Partida Rol por web

El joven Hans recibió de buen agrado la inesperada visita del escudero, Trevor... y no lo disimuló, recibiéndolo con una cálida sonrisa de bien hallado. No había pasado mucho tiempo desde que se conocieron en el Ocaso, pero la semilla de la amistad crece fertil entre ambos desde entonces. De poco importa las diferencias de origen, cuando ante la parca somos todos iguales... y aquellos dos amigos habían estado más próximos de la misma, la noche en que se conocieron, de lo que jamás sabrán. ¿Y por qué no decirlo?, desde esa misma noche, el menor de los Pelóreon se sentía en deuda de vida con el valeroso escudero...

-. Bien hallado Trevor...- Se aproximó, con una amplia sonrisa en sus labios, para estrechar su mano con energía. -. Las savas han hecho un gran trabajo... pero aun tengo molestias. Pero nada comparado con lo que fue.- Le hubiese preguntado mil cosas... le hubiese contado otras mil. Sin embargo, además de no ser las circunstancias idóneas, un frio escalofrio recorrió su espina dorsal... y su amplia sonrisa se atenuó, se enfrió. Retrocedió entonces, tras liberar su mano, un par de pasos para facilitarle dirigirse con sus palabras hacia los demás.-. Dinos, ¿qué grave asunto te trajo hasta aquí... ante la presencia del Principal, a intempestivas horas?.- En tono serio, quizás anticipando otra mala nueva.

Ya estaba decidida a dejar a un lado sus preguntas, su deseo de entender, y resignarse a descansar, a retirarse hasta el día siguiente, cuando apareció el joven escudero. Se presentó más bien tímidamente, pero de inmediato su actitud cambió al encontrarse, o mejor reencontrarse, con el Peloreon.

-Es un placer para mi también...

A penas pudo murmurar Jayrah antes de que los dos jóvenes se estrecharan amistosamente las manos, e intercambiaran saludos y noticias. Pero esperó en silencio la respuesta a la pregunta que el noble Hans acababa de hacerle. También ella se preguntaba qué circunstancia habría traído al muchacho a esas horas hasta el Principal... y después de todo lo que ya sabían... desde luego el baño y el sueño debían esperar.

Trevor se encontró turbado por el saludo que le dedicaba Hans, no por el estrechamiento de manos en sí mismo, sino porque no estaba muy seguro de que aquello fuera lo más adecuado cuando existían observadores...aún tenía clara cuál era su posición, tal vez demasiado.

La dulce voz de la mujer a la que acababa de conocer, no mejoró su azoramiento, sino que más bien lo intensificó, provocando un ligero rubor en las mejillas...y la incapacidad de mirarla directamente, pero sin poder evitar que sus ojos robaran alguna imagen para el recuerdo.
Era realmente preciosa, y como no, inalcanzable para alguien como él.

Agitó levemente la cabeza para intentar sacar de ella aquellos pensamientos inoportunos y descabellados, volviendo a poner su atención sobre aquel que le había dedicado aquella pregunta.

Estooo...bueno, yo venía a informar al capitán...digo, al Principal Jorgall - respondió con la voz un tanto insegura, al tiempo que se reprochaba internamente aquella falta de decisión. El hablar siempre había sido uno de sus fuertes, claro que, nunca se había encontrado en una situación como aquella, pues desde el día anterior, cuando llegó con su señor, no habían dejado de producirse hechos que lo mismo le maravillaban como le atemorizaban.

Dejó que sus ojos se desplazaran hasta encontrar la figura de Jorgall, que seguramente se estaba divirtiendo viendo los problemas que estaba teniendo el chico con una simple presentación.
Pero no era eso lo que buscaba Trevor en el capitán, sino algún gesto de asentimiento al comprobar que el escudero no hablaba más de la cuenta ante personas que no se encontraban al tanto de su petición.

El capitán intervino entonces, con una sonrisa medida en los labios.

