Partida Rol por web

La Noble Savia

I. Cuestión de herencias

Cargando editor
14/10/2014, 18:11
Narratoris

 

Año de Nuestro Señor Jesucristo de 1369.

Castillo de la localidad de Guadalest, Reino de Valencia.

El Conde de Guadalest, Sevastià de Rugat, había muerto. Unas duras fiebres se lo habían llevado en pocos meses, después de haber sido atravesdo por una jineta infiel en plena batalla, cuya herida se complicó semanas después y acabó con su vida en menos tiempo del que podía imaginarse. Su hijo, Joan, sucesor sin hermano alguno, estaba desconsolado, y a su vez consolaba a su madre en la fortaleza de Guadalest. Rodeados de un servicio y no demasiadas tropas para los tiempos que corrían, era imprescindible que Joan, un hombre diestro en armas como su progenitor, ocupara lo antes posible su puesto para evitar desequilibrios en la familia y el condado valenciano que gobernaban. Es por ello que en estando el cuerpo presente de don Sevastià aún en el castillo de Guadalest, comenzó a organizarse la ceremonia de nombramiento condal para el hijo.

La localidad de Guadalest estaba al mismo tiempo apenada y exultante (tanto por la cruenta muerte del conde como por el futuro gobierno de su hijo, un hombre sencillo y bueno). Joan, en cuanto supo de su futura concesión del título, mandó llamar a los vasallos de su padre en el condado, sus súbditos y sus fieles para el evento. Pese a que iba a ser algo sobrio según tenía el pensado, había que hacer tal acto público para reforzar la línea sanguinal del padre y concentrar el apoyo de todos los territorios del condado. Así que, aparte de las familias, consejeros y sirvientes a su cargo, Joan de Guadalest mandó llamar a ciertos hombres para asistir a tal acto en primera línea:

El día de la investidura estaba allí un hombre delgado, alto y de piel curtida, que no tenía aspecto nobiliar, sino de villano. Breixo Araujo era su nombe, y era un pardo venido a más, al cual Joan conoció cuando éste lo contrató tiempo antes en varias incursiones contra los árabes por falta de soldados de su padre. Joan quería ganar favor de éste e hizo lo que sea por alistar hombres a su causa contra los moros. Y Breixo Araujo fue bien pagado. Luchó bien y desde entonces precisaba de él para algunos viajes o ciertas incursiones bélicas.

Tambien estaba presente un tal Ramón, un clérigo que a la vez empuñaba la espada con la cruz de lis propia de los caballeros de Santiago. Lo conocía ya que don Sevastià hacía cuantiosas donaciones a la encomienda de Santiago y a su órden, y recibía la favorable influencia de sus miembros en forma de consejo, favores, o espada. En uno de éstos favores, tuvo a bien el ser enviado junto con Joan, que precisaba de la presencia de Ramon y otros santiaguistas en un conflicto con uno de sus primos catalanes por unas tierras. Viendo el primo que la órden estaba de su lado, Joan quiso quedarse con algún hermano para ser el enlace con ésta, con lo que ha pasado desde entonces los últimos meses al lado del de Guadalest.

Muy cercano al asiento de Joan se encontraba Pedro, un goliardo que por tal cercanía debiera ser amigo suyo. Lo conoció en un viaje a Navarra con su padre, cuando era un crío. Pedro hizo de guía por las tierra de un señor vasco al que iban a visitar, y a la vuelta los sacó de aquellas tierras sin perderse. En el viaje trabó amistad con Joan, y Pedro le pidió ir con él hasta Guadalest, donde se ganó la vida contando historias. No se ven mucho, pero Joan siempre le saluda y cuenta con él para cosas importantes.

Otro hombre de armas se hacía presente allí: Rodrigo Manrique, visiblemente otro caballero Santiaguista. Su padre no presenció su armamento de caballero por estar a las órdenes de Joan en una de las mismas batallas en las que luchó con Breixo. A su vuelta, habiendo gastado ese tiempo en luchar contra los infieles del sur en vez de estar presente en la investidura, Joan decidió apadrinarle como compañero de aventuras durante un tiempo (como pago por la ausencia del padre) e intercedió favorablemente en Uclés (sede de la Órden de Santigo) en asuntos santiaguistas, donde Joan y su padre Sevastià tenía buena mano. Ha estado varios meses ya a su servicio.

