Partida Rol por web

El atento Elaxidor no había terminado de examinar los arañazos de Zancada cuando este, todavía repleto de su incombustible inquietud exploradora, ya estaba en ruta a la siguiente planta. Moxie y Thalgrog cesan su discusión; Lynx y Galahad se encogen de hombros: todos marchan detrás del halfling, tan atentos a al peligro como a la vida de su osado y estimado clérigo.

Difícilmente puede llamarse escalera a la bajada: los engañosos peldaños más parecen un accidente de rocas resultante de una apresurada excavación. Salta a la vista que pocos mineros llegaron hasta aquí y, los que lo hicieron, fueron con prisas. Este pronunciado descenso es casi una caída libre y la mayoría no pueden evitar vergonzosos batacazos. Pasados unos eternos minutos, los escalones se componen y el grupo finalmente aterriza en el cuarto nivel de la mina.

Algunos aventureros se hallan notablemente mareados y tratan de respirar hondo. La simple tarea se hace complicada: en este estrato el oxígeno es realmente bajo y fácilmente puede volverse en su contra: deben atesorar el tiempo y actuar con sensatez - eso, si conseguían mantener la calma...

Bajó aquellos traicioneros escalones visiblemente mareado por la cerveza y la escasez de oxígeno. Avanzada dubitativo, temiendo caer y retrasando a los que iban detrás. Su bota resbaló y, haciendo gala de la capacidad de sigilo de los enanos, cayó de culo, bajando tres escalones con rebotes que le hicieron entrechocar los dientes y sonar el cencerro del viejo Neb. 

- Lo siento. Es que... hip ... El escalón se ha movido en el último momento. - Se disculpó adelantándose a la bronca de la gnoma.

Aquella mina parecía ponerlos a prueba como un juego de obstáculos. Recordó su infancia, correteando por los túneles de Ogrett y jugando con espadas de madera. Luchaba él solo contra ejércitos de orcos. Derrotaba a fieros dragones y escalaba montañas cuya cumbre se perdía entre las nubes. En aquella época no tenía barriga ni barba. Y los pájaros empezaban a anidar en su cabeza.

Con cierta dificultad se puso en pie y siguió bajando.

Las escaleras que llevaban al cuarto piso dejaban mucho que desear como escaleras, prácticamente eran rocas que no se quitaron porque más o menos servían para subir y bajar, acostumbrada a andar por terreno irregular e incluso accidentado no le costó deslizarse hasta el cuarto nivel, lo mismo se podía ver con Valentina. Pero aun con la experiencia de su lado el aire en la cueva no era el mejor y podía notarlo a modo de un cansancio que no debería sentir en un principio.

La bajada de Thalgrog no fue tan grácil, en realidad resbaló y cayó escaleras abajo, -Claro, eso pasa por andar bebiendo cuando no se debe-, su voz con un tono divertido, como el enano parecía estar bien no se sintió para nada mal por divertirse con la situación. Por la calidad de las escaleras por las que acababan de bajar no esperaba muchos pisos más de bajada por lo menos hechos por los habitantes del pueblo, no sabía donde debía estar la sección “c” pero tampoco esperaba que estuviese muy lejos y con ella los extraños sonidos, -Valentina, adelántate por favor, con cuidado y silenciosa si ves algo importante vuelve enseguida-.

El camino estaba resultando inusualmente cómodo, nada de lo que acostumbraba en la montaña y bosque, pero parecía que esta comodidad llegaba a su fin. Sin mucho problema descendió por el camino al cuarto nivel, pero se notaba más agotada de lo normal, el aire se volvía más pesado pero no de la misma forma que lo hacia al subir, no le gustaba y solo podía esperar que esto acabase lo antes posible.

No le hizo mucho caso al enano, cuando acabaron de bajar inmediatamente escaneo lo que los rodeaba, luego la semielfa le dijo que explorara y volviese, bien, al menos no la mandaba a cazar por ellos, hacía tiempo que no había cazado en grupo y prácticamente no podía recordar la última vez que hizo tal cosa. Agachándose un poco empezó a andar cuidadosamente tratando de pasar desapercibida, deslizándose cerca de las paredes en vez de ir por el medio del camino, en principio sus pasos eran suaves y silenciosos.

Y así oculta y en silencio se adelanto al grupo.

