Partida Rol por web

A simple vista, Dom, también llamado Dom "el rápido" es un tipo normal. Un simple taxista de Katmandú que por un puñado de monedas te lleva de acá para allá todo el día sin preguntar. Tampoco es excesivamente rápido, pero no preguntáis entonces el motivo de su apodo. Por algo será, pensáis. ¿Tendrá que ver su ceguera en un ojo, o sus largos bigotes blancos? Madre de Dios... Debe tener como doscientos años, ¿a esa edad puede conducir?

Cuando os dais cuenta, el vehículo aparca delante de La Mascarada. Se trata de un elegante club en las afueras donde a cuya entrada acude la peor calaña de la ciudad. Gente con dinero y malas intenciones. No hay más que verlos. Miradas frías, bultos bajo la camisa, mercadeo de amores de una noche... Pese al glamour del lugar, no puede evitar parecer lo que es: un punto de encuentro para mafiosos de altos vuelos.

El lugar está bastante concurrido, aunque dicho punto de la ciudad se encuentre en una zona algo apartada y montañosa. Dom "el rápido" os comenta que antes iba a ser una especie de balneario, pero que entonces los terrenos cayeron en manos de algún tipo poderoso.

El edificio consta de dos plantas, ambas de techos altos. Tiene una techumbre a dos aguas que llega hasta el suelo, dándole un aspecto piramidal. Cuando los tipos malhumorados de la entrada os abren las pesadas puertas de madera reforzadas con planchas metálicas, accedéis a un vestíbulo recargado en exceso. Más tipos con traje y corbata vigilan que todo se desarrolle con normalidad, aunque llevan colocadas unas intrigantes máscaras negras. Una preciosa señorita con un elegante y ajustado traje brillante de color azul y una máscara de terciopelo negro os pide las armas, aunque os informa que no temáis, ella es Sammy, la encargada del guardarropa y os las devolverá a la salida. También os hace entrega de cuatro máscaras, y como si os esperara, añade:

- Os las debéis dejar puestas, Monsieur Ravek las ha elegido especialmente para ustedes. No pueden quitárselas en ningún momento o serán expulsados. Ahora, pónganselas.

Tras esto, uno de los tipos enmascarados corre una cortina y accedéis a una gran sala plagada de mesas y escenarios. Hay también numerosas barras que sirven bebidas a toda velocidad. Sobre los escenarios, coreografías con las más lindas muchachas que el dinero pueda comprar. El lugar está iluminado con tenues bombillas que crean pequeños lugares de intimidad, y por toda la amplia sala huele a opio, entre otras cosas. Aparte de una escalera para acceder a la planta superior, hay reservados entre cortinas donde se entrevé a hombres y mujeres fumar y consumir las más diversas sustancias exóticas. Sobre una mesa, un tipo con dos mujeres de unos quince años sentadas en su regazo consume una botella de absenta, aunque contiene escamas de algún reptil en su interior. Todo el mundo porta máscaras de todas las formas y colores, pero siempre cumpliendo la norma de la casa. No quitárselas.

Volveremos pronto Dom, estate atento y preparado para todo- dice el joven Erudito cuando abandonan el vehículo con intención de entrar a  La mascarada- no os preocupéis compañeros pese a su aspecto poco confiable es un gran profesional- comenta intentando excusarse tras ver las cara de sus compañeros, la verdad es que el actual aspecto de Don lo tiene intranquilo lo recordaba más vigoroso, se ve que los años en ese país pasan 10 veces más deprisa.

ya dentro del local y tras ser recibidos por una belleza de señorita Hans von Wagner observa la máscara que le ha sido entregada- un ratón...,no sé si es una casualidad o una broma cruel del destino , mi hermano siempre me llamaba ratón de biblioteca  y él se autoproclamaba el águila de la familia que dominaba sobre otros como yo, veo que existe a gente a la que le congratula ver a un Alemán como ratón y no con el águila que nos representa simbolicamente - poniéndose la máscara y dejando atrás melancólicos pensamientos empieza a observar los alrededores- todo esto parece un fumadero de opio para gente de posibles, es probable que aquí dentro encontremos algún politico,personaje público de importancia o representantes de la mafia por eso la lógica de las máscaras, nadie quiere ser reconocido y prefieren actuar en la sombra lo cual nos lleva a preguntarnos cuál de todos es nuestro anfitrión el tal Monsieur Ravek.

Madie se puso en silencio la máscara de antílope que se la había asignado. No le hacían ninguna gracia los cuernos, pero el terciopelo negro que la cubría le agradaba al tacto. Tomó una bocanada de aire antes de entrar a la cargada sala y se puso a examinar el lugar. Las máscaras tapaban los rostros, pero las vestimentas y los hábitos de los presentes también podían ser muy reveladores.

