Partida Rol por web

   A las mineras no les quedaba nada que arrojar al gigante, salvo quizás, sus picos. Aprovechando que el coloso estaba momentáneamente atrapado en las telas de araña, se abalanzaron sobre su compañera moribunda y empezaron a agitarla para que despertase. Jess que acababa de llegar, contempló las escasas dotes de las salvajes en lo que se refiere a cuidar de un enfermo, Cuando los manotazos y zarandeos no surtieron efecto, una de las orcos embutió algo parecido al musgo en una herida mientras que otra lo intentó a base de barro y lengüetazos.

Se acerca a una distancia de seguridad mientras dos palabras y un gesto hacen crepitar un rayo verde en su mano. Apunta con la mano al enorme pecho del gigante y deja que el rayo se descargue afectando los nervios y la coordinación de este.

Con esto seguro que no será capaz de aguantar de pie de nuevo.

¡He disminuido la coordinación del gigante, si cae al suelo será presa fácil!
 

   -¿¡QUIÉREZ UN POCO DE JARABE DE PALO!? ¡PUEZ TOMA!- Dice Grux mientras machaca a Fornund. -¡NO TE LEVANTEZ!- Ruge cuando el paladín se yergue una vez más desafiante. Entonces las Telarañas crecen por todo el techo de la cueva, enmarañando al coloso:

-¿¡Pardiéz. Que merda es esta?!- Protesta cuando las hebras se empiezan a quedar pegadas a sus brazos. Las telarañas continúan tupiéndose hasta que el torso de Grux desaparece bajo un manto blanco. El gigante se revuelve y empieza a dar tremendos golpes y tirones que desgarran la maraña. La cabeza de Grux desciende de las alturas por debajo del nivel de telarañas. -¡Zanzaaar!¡Trampozo-Renacuajo-zabandija!- Gruñe buscando al joven mago. El gigante no presta atención a Tergrar, que estaba dando saltitos para hacerse ver tras las orcas: -¡Eeeh!¡Pero que he sido yo!- grita el posadero todo orgulloso.

-¡Aun tengo una piedra con tu nombre Chansar!- Gruñe el gigante abriéndose paso bajo la maraña, pero entonces el joven mago lanza su rayo verdoso que crepita sobre el monstruo. El coloso comienza a agitarse balbuceando incomprensiblemente: -Gruzimumuzgiiiiaaaaabrrr- Y pierde el equilibrio desplomándose en borde de la grasa ardiente.

-Ya es nuestro, ¡A por él!- Dice el clérigo al ver caer al monstruo.

Nalfeim se abre paso entre las mineras alzándo el pentágono con el ojo de Boccob en el aire; de él emana una luz resplandeciente que le envuelve para después dividirse entre los aventureros *

Sentís como su energía os recupera y templa vuestro ánimo.

¡¡ARRRRGGG!!! Gruñe la inmensa guerrera, moviéndose de lado para llevar el espadón hacia atrás, como tomando carrerilla...
Klurca, logra mantenerse bien estable en el grasoso piso, y al ver al gigante atorado allá arriba, contra las mágicas telarañas, se dedica a golpear una y otra vez la rodilla ya machucada por el enano.

El acero choca dos, tres veces, y las gotas de sangre y astillas de hueso saltan de la rodilla casi como si se trataran de trozos de piedra al ser golpeados por un pico.

Con tu nariz mugrienta de mocos me haré una capucha, para los días de frío! Grandisimo pedrotudo!

¡Ya habéis oído al Gran Nalfeim! ¡Alalalalalalalala...!-bailó su lengua, como grito de guerra-Perdón, tartamudeé de la emoción. Quería decir... ¡AL ATAQUE!

Tiró la flecha al suelo y llevó la mano al mango de su cimitarra normal y corriente que no tiene nada de mágico. Puede que el brazo ataque con la espada, pero el corazón golpea con el baile. Jess puso en práctica las técnicas que aprendió en el circo.

Primero serpenteó alrededor del Gran Nalfeim, desenfundó su segunda cimitarra y puso los puños en los antebrazos. Lo movió dando una vuelta completa como dos bailarines en un "agarrao". Después se inclinó hacia atrás, apoyando la parte superior de su joven espalda en la mochila del Gran Fornund. Cogió impulso hacia atrás, montándose en el hombro del paladín, hasta quedar oreja con oreja con el enano, y con las piernas para arriba.

