Partida Rol por web

Los chillidos eran ensordecedores, mientras el enfermero luchaba por aferrarse a la vida se produjeron varios pobres intentos de salvarlo sin embargo Marcos optó por neutralizar la amenaza por la que Luis Carlos puso en juego su vida. Sólo necesitó un golpe seco con el taburete aprovechando que estaba en el suelo.

La pizarra ya estaba colocada, justo a tiempo para resistir los embates de los zombies que restaban en el pasillo los cuales se agolpaban a la gran superficie golpéandola una y otra vez. Los sonidos más escalofriantes los producían los chirridos de las uñas al horadar en la pizarra, algunas de éstas uñas se quedaban incrustadas depegándose de los dedos que antaño las sujetasen tiñendo la superficie de color rubí.

La amenaza estaba presente en ambos lados.

Y viendo que ya "solo" nos quedan dos zombies en nuestro lado, que podríamos descansar un poco de todo esto, y de que había que actuar rápido, el señor (doctor, perdón) Martín se envalentonó. Cogió un taburete por las patas y probó a ponérselo de cráneo al hongo que se arrastraba en el suelo. 

Como esto no funcione, seré yo el que esté más cerca...

El chirriar de las uñas retumbaba dentro de la cabeza de Miguel. No había contado con eso y ahora deseaba haber colocado la pizarra del revés. 

Putos niñatos - decía mientras apretaba los dientes. Al darse cuenta de que seguía pensando en esos bichos como sus alumnos, un escalofrío le recorrió la espalda - Joder... 

Observó al decano y e intentó imitarle buscando otro taburete con el que atacar al otro estudiante

La pizarra ya estaba puesta en el pasillo -¿ahora cómo vamos a salir por la puerta con la pizarra en medio?  La duda pronto dejó de tener importancia para él. Un mordedor intentaba acercarse a sus amigos. Se acercó al zombie y puso una mano a cada lado de la cabeza tirando hacia arriba con la intención de arrancarla.

- ¿Nuestro amigo el enfermero también se va a convertir en un mordedor? -preguntó sin emociones como si arrancar la cabeza a un zombie fuera su día a día.

Y allí estaba, mientras los demás empujaban la pizarra, corriendo de un lado para otro como un maníaco esgrimiendo un taburete con ambas manos. Si alguien le había dicho que su muerte sería en una situación tan frenética como indigna, se hubiera reído de él. O le hubiera soltado una hostia. Pero ahora...

-¡LUIS CARLOS! -gritó, corriendo hasta allá- ¡SUÉLTALO!

La hostia que le soltó al zombi que le había mordido no fue menuda, y consiguió que le soltase... aunque posiblemente fuera demasiado tarde.

-¡Vamos, a la pizarra! -le mandó, tratando de que no pensase en la sentencia de muerte en los posibles efectos de la mordedura- ¡Estamos muy cerca, saldremos de aquí y todo esto quedará atrás! ¡Venga, que tú puedes!

Se giró con el taburete otra vez, buscando de nuevo el problema mientras el testudo pizarrero avanzaba, Sara y él cubriendo al grupo, cada uno de una forma.

Mientras la mitad del equipo sujetaba la chirriante pizarra, la otra mitad intentó neutralizar la amenaza. Primero lo intentó el decano, sin embargo a pesar de que no tuvo problemas en levantar la pizarra, moverla le ocasionó un tirón haciendo que fallase por unos pocos centímetros quedando totalmente expuesto a la amenaza. El problema no pasó a mayores gracias a la oportuna intervención de Luisra y el siempre tan eficaz Santana.

-Ahh... Ahh... - El herido jadeaba mientras de su herida manaba sangre. A su lado se encontraba el cuerpo descabezado de su agresor. Lo apartó de un empelló y permaneció tumbado -Joder... Gracias... -Nadie sabía lo que pasaría, o más bien todos sabían lo que pasaría pero no cuándo. Todos menos él. -Joder... Necesito unas vendas.

Jimmy y Marcos le miraron mientras sujetaban la pizarra, habían visto morir a sus amigos, aquel hombre, apenas le habían visto y si sentían remordimientos las recientes experiencias acababan de arrebatárselos. Jimmy fue a acercarse más la pizarra estuvo a punto de ceder con una embestida... Ambos empujaron intentando contenerla y consiguieron moverla un metro... Quedaban aún siete.

Sara guardó el arma en la pistolera y tras comprobar que no había peligro, fue rauda a la pizarra utilizando su propio impulso para desplazar aquella improvisada barrera otro metro. Al otro lado los gemidos y gruñidos se sucedían... ¿Dónde había ido a parar su humanidad?

Al verse desprovisto de arma, Miguel decide empujar la pizarra con todas sus fuerzas tal y como están haciendo sus compañeros. 

- Venga Jimmy, Marcos. Si salimos de esta pasaré por alto vuestras prácticas...

No entendía nada pero si había que empujar pues empujaba a fin de cuentas lo importante era que estaba haciendo amigos nuevos y no quería que se enfadaran con él. Se acercó a la pizarra y empujó. No quería admitirlo; pero le resultaba más fácil mirar a los ojos de los mordedores que a los de sus amigos.

Echó mano a la pizarra apoyando la espalda-hombro y empujando, sin soltar el taburete, cubierto de sangre y dios quería fijarse qué más, tan apretado que parecía que no se lo iban a soltar ni con hierros.

-¡Con el debido respeto, doctor! -resopló mientras empujaba- ¡Igual no es el momento!

Le dio una mirada a Luis Carlos.

-¡Vamos! ¡Quítate la camiseta y... no sé, ¡póntela en la herida y torniquete o algo! ¡Te necesitamos! ¡Que vamos a salir de esta!

