Partida Rol por web

Como cada mañana, os encontráis entrenando con el arco en un rincón del patio de armas para mejorar vuestras técnicas de lanzamiento de flechas. Véis como de repente se acercan a vosotros un grupo de 4 soldados con armaduras militares y con cara de mala leche. Se posan frente a vosotros diciéndoos:

- ¡Revan Lancaster y Bernat del Puig! Vuestra majestad el Rey Loarrus desea veros inmediatamente, ¡Acompañádnos! No debéis hacerle esperar.

Seguidamente os rodean a los dos en señal de escoltaros hacia la sala del trono.

¿Qué hacéis a continuación?

Mientras disfrutaba de un rato tranquilo con mi amigo Revan mientras entrenamos en un apartado rincón sin ningún sargento encima de nosotros y de repente oigo una voz autoritaria y de mal humor que nos llama.

Me giro destensando el arco y retirando la flecha que estaba a punto de disparar. Al oír las órdenes guardo la flecha y el arco en el carjac.

Me extraña su actitud y como no somos nobles me da toda la impresión de que nos están llevando detenidos aunque no nos han desarmado.

Miro a mi compañero preguntándole por gestos si sabe alguna cosa al mismo tiempo que le indico que yo no.

 ¡Maldición!

Me giro rápidamente, bajando mi arco, sobresaltado al oír la voz del soldado. Estaba tan entusiasmado entrenando con mi amigo Bernat que no fui consciente de haber sido rodeado. Miro a Bernat, e inmediatamente comprendo sus señas. Han sido muchos años escaqueándonos de nuestros superiores... Le dedico ahora una mirada a los soldados, escudriñando sus caras, tratando de encontrar algo familiar en ellos. Le devuelvo las señas a mi amigo. No sé qué pueden desear de nosotros, no los conozco y actualmente no tengo deudas de juego con nadie, si mi memoria no me traiciona.

Ante la incertidumbre, decido hablar por primera vez:

¿De qué se nos acusa?¿Qué deseáis de nosotros?

El soldado que está frente a vosotros os mirá detenidamente y os dice:

- No podemos daros ninguna información al respecto, no lo tenemos permitido. Simplemente acompañadnos sin más, su majestad el Rey os dará todos los detalles pertinentes. Espero que tengáis suerte.

Una vez estáis rodeados os instan a que os pongáis en marcha dirigiéndoos hacia uno de los pasillos del castillo. Uno de los soldados os susurra en voz baja:

- A saber qué habréis hecho....

Los demás soldados comienzan a reirse a carcajadas dirigiéndose miradas cómplices.

 Parece que no tenemos más remedio...

Está bien, partamos pues...

Mientras avanzamos por el pasillo intento orientarme hacía donde nos deben llevar. A la zona de la familiar real o los calabozos.

Sólo he estado unas pocas veces cuando han llegado visitantes ilustres. En esos casos nos han hecho formar en la sala del trono rodeando las mesas como guardia de honor.

Prefiero marchas en lo mas crudo del invierno o bajo la canícula que estar allí sin poder moverme viendo como devoran ingentes cantidades de comida y vacían jarra tras jarra.

– Nos aguarda el destino que nos haya designado su majestad.

Los soldados os guían por el pasillo con un paso rápido y constante. En una de las paredes del pasillo véis una puerta que seguramente conduzca a cualquier estancia y de ella sale un viejo siervo. Va vestido de manera humilde y sus rasgos faciales denotan que no ha tenido una buena vida. El siervo se percata de vuestra presencia y cuando vuestro grupo se pone a su altura véis cómo se arrodilla ante vosotros y os dice:

- Tenéis mis esperanzas puestas en vosotros.

A los soldados parece que el acto del siervo no les ha agradado demasiado y uno de ellos le arrea un empujón que hace que el pobre hombre caiga de bruces al suelo. Seguídamente le grita:

- ¡Cómo osáis poneros en nuestro camino! Deberíais estar trabajando en vez de estar aquí, informaré a vuestro superior.

El siervo se levanta del suelo y bastante avergonzado por lo que acaba de ocurrir se introduce rápidamente en la estancia de la que ha salido. No le volvéis a ver más.

 ¡EH! Le espeto enfadado al soldado ¿Así tratas a la gente que agradece tu trabajo? No me extraña que los soldados no sean muy queridos en el pueblo llano... Un poco más calmado, continúo Reserva tu violencia para el enemigo.

Logro controlar mi ira por el comportamiento del soldado.

Grabo en mi mente su aspecto y voz así como al comandante del grupo que aprueba estos comportamientos.

Miro a Revan intentando indicarle que se calme que mas tarde ya “hablaremos” con él.