Tras un breve rato paseando entre las mesas, os fijáis que la gente que entra, con el rostro oculto tras las más esperpénticas máscaras, llevan las ropas salpicadas de agua, lo que parece indicar que fuera ha empezado a llover.

Alertados por la Srta. Archer, os fijáis en un extravagante tipo enfundado en un smoking negro. Es un enano que no debe medir más de 1'40 metros de altura. Está sentado en los escalones que llevan a la planta superior. Allí, se entretiene con una pala de ping pong en la que hay una cuerda atada y una pelota en el otro extremo con la que no para de jugar. Al poco, dos enormes tipos mogoles, en traje impecable blanco, largos bigotes y calvas tatuadas, bajan las escaleras y susurran algo al tipo enano.

Sin fiarme un pelo del conductor, me dejo llevar hasta el local donde conoceremos al bastardo que tantos problemas nos está causando. Una vez aparca, comento en tono poco amistoso.

-Más le vale, porque si no tendremos una interesante conversación él y yo.

Con una última mirada malhumorada hacia Dom, dirijo mi mirada hacia el local.

Una vez dentro, dejo de mala gana mis armas, pero compruebo con agrado mi máscara. Una estupenda máscara de mandril que se ajusta bastante bien a mi rostro y, contento con mi máscara, me calmo un poco. Aunque este antro presidido por un enano poco tiene de atractivo.

El asombro que os produce la extravagante escena dura varios minutos. Personajes de todo tipo ataviados con máscaras fuman, beben y se dejan seducir. Hay apretones de manos, por lo que tenéis la certeza que también se cierran tratos. Llega un momento en que casi os tropezáis con algo, y cuando bajáis la mirada, allí está el tipo enano con su pala de ping pong. Lleva el pelo cogido en una larga coleta dejando el resto de su cabeza al descubierto, en una deslumbrante calvicie que refleja las luces a la altura de vuestra cintura. Sin perder la forzada sonrisa, comienza a hablar.

- Buenas noches. Mi nomble es Ping Pong. Monsieul Lavek les espela en sus dependencias. Si son tan amables, ¿halían el favol de acompañalme aliba?

Que esperpéntico personaje -pensó para sí Von wagner tras observar aquel chino enano, a la vez que el nerviosismo crecía dentro del dado que parecía ser que pronto tendría el encuentro con aquel que parecía querer hacerse con la máscara de Fu-Kang,y hablando de máscaras  esperaba que en la reunión poder quitarse aquella mascara lo más apronto posible  dado que estaba empezando a sudar como un cerdo debido a todo aquello- Si ,por favor acabemos cuanto antes.- comento mientras observaba como dos grandes mongoles no le quitaban ojo de encima  al grupo, aquello parecia volverse mas peligroso por momentos  por lo que el tampoco dejaria de vigilarlos

Hans Von Wagner advierte bultos sospechosos bajo los trajes de los dos mogoles, mientras que la extraña anatomía del enano te impide apreciar qué porta bajo su vestimenta.

Madie observó en silencio al asiático sin dar crédito al peculiar nombre. Siguió sin inmutarse a Von Wagner meditando sobre quien podía estar detrás de esta encerrona.

Evaluando a los dos gorilas con la mirada, acabo frente al canijo. No me siento intimidado por la presencia de aquellos dos, pero tampoco me siento cómodo. Como ha dicho Hans, lo mejor será que todo termine cuanto antes.

Sois conducidos por las escaleras al piso superior. Delante vuestra, el repugnante enano juega y ríe con su pala de ping pong. Os parece un trabajo fácil: agarrarlo y neutralizarlo en menos de dos segundos, pero sentís la opresiva mirada de docenas de pares de ojos en vuestras espaldas, así que con todos los sentidos activados al máximo, le seguís la corriente. Atravesáis un corredor con ventanales a través de los cuales contempláis un acantilado cercano y el cielo de Katmandú plagado de relámpagos y truenos, como si fuese el aviso de una tragedia que está por llegar, hasta que os plantáis en un vestíbulo donde dos matone más, armados con unas Thompson, custodian una puerta de doble hoja tras la que parece que se encuentran los aposentos del rey del hampa nepalí.

Una vez dentro, podéis encontrar a Ravek, porque sin ninguna duda debe ser él, recostado sobre una enorme cama circular, con delicados bordados y recibiendo todo tipo de atenciones por parte de tres hermosas y desnudas señoritas. Ravek hace un mínimo gesto con la mano en cuantos os ve entrar y las damas desaparecen del lugar. Ravek se encuentra ataviado sólo con un batín de seda de color verde en la que hay bordados motivos de máscaras, como la que lleva ahora mismo: una máscara veneciana de color negro con un rombo en una mejilla. Su complexión es atlética y porta una larga melena negra que le cae por la espalda.