Entonces miró para arriba y vió que la telaraña del techo le iba a dificultar el paso de los pies si estiraba las piernas, así que se abrió en un spagat, con las botas a apenas unas tres pulgadas de darle una patada a Klurca a su izquierda y a Tran a su derecha. Las fue cerrando a medida que completaba la voltereta sobre el Gran Fornund.

Aterrizó sobre la pierna engrasada y ardiente del gigante, en perfecto equilibrio. La clave para no quemarse los pies era mover rápido. Repitió la maniobra de echar la espalda hacia atrás, solo que ahora, sin el Gran Fornund, quedó en un pino puente. Y no fueron las manos lo que apoyó, sino el filo de sus cimitarras hundidas en el muslo. Uno de los cortes fue muy feo, pues dió en la arteria femoral.

Las cimitarras se hundieron aún más cuando los pies de Jess se alzaron y quedó boca abajo apoyada con todo su peso distribuído entre las dos hojas. De ahí, giro de noventa grados, apoyar la suela de las botas en la pared quedando en horizontal a media altura y dejar escurrir las botas hacia el suelo mientras arrancabas las cimitarras de sus ranuras en la carne del gigante de piedra.

¡Ay!

No fue una caída muy elegante. Pegó la espalda a la pared y lanzó un tercer tajo a la pierna del gigante, sin espacio para armar el brazo, pero ¡ey! ¡Era un gigante de quince pies tumbado en el suelo! No era cómo si fuese a fallar un golpe contra un blanco tan grande y tan quieto.

¡No hay que dejar que se levante!

Haciendo caso a sus propias palabras se abalanza sobre el gigante mientras embraza el escudo y extrae su estoque cuya luz ha engañado tantas veces al gigante con la esperanza de dar fin al bruto. Los gigantes son resistentes pero ha visto el castigo que sus compañeros infligen y no tiene intención de darle tregua.

Se posiciona en el lado opuesto del apestoso gigante, viendo las heridas y como se revuelve en la grasa, un revoltijo de carne y músculos duros como piedra.

A pesar de ello nota la torpeza del gigante debido a su hechizo y justo cuando la corva se hace visible clava en profundidad su estoque, perforando piel y músculos con fluidez para extraerlo justo después esperando que el gigante muera desangrado y deje de moverse.

Mis ojos contemplan al gigante en frío y silencioso juicio, uno de ellos entrecerrado debido a un arroyuelo de sangre que discurre por mi frente hasta caer por mi párpado. Ha llegado el momento que estaba esperando. Vuelvo a concentrar mis fuerzas en el pesado martillo de guerra, invocando la justa venganza del Padre Enano. Un vórtice de energía, del acerado color de la muerte, envuelve mi brazo y mi arma, cargándolos con la voluntad de Moradin. Y Moradin no ve con buenos ojos al desgraciado de Grux. Pero no tiene sentido alargar su agonía más de lo necesario. Un gigante acorralado puede ser muy peligroso, y yo, aunque sea un conducto de Moradin en el mundo, sigo siendo mortal.

—Desaparece de la faz de la creación, y que tu mancha se extinga —enuncio con una voz profunda y cavernosa como las entrañas de la tierra, con una calma que resulta sobrecogedora.

Mi martillo descarga dos poderosos golpes que muerden la carne del gigante, creando estragos visibles. Centrado como estoy en destruir a mi enemigo, ni siquiera me preocupo por las llamas mortíferas que amenazan con devorarme. Vuelve a haber esperanza...

Las tornas habían cambiado completamente en apenas unos segundos. El gigante pasó de asestar unos terribles golpes al pobre enano a recibir un apaleamiento brutal del grupo de aventureros, que como moscas acudían al gigante para devolverle parte del daño que Fornund había recibido estoicamente. Por fin el efecto de la magia había sido de provecho.

Al joven pícaro le recordó una escena de su ciudad natal cuando en un callejón vió a un soldado en su armadura ser derribado y tras caer en el barro era apaleado por un grupo de jovenzuelos maleantes. Desde luego Tran iba a aportar todo lo que estaba en su mano para que el gigante realmente no se levantara nunca más.

Con unos simples movimientos y tras un par de pasos adustos, que contrastaron con las peripecias de Jess, Tran se había colocado junto a la cabeza del gigante que emitía gemidos de dolor cada vez que otro golpe era asestado en su cuerpo. Tras dar un buen corte en el cuello del gigante con su espada larga, el pícaro cogió su espada corta a modo de puntilla para clavársela al gigante en la nuca.

