. Una vez visible estira su espalda y mira al mercenario con frialdad aunque siente un ramalazo de miedo en la espina dorsal al recordar su ciudad natal. Entonces muestra una sonrisa afilada como una cuchilla -los extranjeros sólo entran en esos burdeles de una forma... ya decía yo que había algo raro en ti. Pero si quieres profanar ese ser maligno ser te recuerdo que todo acto tiene sus consecuencias.- dijo esas mismas palabras, las mismas que su maestro siempre le repitió y las mismas que Shanshar tantas veces había ignorado, siendo la última de ellas la del cobrador.

El mago miró fijamente al mercenario retándolo hasta que los murciégalos aparecieron. No había esperanza de salvación y él había anulado su única posibilidad de supervivencia por una provocación estúpida, pero ocurrió el milagro, o la maldición.

El sol volvió a surgir cuando aún su ciclo natural no se había cumplido permitiendo que sobreviviesen, ¿pero a que precio? Había estudiado el delicado equilibrio natural que conformaban el ciclo solar y lunar, el precio que todo el mundo pagaría por no haber descubierto el verdadero peligro era suyo, en su totalidad. La muerte de todos ellos hubiese sido preferible a esto y... no podía competir con ese viejo mago, había visto el poder de sus conjuros.

Totalmente hundido Shanshar se dejó caer en el carro, su mente presa del desaliento y dijo ante las palabras de Ely y Jess -es inútil... ese anillo solo alimenta a los vivos. Su alma ha sido pervertida por la no muerte, aunque la sombrilla le permitiese vivir bajo el sol eterno será la única que sobrevivirá... No creo que podamos convencer a un poderoso sacerdote para purificarla y revivirla, pronto tendrán problemas mas acuciantes...- en su voz no había ninguna emoción aparte de la más absoluta desesperación.

No podía comprender al igual que su amo todo lo que ocurría, su capacidad era muy inferior, pero su instinto primero le alertó de que algo no iba bien, aunque cualquier tipo de pensamiento coherente que podía tener el petirrojo se vio aniquilado por la oleada de desesperación que le llegó de su amo. Sin ninguna otra forma de expresarse empezó a cantar.

***

¡¡¡CÁLLATE!!! ¡NO TE ATREVAS A DECIR NI UNA SOLA PALABRA MÁS, SHANSHAR! ¡El anillo funcionará! Y si no, intentaremos otra cosa, y otra... no me voy a dar por vencida.