Después de ese incidente, los soldados os introducen en una gran sala con un ambiente húmedo y caluroso. Se trata de la sala privada de baños del rey en la que hay multitud de piscinas y varias bellas doncellas semi-desnudas que se encuentran nadando en su interior. Nada más entrar se os quedan mirando embobadas y enseguida se ponen a cuchichear entre ellas. Vuestros oídos logran captar estos comentarios:

- ¿Son esos dos?

- Creo que sí pero callad que nos van a oir.

- No me importaría que me oyesen y que se metieran aquí con nosotras, miradlos, ¡son muy apuestos!

-  ¡Nos van a llevar a la horca si nos oyen!

Seguidamente escucháis sus risitas burlonas y juguetonas.

Los soldados comprueban que el rey no se encuentra en esa sala y salid por otra puerta para dirigiros hacia unas escaleras.

Intento ponerles a las doncellas mi mejor cara. Alabando su belleza y sonriéndoles sin parecer obsesionado.

– ¿Raven habías contemplado alguna vez ninfas tan hermosas?

 Memorizo la ruta hasta esta sala.

Estos no se han equivocado deben emplear cualquier escusa para pasar por aquí.

 No... Respondo a mi amigo, con un deje de tristeza... Son las prisioneras más bellas que he visto en mi vida...

Las palabras dichas por las concubinas me arañaron el alma. ¡Ahorcadas por expresar su opinión! ¿De qué sirve vivir entre tanto lujo, si no tienes libertad ni siquiera para hablar? Debe ser una vida horrible.

Me prometo a mí mismo que cuando acabe todo esto, trataré de ayudarlas.

Subís por esas escaleras y cuando pisáis el último escalón podéis ver ante vosotros otro corredor del que salen pasillos por todos lados. Realmente es un castillo bastante grande en el que uno puede perderse con facilidad.

- Ya casi hemos llegado, arqueros. No desesperéis- os espeta un soldado- solamente me queda deciros la manera en la que tratar al rey. Al entrar debéis hacerle una reverencia y si él no os lo pide no podéis hablarle ni mirarle directamente a los ojos, ¿lo habéis entendido? 

Parece que se acaba el recorrido y no hemos acabado en los calabozos.

A pesar de su prepotencia sobre nosotros parecen confiar en nosotros. No creo que le gustara a la reina o a su hija saber que algún día se los pueden encontrar en su baño.

Asiento con la cabeza antes de contestar. – ¿Una cosa así señor?, no he sido traído nunca ante la presencia de nuestros Señores.

 Comprendo. Ardo en deseos de saber qué quiere su Majestad de nosotros.

Sois conducidos por uno de esos numerosos pasillos y en el final del mismo podéis observar una gran puerta que parece ser de oro. En ella está grabado el escudo de la familia real.

- Ya hemos llegado,arqueros. Detrás de esa puerta se encuentran los aposentos de su Majestad el Rey Loarrus. Recordad todo lo que os he dicho acerca de él y de cómo comportaros con él- después de deciros esto, el soldado toca la puerta con los nudillos de su mano y añade- Su Majestad, traemos el encargo que nos pidió, ¿podemos pasar?

Una voz bastante grave que proviene desde el interior de la estancia dice:

- Pasad, pasad, os estaba esperando.

El soldado que ha tocado la puerta os hace entrar. Véis al majestuoso rey sentado en una silla. Su semblante dibuja un estado de preocupación e incluso parece que estuviera enfermo y cansado.

- Bienvenidos arqueros-os dice- os he hecho llamar para comentaros algo muy importante.  ¿Os han tratado bien estos soldados?

Hago una reverencia nada más escuchar su voz. Y le digo sin mirarle a los ojos: A nosotros sí, su Majestad. Recuerdo aún el desprecio mostrado al campesino.

¿Qué desea su Alteza de éstos sus fieles arqueros?

Nada mas entrar hago una reverencia al Rey y me mantengo con la mirada a los pies del trono hasta que se me indique lo contrario.

Parece que no hemos incurrido en ninguna falta o se nos ha inculpado de alguna.

– Correcto su Majestad, el trato normal entre soldados sin ceremonias.

– Estamos a su servicio su Majestad.

El rey parece haberos escuchado con atención y prosigue diciéndoos lo siguiente:

-  He oído infinidad de cosas de vosotros, por eso os he elegido. Creo que encajáis con lo que estoy buscando para la nueva misión. Ahora no puedo revelaros muchos detalles, simplemente os he hecho llamar para instaros a que os preparéis. Los soldados os acompañarán a una sala para asearos, vestiros correctamente y daros algunas cosas. Pasaréis el resto del día con ellos y hoy comeréis bien, necesitáis recuperar fuerzas- hace una ligera pausa para después continuar- se que podéis estar algo confusos pero nos volveremos a ver al ocaso en la sala del trono.

Dicho esto, el rey hace una señal a los soldados para que os acompañen a la mencionada sala donde pasaréis el resto del día hasta que llegue el ocaso y volváis a reuniros con él.