Partida Rol por web

Miro hacia los lados y las ventanas... hummm

La espera a que los invitados volvieran con la nueva visita se estaba haciendo interminable cuando unos gritos agudos y prolongados golpearon sus oídos y más aún su imaginación.

- ¡Dios mio!, ¿pero qué está pasando?.

Por primera vez en su vida de adulto sintió la comezón del miedo, un temor que la dejó paralizada en la silla. Cuando escuchó a Lady Miles dirigirse a ella volvió en sí. - Vayamos, será mejor que estemos todos juntos. - Y levantándose de la silla la siguió a la entrada de la mansión.

Al cruzar el umbral de la puerta por la cual se accedía al interior, se tocó el costado notando su pistola. No le gustaba ir desarmada.

Un asesinato es mal asunto, dos...

Me doy la vuelta rápido, estoy empezando a asustarme de verdad, me encamino de nuevo hacia la parte de atrás, donde están todos reunidos, llego un poco más agitado que antes, estas carreras tan tardías ponen a prueba mi tono físico, el cual apruebo raspado.

Una vez con lo que allí vea, me encamino, como todos, a la entrada, con paso tranquilo, como si no me importara demasiado, de hecho intento llegar el último.

El almirante llega hasta el cuerpo, inerte y pálido. ¡ Es John Seward !

"¿Que se cree este hombreton?"

fue la primera idea que cruzo su mente mientras recibia ordenes de lo que antes habia sido un caballero pero ahora mas lucia como un bruto pueblerino. Pero no era esto lo que innundaba su mente sino el penetrante olor a sangre, el miedo, los gritos descontrolados que llenaban el ambiente y le hacian sentirse al borde mismo de su conciencia; no habia nada en el mundo que la ubiese preparado para un momento asi

"debi quedarme atras, debi quedarme atras, debi quedarme atras..." -murmuraba mientras se acercaba en contra de cualquier orden que el Almirante pudo haber dado, el medico no llegaria, si habria que hacer algo ese algo era ahora-

Lo que vio la dejo shockeada: alli esta Seward, el viejo y amigable John Seward tirado como un muñeco de trapo recien usado, inerte y frio como la mañana en que se conocieron... pero ya no estaba sonriente ni tenia esa "chispa" que tanto le habia llamado la atencion. Elizabeth temio lo peor y aun en contra de su asco a seguir ordenes corrio casa adentro intentando encontrar el camino de regreso al salon en contra de toda razon y toda voluntad

El repicar de los tacos hacia mella en sus oidos y sus pulmones jadeantes pedian tregua en cada nuevo paso de su alocada carrera al salon mientras pedia a gritos el unico nombre que vino con asco y necesidad a su mente John Moore

Proviniente de la parte delantera del caserón, al tiempo que se acerca, se puede oír una voz femenina gritando un nombre.

John Moore ... John Moore Repite una y otra vez.

El Dr. Jhon Moore corria hacia la puerta de entrada, mientras sus pensamientos corrian en un sentido mas caotico. Muchas veces, ante estados de extrema ansiedad o alarma el cerebro vuelve a su funcionamiento animal primitivo, haciendo casi imperceptible el pensamiento racional. En esos casos, las acciones realizadas suelen no recordarse posteriormente. En muchas ocasiones el Dr. Moore se habia encontrado con que sus pacientes no podian relatar los momentos previos al trauma, es decir, a aquello para lo que la mente no esta preparada. En esas ocasiones, ni la mas tenaz de las memorias resistian la tentacion de recluirse en el Yo animal que tan bien habia estudiado el Dr. Joung, discipulo de Freud.

En esos momentos, en que Moore corria se hallaba en uno de esos estados. En efecto, mucho tiempo despues, cuando estaba a puento de morir recordo ese momento solo cuando algo del entrono le saco de ese refugio automata de lo animal. Fue un grito. Un grito femenino que le saco de ese ensueño...

Jhon Moore

Quien?

La mente racional tomo rapidamente los mandos del Dr.Jhon Moore...

Es una voz femenina. No he llegado a familiarizarme con las voces de los que compartiamos la velada, pero me jugaria que se trata de alguna de las invitadas

Aumentando el ritmo de su carrera, el Dr.Moore se encamino hacia donde procedia el llamado...

El Doctor Moore a medida que corre comienza a gritar a voz en cuello...

Señorita!!!! Aqui!!!... Aqui!!!

Vio la mano colgar desde el interior del carruaje y no pudo evitar sentir una sensación de opresión en el pecho, para más inri, los gritos de la mujer no contribuían a aliviar la sensación.

