Partida Rol por web

Arthedain avanza hasta el muerto viviente enemigo y le suelta un mandoble con la espada larga.

Bhain arma en mano siguió  Mama al interior, vigilando y protegiendo la retaguardia del grupo. Este sitio apestaba  a peligro. - Afinó sus sentidos ante la posible presencia de un enemigo, y después de el ataque de esas...esas oscuridades..o lo que fueran, ya no se fiaba de nada

El golpe de Arthedain se encontró con una armadura que pese a su antigüedad resistía perfectamente el envite de su filo. El monstruo se giró y lanzó un puñetazo acerado contra el rostro del elfo, pero éste era una presa difícil. Apartándose a un lado se situó en guardia para el siguiente asalto. Por su parte Mama y Bhain acababan de llegar al borde de la escena, al umbral de la puerta la maga y un poco detrás, debido a sus piernas cortas, el enano. Gaius permanecía a la espectativa en la puerta. No parecía dispuesto a lanzarse al enfrentamiento cuerpo a cuerpo mientras no hubiera una necesidad real.

Ahora la criatura no parecía tan presurosa por huir como antes. Se había afianzado en su posición y casi se diría que permanecía retante ante los aventureros. Fue entonces cuando todos se dieron cuenta: por las junturas de su armadura se escapaban unos vahos blanquecinos, como niebla, de los que antes no había señal. Una mirada de reojo al otro muerto, el que controlaba Mama Briggite, demostraba que aquel extraño efecto sólo se producía en el muerto que había cantado...

Al entrar por el viejo portón, la maga se topó de bruces con la espalda del muerto viviente que tenía controlado. Al fondo vio la figura del otro resoplando niebla. Dando unos cariñosos y afectivos golpes en el frío y pútrido hombro del que tenía controlado le dijo: -Anda, ve y acaba con él de una puta vez.

El otro muerto viviente avanzó rápidamente hacia su antiguo compañero e intentó descargar con furia un espadazo en su espalda. Por desgracia el filo del arma no iba muy bien dirigido y acabó por golpear en el suelo sin alcanzar siquiera a su oponente.

La extraña neblina del muerto cantor se arremolinaba de forma cada vez más caótica alrededor, como si desease escapar del interior del mismo...

- Pero... que se supone que es eso? - pese a sus dudas, Romulo espoleó a su fiel corcel perruno para que mordiera a quien tenía delante. El can abrio su boca e intentó clavar sus afilados dientes en la carne muerta, dispuesto rasgar y derribar al muerto viviente

Tras la acción de su perro, Rómulo soltó la honda y desenfundó su cimitarra, dispuesto a ayudar a su animal con sus propias armas - Ya lo tenemos! - arengó a sus compañeros - Aunque cante lo podemos matar... bueno, re-matar -

Remo se lanzó valientemente contra el muerto viviente, pero un golpe con el guantalete de metal apartó las fauces del perro de su objetivo. Sin embargo Rómulo aprovechó ese instante para realizar un certero tajo con su cimitarra en el costado de la criatura. Notó como impactaba en el monstruo pero le sorprendió ver esa desconcertante neblina escapándose por el agujero del metal en lugar de que manara sangre de cualquier color... ¡Los muertos vivientes eran unos monstruos tan extraños!

Robin avanzó junto a sus compañeros. Su certera lanzada penetró entre los huecos de la armadura de aquella misteriosa criatura, pinchando en... ¿humo? ¿niebla? ¿Qué narices era aquello? Siempre había oído que todo lo que sangra puede morir, pero ¿qué sucedía cuando la criatura no sangraba? ¿Podía morir?

Aquel no era el mejor momento para embarcarse en disquisiciones filosóficas; si al menos hubiera prestado más atención a las lecciones acerca de estos bichos en las clases que le daban en el templo...

Arthedain realizó un molinete con la espada para tantear las defensas del muerto viviente, para a continuación lanzarse a fondo contra él, consiguiendo traspasarlo, pero la escasa corporeidad del monstruo conspiró para impedir que cayera fulminado, por más certero que fuera el golpe.

Primero la lanza de Robin se clavó en el muerto viviente, luego la espada de Arthedain golpeó con furia pero con poca fortuna... El ser todavía se mantenía en pie...

Gaius avanzó unos pasos para situarse en el umbral de la puerta y disparar desde allí su arco. La flecha, entre el tumulto, se clavó inofensivamente en la pared.