Tran esperó unos instantes antes de extraer su espada. Los siguientes segundos le parecieron eternos y el joven pícaro solamente esperaba que este golpe hubiera acabado con el mastodóntico gigante.

    Cada uno aprovechó la preciada oportunidad para asestar sus mejores golpes según su estilo de lucha. La impenetrable piel del monstruo quedó cubierta por grandes tajos y contusiones. Al retirar las armas de su cuerpo, la sangre brota a chorros intermitentes que se van apagando junto con los balbuceos de Grux. Fornund y Klurca rodean a la bestia para evitar seguir tostándose los pies. La bestia expira y solo se escuchan vuestros jadeos y la grasa chisporroteando. De cerca, el olor y la humareda resultaban asfixiantes. La carne del gigante se braseaba y los pelos de las pieles que vestía se quemaban emitiendo un olor espantoso.

-¡Ha caído!¡Lo hemos conseguido!-Os felicita Nalfeim

-¡Por Boccob! ¿No puedes acabar con eso, Shanshar?- Suplica el clérigo tapándose la nariz con un pañuelo para protejerse del hedor.

Tergrar se acerca a comprobarlo, seguido del resto de orcas que aun temerosas, le pinchan con sus picos para asegurarse. Finalmente se convencen de que el coloso no puedes hacerlas más daño y comienzan a vitorear a Klurca como si sólo ella hubiera derrotado al monstruo.

Tergrar aprovecha para acercarse a Shanshar y compartir con los demás sus temores:

-¿Qué ha sido de ese Gagur? Le vimos huir como un cochino. Tuvo que pasar a tu lado Shan. ¿Podemos fiarnos de que no vaya a avisar a Yazlik?-

Jagga, la salvaje  que no se despegaba de Jess desde que la curó con su cinturón mágico se metió en la conversación: -¡Ikar-zouk!, ¿Dónde eztarr Gagur?-

El resto de orcas lo escucharon y tras dar fuertes tirones de sus orejas en señal de respeto hacia Klurca, repitieron la misma pregunta. Las salvajes se desperdigaron para buscar por las galerías cercanas, pero sólo encontraron el cadáver espachurrado de la orca de melena morada que salió tras Gagur y que trasladaron cuidadosamente junto con la última víctima del gigante.

En cualquier otra situación, estaría eufórica por la victoria, tras luchar mano a mano con sus ídolos. Pero a modo de contrapeso, tener que hacer de niñera de orcos le acababa con la paciencia. Y más si lo que hacían era retrasarlos en la búsqueda de su amiga Eli.

Jess tanteó al gigante con la punta de la cimitarra, para ver si aún estaba vivo. No tenía ganas de asegurarse a base de tajos y más tajos, pues la piel dura del gigante podría estropear el filo de sus cimitarras. Las envainó. Después del breve baile estaba para echar los hígados. Levantó la mano, pidiendo el turno de palabra.

Yo ya dije que lo lleváramos atado. Vamos, Jagga. Fiu, fiu, fiu-silbó irónicamente como a un perrillo, harta de que la siguiese, mientras le quitaba la antorcha de las manos-. Vamos a buscar a Gagur.

Por algún extraño motivo, la minga de Gagur era importante para las orcas. El único interés de Jess era alejarse del Gran Tergrar antes de que le volviese a preguntar por el libro. Si de paso evitaba que el orco saliese de la cueva y diese toda la vuelta hasta el otro acceso a las minas, mejor que mejor. Si esto se convertía en una carrera por ver quién llegaba primero, quizás no se podrían permitir el lujo de descansar de las heridas.

Por cierto, a lo mejor el gigante tiene la llave que abre la gran puerta.

Lo dejó caer, con desdén. En realidad lo dudaba. Las telarañas que había visto por el ojo de la cerradura indicaban que la puerta no se usaba desde hacía mucho. Si Grux tuvo en algún momento esa llave, hace tiempo que la perdió.

Acercó la antorcha al suelo. No iba a encontrar huellas de Gagur marcadas en la dura piedra, pero gracias a la involuntaria colaboración de Grux, el orco cobarde había escapado con múltiples heridas que emanaban sangre.

A diferencia de los demás sonríe con satisfacción y deshace el conjuro de grasa, haciendo que desaparezca el fuego con ella.

