Partida Rol por web

La señora Davis, abriendo los ojos ante la propuesta de Lew Harper, muestra, de una vez, una emoción en su rostro además de la melancolía, el miedo paralizante.

—¿Al sótano? No... No, imposible, no hay nada ahí para nadie. Hace tiempo que ni siquiera se baja habitualmente. Sólo hay cajas repletas de atrezzo y disfraces viejos cogiendo polvo.

Muestra determinación en su voz, y os da la impresión de que afianza con más ahínco los pies en el suelo.

—Pues yo voto por bajar —Dice Dorothy, mostrando un mohín en su perfecta cara redondeada— Creo que el cuadro eléctrico está ahí abajo, y las luces están empezando a fundirse. Si hay que quedarse atrapados con un psicópata, mejor que no sea a oscuras.

—Pues Abnetts tiene razón, el cuadro de luces está en el sótano y las bombillas están como locas —Afirma el señor Goldan con un asentimiento de cabeza—. Si bajan, hagan el favor de echarle un vistazo, yo me quedaré por aquí con Agatha, para no dejarla sola. Aseguren de dar una voz si encuentran algo.

—Buena idea, Richard ¿Nos quedamos aquí y vigilamos, por si las moscas? A los que bajen, les haremos saber si hay novedades.

La perspectiva de una solución a corto plazo parece animar a William, que se dirige a su amigo para intentar dividir el trabajo.

Puedo oíros... Puedo oír las pisadas encima de mí. ¿No habéis tenido suficiente con la masacre en la sala de descanso? ¿Aún no habéis abrazado la desesperación y la locura como vuestras únicas aliadas? Está bien... Venid, ignorad el olor de la sangre, procurad no pisar al pobre, pobre señor Newman, porque ya le han aplastado lo suficiente por hoy... Je, je...

¿Escucháis cómo crujen los peldaños de madera bajo el peso de vuestros cuerpos? Yo he aprendido a moverme entre ellos sin provocar el más ligero sonido, soy el fantasma de esta ópera, y mi Señora está despertando, ya habéis presenciado lo que puede hacer... Y aún así pretendéis aferraros a vuestras vanas esperanzas de salir de aquí con vida.

El olor del aire viciado, del cartón húmedo, y de algo más flota en el aire ¿Podéis notarlo? Aquí hace frío, sí, y no os será fácil encontrarme, pues mis dominios son vastos y laberínticos. Todas esas cajas apiladas llenas de piezas polvorientas, las sillas, las estanterías metálicas, las ratas y la penumbra. No, no os será fácil. Pero no dejéis de intentarlo, Pero no encontraréis respuestas aquí, sino preguntas. Las respuestas sólo la encontraréis dentro de vuestra mente, y aunque reunáis todos los fragmentos, no podréis recomponerlos si no estiráis los dedos.

Y, mientras tanto, la Sinfonía de los Adioses sigue sonando en la Bestia. Es el momento en que los fantasmas comienzan a danzar, como una suerte de "Danse macabre" en esta noche sin amanecer, en la que no está permitido dormir, Nessun dorma. Cada vez quedan menos músicos en el escenario y la melodía se apaga ¿Podréis evitar la masacre total?.

Pistola en una mano y linterna en la otra Lew baja los escalones muy despacio, no dejando ni un solo recoveco que mirar por si acaso pudiera esconderse tras él al asesino macabro. Escalón tras escalón desciende y se situa delante del cuadro de luces para que otro de los de la comitiva le echen un vistazo.

- Yo vigilo- comenta sin ver que hacen sus compañeros a su espalda.

Sin dejar de mirar el detectiva calcula por dónde debe estar la trampilla por la que supone que ha escapado el asesino. Una vez cree por donde puede ser, mira a sus compañeros y les hace un gesto con la cabeza para que se muevan en esa diracción.

- Maldita sea. tengo un mal presentimiento.