La estancia es rectangular y está únicamente iluminada por la luz de muchas velas dispersas aquí y allá. Detrás del sillón de Ravek, una gran cristalera os recuerda con momentáneos fogonazos de luz la tormenta que tiene lugar en el exterior. A la derecha, una abertura sin puerta da acceso a una amplia sala con expositores.

- ¡Mes amis! - Exclama con fuerza Ravek, incapaz de esconder un profundo acento frances en su hablar. - Por su puesto que han venido. No esperaba menos de ustedes. ¡Antes de nada! ¿Quieren tomar algo? Ping Pong se lo traerá rapidement. - Hace una larga pausa en la que su sonrisa se congela y sus ojos, uno verde y otro azul, se clavan en vosotros.

Hans Von Wagner sentía aquella mirada clavada en si, por alguna razón  desconocida se le hizo un nudo en la garganta lo cual provoco que tuviera que llevar aflojarse disimuladamente un poco la corbata, mientras se preguntaba como podia ser que un un simple estudioso como el acabara negociando con un jefe de la mafia mientras le apuntaban con unas potentes armas de fuego
Aller Anfang ist schwer ,esto solo puede mejorar claramente- pensó para si  mientras decidió tomar la palabra y con voz tremula dijo- Yo declino la oferta amablemente Herr Ravek, creo que seria mejor solucionar nuestros negocios cuanto antes...

- ¿Y el resto de amigos? - Dice Ravek. - Quizá la señorita quiera una deliciosa kava. ¿Y ustedes dos? - Refiriéndose a McReady y Wilson-Harris. - Tengo un excelente whisky MacCutcheon si se inclinan a probar.

Sin dejarme intimidar por el líder mafioso, le suelto a bocajarro:

-No he venido aquí a brindar con un secuestrador, así que vayamos al grano.

Ravek hace una mueca con los labios. Una mueca que parece una sonrisa. Con tranquilidad, se levanta y se dirige a la sala anexa mientras os dice: - Como deseen. Síganme entonces.

- No gracias. - Declinó cortante la oferta de la bebida.

Con el rostro serio y mostrando frialdad siguió las indicaciones del "anfritrión" mientras el corazón se aceleraba ante la preocupación por ver a Herb

Seguís a Ravek a la sala de al lado, también iluminada con la tenue luz de las velas. Es una sala rectangular, con tres expositores alargados a cada uno de los lados. Los guardaespaldas de también os siguen con sus armas en ristre.

- ¡Esta es mi colección privada! - Anuncia Ravek abriendo los brazos en cruz, orgulloso de la misma.

Los continuos truenos y relámpagos iluminan con fogonazos las vitrinas, lo que os hace percataros de lo que hay tras ellas: caras de seres humanos curtidas como grotescas máscaras. Hay de todo tipo, ancianos, mujeres, niños...

Ravek, que aún está de espaldas, se gira y con una sonrisa en los labios, exclama: - No hay mejor máscara que la de otra persona.

Ahora, el peculiar líder enmascarado se acerca a vosotros. Sus ojos adoptan un brillo especial, denotando un fuerte interés o deseo. Extiende su mano derecha y dice: - Ahora, entregadme la Máscara de Fu-Kang.

- Creo que usted omite la parte fundamental de una negociación, el objeto de intercambio. No hemos venido aquí a entregarle la máscara gratis, si no a liberar a nuestro contacto. - Dijo Madie encendiendo un cigarrillo tranquilamente. Sabía que si mostraba miedo o tibieza se la echarían encima como tiburones, así que mostraba toda la frialdad posible a pesar de la amenaza de las armas de los gorilas. - Antes de mostrarle la máscara quiero ver que Herb se encuentra bien.

- Tendrán a su amigo pronto, pero por favor, están en mi casa. Sigan mis normas. - Contesta Ravek mientras hace click el sonido metálico del seguro de las Thompson. - La máscara.

Hans Von Wagner observo horrorizado aquellas vitrinas llenas de rostros grotescos, mientras escuchaba la orden directa de Ravek, pero lejos de pensar en entregar la máscara ver aquello le había causado una repulsión hacia aquel hombre que nada podría hacer desaparecer, sacando el poco valor que tenía en aquella situación, donde por su mente cruzaba una imagen de su rostro como otro trofeo más de aquella vitrina, se dirigió al Francés poniendo su mejor cara- No habrá mascara mientras no nos devuelva a Herb y estemos fuera de peligro en ese momento la tendrá, nada nos garantiza nuestra seguridad si le damos la máscara ahora, hemos tomado medidas para que si nos pasa algo la máscara acabe en el fondo del mar en un sitio donde no la pueda conseguir- mintió muy descaradamente sin pudor alguno, mientras por dentro se el terror a la muerte lo asolaba,  por ultimo puntualizo con una falsa sonrisa de confianza- Nuestra mascara, nuestras normas.