- Bien, entonces hazlo, joven escudero. Al ser testigos de estos sucesos, nuestros señores ganan derecho a saber, como es buena prebenda de su alta condición. Sólo han dado su palabra de no contar nada a nadie que no sea a mí o a los implicados, y así podrá servir su buen tino en averiguar más sobre lo sucedido, que de eso se trata ahora.

Dinos, pues, ¿qué has encontrado en la ciudad baja?

El escudero asintió ante las palabras de Jorgall, no sin antes lanzar una nueva mirada hacia todos los presentes....ahora tendría que asumir su fracaso ante más espectadores, lo cual le incomodaba sobremanera, pero no tenía más opción que hacerlo, pues para eso había llegado hasta allí.

Siento decirle que no conseguí información acerca de ese trovador, como me ordenó - ya estaba, ya lo había dicho, y había resultado mucho más sencillo de lo que había pensado hasta ese momento, aunque ahora tendría que asumir las consecuencias de aquellas palabras...como mínimo le impedirían que siguiese ayudando en aquella investigación. ¿Quién quiere a alguien que no es capaz de cumplir su cometido?

Sin embargo - continuó, pues ya que había comenzado debía seguir, siendo la única oportunidad que tenía para mantener la espada y aquel papel que le daba ciertos privilegios en aquella ciudad - para buscar información me infiltré en una sucia taberna de la ciudad baja, para así intentar reunir cualquier tipo de información que llegase hasta mis oídos.

Trevor había comenzado con los ojos puestos en el suelo, pero poco a poco fué ascendiendo la mirada hasta que alcanzó el rostro del Principal, aún con un brillo de esperanza en lo más profundo de la mirada del jóven - Pues tras estar un buen rato trabajando en ella - continuó - me tocó llevarle comida a un cliente asiduo del local...debo decir que de él surgía un olor horrible, pero no el que es producido por la falta de higiene, sino otro mucho peor, más profundo...como si el mal mismo lo estuviera carcomiendo desde el interior.

Su nombre era Argyyll - las palabras surgían cada vez más deprisa de entre sus labios, como si quisiera terminar cuanto antes con aquel informe, o llegar a la parte realmente interesante, pues temía que le cortaran antes de conseguir finalizarlo - y lo único que hacía era pedir más y más comida, como si no pudiera saciar su hambre por más alimentos que ingiriera.

Y entonces alguien dijo de él que era un apestado, lo cual no sé lo exáctamente por qué se lo decían, pero tengo claro que aquello no era una enfermedad normal, pues su mirada era verdosa, y lo único que quería era comer, pese a tener una herida en la tripa, por la cual se estaba desangrando - aquel punto era el que más le costaba relatar al joven Belias, pues superaba con creces cualquier pesadilla que hubiese tenido hasta el momento. Pero decidió continuar tras tragar saliva un par de veces para humedecer su garganta - En ese punto, con una extraña baba verde surgiendo de sus labios, se levantó y atacó a otro de los clientes que se encontraba más cerca, arrancándole la oreja de un solo mordisco, como si los alimentos normales no fuesen suficientes para él, y necesitase de carne humana para calmar su hambre.

Entonces comenzó una lucha en el interior del local, y yo me escondí hasta que pude escabullirme para llegar hasta aquí - los pómulos del escudero se habían tornado carmesís, por la vergüenza de tener que aceptar su miedo y cómo en vez de luchar había corrido a esconderse y luego huído.

Cuando venía hacia acá, ví que la guardia se dirigía en dirección al local, pero ya no sé qué habrá ocurrido.

Sus labios se cerraron, esperando la reprimenda tanto por su fracaso como por su forma de actuar ante una situación como aquella.
Ahora, su mirada volvió a centrarse en sus propios pies, habiendo perdido la valentía que unos instantes antes habían surgido en su interior....ahora todos los presentes pensarían que era un cobarde, pero...¿acaso se equivocarían si opinaban así? No sabía ni que pensar de sí mismo.

El menor de los Peloreon alternó su inquieta mirada del escudero al Principal para retornar de nuevo al primero... que finalmente se dispuso a hablar.