Entonces observa a los demás mientras limpia el filo de su estoque con la burda ropa del gigante, lo último que quiere es que se oxide cuando parece que lo va a necesitar.

Solo Tran y Nalfeim parecen haber salido incólumes y las setas podrían haber sido escuchadas por mas gente. Tenemos que descansar pero este es un sitio peligroso.

Mirando a Jess -no hace falta buscar a Gagur, el gigante lo cogió y no se si seguirá vivo, desde luego no habrá ido lejos. Pero Jess estás cansada y herida, al igual que muchos de vosotros. Estamos en un sitio inseguro -mira a Nalfeim- pero la estancia donde nos hemos ocultado puede defenderse fácilmente mientras descansamos. Aunque no tenemos mucho tiempo.

Incluso si descansamos aún quedan gigantes y sería demasiado optimista pensar que no están sobre aviso.

¿Por qué no vamos Tran y yo a buscar a Gagur? No estamos heridos y podremos movernos rápido.- y en silencio si es necesario. Si Tran no ha sido un brigante yo soy un elfo barbudo.

En cuanto lo hayamos encontrado volveremos con él.

Después añade -también habría que revisar si el gigante tiene algo útil en su zurrón.

Su mente de pilluelo consumado había evolucionado naturalmente a la de aventurero "arrasa con lo que veas, y generoso no seas", si el gigante tenía cualquier cosa útil sería estúpido no aprovecharla.

(Jess) Vamos, Jagga. Fiu, fiu, fiu-silbó irónicamente como a un perrillo

    A Jagga le faltó tiempo para seguir a la joven y husmear por todas las grietas y rincones de la galería. Su visión en la oscuridad le daba una gran ventaja en las zonas más oscuras cuando se alejaba de la danzarina derviche. Jess examinó el suelo en busca de rastros. El suelo estaba húmedo y tenía la esperanza de encontrar alguna huella sobre la dura roca. Sin embargo, el encuentro con el gigante había sido tan sangriento, que no tuvo problemas en recrear la escena:

  -Aquí Gagur y la orca de pelo morado se toparon con Grux- Dedujo la joven al ver las manchas de sangre.-...Los dos gatearon unos metros, después uno desaparece y el otro echa a correr.- Jess siguió las únicas huellas que había hasta que llegó a una zona de escombros. -El gigante lanzó piedras...Y a la orca de pelo morado- Concluyó al llegar a una mancha en la pared bajo la que habían encontrado el cadáver. El rastro de Gagur desaparecía en ese punto y sólo encontró el escanciador de la taberna de Tergrar hecho añicos.

-Orco-Pinga no muy-muy de fiar- Dijo Köyu con voz grave señalando su parche. -Gagur correr enemigo, no muy-valor. Gagur no muy minero tampoco.- Añadió en voz baja, dando la impresión de que su opinión no era compartida por el resto de la cuadrilla.

Shanshar y Tran se acercaron hasta donde estaba Jess y continuaron hasta la entrada de la mina, confirmando que no había más rastros Gagur y regresaron de nuevo.

 (Jess) Por cierto, a lo mejor el gigante tiene la llave que abre la gran puerta.

(Shanshar) también habría que revisar si el gigante tiene algo útil en su zurrón.

-Mira que os gusta mandar-, bromeó Nalfeim. -Si encuentro algo me lo quedo- Dijo trepando sobre el pecho del gigante. Los ojos codiciosos del sacerdote examinaron el zurrón: A Grux le quedaba otra de sus temibles piedras. Llamaba la atención la precisión de su talla, completamente esférica como los proyectiles de una catapulta enana. En otra bolsa más pequeña encontraron un puñado de gemas de ámbar de gran tamaño.-¡Eh acercarme esa antorcha, aquí hay una fortuna!- Sonrió mirando una al trasluz. Por último el sacerdote extrajo una misteriosa vela con una runa enana grabada en la base.

Fornund la sostuvo en la mano y leyó en voz alta: "El Agua como la llama, conoce al que ama".

Todos empezaron a especular sobre qué podría significar cuando Nalfeim dió un grito:

-!Eh...algo se ha movido bajo mies pies!- Dijo saltando del gigante y desenvainando su arma. Las orcas reaccionaron de enarbolando sus picos y las mas nerviosas propinaron nuevos golpes sobre el gigante hasta que se cercioraron de que seguía tan muerto como antes.

