Partida Rol por web

Sara no tardó en incorporarse, a continuación retiró el cierre de la pistolera y extrajo el revólver. Apenas lo había usado, es más, ni siquiera esperaba usarlo y ahí estaba, rodeada de monstruos propios de una película de serie B (o Z). Afortunadamente no estaba sola, en compañía como estaba del improvisado espadachín y de Luisra, éste último armado con uno de los taburetes que hasta el momento habían demostrado tener más capacidad de armar ruido que de derrotar a aquellas personas infectadas.

En el interior sentían la presión de un peligro que estaba por avecinarse. Sin embargo no sentían la responsabilidad grupal de Sara al no tener un arma en sus manos ni ver el peligro avecinarse. Tanto Martín como Miguel, ayudados por Marcos y Jimmy descolgaron con lentitud y cuidado el primer módulo de la pizarra, era enorme, de unos dos metros de largo por un metro de alto.

-¡Mierda, no esperaré aquí como Blanca! -Gritó el único estudiante que no estaba ayudando y echó a correr rumbo al exterior, del ímpetu que llevaba casi derribó a Santana. Una vez en el exterior se detuvo mientras estudiaba la posible ruta a seguir mientras maldecía de un lado a otro. 

El alboroto que empezó a formarse instándole a que volviese hizo que todos detuviesen sus tareas, también atrajo todas las atenciones que quedaban por recibir. Tras unos instantes Daniel, así se llamaba aquel chico valiente, empezó a correr, esquivó a uno, al segundo. Estaba a punto de chocarse contra otro zombie por lo que se paró en seco y consiguió driblar, estaba a punto de conseguirlo... Sin embargo de valientes están los cementerios llenos y fue en su último dribbling que acabó chocando frontalmente con alguien, ¿era María?. Fue lo último que se vio de él.

No todos se se acercaron a aquel banquete que estaba a punto de iniciarse. Empezaron a avanzar. Había llegado el momento de Sara... Echó hacia atrás sin dudar el percutor. Apuntó.

-Click BANG-. Disparo en la cabeza. Uno menos.

Quedaban dos desgraciados que estaban a punto de acercarse. Si no caían sería difícil sacar la pizarra.

-¡Joder! Mierda. -Maldijo Jimmy al escuchar el disparo. Daniel debía ser cosa perdida-. ¡Vamos a sacar esto de una vez! Si salgo de aquí prometo dejar la hierba. -Y con esta promesa y un gran ímpetu empujó la pizarra.

-Shhh ¡Calla y empuja!- Gritó Marcos, él por su parte estaba silencioso, lo único que dejaba escapar era de vez en cuando un resoplido por el esfuerzo. 

-¡Venga! Que Sara nos mantendrá a salvo, y luego la pizarra... -Espero

Ya habían recorrido la mitad de la distancia hasta la puerta. Desde donde estaban empezaban a verse aquellos dos cadáveres andantes que empezaban a resultar una amenaza para el grupo.

El doctor Martín miró raro a Jimmy por mencionar la hierba. ¿Un drogadicto en la universidad?

Pero enseguida, nuestro reaccionario favorito reaccionó y se agarró a la pizarra para ayudar a los chavales. Al principio pesaba un huevo, pero estaba tan acojonado con la puerta abierta y el pasillo lleno de hongos zombies que no tuvo que hacer un gran esfuerzo. 

Mientras tanto, el doctor Martín pensó que esta podría ser la última vez que... bueno, que todo. Incluso si vivía, aquellos zombies no se iban ni con pistola, dudaba de que los hongos no se extendieran. ¿por dónde? Daba miedo pensarlo. 

- Vamos, vamos - Miguel jaleaba a los porteadores de la pizarra - Cuando estemos en el pasillo apoyadla en el suelo y la empujamos con la espalda. Que no asome ninguna extremidad por los lados. Si vamos poco a poco no ha de caerse y sólo tendremos que cubrir ambos lados de la pizarra para que no se cuelen esos.... bueno.... los "otros" alumnos. 

Un grito, cuando el taburete cayó al suelo

-¡Ruscalleda, NO! ¡En la fila!

que se perdió en la nada, incapaz de convencer, cuando el pánico o elegoísmo se apoderaron de Daniel y este decidió abandonar la zona e ir a por todas... y todas fueron los que lo encontraro, y todos se lanzaron sobre él. El señor Navarro, hombre que hacía menos de unas horas le estaba echando el tabarro por no preparar el registro diario en el corrreo, sintió como se le escapaban un par de lágrimas, gordas y bien amargas, con aquello.