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Ciertamente, si aquello extrañó al Pelóreon sus rasgos faciales no lo quisieron mostrar. No le había pasado desapercibido que el joven escudero llevaba calzada una buena espada... por algún motivo.

El relato prosiguió y, esta vez, el rostro de joven noble no pudo disimular su asombro. Sus ojos, uno de ellos oculto por su flequillo, comenzaron a abrirse de par en par... sin parpadear y, cuando estos no más pudieron, comenzó a hacerlo su boca... una boca perpleja en la cual reposa, apoyada, una cuidada mano. -. Por la voz!!!... la maldición adquiere otra dimensión... ¿será demasiado tarde para ponerle freno?.- Trago saliva, casi instintivamente, a la vez que el escudero.

Cuando éste hubo terminado con su escalofriante relato, buscó refugio con su mirada en sus propios pies. El menor de los Pelóreon, inquieto, retornó al experto y veterano rostro marcado del Principal... quizás procurando un remanso de tranquilidad.

-. Señor, debemos actuar con celeridad...- En tono severo, aun recobrando la compostura. -. Debemos poner a buen recaudo a los heridos... en preventiva cuarentena, por si cabe la posibilidad de que ese mal se propague. Además, debemos investigar al menos el último día de ese desgraciado hombre... Argyyl. ¿Por dónde estuvo?, ¿quién le hirió?, ¿quién es?... todo; de igual manera con el fallecido Marqués de Hyss... y el juglar.- Una pausa taciturna. -. Y con todos aquellos que padecieron el mal... debemos hallar un nexo común cuanto antes, mucho me temo que la fuente de vileza nos lleva ventaja.- Toma aire para ganar aplomo. -. Tengo más sugerencias que ofrecerle, me gustaría que fuesen esta misma noche... mi Principal.-

La mujer había estado escuchando con gesto aterrorizado. Lo que decía el muchacho confirmaba las peores sospechas, y acrecentaba otras que habían empezado a apuntar en el fondo de su miedo, y que había desestimado por ser demasiado horribles... por inexplicables para la lógica humana. Y si cabía pensar en otra lógica, una que no lo fuera, que no fuera humana... se estremeció.

-¡Por la voz, caballeros, es espeluznante! Señor, el noble Peloreon tiene razón, hay que actuar deprisa... es... es como si una maldición se estuviera extendiendo... una enfermedad, una plaga... una peste infernal. Esos hombres enloquecen... se vuelven alimañas, monstruos... atacan a sus propios congéneres presos de una fiebre...

Se quedó callada un segundo, el espacio de un aliento.

-No entiendo qué extraña transformación es esa... y qué tiene que ver con ella esa mutación en los ojos... el verde... ojos verdes, baba verde...

Siguió hablando pero bajando el tono de voz, casi como si estuviera pensando en voz alta.

-Hay dos tipos de cambios aquí... el del atacante, que enloquece... que mata y se convierte en bestia... el de la baba verde... y el que la combate... el de los ojos verdes... Avantess no enloqueció... sino que me protegió de una de esas bestias... ahora lo veo claro...

De pronto se irguió, al recordar entre tanto horror una frase del Peloreon.

-¿El marqués de Hiss muerto? Le conozco... Mi tutor, Noro Darryyn ha tenido tratos con él. ¿Qué le ha sucedido...?

El menor de los Pelóreon escuchó, con suma atención... con forzada entereza, las estremecedoras palabras de la mujer... que había decidido prolongar su agradable permanencia ante los nuevos acontecimientos desvelados por el joven e intrépido escudero.

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Los extraños ojos del joven Pelóreon se desviaron, inquietos, hacia el Principal... esperando algún gesto de éste que le permitiese contestar... finalmente, el dom asintió.

