Partida Rol por web

A duras penas lograron sacar a Fingar del agujero por el que había caído. Unos pasos más y habría caído por un profundo desfiladero negro del que no veía el final, había tenido suerte de no despeñarse por allí a pesar del golpe que se había dado. El enano se ató como pudo la cuerda que sus compañeros le tendieron alrededor de la cintura y fue izado con un profundo dolor en sus extremidades. El pensamiento de que podía haber sido peor le consolaba.

Sin embargo no podrían seguir avanzando por ese camino. El desfiladero y su caída se interponían entre ellos y la galería que habían descubierto. No podrían salvar esa distancia de un salto y hacerlo con cuerdas se tornaba peligroso dada la inestabilidad del terreno, podría haber un desprendimiento de nuevo en el otro lado.

- ¡¡Por las Barbas de Aullë!! ¡No podemos pasar!, debemos ir por el agujero del techo! ¡¡VAMOS!!- rugió el enano para que se dieran prisa y no perdieran tiempo.

- ¡¡Al fin alguien sabe lo que dice!! - dijo el enano animado - Fingar no podras acompañarnos, ¿necesitas ayuda para llegar hasta la ciudad? - las heridas de su compañero no eran compatibles con lo que estaban apunto de emprender. - Necesitarmeos alguna escalera, podemos acompañarte y volver despues... - aunque igual habia en la propia mina algo parecido, le ofrecio ayudas.

- ¡NO! no os debéis retrasar por mí. Dejad que vuelva a la ciudad, ahora mismo sólo soy un estorbo y venir a por mí sería una pérdida de tiempo. Continuad con la búsqueda, voy a intentar volver a la ciudad por mis medios.

- Grrrrrmmmm- gruñó el enano al oír que su compañero no podía seguir.- Está bien. Nosotros vengaremos la muerte de los nestros en tu nombre también. ¡¡Sigamos!!- y dicho esto fue hacia la abertura del techo para, una vez allí ver como se las ingeniarían para poder llegar a ella.

- Aun se trabaja en la mina, apostaría a que hay alguna escalera y cuerdas que puedan servirnos, de lo contrario, acompañaremos a Fingar y volveremos con ambas cosas - dijo el enano tratando de recordar donde estaban los andamios, escaleras y demás aperos.

No encontraron escaleras, pero sí cuerdas, martillos, y algún pico. Había clavos y maderas sueltas, por lo que si se las ingeniaban bien podrían construir una escalera improvisada ellos mismos. O también podían izarse con ayuda de la cuerda y trepar por la pared hasta llegar al pasaje.

Fingar, quien ya lo tenía difícil antes de la caída para poder continuar por sus multiples lesiones, no tuvo más remedio que dejar al grupo y volver a la ciudad. Al menos podría informar de lo que había visto. No quiso que le acompañaran a fin de no retrasar más al grupo, y emprendió el regreso a la ciudad en soledad por la oscura mina.

No había escaleras, pero si material suficiente como para "fabricar" un acceso viable. Tal vez usando los martillos y los clavos para asegurar puntos fijos en la roca; construyendo con las tablas y cuerdas escalones, sustentados en los clavos; Ayudados por picos que crearían asideros. Tal vez, podrían llegar al agujero que había en el techo.

Conto su idea a los demás, tal y como la había visto en su mente. No era tan descabellad. Habitualmente tenían que trabajar así para decorar esta o aquella columna, ir bajando sentado en un banco de madera, tallando la roca, limpiando, construyendo otros soportes o andamios...

Fingar estaba herido, mas aun que cuando llego. Era rudo y terco, y aun con su brazo roto, quiso ir, continuar, e incluso abrir el grupo. Era ridículo, un enano que no puede cumplir al cien por cien, solo debilita el grupo. Se marcho, era lo mejor, informaría en la ciudad de lo que allí ocurría, mientras dejaba trabajar a los demás.

- Adelante muchachos, manos a la obra, debemos llegar allí arriba, dar con los mewlips y hacerles pagar. - dijo animado Nagredog

Cojeando, y con el brazo todavía en cabestrillo, Fingar emprendió el regreso a la ciudad enana y para ello tuvo que atravesar las minas en completa oscuridad con el único apoyo de una antorcha. Sabía que tenía que ascender varios metros hasta dar con las galerías más iluminadas. Aquella mina era enorme, y era fácil perderse si uno no permanecía atento. Afortunadamente, Fingar había explorado varias veces la cueva participando en las numerosas expediciones que se habían organizado.