La barricada se desplazó a una velocidad fulminante fruto de la colaboración entre todos los supervivientes, unos pocos de los caminantes cayeron por el impulso y estaban empezando a levantarse... Habían llegado a la altura de uno de los policías caídos. Allí donde Sara vio el brillo metálico se encontraban las dos armas. Del pobre diablo no quedaba casi nada por lo que parecía que no se levantaría otra vez...

Cuatro metros más allá, Luis Carlos yacía muy debilitado, tal vez inconsciente. No parecía dar muestras de haber escuchado algo...

Tienes razón, condeció el doctor, que había vuelto a la "realidad" gracias a Luis Ramón.

Entonces se dirigió a la pizarra lo más rápido que pudo, que igual no fue mucho, y empujó con ganas para ver si servía de algo. 

...

-¡Sara! -gritó- ¡La pistola! ¡Páseme la otra pistola hasta aquí!

Se separó de la pizarra, como para que pudiera darle una patada y recibirla sin problemas.

...

"Tú. Tú pudes. Tú puedes hacerlo"

...

Miguel miraba de reojo a Luis Carlos mientras seguía empujando la pizarra. No podía evitar que por su cabeza lo único que pasara es que tendrían que matarle tarde o temprano - Joder Miguel Joder....  - Volvió a girar la cabeza para dejar de mirarle y en esas vio el brillo de la pistola. Siguió empujando mientras hablaba para tapar el sonido de los alumnos rascando al otro lado del tablero. 

Pillad las armas antes de que salgamos pitando de aquí joder. Luis Carlos... ¿có...cómo estás? 

¿Para qué quieren las armas? Hacen ruido y los enfada. La culpa de todo esto es del ruido. No dijo nada porque seguro que no iban a hacerle caso, nunca le hacían caso y por eso estaban en esta situación. Si se hubiera ido a casa cuando terminó su turno... pero no podía dejar a sus amigos en peligro.

Vio como el doctor - si es médico ¿por qué no cura a Luis Carlos? - y Miguel seguían empujando la pizarra.  Decidió empujar él también aunque nadie le había explicado el juego.

Parecía que la idea de la pizarra funcionaba y avanzábamos sin demasiado peligro. El cuerpo de uno de los policías estaba a mis pies, y ambas armas juntas. No fuí la única que se dió cuenta de que estaban ahí, pronto escuché una voz que me llamaba y me reclamaba una de ellas.

Hice caso  al supervisor y con el pie arrastré una de las pistolas y le di una patada, tratando de hacérsela llegar con aquel empujón, para luego agacharme a recoger la otra. La mía se había estropeado y no sabíamos cuantos seres más de esos quedaban delante nuestro.

Si alquien quiere el arma del otro poli, que me lo diga. Creo que me irá mejor con la defensa. Dije al resto.

Paró la pisola en seco con el pie (tanto futbito sirvió de algo) y se agachó para cogerla.

...

"Vamos"

Dios. Pesa mucho más de lo que me hubiera imaginado. Es un peso. Tú puedes... primero, como en las películas: comprueba el seguro. Busca, busca, debe ser esa cosa de ahí. Bien.

En unos cuantos pasos, con el taburete detrás suya y la pizarra aún más detrás suya, Luisrra se acercó, con el fondo de los resuellos y esfuerzos de sus compañeros y los gemidos de ultratumba del otro lado y las uñas clavándose con aquellos chirridos horribles que iban burbujeándose y cambiando con el tiempo. Le puso la mano en la frente (¡FATAL!) y se agachó, en cuclillas.

-Luis Carlos... Luis Carlos -agitó el hombro- ¿Me oyes?

...

-Escucha... escúchame. Puedo parar esto. ¿Me entiendes? Puedo ayudarte. Se acabará la fiebre. No te levantarás. Te... -se le escapó una lágrima gorda como preñado.

El antiguo enfermero asintió. O se desvaneció. En cualquier caso, estaba transido por la fiebre y el encargado, que hacía apenas unas horas (¿horas?) había pasado por la enfermería con el primer con Segrellos y había visto a aquel hombre salido en tromba para tomar el aire después de haberles ayudado... vamos. Le tomó de la barbilla para sujetarle, le puso la pistola en la nuca y disparó.

BANG!

Y si alguna cabeza se giró...

Había un Luis-Carlos muerto encima de Luisrra, con una bala por un lado y mucha sangre por otro. La LOS S-EL CER-LOS SESOS la sangre y la masa encefálica del pobre hombre por el suelo: un espectáculo grotesco con media cara hecha puré, nada como la limpia entrada y salida de las películas... mientras que el supervisor estaba con los ojos muy abiertos y respirando agitada y espasmódicamente con la boca abierta, los labios moviéndose mientras se levantaba lentamente. Tras haber matado a un hombre.

Desde que la cosa se salió de madre tenían un plan en mente, sólo uno: escapar.

Por el camino había caído gente valiente y gente que no lo era tanto, algunos por un repentino accidente, otros cayeron fruto de un lance con aquellas criaturas. No todos habían muerto por un mordisco o un arañazo como creían que iban a morir; el recuerdo de Blanca era demasiado reciente... El enfermero a quien Luisra dio el golpe de gracia, no era siquiera un recuerdo...

Todo les había llevado hasta aquel punto, junto a la salida. Al otro lado de la improvisada barrera, la muerte personificada en numerosos rostros que empezaban a dejar de ser familiares seguía agolpándose y arañando la pizarra, tal vez aquello era la representación sus voluntades luchando por salir a la superficie, tal vez era el instinto animal que esperaba un impulso, una infección para aflorar.

Los primeros en abandonar la cobertura fueron los dos chavales, nadie quería ver morir a más gente joven, y menos aún verles transformarse en aquello...