Por último, en la sala de investidura estaba Roi, un tipo portugués que llevaba el emblema verdoso de Avis, cuya relación con Joan de Guadalest no fue sino cuanto menos curiosa: No ha mucho, Joan perisiguió a un muccadim judío de la aljama de Guadalest debido a que resultó ser un espía musulmán, que filtraba información a Gharnatah acerca de ls noticias que se producían en el condado de don Sevastià. Lo persiguieron por Castilla hasta llegar a Portugal. Allí, de casualidad, un caballero de nombre Roi se encontró en medio de una persecución en cabalgada, y avistando a un judío perseguido por un caballero cristiano, se lanzó contra el primero y lo derribó de un flechazo. Eliminado el espía, Joan regresó  Guadalest y Roi fue con él, ya que era una oportunidad perfecta para ver mundo como él tenía previsto. Desde entonces lo tiene en buena estima.

Estaban todos ellos rodeados de varios consejeros, vasallos de algunas casas leales y todos los miembros de la servidumbre del castillo aspotados en el patio de armas de la fortaleza de Guadalest. La madre de Joan, la Condesa, presidía acompañado de dos consejeros un tablado central de tres pies de altura, y a su lado el abad y el prelado de Guadalest, los cuales darían bendicion eclesiástica a la nombratura. La congregación de personal del castillo y servidumbre acaparaba por completo el patio de armas, y ni un alma cabía allí. Vosotros cinco estábais sentados tras Joan, que presidía el acto en un sillón de terciopelo oscuro.

Por el momento, uno de los vasallos de don Sevastià, un soldado tanto o más viejo que el malogrado, amenizaba el acto con unas palabras sobre el buen hacer en batalla de éste. Joan observaba su intervención con atención.

Notas de juego

Os dejo que hagáis todos un primer post.

Una cosa a TODOS: como el movimiento se aprende en primer lugar andando, os digo que no os preocupéis por el reglamento de Aquelarre. Está bien que miréis la escena de reglas y ojeéis (y preguntéis), pero a medida que tengamos que "tirar" de reglas, lanzamientos de dados, combates, y un largo etc., yo os iré guiando. No os preocupéis ;)

Nota para Pedro: tu orgullo de amistad es la amistad con Joan ;)

Desde ya comenzamos con ritmo medio (1 POST CADA 2-3 DÍAS)

Cargando editor
15/10/2014, 08:28
Rodrigo Manrique

Rodrigo asistía complacido a la investidura del que había llegado a ser gran amigo y compañero de aventuras. Sabía que Joan estaba triste por la muerte de su padre, pero al menos la había encontrado sirviendo a Dios y por tanto estaría con él en aquel momento, mirando con orgullo a su hijo. Eso y muchas otras palabras de ánimo, habían salido de su boca durante esos duros días para ensalzar el espíritu de Joan.

Había caido una gran responsabilidad sobre sus hombros pero no había nada que indicase que no pudiese con todo ello.

Alzó ligeramente la vista hacia el frater Múrgula y le sonrió levemente agradecido de encontrar a un hermano entre todos aquellos invitados de honor. No conocía a la mayoría de ellos y eso le hacía sentirse algo incómodo; hasta que no luchas al lado de alguien, no se puede decir que conoces a ese hombre. Pero bueno, tal y como estaban las cosas, eso llegaría más pronto que tarde.

Volvió la mirada al suelo y siguió escuchando las palabras emotivas de don Sevastiá.

Cargando editor
15/10/2014, 14:36
Padre Ramón Múrgula

Ramón estaba serio, más serio que de costumbre si cabe. Había accedido a asistir a aquel acto de investidura tanto por no poder rechazarlo en nombre de la Orden, como por su educacion, pero no le hacía la menor gracia. Sin embargo, un noble siempre es un noble y hay que obedecer, como él amargamente se recordaba, pensando en su hermano mayor y en su padre. Además, si el nombramiento del futuro conde ya era incómodo por traerle desagradables pensamientos, la muerte del conde Sevatiá era aún peor. Aquel había sido buen aliado y protector de la Orden tanto en donativos, como en palabras favorables. Ojalá el muchacho, el tal Joan estuviera a la altura de su padre o en su defecto permitiera ser aconsejado por los nobles y sinceros hombres de la Orden de Santiago.