Seamus escudriña los rincones, procurando dejar a su espalda siempre a un compañero.

No me cabe duda de que nos encontramos ante un enigma impresionante, será mejor atajarlo pronto - dijo mientras se acercaba a la caja de luces escoltada por sus compañeros armados.

Rascándose la cabeza, muestra de un conocimiento ligero del tema, comenzó a escudriñar la complejidad de la caja, tratándo de identificar y arreglar el problema.

Veamos...

De alguna manera, el aura del sótano tiene un efecto amenazante en vuestros corazones. Incluso Dorothy parece que ha perdido algo de su aplomo inicial y escruta la oscuridad en busca de cualquier signo de peligro. De tal manera os movéis vosotros, con cuidado, entre las cajas. En algún lugar, alguna cañería gotea en un sonido rítmico e incesante. La atmósfera es pesada y el aire, viciado.

Observáis como Lew se adelanta y clava la mirada para intentar averiguar por dónde puede haber escapado el autor de la masacre.

Mientras tanto, Harold, con cuidado y sin hacer ruido, se acerca al cuadro eléctrico y comienza a examinar los cables y los interruptores.

Seamus se adelanta, manteniendo siempre a Lew a su espalda, para cubrirle, mientras Samiel rebusca por su cuenta, cerca de las escaleras y sin alejarse demasiado de Dorothy. No se escucha nada salvo vuestros pasos, el goteo incesante y...

Oh, sí, Seamus y Lew parecen haber escuchado algo... 

Pero ese sonido queda ensordecido, de pronto, por el de un montón de cajas que, inopinadas, se derrumban sobre Lew, que no tiene tiempo de evitarlas.

—¡Cuidado, señor Harper! —Grita Samiel, que intenta alcanzarle, pero no llega a tiempo.

Disfraces, instrumentos viejos y trozos de decorado sepultan medio cuerpo del detective, que ha terminado mordiendo el polvo (literalmente), llenando de tierra su traje.

—Tenga un poco más de cuidado... —Comenta Zann, mientras le ayuda a levantarse.

Una vez recuperados del susto inicial, serpenteáis a través del laberinto hacia el leve sonido que habéis escuchado... Como si de pasos se tratara.

En una esquina del sótano, os topáis de lleno con un colchón viejo y desgastado echado sobre el piso, y, unos metros más allá, un cubo de metal del que se desprende un olor nauseabundo.

No puedes detectar nada fuera de lugar en el cuadro de luces. Nada que no funcione como debería, ningún interruptor apagado o cable roto. A pesar de la evidente desidia, no hay ningún indicio de que las bombillas del teatro debieran no funcionar. Quizás, simplemente, se estén fundiendo.

Tan concentrado estaba Lew buscando algo "anormal" o alguna pista, que no se dio cuenta de las cajass que tenía al lado y al girarse chocó con ellas. La consecuencia no se hizo esperar y la pila de cajas se le vino encima como una ola de ropa y atrezzo. 

El susto fue monumental y poco pudo hacer el detective por evitarla. Con ayuda de sus compañeros salió de ahí y magullado en su orgullo miró a los demás.

- Se acabó el factor sorpresa- dijo pesaroso-. Solo espero que quien esté por aquí no haya huido...aunque...me temo que sí. Samiel, ¿sabe si hay alguna otra salida a parte de la trampilla de la sala de espera?- preguntó el detective mientras andaban en pos del ruido.

Al llegar Lew miró el lugar con su ojo crítico buscando alguna pista que le llevara a saber quién pudo haber dormido ahí. Luego se acercó al cubo y lo inspeccionó tapándose la boca y la nariz con la mano por el hedor que desprendía.

- Yo casi espero que si hay alguien ... o algo ... haya marchado. 