-. El marqués de Hyss, mi renombrado valedor, fue presa... a día de ayer... de ese mal. Del mismo mal que afectó al juglar... del mismo que contaminó al hombre en la taberna. Ese mismo mal que parece no hacer distinciones... Mi señora.- Expuso con toda la entereza que pudo reunir, retornando sus extraños ojos bicolores hacia la desconcertada dama que le atendía con interés.

No olvidemos que, hasta hace bien poco, el menor de los Pelóreon se sentía huérfano en esa enorme urbe... sin un cometido... sin posibilidad de poder afrontar el ambicioso propósito que le había llevado a la capital, agradar por una vez a su exigente y moribundo padre... al barón de Deerenhall.

El Principal asintió.

- Y han habido otros, mucho me temo. Estamos aún lejos de la luz, pero creo que aquí podemos encontrar muchas respuestas. Si no me equivoco. Sé poco del señor de Hyss...era un hombre taciturno y de trato difícil. Su familia... en realidad llegaba a la Corte desde sus tierras solos, y pasaba largo tiempo en ella. Sus tratos con el Donner eran...bueno, cosa suya. Es posible que alguien pudiera averiguar algo más acerca de eso. Quizá mis señores podrían ser la llave que abre esta oscura puerta. Vuestros conocidos comunes podrían ayudar a esclarecer... quizá a dar sentido a mis ensoñaciones.

Y tú, joven Trevor. Bien hecho. No te aturdas - animó -. No te envié para dejarte la vida. Tu historia es verdaderamente monstruosa. Pediré que me informen inmediatamente e iré yo mismo con un grupo para ver qué ha sucedido. Te pido mientras tanto que vayas a informar a otro principal. Se llama Amryyrr, es administrador en el palacio, un tipo alto que le gusta vestir una peto negro de buena factura - añadió con cierto desdén -. Dile que investigaré en la ciudad baja y que él queda al cuidado de esto.

¡Hombres! Todos aquí. Quiero vuestra disposición y vuestro valor intactos. Ya veis que vuestro cargo es un amante exigente. Informad de lo necesario a todos y estableced comunicación con vuestros superiores directos. Quiero discreción fuera de nuestras filas, hombres poderosos están arriba, dirigiendo la región mientras bailan, y no quiero que sean molestado.

¿Palacio? ¿Le mandaban a palacio? Aquello sin duda provocó la aparición de una amplia sonrisa en el rostro del joven escudero, olvidando momentaneamente lo sucedido poco tiempo atrás, así como su indecorosa huída por salvar la vida....esto lo compensaba todo y con creces.
Por fin podría ver de cerca el lugar donde habitaba la nobleza y eso se grabaría en su memoria hasta el fin de sus días, pues no sabía si conseguiría alcanzar su sueño, por lo que quizá fuese la única oportunidad que tuviera de contemplar un sitio similar.

Sí Principal - respondió finalmente, llamando a toda su fuerza de voluntad para volver a mostrar un rostro serio. Sin embargo la nueva luz que tenían sus ojos no dejaba lugar a dudas de lo emocionado que se sentía - iré ahora mismo a informar al Principal Amryyrr.

Amryyrr...recordaba ese nombre de una conversación anterior con Jorgall, así como los sentimientos que despertaba ese hombre en la persona que tenía delante suyo en esos momentos. No olvidaría sus recomendaciones pasadas y no se dejaría omnubilar por las riquezas que encontrase a su paso.
Bonita promesa que se realizaba a sí mismo. La cuestión es si sería capaz de cumplirla.

Se volvió un instante hacia Hans y Jayrah - Me alegro de encontrarle en buen estado de salud - dijo al primero con la sinceridad ocupando cada una de las sílabas que pronunció, así como el comentario que dedicó a la mujer que se encontraba a su lado. Le hubiese gustado hablar más con el joven Peloreon, pero aquel no era ni el momento ni la ocasión para hacerlo, al igual que estaría encantado de volver a presenciar en el futura el bello rostro de la joven - Ha sido un verdadero placer conocerla, dama Ydhûn.

