El cielo se llena de tonalidades de distintos colores. Magos, hechiceros y demás conjuradores se estan empleando a fondo. Cada vez el estruendo es mayor. La guerra. La tan temida guerra entre el Imperio y Nindo se ha desatado. No sabéis quien será el que diese el primer golpe. No sabéis quien esta atacando, ni quien esta venciendo. Una cosa tenéis clara. Sois imperiales y estáis en un reino en guerra con el Imperio.
Contemplas el miedo en el rostro de los jóvenes que te acompañan. Tal vez ellos hayan vivido el miedo del combate, pero esto es distinto. Aquí el hombre se mata con el hombre, y las multitudes sufren mientras los poderosos dan ordenes que segaran miles de vidas.
Zaigo alcanza a decir que vosotros no teneis culpa alguna. El hechicero de Nindo parece de vuestra lado pero la media docena de samurai que os acompañan es visiblemente hostil hacia vosotros. Domecq intenta hacerles frente con su cimitarra, pero no tiene ningun sentido...
Aparecen varios más a caballo y aun cuando vencieseis a los samurai, también seriais derrotados. Zaigo desbordado por la situación, solo alcanza a suplicaros que os rindais.
.-¿Rendirme? No me dejare capturar ¡Los aplastare a todos!-. Dice el chico desafiante con su cimitarra.
Dos samurai te piden que les entregues tu bastón.
- Alto!! - les digo a los samurais. - Si queréis os sigo hasta donde sea, pero el bastón me lo quedo yo.
Lo samurai hacen caso omiso. Te han hecho señas de que les entregues el bastón, pero no entienden tu idioma, y Zaigo no puede controlarlos. Desenfundan sus katanas.
.-No puede ser... Esto no puede ser-. Dice la chica que no sabe que hacer.
Entrego mi personaje al destino.
Alargo el bastón hacia los samurais para que me lo recojan, sin pretender hacer trampa alguna.
Con gran rapidez te quitan el bastón y te golpean derribandote. Te ves de bruces contra el suelo. Y te haces una herida en la boca al caer que empieza a sangrar. Por un momento piensas que te van a rematar ahi mismo, pero te inmovilizan contra el suelo. Zaigo grita algo en su idioma.
El chico comienza a gritar y se lanza con su cimitarra contra ellos. Uno de los samurai, le golpea por detrás dandole una patada en la espalda. Al poco se ve tambien inmovilizado .-¡Rasgados de mierda! Todo este lio para nada...-.
Les grito a los samurais: "¡¡Por favor, estoy dispuesto a colaborar, pero no me metáis en un problema innecesario. Hablemos luego!!".
Espero que me entiendan lo suficiente...
Zaigo te dice .-Tranquilo. Buscaremos una solución-. A Lourdes la tratan con más cuidado que a vosotros dos, y tal vez sea por el hecho de que ella sea mujer. Le piden que coloque sus manos por detras y le atan con una soga al igual que a vosotros dos. Inmovilizados os llevan caminando por vuestro pie. El trayecto se te hace una eternidad. El sonido de la lucha lejana te intranquiliza menos que la incertidumbre del destino que os puedan imponer. Finalmente llegais a una aldea y en ella a un lugar que parece ser su cuartel. Con brusquedad te lanzan en el interior de una celda y acompañan a Lourdes tambien a la misma.
Domecq se resiste como una zariguella enfurecida. Lo golpean varias veces y sigue resistiendose. Al final lo arrastran a otro lugar, lejos de vuestra vista. Cuando todo se calma, os encontrais tu y Lourdes a solas en una celda con barrotes. O tal vez no...
Un hombre misterioso y sombrero extraño esta sentado en la celda con vosotros.
Doy una ojeada al hombre misterioso e intento simpatizar con él:
- Hola. Puede llamarme Ombra Oculta. ¿Podria decirme quien es usted?
.-Ja, ja-. Cruza una pierna por encima de la rodilla opuesta .-No soy nadie. Pues shamarme nadie, o no shamarme de ni una manera. Ja, ja-.
.-Empezamos bien...-. Dice la chica con cara de circunstancia.
- Lourdes, ¿tu qué opinas? ¿Intentamos hacernos amigos de este hombre o nos tumbamos en el suelo dejando pasar el tiempo? - le pregunto con voz intranquila.
.-No tenemos mucho que hacer-. Dice Lourdes .-Bueno. ¿Por que esta aqui señor?-.
.-Por no sher nadie. Evidentemente-. Dice el hombre bromeando.
- Señor, hábleme de usted - le digo a aquel hombre; - ¿no recuerda cómo vino a parar aquí?
No está mal la partida... a ver qué nos pasará, prisioneros de los samurais... glub...
.-Oh. Ni lo recuerdo, ni quiero recordarlo. Sho pasheaba tranquilamente. Inoshentemente. Cuando eshtos sheñores me cogieron. Esh un delito no sher nadie. Pero nadie esh alguien, aunque no shea nadie-.