-Por el amor de Dios -le dijo con voz autoritaria, pero sin perder la amabilidad en el trato-, cálmese y no grite. No sabemos qué es lo que ocurre, ese hombre puede estar desmayado y un desmayo no justifica sus gritos histéricos...

¿Un desmayo? No estaba para nada convencida de que se tratara de eso pero de algún modo tenía que calmar a esa mujer y qué mejor que quitando hierro al asunto. Deseaba saber de quién se trataba y mientras le hablaba miraba de soslayo hacia el carruaje intentando reconocer en aquella mano alguna seña o distintivo que le permitiera saber si se trataba o no de John Seward, pero desde donde estaba poco y nada era lo que veía.

-Venga, regrese a la cocina y prepárese una infusión que le ayude a calmar los nervios o retírese a su habitación, lo que sea, y no vaya haciendo comentarios con el resto del servicio, suficiente es con un ataque de histeria, no nos ponga de los nervios con ataques generalizados, por favor.

Siguiendo a Moore, el dr. Klassen apuró la carrera todo lo que podía. Se había levantado de la silla casi por instinto, como un resorte comprimido y que se libera de pronto, y hasta que no oyó los llamados de alguna de las mujeres no volvió a pensar por sí mismo.
-¿Pero qué diantres está pasando aquí? Se suponía que esta iba a ser una noche tranquila de jugar a los detectives con Seward.
Casi sin quererlo sus pensamientos fueron hacia su revólver guardado en su equipaje, rápidamente pensó en una manera de llegar allí desde el recibidor, por si acaso.
Mientras corría, siguió el ejemplo de Moore y gritó- ¡¡¿¿Señorita que es lo que pasa??!!- todo esto le estaba dando muy mala espina, aquí estaba sucediendo algo muy extraño.

Iban un poco rezagadas tras los dos caballeros cuando escucharon la voz de una mujer llamando al Dr. Moore con un tono de pedir auxilio.

- Creo que es la Señorita Ashford, algo grave ha debido de ocurrir.

Acelero el paso seguida por Lady Miles.

La tranquilidad de la noche se tornó cacofonía e histerismo. Los agudos chillidos de la criada fueron, no obstante, rápidamente cortados de raíz. La autoridad que la baronesa demostró con sus palabras redujo a la criada a un estado en el que sólo unos leves hipidos surgían cada cierto tiempo de la boca. Luego se dio cuenta de que no debía molestar y se dirigió rápidamente a su habitación tal como le había Lady Ilse le había sugerido.

El doctor Moore, la señorita Ashford y la señorita Atwater, el doctor Klassen y Lady Lilian; todos ellos se juntaron en el pasillo que separaba la salita del té de la salita de fumar. Las demandas de información de unos chocaban con los pedidos de ayuda de la señorita Ashford quien, antes de nada, se hizo seguir hacia la parte delantera del caserón.

Allí podía verse un carruaje de dos caballos sin cochero. Los alazanes piafaban excitados por los gritos de la criada, golpeando los cascos una y otra vez con nerviosismo. Dawes, el mayordormo, se apresuró a sujetarlos por las bridas para evitar que comenzasen a andar descontrolados.

El Almirante Happel sujetaba el cuerpo de un caballero que se mantenía inerte al tiempo que le observaba intrigado. La Baronesa se había acercado algo más y terminó por descubrir la identidad del caballero.

El doctor Moore, preocupado y comprendiendo por fin el motivo de la alarma, se acercó para examinar al caballero. John Seward yacía inerte, pálido, ojerizo y demacrado, desmadejado como un muñeco abatido por el viento y aparentemente en manos de la misericordia de los ángeles o de la maldad de los demonios. A pesar de la situación y de quién era la profesionalidad se impuso y se dispuso a comprobar las constantes vitales.

Un rápido examen le llevó a la única conclusión posible.

No tiene constantes vitales.

Llegas por fin hasta la parte delantera de la mansión otra vez, aunque ahora lo haces detrás de todos los demás a través del pasillo interior que separa la salita de té y la de fumar. Todo el mundo se ha parado y está mirando el cuerpo inerte de John que antes habías visto. El almirante Happel y el doctor Moore están al lado del cuerpo.

Ahora, con algo de tiempo desde que viste la escena anterior, todo el verdadero significado de lo que ha pasado te golpea de modo terrible. John era un buen amigo y su posible pérdida te paraliza durante unos segundos. Una profunda sensación de derrota te invade.

Oyes al Dr. Moore decir.

No tiene constantes vitales