La gnoma bajaba los escalones con algo de dificultad debido a su tamaño, pero era lo suficiente ágil como para hacerlo sin tropezarse por el camino, a diferencia del borracho enano. Cuando este casi se parte los dientes contra la roca la pequeña no tardó en mirarle con el ceño fruncido, apretando los dientes e inflando un poco los mofletes con molestia. ¡Vaya grupo de ineptos había encontrado para esta aventura! Un enano borracho y un halfling tan temerario que pondría en riesgo la vida de todos los demás que iban detrás. Al menos los demás parecían saber comportarse... incluso el paladín con el palo metido por detrás.

—Ya lo sentiremos los demás cuando nos escuchen en toda la mina por el escándalo que formará tu caída con esa armadura que llevas —recriminó regañona con su voz aguda. Sin detenerse hasta llegar abajo—. El aire está muy cargado en esta zona...

Intentó llenar sus pulmones un par de veces y lo soltaba despacio... pero le costaba más respirar en aquel lugar. ¿Sería que otros gases habían invadido la zona? Al hacerlo notó un ligero mareo y se apoyó en los escalones antes de continuar.

—D-deberíamos seguir, no será bueno permanecer en esta zona mucho tiempo.

Aquella sensación no le gustaba en absoluto. Se empezaba a notar cansada y algo hambrienta después del largo día en el pueblo, pero ahora... no quería detenerse. Lo único que faltaba ahora era pararse para agotar el poco oxígeno que había. Así que con el pensamiento de salir de allí comenzó a caminar intentado no hacer ruido, sin poder evitar que los lingotes que portaba en sus bolsillos siguieran tintineando a cada par de pasos.

Thalgrog cae de peldaño en peldaño, planeando hasta aterrizar en el duro suelo; los ecos del cencerro del Viejo Neb rebotan de esquina en esquina amplificando su resonancia, - ¡Tolón, tolón, tolón...! - perdiéndose en la lejana negrura. Cuando su sonido se extingue, nada se altera; nada reacciona... Por lo que el grupo, anteponiendo cualquier descanso a las ganas de abandonar aquel lugar agobiante, decide avanzar.

Lynx y Moxie son las primeras en adentrarse a los nuevos caminos del cuarto nivel. Las dos son formidables exploradoras, pero sus habilidades empalidecen al lado de Valentina. En un abrir y cerrar de ojos la compañera de la guardabosques se funde con la oscuridad y, del mismo modo que desaparece a los ojos, también desaparece a los oídos. Ambas, perplejas, deciden esperar a su retorno.

Después de minutos de escrupuloso silencio, con un buen susto, la semielfa descubre a la lince de vuelta a su vera. Ello es la oportuna señal que esperaban: continuar es seguro.

A esta profundidad, cuanto más caminan, más pesada y densa se vuelve la atmósfera. La temperatura aumenta su calor, empujando al desquicio a los luchadores más cubiertos. Para empeorar, el escaso aire es excesivamente húmedo. El pasaje se estrecha progresivamente y, ante esta situación, es milagroso no perder los nervios. Los muros, repletos de cantos y aristas, son tan impredecibles como irregulares y han sido cavados sin ningún cuidado ni atención. Este cavernario recorrido es casi intransitable y, con certeza, no ha sido conocido por la mayoría de los mineros.

Apretujándose como pueden, los aventureros alcanzan una bifurcación que se decanta por un pequeño deslizamiento al sur o una empinada cuesta al noroeste.

Contra más bajaban, más le alteraba el ambiente, era terriblemente sofocante estar en un lugar tan pequeño y tan oscuro, este lugar hacía que empezara a recordar las historias que su padre le contaba sobre sus alejados y malvados parientes; Los Drow, que vivían en las profundidades de la tierra. Quizás el Enano hubiera oído hablar de ellos también. Hacía mucho tiempo que ya no se acordaba de esas historias. Su padre se las explicaba mientras caminaban por el bosque de vuelta hacia casa, Elaxidor no podía creer que hubiera gente tan malvada, pero aún era demasiado pequeño para comprender lo que escondía este mundo.

Esperaba que no le saliera uno al acecho, a cada paso que daba, miraba a lo lejos y le parecía ver una silueta viniendo hacia el.

Ya habían acabado de bajar cuando se dijo para si mismo en voz baja: O acabamos rápido con esta empresa o esta mina acabará con nosotros.