Y sin más preambulos, se giró en la dirección del camino que le llevaría hasta el palacio, dejando brevemente que sus ojos se alzaran para observar la construcción que ahora era su destino.
Lentamente al principio, y acelerando el ritmo poco a poco, Trevor comenzó su camino en busca del principal Amryyrr.

El principal Jorgal volvió a pronunciarse, ante el atento gesto del joven noble, desvelando algunos pasajes de su difunto valedor que desconocía completamente; preguntándose, quizás absurdamente, si el barón de Deerenhall estuviese inmerso en esos enrarecidos tratos con el donner de los que rehuyó hablar el dom. Recordemos que su querido padre siempre mantuvo al menor de los Pelóreon al margen de sus asiduas maniobras políticas, dedicándose completamente al mayor de sus vástagos... Randall Pelóreon.

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Aquella sugerencia del Principal inquietó abiertamente al joven Pelóreon... que sin duda carecía de conocidos comunes en esta extraña ciudad, por no decir que aquello... los juegos de intriga no eran su fuerte. Tragó saliva y sus extraños ojos, ocre y jade, se desviaron hacia la mujer... en busca de algún tipo de auxilio. Mientras el dom continuó con el joven escudero... para después proseguir con sus hombres.

Miradas interrumpidas por la inminente despedida del joven escudero... que se aproximó a la pareja de nobles.

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Expuso el joven escudero, más cómodo con la primera afirmación... y más tímidamente en la segunda llena de intención. El joven Pelóreon sonrió abiertamente, a pesar de la prematura marcha del joven. -. Puedes tener certeza de que más me alegro yo, tras escuchar lo relatado en esa taberna de la ciudad baja... Espero volver a verte pronto, Trevor... y enhorabuena.- Ambos, complices en sus miradas, sabían exactamente que se refería al recien adquirido acero... pero no lo dejó entrever intencionadamente por la dama.

El humilde escudero, sin mediar más palabras, se alejó al paso... para después encauzar el trote.

El menor de los Pelóreon dirige de nuevo su extraña mirada al Principal, cuando el joven escudero se hubo alejado...

-. Os ruego me dejéis acompañaros dom Jorgal a la ciudad baja... vuestra sangre ya compartió proezas y penalidades con la mia.- Dijo con firmeza apelando a las lides que compartió, con éxito, su primo con el veterano soldado. -. Ya sabéis, de buena tinta, que carezco de conocidos en esta ciudad... pues a diferencia de la dama Ydhûn, nunca había estado en esta esplendorosa urbe... Creo que le seré de mayor utilidad en el trabajo pericial.- Pudo haber reconocido además que el baron de Deerenhall lo apartaba, intencionadamente, de los asuntos políticos de la familia... pero no lo hizo. -. Además, tengo varias cuestiones y sugerencias que me gustaría compartir con usted por el camino, mi señor.-

Espero con inquietud la respuesta del Principal...

La dama Ydhûn se había dado cuenta del azoramiento del muchacho, más por considerar su comportamiento impropio de un valiente que por estar ante ella. Pero para Jayrah, eso no era así... ella había visto a Avantess tras ser atacado, sin ver el ataque en sí. Imaginó, con gran dolor, por lo que había pasado el escudero...

La mujer respondió al joven Trevor con una sonrisa a penas esbozada, aunque sincera en su bruma triste. Y acompañó la sonrisa de una media inclinación, y de las primeras palabras cálidas que esta noche maldita le permitían pronunciar.

-Al igual que el noble Pelóreon, espero que volvamos a vernos, y en mejores circunstancias. Dejadme deciros que admiro vuestra entereza después de la terrible experiencia que habéis vivido, y que a mi parecer habéis afrontado con valor...

Y en silencio esperó a que se fuera, pensativa, quizá reflexionando en su situación antes de decidir qué hacer a continuación.

Dejó que el noble hablara, y asintió a sus palabras. Antes de que éste obtuviera una respuesta por parte de Jorgall, intervino también.