Y los muertos se acercaban hacia Sara, mientras seguía apuntando hacia otro.

-¡APARTA, MARICONAZO!

Gritó, estampando el taburete con saña y con las dos manos contra la boca del antiguo estudiante, mientras trataban de emprender la más ridícula y a la vez heroica resistencia que aquella ciudad había visto en décadas. Golpeó, y volvió a golpear otra vez, y golpeó de nuevo, y golpearía si caía al suelo, y golpearía hasta que dejase de moverse, y un poco más allá.

No le gustaba el ruido de la pistola. ¿por qué hacen ruido si había que estar en silencio?  No tuvo mucho tiempo para pensarlo cuando Luisra se adelantó con el taburete intentando golpear al mordedor. 

Se encogió de hombros. Eso si sabía hacerlo. Desde niño se había tenido que enfrentar a abusones y aprender a pelear. Los mordedores daban menos miedo que aquellos abusones. Se adelantó y trató de golpear en la cabeza a uno de aquellos seres mientras cantaba

Buddy you’re a boy make a big noise. 
Playing’ in the street gonna be a big man some day. 
You got mud on yo’face. 
You big disgrace. 
Kickin’ your can all over the place. 
Singin’ 

We will we will rock you. 
We will we will rock you. 

Con el esfuerzo conjunto del decano y profesor la mesa avanzó un poco probablemente más por la labor de éste último al estar su frente perlada del esfuerzo mientras que su compañero se mantenía fresco como una lechuga. 

-¡Vamos, un último arreón chicos!- Gritó el enfermero buscando animar a todo el grupo.

A unos metros más allá la cabeza de uno de los estudiantes explotaba al caer bajo un taburetazo al tiempo que salpicaba a todos los presentes. Marco dudó por unos instantes. No le gustaba el ruido, no le gustaba la gente, qué diablos no le gustaba lo que estaba viviendo y sólo había una forma de salir de ahí, otro golpe con la escoba que a estas alturas era ya una extensión de su brazo fulminó la amenaza que se avecinaba.

-¡Vamos, vamos!-Empezó a gritar Marcos (no Santana) al tiempo que tiraba, sus palabras fueron seguidas a destiempo y la pizarra apenas se movió unos centímetros.

En el exterior las cosas no habían permanecido inalterables y los zombies seguían avanzando. Su número no parecía bajar y venían desde el otro lado del pasillo.

Viendo como los zombis continuaban caminando hacia nosotros y como el resto se esforzaba en traer una pizarra para montar una barricada, me crucé al otro lado del pasillo*, buscando el arma del policía caído con la mirada. **

Una vez allí, apunto hacia el zombi más cercano y disparo nuevamente si se acerca demasiado, tratando de mantenerlos a raya mientras colocan la pizarra. Debemos darnos prisa en salir de aquí... y lo más importante... Que ellos no salgan! Exclamé sin quitarle el ojo de encima a esas cosas que seguían avanzando.

Miguel empezaba a desesperarse al ver como sus alumnos eran más flojos que el moco de pavo. 

- ¡Vamos joder!, echadle ganas - gritaba empujando la pizarra desde su lado - Agarrad del marco de arriba y a la de 3.
1, 2,...3!! aaaaaaaaaah!

Miguel suelta la pizarra y empieza a gritar mirandose las manos. Se había clavado algo - ¡Puta astilla! ¡Putas pizarras de madera! - miró al decano con desprecio - Dios, ¡sólo me faltaba coger el tétanos ahora!

Acababan de salvarle la vida a Sara. Así, sin problemas.

Pero había gritos por todos lados y la pizarra no había llegado y eran ya varios momentos que parecían el fin del mundo y este no había llegado y su cabeza empezaba a apretar de formas raras en esos momentos de "reposo". Miró a Marcos después de que los dos hubieran liquidado a los antiguos estudiantes. Los zombis siempre llevan ropas genéricas. No tienen caras conocidas. No llevan un piercing, o una sudadera con una I impresa en plastiquete que tiene una grieta, o un cordón limpio de algodón que se bambolea limpio de un lado a otro mientras se mueve, y en el que no puedes dejar de pensar cuando deja de moverse. Para siempre.

...

-¡Vamos Santana, conmigo! ¡Necesitan nuestra ayuda para mover esa pizarra, rápido!

Cogió la pizarra y empezó a empujar con los demás mientras escuchaba los gritos que empezaban a confundirse, asordados, en sus oídos.
 

Su programación genética era la que era de modo que no se preocupó por dejar a Sara sola ante tantos mordedores, simplemente hizo lo que le habían ordenado. Siguió a Luisra al interior del laboratorio y trató de agarrar la pizarra de forma que nadie lo pudiera tocar a él y tiro intentando sacarla de su lugar. 