La guardabosques hizo su magia y el lince se adelantó a explorar. El grupo guardó escrupuloso silencio, incluido el enano, que aprovechó el momento para recapacitar: Zancada le dió siete cervezas y se bebió una en el emporio, otra subiendo aquella diabólica cuesta y otra más hace un momento. Se había dejado en casa sus garbanzos para las cuentas, así que tuvo que servirse de sus dedos. Le llevó un par de intentos pero al final descubrió preocupado que le quedaban tres. Tendría que racionar con cabeza.

El lince regresó sano y salvo y reemprendieron la marcha. Comenzó a hacer un calor sofocante. Un reguero de sudor bajaba por su espalda y hacía charcos en la raja de su culo. Antes de salir de casa su madre le había advertido que se abrigara para el frío. Así que bajo la cota de escamas se había embutido una camiseta interior, el pijama de franela, una camisa de algodón y un abrigo de lana. En los pies calzaba tres pares de calcetines de piel de oso.

-¡Qué calor! ¿A dónde hip conduce este camino?¡¿Al infierno?!

Nadie sabía a dónde conducía. Cada vez se estrechaba más y tuvo que hacer esfuerzos para no quedar encajado como un tapón. Y encima aquel silencio lo ponía nervioso. Las minas enanas eran más confortables. Tenían pasillos amplios y había mucho ruido: gritos, el golpeo del martillo contra el yunque, más gritos, enanos derribando puertas... Echaba de menos aquella cacofonía. Pero era momento de ser sigiloso y no hacer ruido. De modo que caminaba mareado y cuando alguna arista de la pared le rasgaba el brazo apretaba los dientes sin quejarse. 

Al final del pasaje encontraron una bifurcación.

- Pensemos con la cabeza hip. Podríamos bajar por ahí, deslizando. Pero ¡ojo! - alzó un dedo - A la vuelta hip tendríamos que subir. Y además cargados con tesoros. Porque mi intuición enana hip me dice que habrá tesoros - miró a Moxie y sonriendo le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza - ¿Qué decís? ¿Subimos la empinada cuesta?

¿Habría un dragón custodiando un tesoro? ¿O realmente estaban descendiendo al infierno y se encontrarían con demonios? ¡¿Tal vez un dragón infernal?! Los ojos del enano brillaban de la emoción.

El grupo continuó descendiendo, el Mal seguía sin mostrarse y a cada nivel que bajaban, menos luz y aire había, una sensación de agobio se iba a apoderando del paladín, el cual silencioso y con la antorcha en mano, se mantenía en el centro del grupo.

Aquella era una dura prueba para Galahad, pero era el precio a pagar por ser un devoto de Torm, ser un seguidor de su deidad era como una espada, no se podía ocultar al mundo.
Por eso los verdaderos discípulos de Torm serían siempre perseguidos por el Mal. Su Dios no enviaba a sus elegidos para las glorias del mundo sino para sufrir estas persecuciones, como El mismo Torm hizo en vida.

Más de un gruñido y varias maldiciones salieron de la boca de Galahad, las aristas y los techos cada vez eran más bajos y si no hubiera sido por el casco, ya tendría varias heridas en la cabeza.
Thalgrog, más acostumbrado a viajar en estas profundidades, encabezaba la fila, en un despiste más propio de un novato que de un aventurero, cayó de bruces por las escaleras, el ruido se oyó en toda la mina agravado por el cencerro del viejo Neb.

Si algo había en la mina, les habría escuchado.

Genial...- pensó el Juramentado mientras descendía con cuidado por esas escaleras tan resbaladizas.

Cuando bajaron y se unieron al enano, el paladín miraba a sus amigos. Él quería descansar, pero la vida de Wilhelm estaba en juego y cada minuto que utilizaran para descansar, más difícil se volvería el poder encontrarlo con vida.

Galahad se detuvo unos segundos, abrió el tapón del odre de agua fresca que llevaba y bebió un largo trago, dicho esto, apretó los dientes y antorcha en mano, siguió avanzando junto a sus compañeros.