Cargando editor
15/10/2014, 15:56
Roi Xordo

El orgullo enchia el pecho de Roi, al ver a su amigo ante tan grandes honores. La casualidad lo había unido a Joan de Guadalest, pero lo tenía ya en alta estima. Poco a poco aprendía de él y en su compañía las costumbres españolas, que no diferían en exceso de las portuguesas, pero sin duda era necesario aprenderlas y no herir con nada el afecto de sus anfitriones.

Mucha gente había acudido al evento. Roi se sorprendía aún de lo ceremoniosos que eran los españoles, y los fastos que acarreaba cada uno de los actos que precedían y seguían a una festividad. En Portugal todo era más sobrio, más centrado. 

Sonrió con morriña, al evocar su patria. ¿Qué estaría haciendo su padre?.. ¿Y sus hermanos? Por un instante evocó su hogar, allí en el lejano Alcaçovas, pero desechó el pensamiento de inmediato. Mejor prestar atención en el nombramiento de Joan. Era el único en la sala que portaba el sagrado emblema de la orden de Avis, así que debía dar ejemplo.

Cargando editor
15/10/2014, 16:49
Breixo Araujo

El tal Breixo Araujo se veía obligado a reprimir, por fortuna para él sin demasiado esfuerzo, el bostezo que quería brotar de su boca. Sería muy desacertado el mostrar aburrimiento tan abiertamente, en tales circunstancias, y sobre todo que él lo hiciera. Tenía que recordarse que su origen era más humilde que el de los aquí presentes, lo que casi significa que está entre gentes ajenas y hostiles a su condición, que muchos le tendrán por un mísero arribista. Tampoco estaría bien empañar un acto tan significativo para el joven Joan de Rugat, pues no todos los días un muchacho es nombrado conde, y al ser éste su último valedor y querer contar con alguien como Breixo, bien le debía sus respetos. Pero pedir a Breixo Araujo que disimulara su hastío e incomodidad ante tanto miembro de reconocidos linajes casi sería como pedir a un lobo que no atacara a una solitaria y desamparada oveja. Momento más propicio habrá para bostezar y, mejor aún, para mojar el gaznate sea por el nombramiento del nuevo conde o por una causa que merezca ser celebrada.

Ha llegado la hora de que el muchacho enseñe al mundo si esconde un lobo bajo esa fachada, pensó Breixo con una irónica sonrisa torcida. Luego paseó su mirada por entre los hombres más cercanos a sí mismo. Cuánta pompa la de estos caballeros, se dijo, y su sonrisa, acentuada por la cicatriz en su comisura derecha, se hizo más amplia.

Cargando editor
18/10/2014, 13:04
Padre Ramón Múrgula

El padre se estaba impacientando. Realmente estaba disgustado por estar allí aunque hacía moderados esfuerzos por reprimir expresarlo. Miró al hermano Rodrigo en busca de cierto apoyo moral, si bien éste parecía centrado en los progresos del joven Joan, aunque al menos le devolvió la mirada a Ramón y sonrió brevemente.

Ramón suspiró de forma audible y en un intento de serenarse aferró discretamente el crucifijo y el colgante que le pendían del cuello y empezó a orar para sí, susurrando y moviendo los labios. Quiera que Dios concediera que aquel fuera un día propicio para la Orden y la obra del Señor.

Cargando editor
18/10/2014, 18:59
Pedro

Sigo atento la narración del viejo soldado, me encantan estas historias siempre con tintes de fantasía mezclado con la realidad, justo lo necesario para hacer la historia más interesante. Me abanico un poco con una de las invitaciones que tan bellamente habían sido entregadas. La cuestión es ser práctico y en eso nadie gana al bueno de Pedro. Sin embargo tiene un problema con su peso y me da mucho calor tanta gente.

Tengo ganas de contar algunas de mis historias y sólo me retengo porque mi buen amigo Joan está tremendamente serio tal como el acto requiere. Mi indumentaria está lavada y limpia, aunque insistió en que me cambiara por algo más lujoso, sería tonto ser otra persona de la que soy.

- ¿Seguro que Don Sebastiá hizo todo eso?- le pregunto en un susurro a Joan, tapándome con la mano- lo de cambiarse de caballo en pleno galope... así se ha pasado- intento contener la risa-.