Sara se estuvo fijando en el suelo, estaba buscando refuerzos en forma de un arma... No estaba teniendo mucha fortuna y los malditos zombies se estaban acercando cada vez más y con ellos el peligro. Apuntó a uno de ellos, y disparó... Otro menos. Aquello estaba dándosele muy bien. Fue entonces cuando lo vio, un destello metálico junto al pie de uno de los policías. Eran las dos pistolas.

En el interior la fortuna no era la misma. La pizarra había llegado al umbral de la puerta más aquello no era suficiente. El peligro no cesaba.

Se han olvidado las tizas pensó Santana;  pero a él le habían dicho que empujara y eso iba a hacer. Claro que una pizarra sin tizas no servía para nada. Sin mirar a nadie en concreto lo comentó que alguien coja las tizas y continuó empujando. Fuera escuchaba con Sara seguía disparandoy haciendo ese ruido infernal que atraía a los mordedores. Normal, él también quería que dejara de hacerlo.

A lo mejor la pizarra era para entretenerlos y que no mordieran a la gente. La gente educada no muerde o eso le habían dicho en clase. Empujó más fuerte al saber que era por una buena causa.

El tío se había tirado décadas delante de una pizarra, pero eso de descolgarla y moverla era cosa de los de mantenimiento. De los que estaban por debajo. Ahora que tenía que tirar de ella como si la vida le fuera en ello, porque le iba, El Doctor Martín no daba la talla. Pero claro, ¿Iba a ser mejor disparando? ¿O qué iba a hacer contra los zombies, lanzarles un tizazo?

GRRRRUMPFFFFFF!!!!!

Y en un último esfuerzo en el que se notó la hernia de años atrás, lo consiguió. Más o menos. 

Mierdamierdamierdamierdaellosnodejandeacercarseyalapizarraaunlequeda

-¡Jimmy! ¡Luis! ¡Marcos!

Gritó, soltando la pizarra y cogiendo el taburete de nuevo, separándose para adelantarse hacia donde estaba Sara, otra vez... tras tragar saliva sin que nadie lo viese.

-¡Quien pueda conmigo! ¡Tenemos que apartarlos si queremos que pongan la pizarra!

Y Luis, que hacía un momento había ido a poner la pizarra, volvió a moverse hacia los zombis en lo que era huir del fuego para volver a saltar al fuego una vez más con particular gusto, preparándose en sus adentros y rezando porque aquello funcionase: había conseguido golpearlos antes, quizá si conseguía contenerse para esperar al momento justo sin que el pánico se llevara lo mejor de él lo consiguiera otra vez.

Vi como aquellos seres se acercaban más y más, la pizarra no llegaría a tiempo de detenerles. La única opción antes de entrar al cuerpo a cuerpo era retroceder un poco. Y eso hice. Di unos pasos hacia atrás. Por el rabillo del ojo vi al supervisor cogiendo un taburete de nuevo, listo para cargar. Sólo esperaba que no se metiese de lleno en mi linea de tiro ni que me diese a  mi por error.

Por fortuna había localizado tambien ambas armas, aunque no estaban a nuestro alcance, al menos por el momento. Mis ojos se centraron nuevamente en apuntar a aquella cosa que en su momento fue un joven con futuro y abrí fuego.

La pizarra no tardó en estar colocada en su lugar más el peligro no había desaparecido, tres de los estudiantes infectados se habían colado antes. El enfermero fue el primero en actuar al advertir el peligro que se avecinaba, se apartó de la pizarra y le dio una patada a uno de ellos buscando alejarle de sí mismo.

-¡Vamos dispárale antes de que se levante! -Gritó rápidamente sin ser consciente de que otros dos eran un peligro más inmediato.

Luis Ramón volvió a probar fortuna con el taburete destrozando parte del cuerpo de su víctima la cual yacía en el suelo, tumbado, con la mitad de la caja torácia arrancada... Entonces empezó a mover el único brazo que le restaba y a arrastrarse dejando un reguero de suciedad y pordedumbre. Dos en el suelo, uno en pie.

Se estaba acercando poco a poco, Sara no dudó al alzar el arma y apretar el gatillo. La corredera se movió y el arma no se disparó. Se había encasquillado. La muerte viviente siguió avanzando y se echó encima de Luis Carlos.

-¡Nooooo! ¡Quitádmelo ahhhhh! -Empezó a gritar mientras veíais cómo le estaba mordiendo un brazo que había utilizado para protegerse.