Moxie se pasó la mano por la frente notando como empezaba a sudar. Cada vez hacía más calor y acompañado a la falta de oxígeno era una sensación realmente agobiante para la pequeña. Siguió caminando junto a la elfa después de que ese animal tan extraño regresara y con cuidado fue avanzando por aquel estrecho pasadizo. Por fortuna ella era pequeña y delgada, por lo que no le suponía demasiadas complicaciones hacerlo, pero tampoco se sentía en forma para luchar o moverse ágilmente dada la situación. Finalmente llegaron a la bifurcación y se quedó estudiando los dos caminos con su ojo bueno.

Como un ratoncito apretó los labios y los movió de un lado para otro pensativa, hasta que finalmente se descolgó su pequeña mochila y sacó algo de cuerda.

—Ya venimos de arriba, ¿no? Yo opto por bajar —contestó al enano, pensando en que esos tesoros de los que hablaba el borrachín tendrían que estar al fondo de la mina—. Podemos atar esta cuerda en algún saliente y así nos agarraremos de ella para bajar en vez de deslizarnos, además nos será útil para subir después.

Miró un segundo al resto de sus compañeros y finalmente soltó un pequeño suspiro.

—Si queréis puedo bajar yo, soy pequeña y peso poco. Vosotros agarráis la cuerda y me ayudáis... voy viendo y en caso de que haya algún peligro tiráis de mí para subirme rápidamente. Quizá no sea el mejor plan pero es un plan.

Sin mediar palabra, Elaxidor y Galahad comparten sus pensamientos: saben que el grupo está avanzando al límite de sus posibilidades y, aún así, no pueden permitirse más respiro que un breve trago de agua. El elfo se anima recordando las historias de sus ancestros; el humano se reconforta la fe que tiene depositada en Torm: ambos guardan estoico silencio mientras prestan atención a las ideas de sus compañeros.

Thalgrog observa, con ojos felices y beodos, la escalada al oeste: su mirada empañada en cerveza hace parecer la cuesta menos empinada y su ascenso más gentil. El guerrero empieza a juntar las fuerzas para comenzar el trayecto cuando escucha la opinión de Moxie y, juzgándola al momento más cómoda y apetecible, no tarda en ofrecerse voluntario para ayudarla a sujetar la cuerda.

Aunque hay sobrados salientes para elegir, la fortaleza del enano promete mucha más firmeza que cualquiera de ellos: compaginando su fuerza con la agilidad de Moxie, esta es capaz de descender al sur con absoluta facilidad: su pequeña estatura se amolda al arisco contorno sin problemas y, con pequeños y agraciados saltitos, convierte un peligroso deslizamiento en casi un paseo.

A pesar de la inicial comodidad cuesta abajo, pronto la bajada se trunca en rotunda decepción: los lindes de la cueva se juntan repentinamente y obstruyen el paso por completo. Una formación rocosa tan súbita resulta extraña y hace pensar que el pasaje hubiera podido conectar a otro lugar tiempo atrás, ahora sellado por algún tipo de desprendimiento u accidente geológico.

Después de un tiempo de espera, apoyada en una roca o pared que en este caso no sería muy diferente, Valentina regresó como una sombra y con la premisa de un camino por ahora tranquilo. El aire se iba calentando según avanzaban, al menos Lynx no iba tan cargada aunque si pudiera no pasaría mucho tiempo en este nivel, alguna que otra gota de sudor se deslizó por su frente.

-Quien sabe, a lo mejor conduce a un lago de magma-, dijo respondiendo a las quejas del enano. Más adelante el camino se estrechaba lo cual los obligaba a estar un poco más juntos, sobre todo aquellos que estuvieran al mismo nivel, solo podía esperar que no entrasen en combate hasta estar contar con un buen espacio para maniobrar.

Al final llegaron a una bifurcación y las dos opciones no eran las más tentadoras, -No se yo si tendría algún sentido que hubiese tesoros ocultos en la mina, pero quien sabe, siempre podemos acabar encontrando gnomos de las profundidades aunque no son muy amable con los extraños, Quaggoth los cuales son bastante territoriales, Hombres-pez realmente no puedes confiar en ellos pues te apuñalaran por la espalda cuando puedan, luego estarían los enanos de las profundidades los cuales no son las mejores personas por lo general y no nos olvidemos que se dice que en las profundidades habitan seres de un gran poder mental, además de drows y otros-, parecía haber entrado en su propio mundo, soltando información sin parar casi sin darse cuenta que Moxie ya había bajado.