Tergrar, espada en mano, se acercó a Nalfeim:-¡¿Qué ha sido eso?. ¿Acaso ese Grux se tragó al orco vivo?!- comentó incrédulo.

  -¡Saquémoslo de ahí!- Gritó Sîglu. Las mineras se abalanzaron como locas tratando de rescatar a su compañero, Las mas ingeniosas abrieron el vientre del monstruo, mientras las menos dotadas introdujeron sin dudarlo los brazos e incluso la cabeza por los dos extremos del aparato digestivo de Grux.

Gagur apareció finalmente entre las vísceras del monstruo. El orco estaba bien muerto, con los huesos molidos y desmembrado.

-¡Juro que algo se movió!- Repitió Nalfeim agitando la cabeza y dando un paso atrás.

La guerrera recoge las dos hachuelas que le arrojara a Grux, mientras las otras mineras se dedican a sacar al pobre de Gagur del vientre del gigante. En eso, Klurca niega con la cabeza, como rechazando el fiero destino que le ha tocado al orco....y se acerca a Köyu ...

Gagur pinga, no muy-muy de fiar primero. Pero repetir después, y mejor-pinga. Le susurra a su camarada con una sonrisa picarona.
Ademas...no muy-muy para elegir ahora... Agrega...

En eso, un escalofrío le recorrió la nuca, y la semiorca aferro el pesado mandoble con las dos manos, mientras miraba hacia las vísceras del gigante, y a todas partes.

¿El agua como la llama, conoce al que ama...? El agua es tonto. No tiene mérito amar a quién ya conoces. No como Jess y el Guapo Shanshar, que estaban predestinados a estar juntos y se amaban antes de conocerse. ¡Fíjate qué caballeroso el Guapo Shanshar, que se preocupa de las fuerzas que le quedan a Jess y de las profusas heridas! Eso es AMOR. AMOR con mayúsculas, como esa runa Agua mayúscula tan sospechosa que Jess pasó con indiferencia. Y es que no sabía leer enano, no se había acercado para leer la vela y, al leer en voz alta, las cuerdas vocales del Gran Fornund no distinguen pronunciación según tamaño de letra. Como si Agua fuese una personificación deliberada del mensaje, o la hubiese tallado en cera un enano disléxico borracho.

Independientemente de todo eso, oh, sí, Jess se sintió halagada por el interés del Guapo Shanshar. Y precisamente por las fuerzas renovadas que sus palabras supusieron, y por la intención de mostrarse útil y corresponder a ese apoyo, Jess no le hizo ni puñetero caso. Rastreó igualmente la caverna, tratando de impresionar a base de determinación a ese dios de perfil apolíneo capaz de crear de la nada, con poder primigenio, carretillas ingentes de grasa. La grasa no es sensual hasta que empiezas a imaginarte a un mago desnudo untándose todo el cuerpo.

¿Eh? ¿Qué?

Volvió en sí de sus ensoñaciones. ¿De qué trataba de prevenirles el Gran Nalfeim? ¿Cuál era el origen de las vibraciones que sintió el sacerdote?

Ese Grux no sería un gigante druida con una mascota elemental de tierra que esté excavando bajo nosotros furioso para vengar la muerte de su amo, ¿verdad? ¿O es que leer la vela en voz alta ha conjurado algo? Pfff... velas mágicas... cómo las odio.

Por suerte, al alejarse un poco para rastrear, estaba algo más alejada del epicentro de todo el pifostio que se formó allí después. Y por desdicha, gente a la que quería estaba en el ojo del huracán.

Aliviado al ver morir al gigante, dejo caer el brazo del arma y el del escudo como si pesaran una tonelada. No es hasta este preciso instante que el dolor y el agotamiento hacen presa en mí. Dioses, he estado muy cerca.

«Un golpe más, y me habría reunido con Gerda y con Randrick en los salones de piedra de Moradin...».

Pero no ha sido esa la voluntad del Dios Enano. Lentamente, apoyo mis manos cruzadas en mi pecho, como si me abrazara a mí mismo, y siento como una energía sanadora se derrama por mi cuerpo, aliviando el dolor y reparando lo que está roto. Me obligo a mí mismo a recordar que debo ser menos temerario en un futuro. Tengo que proteger a mis compañeros y amigos, y para ello, he de mantenerme con vida. Morir sería irresponsable.

Aún me hallo en mitad de estos pensamientos, cuando Nalfeim encuentra algo entre las pertenencias del gigante. Se trata de una vela cuya superficie muestra una inscripción en enánico. Parece una especie de verso.