Cargando editor
20/10/2014, 19:03
Narratoris

Et que en habiendo recordado la figura de don Sevastià en mitad del castillo, el abad de Guadalest hizo una seña a los soldados que rondaban justo la entrada de la fortaleza interior, y éstos se introdujeron en ella. Pasaron unos cinco minutos, donde veíais algo apenado a vuestro amigo Joan sentado en su trono, pues el fallecimiento de un padre de manera irremediable no es plato de buen gusto para cualesquiera. Los soldados salieron de nuevo al patio de armas, mas esta vez portando sobre sus hombros, todos a la vez, una caza de madera bien labrada y bien tallada, con algunos aspectos florales en los laterales. Tras de sí, cuatro siervos portaban en alto los estandartes de Guadalest y del Reino de Valencia, mientras que otros cuatro comenzaron a tocar una monserga para los oídos con tambores bien redoblados y bien manipulados.

El estruendo era grande y toda la atención del patio de armas y sus asistentes se centró en eso. El cuerpo presente del padre de Joan avanzaba hasta el estrado, y lo colocaron justo delante de la vitrina central, casi a vuestros pies y a los de su hijo y su esposa, la condesa. La monserga se detuvo cuando apoyaron el cuero en una mesa de buen talle que también llevaron.

Cargando editor
20/10/2014, 19:08
Fray Gerard

En el nombre del Padre, et Filis, et Spírito Sanctum... -formulo el abad de Guadalest, sentado a la derecha de la condesa-. Lejos de oficiar allí una misa, que habría acto para aquello, quiso darle un toque religioso a la ceremonio, et la presencia en aquel evento no era sino debido a la pleitesía hacia don Sevastià por las cuantiosas donaciones al monasterio que éste hacía, así como para dar bendición de Dios al nuevo conde.

Hermanos, hermanas, hijos et hijas -comenzó el abad levantándose de su trono improvisado-. Lloremos de dolor, pena y recuerdo por la pérdida irreparable de un hombre bueno, valiente, justo y capaz, como habemos oído de la boca de todos sus vasallo. Don Sevastià de Rugat, conde de Guadalest, se encuentra ya a la derecha del padre, junto con los fieles a Cristo y al Reino eterno. Mas la misma pena se transforma, de igual modo, en regocijo y alegría, pues una vez sabido que de Dios le toca ahora el proceder, aquí bajo sus ojos proclamarermos a su hijo de sangre, don Joan de Guadalest, como nuevo sucesor del condado. ¿Su señora madre et buena esposa, condesa regente, doña Ana... le dais la bendición a vuestro hijo?

El silencio sepulcral hízose en la plaza de armas. Los pendones de los colores de la casa de los de Rugat ondeaban, al igual que las enseñas de Guadalest y valencia en los decoros sobre la muralla y algunas vestimentas. La plaza miraba a doña Ana, la madre de Joan.

Cargando editor
20/10/2014, 19:14
Doña Ana

Doña Ana se levantó, miró a su hijo, y luego asintió al fray Gerard mientras hablaba.

Yo, Ana de Abellán -decía-, condesa de Guadalest y esposa de Sevastià de Rugat, ofrezco consentimiento por la Gracia de Dios y por la sangre a mi hijo, Joan de Guadalest, a la adquisición del condado por legítimo derecho. Sus vasallos y sus tierras, desde ahora, quedan de su mano... -veíais una muesca de preocupación en los ojos de doña Ana. Ciertamente, se notaba mucho que forzaba sus palabras tal proclamación-. Luego hizo una reverencia al abad, sonrió forzadamente a su hijo, y volvió a sentarse.

Cargando editor
20/10/2014, 19:18
Fray Gerard

Fray Gerard también se dió cuenta de aquel extraño amago en las palabras de Ana, y enseguida hízose retornar sobre su persona la atención de todos los presentes (para que nadie más presente lo notase, cosa harto difícil).

Bien -dijo de nuevo-. La sepultura se dará en el monasterio de Guadalest, tal y como siempre nos refirió don Sevastià. A la tarde daremos descanso eterno y misa en ese lugar. Et ahora vislumbrar a don Joan de Guadalest, ¡el nuevo conde! -formuló con algaravía extendiendo el brazo y la palma de la mano y apuntando a vuestro amigo-. Que Dios bendiga vuestra tierra y vuestra vida, Señor.