- ¡Vamos!- respondió Batum a las palabras de Nagredog. Pero la verdad que lo de picar y trepar no era lo suyo.

Espero que a mis compañeros les vaya bien y den con esas bestias. Jamás pensé que pudiese odiar tanto a una raza de criaturas, han atacado nuestro pueblo y han acabado con tantos hermanos... el Averno se las lleve a todas. Juro que no descansaré hasta que hayamos aniquilado a todas esas bestias.

Fingar escuchó algo a su espalda y se giró tan rápido como le permitían sus lesiones, al hacerlo le pareció ver una sombra correr hacía el flanco pero no estaba seguro de si había sido producto del miedo o realmente había algo allí. Se mantuvo unos instantes en silencio, aguardando. Pero no logró escuchar ni ver nada más.

Encontrar los materiales y herramientas que necesitaban les llevó poco tiempo, dado que la mina estaba repleta tras el abandono de los enanos al dejar la mina por prevención contra los ataques de los mewlips. La construcción de la improvisada escalera les llevó otros pocos minutos y pudieron acceder uno a uno al orificio que Nagredog había encontrado.

Dentro encontraron una oscuridad muy profunda, donde sus ojos y su estupenda visión aún lograba desvelarles lo que tenían a unos pocos metros por delante, sin embargo, tendrían que andar con cuidado para no encontrarse desagradables sorpresas.

De nuevo estaban sin luz, otra vez habían olvidado hacerse con antorchas, algo bastante incomodo que no les dejaba ver mas allá de sus narices - ¿alguien ha traído una antorchas? - pregunto ya desde arriba.

subir había resultado relativamente sencillo, gracias en gran parte a todo cuanto pudieron recopilar de entre los materiales que había en la mina. El no había cogido una antorcha, pero esperaba que alguien si.

Ayudo a sus compañeros a subir después de hacerlo el mismo. Allí estaban, en una oquedad en el techo, como si fuese un almacén de un granero. Pero la oscuridad lo cubría todo...

- Mierda!, ya sabía yo que algo se nos olvidaba- gruñó el guerrero al darse cuenta del olvido.

- ¿Bajamos a buscarlas o seguimos?- preguntó mirando a Negredog.

- Poco podemos hacer aquí sin luz, nos sorprenderán cono ya han hecho antes. Creo que si que es necesaria alguna fuente de luz. Una extraña oscuridad envuelve este pasaje, no es normal, estoy seguro de que esos mewlips tienen algo que ver... - Miro atrás, al ultimo que había subido, tal vez podría bajar a por alguna antorcha o linterna, seguro que había alguna por la zona...

Mi imaginación me juega malas pasadas... creí haber visto a uno de esas bestias acechándome pero por otro lado, con tantos grupos de enanos dispuestos a acabar con sus habitáculos, no perderían el tiempo con un único enano herido que desgracidamente, ya no supone una amenaza.

Fingar continuó el penoso viaje de vuelta.

Halin, que había sido el último en subir, regresó a por una antorcha y se la pasaron a Nagredog para que abriera el camino. Gracias a esto ganaron algo más de campo de visión en aquella oscuridad tan profunda. Alguno de ellos estaba convencido de la brujería de los mewlips estaba también detrás de aquella oscuridad a la que consideraban mágica, al igual que la extraña niebla que les visitaba siempre que las criaturas aparecían.

El orificio por el que caminaban era estrecho, sobre todo en los primeros metros, apenas cabía uno de ellos y no podían ponerse en pie. Resultaba incluso claustrofóbico. Sin embargo, cuando avanzaron unos metros el pasadizo se ensanchaba considerablemente hasta dejar espacio suficiente para que dos enanos pudieran caminar codo con codo. Incluso ganaba bastante altura. Caminaron largo rato siguiendo el sinuoso trayecto que el camino les marcaba hasta que empezaron a darse cuenta de que había mayor claridad y el aire estaba menos viciado en el ambiente.

Decidió hacer caso omiso y seguir anadeando como buenamente podía hacía la salida de la cueva. Fue entonces cuando sintió que había algo a su espalda y al volverse notó unos brazos largos y delgados que salían directamente de la oscuridad y se acercaban a su cuello. Logró apartarse a tiempo, aunque la criatura se alzaba allí frente a él, dispuesta a intentar agarrarle y estrangularle.

Fingar empuñó el hacha como buenamente pudo e intentó moverse en un círculo para cortar la cabeza de aquella bestia inmunda.