—El Agua como la llama, conoce al que ama —leo en voz alta. ¿Qué querrá decir?

De pronto, algo alerta a Nalfeim, que está de pie sobre el gigante. Al parecer, algo se ha movido bajo sus pies, lo cual es imposible, dado que el gigante está muerto. Pensando que tal vez el gigante ha engullido a Gagur, las orcas se lanzan sobre el cadáver y le abren el vientre. De entre las hediondas entrañas, consiguen sacar a Gagur... que evidentemente está muerto, y no resulta una visión nada agradable de ver. ¿Qué habrá sido entonces...?

No quiero ni pensar que en las tripas de esa bestia haya otro ojo parasitoide como al que nos enfrentamos antes. Levanto mi arma, preparándome para lo peor.

Ademas...no muy-muy para elegir ahora... Agrega...

Köyu ladeó la cabeza mirando los restos de Gagur -Puez no muy mucho- Dijo evitando sonreír.

Los extraños movimientos del cadáver de Grux "el loco" centraron su atención. La astuta orco pareció leer los pensamientos  del enano y se acercó hasta la cabeza del monstruo.

++¿Ezoz ojoz ser tuyoz?++ Murmuró levantando el enorme párpado con las manos y presionando el globo ocular con el pié. De nuevo no hubo reacción alguna.

-Ezos ojoz aparrecer poco ha- chapurreó en humano. -No buenoz- Dijo esta vez levantando un trozo de cuero mal curtido que cubría el costado del gigante.

Detrás suyo, Jagga y las demás contenían la respiración.

Un chapoteo, como el de una parturienta rompiendo aguas, resonó en la garganta del monstruo.

  Nero, el viejo gato de Trergrar que había vuelto con su dueño volvió a arquear el lomo y bufar.

Köyu entrecerró su único ojo y volvió a acercarse a la cabeza. Con la ayuda de su pico apalancó las mandíbulas en las que momentos antes se zambullía una de las mineras en busca de Gagur.

++¡ Gruumusha Klippucu ojun (*)!++ Gritó la salvaje.

La lengua de Grux...O lo que Köyu había tomado por lengua, desapareció en el fondo de la garganta y todos pudieron ver cómo un bulto que apareció en un lado del cuello, se desplazó hacia arriba por la nuca. El párpado del gigante volvió a abrirse, esta vez solo. El susto hizo que Köyu, demasiado asustada como para gritar, reculara hasta caer de culo. El enorme globo ocular se hinchó como si algo lo empujara por dentro. La orco se puso en pié de un salto mientras unas extrañas sombras se agitaron en el humor vítreo para luego desaparecer.

¡Grux'taba poséido por Corellon!!! Exclama en un tosco humano la semiorca, mientras eleva su espadón por sobre la protuberancia que recorre el cuerpo putrefacto...y ZAC! Le descarga un poderoso mamporro enterrando el afilado acero en la hinchada y movil carne muerta...

++Juka taar ....cosor ug merdufo..

Parece que el... el "eso" está buscando una... eeehm...-duda en las palabras que utilizar, esto le está dando bastante repelús-puerta. Quizás lo más seguro sea utilizar cosas punzantes para ensartarlo desde fuera y no utilizar armas de filo que puedan abrir la carne de Grux y facilitar su salid...

No llegó a terminar la frase, ante la brutal demostración de grandes y profundos tajos que proporcionaba Klurca desgarrando la superficie muerta. Era estadística: no todas las orcas mineras podían llevar picos, noooooh... ¡Por favor! Siempre tenía que haber una nota discordante, un toque de color, con un espadón enorrrrrrrmemente desproporcionado y afilado. ¿Para qué necesitaba Klurca una herramienta así en una mina? ¡Menuda excentricidad!

Lanzó un suspiro de resignación tras aquella dosis de ironía y pasó la antorcha a la útil porta-antorchas oficial Jagga. Jess estaba tan cansada que no iba a poder hacer mucha fuerza con la cimitarra, así que optó por el mecanismo de tensado de un arco para suplir sus deficiencias físicas. Sacó una flecha y disparó a bocajarro en la parte de cadáver que le quedaba más cercano. Una flecha detrás de otra, con la esperanza de que el bicho pasase por su zona de muerto tarde o temprano. Si había suerte, bien; y si no, pues nada.