Cargando editor
20/10/2014, 19:22
Joan de Guadalest

Don Joan, ahora y desde este preciso instante proclamado conde, se levantó con cierta pesadez (pues había captado la rareza de su madre) et que se giró sobre sí, mirando a cuantos congregados había en la plaza de armas y asintiendo un poco, como recibiendo los primeros vítores. Et que de tal guisa criados y soldados proclamáronle lealtad con júbilo, gritos y algaravía: las lanzas se elevaron al aire, los tampores resonaron y se colgó de en el adarve de las almenas, por dento y por fuera, más escudos de la casa de Rugat.

Joan se levantó del silló, miró el cadáver de su padre, que tenía asido una espada entre sus manos, y le dió un beso en la frente. Et lo mismo hizo con su madre una vez subió al pequeño estrado, aunque de forma muy forzada (según os pareció de alguien al que, en mayor o menor medida, conocíais de hacía algún tiempo). Empero que el abad esperaba que palabras de júbilo diéra a sus nuevos súbditos, quedóse éste con las ganas, pues enseguida el nuevo conde de Guadalest se escabulló de allí hacia el interior del castillo, no si echarle una última mirada de desdén a doña Ana.

La plaza, poco a poco, comenzó a vaciarse, y el cuerpo de don Sevastià fue llevado a pulso al monasterio de Guadalest, no muy lejos de allí, y escoltado por casi toda la mesnada del castillo.

Cargando editor
20/10/2014, 20:58
Padre Ramón Múrgula

El hermano sacerdote escuchó sin demasiado hastío que el abad comenzara la proclama, a fin de cuentas aquel era un hombre de Dios como el propio Ramón e incluso algunos pudieran pensar que su superior, por ocupar un ato cargo eclesiástico. Ramón por su parte no creía deberla más obediencia que cualquier otro cristiano pues pertenecer a la Orden le libraba de obligaciones o servidumbres locales y así, para fortuna de Ramón, éste se había ahorrado besar el anillo del abad nada más llegar al convite.

Tras escuchar las palabras de las personalidades de la fiesta al padre Ramón le quedó un regusto extraño en la boca, amargo, pues personalmente tenía por muy desagradables las disputas familiares y el que estas fueran ante los ojos de extraños y aún más, delante de plebeyos, le parecío una auténtica falta de buen gusto. e incluso de sentido común. Cosas como aquellas podían acabar con el mando del joven aún antes de que éste hubiera empezado.

Cargando editor
21/10/2014, 08:15
Rodrigo Manrique

Rodrigo frunció el ceño al notar la reticencia de doña Ana. No se había dado cuenta antes del problema entre madre e hijo y no entendía qué podía pasar. Para él era muy importante el respeto y aprobación de sus padres, y daba por supuesto que a Joan le ocurriría lo mismo. Tendría que preguntarle más tarde qué había pasado.

Como posiblemente toda la congregación allí presente, había esperado unas palabras del nuevo conde que no llegaron. El jóven caballero siguió con mirada preocupada la retirada de su amigo.

Después de agradecer la breve monserga a fray Gerard y mostrar sus respetos ante el cuerpo del difunto Señor, dirigió sus paso hacia donde había desaparecido Joan. Seguramente necesitase algo de apoyo. Le buscarían y, si quería compañía y consuelo, se lo daría.

Cargando editor
21/10/2014, 20:25
Roi Xordo

Asistió silencioso y atento a la ceremonia de proclamación de su amigo. Silencio había también en derredor, y pudo fijarse en otros de los presentes. Joan tenía variados amigos, casi todos caballeros bien armados y de renombrada orden, pero también le rendían honores de otros gremios. 

El momento de la aceptación de Joan como heredero por su propia madre fue bastante tenso. A Roi le extrañó que su propia madre hiciera notar desavenencias en un momento así, pero tal vez estuviese afectada por el fallecimiento de su esposo, no sería de extrañar.

Al terminar el acto, y retirarse Joan, la gente empezó también a dispersarse. Roi decidió ir a buscar a su amigo, y se encaminó hacia donde lo había visto marcharse. Sin duda eran momentos duros para él.

Notas de juego

Me dirijo también a hablar con Joan, como Rodrigo.

Cargando editor
21/10/2014, 20:45
Padre Ramón Múrgula

Viendo el sacerdote que su hermano Rodrigo se levantaba chasqueó la lengua con desagrado y se levantó y fue tras éste apretando el paso para caminar a su altura. Si habían de abandonar la mesa de tan malhadada forma en pos del joven conde, al menos que lo hicieran a un tiempo y que pareciese algo previsto y no un impulso repentino que añadiera más leña a la escena presenciada - Al menos ya casi no quedaba gente en la plaza - se consoló Ramón.