-Creo que estáis acertados, señores, en llevar a cabo la investigación sobre el terreno, y cuanto antes. Mi ánimo, sin embargo, está dividido... por un lado deseo fervientemente esclarecer lo que ocurre, y por tanto acompañaros en vuestras pesquisas... por otro admito que es algo muy poco usual que una dama se sume a un grupo de soldados en su misión, y aún más de mi condición (me refiero a que no dejo de ser una huésped en la Casa de Norro Darryyn, a pesar de que le hayan constituído como mi tutor).

Suspiró casi imperceptiblemente, pero no tanto como para que pasara desapercibido a ojos de alguien atento, y sensible.

-Así que estoy confundida... os agradecería, Principal, que me dijerais si acompañaros sería una ventaja o bien un inconveniente en vuestro trabajo...

- Acompañadme si os place, señor Peloreon, pero habréis de cuidar el paso. En la ciudad baja las sombras confunden a la gente a veces, y en estos momentos no quiero decir que me ocupo de nadie que no sean los de mi propia guardia.

Y por vos, señora, como capitán no puedo pediros nada, pero como Principal sí puedo solicitaros ayuda. No la de las armas, claro, sino la de la vista y el oído, mientras que vuestra boca no hablara de lo ocurrido. Seríais una importante fuente de conocimiento. Creo sinceramente que por aquí hay gente que sabe más de lo ocurrido de lo que admitiría de buen grado.

Ya es tarde para vos, y parecéis muy cansada, señora. Si me lo permitís, haré que os escolten hasta vuestro hogar, y ya sabréis de mí, si es que queréis ayudar.

Los demás, hombres...vamos a atravesar las murallas, maldito sea el momento. Nos acompaña un señor, así que no quiero rezagados ni distraídos. ¿Entendido?

Los hombres presentes asintieron y se reunieron, hasta un total de siete, junto a su señor. Los demás quedaron encargados del cuerpo de Avantess, muerto aún con los ojos muy abiertos, como si pudiera ser testigo mudo de todo aquello.

-Gracias, Principal Jorgall, acepto vuestra sugerencia, estaré mejor después de descansar. No dudéis en avisarme ante cualquier novedad que creáis que deba conocer. Y mis ojos y oídos estarán atentos allí donde vaya, no lo dudéis.

Un suspiro, y una pequeña inclinación.

-Señor Pelóreon, espero que volvamos a vernos en otras circunstancias. Ha sido un honor.

El menor de los Pelóreon asintió con firmeza y gesto serio a las recientes palabras del Principal. Acudiría con él a indagar, según convenga el superior, en la ciudad baja...

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Con voz autoritaria, el Principal reunió a sus hombres que acudieron raudos y prestos a la llamada. Uno más que media docena. Mientras, no muy lejos, la dama Ydhûn y el joven noble se despiden, afablemente, por esa noche... bajo el apartado abrigo de la misma.

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-. Y vos, dama Ydhûn, habéis sido bien hallada.- Enredando sus extraños ojos, jade y ocre, en los de la mujer. -. Os deseo el mejor descanso posible en lo que queda de noche. Mañana, podréis hallarme en la hacienda del Marqués de Hyss para lo que convenga... me hospedo allí provisionalmente hasta que la extraña situación en la que me encuentro se resuelva. Advertiré al mozo de vuestra posible cortesía...- Una leve inclinación de cortesía a modo de despedida formal.

Acto seguido se reune con el grupo regido por el Principal.

El grupo de hombres armados se perdió en la distancia mientras nuevos protectores escoltaban a la joven en una noche que antaño había sido segura y familiar. Parecía haber pasado mucho desde entonces, no unos pocos momentos. La escolta resultó discreta y silenciosa como la misma brisa nocturna, y las casas y las calles se sucedieron hasta encontrar la propia, en cuyo momento los hombres saludaron y esperaron a que alguien del servicio de la señorita se acercase para recibirla.

Esa alguien fue Helenyss, una joven de buen porte, más morena de lo común, y muy dada a encender su sangre con arrebatos pasionales entre los jóvenes...o eso se decía.