Notas de juego

Hale, sea, Don Ramón sigue a Rodrigo (y a Roi).

Cargando editor
21/10/2014, 22:19
Breixo Araujo

Vaya, vaya, pues sí que se estrena bien el mozo en sus nuevos menesteres, piensa el pardo, al que, cosa rara en él, se le esfuma la sonrisa de los labios. Así que desencuentros entre madre e hijo; Breixo prefiere no pensar en madres, que le viene a la mente la suya difunta, que ardió en una hoguera porque así lo quiso una turba enloquecida. Esta doña Ana, qué diablos la llevarán a mostrarse así en la ceremonia de su hijo, qué sentido de la oportunidad. Qué raro todo, puñetas.  

Y luego están los distinguidos caballeros, partiendo todos en pos de Joan, malditos aduladores. ¿Necesitará el cachorro  su compañía en estos momentos? Ah, demonios, mejor  con  ellos que  rodeado de ilustres desconocidos.

             

Notas de juego

Venga, pues, Breixo sigue al padre Ramón, que sigue a Roi, que sigue a Rodrigo, que sigue a Joan.

Cargando editor
22/10/2014, 10:44
Pedro

Mis ojos todavía tienen lagrimas en ellos cuando acaba la ceremonia, ha sido todo tan bonito. Mi amigo el, ahora, conde ha hecho los méritos necesarios para estar donde está, no sólo por sangre, sino por méritos propios.

Observo como muchos siguen al conde, no tengo claras sus intenciones, de algunos el conde me ha hablado, así que de esa guisa, y preguntándome si habrá un refrigerio postrero al entierro, levanto mis gran masa corporal de la silla desde donde he presenciado el acto y me dirijo tras el extraño Breijo con mi bamboleo tranquilo de quien ha camino mil kilómetros en su vida y no suele tener prisa.

Notas de juego

Pues me uno a la serpiente, era imposible no hacerlo xDDD

Cargando editor
26/10/2014, 12:59
Joan de Guadalest

Doña Ana, mientras vosotros marchábais tras el nuevo conde, salía al portón del castillo de Guadalest junto con los consejeros y algunos siervos y doncellas, echando un último vistazo al cuero de su marido saliendo de la su fortaleza. Estaba claro que nunca regresaría, sino que sería un nuevo regente el administrador del condado, et ella como condesa hasta nuevos acontecimientos. Mientras miraba la marcha de su difunto esposo, salíseis casi en fila tras los pasos de don Joan al interior del castillo. Veíais una estela de criados subiendo las escaleras ubicadas en la entrada, clara señal que le seguían al primer piso, más que nada como novedad ante el nuevo conde. Os encaminásteis vosotros también, y una vez arriba os dirigísteis al aposento del hijo, el ahora conde. Un criada os interrumpió el paso con una previa reverencia.

-El señor conde no se encuentra disponible, señores -os dijo la cálida voz de la jóven-. Necesita descansar, ha sido un día duro tras tantos recibimien...

¡Que pasen! -dijo la voz de Joan desde el interior de su alcoba-. La mujer miró hacia atrás, hizo otra reverencia y se quitó de vuestro camino. Luego entrásteis en su dormitorio: una estancia casi o tanto más grande que el salón principal de la planta baja...

Cargando editor
26/10/2014, 13:05
Narratoris

La puerta era metálica en sus rebordes, mientras que en el interior había encajado una tabla con una especie de retablo y estampas bíblicas de ferviente arte. Nada más acceder, vísteis cómo la enorme cama engalanada de cojines y ricas telas gobernaba la estructura de la enorme sala. Escritorio a la diestra y un chimenea y asiento a la siniestra, bajo la ventana, emplazado a su vera una estantería con celosías enrejadas llenas de libros (sin duda un rincón de lectura perfecto). Al lado de la entrada, un maniquí de madera de la talla más o menos de don Joan sostenía unas armaduras, y tras ésta unas espadas estaban guardadas en una especie de cubil estrello y muy alto, todo lleno de adornos florados de plata. Don Joan os hizo un gesto para que pasáseis y cerráseis la puerta.