Lew se acerca hacia el descubrimiento, tanteando cada paso para evitar dar un traspié y cometer el mismo error que antes. Al asomar la mirada al cubo, entiende inmediatamente el nauseabundo olor que emanaba de sus vapores. No sólo hay restos de ratas en descomposición y pequeños huesecillos de otras alimañas, sino que también está lleno de heces y orines. Parece que alguien ha convertido este rincón del sótano en su dulce hogar, y ello le ocasiona un repentino horror que no sabe explicar.

Retrocede unos pasos, sin dejar de cubrirse las vías respiratorias, topándose con el colchón desgastado, también sucio y polvoriento hasta la náusea. Es entonces cuando parece ver algo, intentando discernir qué es durante unos pocos segundos, tras los cuales se agacha a recogerlo parsimoniosamente. Es un pequeño libro negro, bastante delgado, que se encontraba parcialmente oculto bajo el colchón.

El libro resulta ser un diario, el diario de Zerlina Morricones, cuya última fecha es de hace dieciocho años. En el breve tiempo del que dispones para echar un vistazo en la penumbra, forzando la vista, puedes leer un par de las últimas entradas. La primera y la segunda están escritas en una letra cursiva y elegante, detectas las arrugas típicas del papel húmedo en algunos puntos. Quizás lloró mientras las escribía. Las dos últimas parecen más... extrañas, apresuradas, con letras atropelladas y temblorosas, incluso, en ocasiones, la separación entre palabras es casi inexistente...

8 de Abril

“No sé qué le ocurre a Erich... Cada vez está más reflexivo, taciturno, y parece como si esté a kilómetros de aquí. He intentado animarle y distraerlo, pero su frialdad me ha devuelto una gélida mirada... No sé cómo podré vivir sin su cariño, pero siento como una piedra en el pecho que no puedo quitarme fácilmente.

Me he escondido bajo el escenario y me han buscado durante una hora, pero no me han encontrado, nunca piensan en este sitio...”

2 de Mayo

“Erich tampoco ha salido hoy de su habitación, como viene siendo la costumbre últimamente. Se pasa todo el día trabajando en su música, creo que está enfermo... Cuando intenté separarlo de su escritorio y me volvió la mirada, vi algo muy extraño en sus ojos... Sus retinas estaban... Cuarteadas...

Estoy asustada... Muy asustada... Ya no parece ser el hombre con quien me casé... Y además sigo teniendo esas horrorosas pesadillas...”

7 de Mayo

“Hoy he seducido a Travis... Necesitaba algo de atención con mucha urgencia y él ha sido tan bueno conmigo... Ha terminado muy arrepentido, pero yo no lo estoy de ninguna manera.

Ha sido como una pequeña venganza hacia Erich, al fin y al cabo, hace ya un tiempo que parece que lo he perdido.”

15 de Mayo

“Debo obedecer. Vivo por y para la música. Ella es la música. Me ha hecho comprender. Debo ser sus ojos y sus oídos. Necesita a alguien que proteja su cuerpo.”

Ante la pregunta del señor Harper, Samiel se encoge de hombros mientras vuelve con Dorothy, y habla en voz alta, para que puedan escucharle todos.

—No tengo ni la más remota idea, si les digo la verdad. Es la primera vez que bajo a este sitio, y que me aspen si se me ocurre por qué alguien más bajaría a este antro.

Tras un susto inmenso al caer las cajas encima del Sr. Harper, logró que el corazón le volviera a su lugar. Parece... que todo está correcto, un gran misterio nos envuelve aquí esta noche... - comentó al terminar de inspeccionar el cuadro de luces.

Mientras los hombres de armas realizaban sus pesquisas sobre si alguien (o algo) habitaba el sótano, o si ha podido usarse para escapar, la mente de Flickerman sobrevuela lo sobrenatural.

El libro negro que sujeta Lew le suscita gran interés, por lo que se acerca lo que puede a él para pedírselo.

¿Sería tan amable Sr. Harper? Puede que esto nos dé algún tipo de indicio de lo que sucede aquí - dice extendiendo la mano - mis áreas de estudio son... muy amplias. Es posible que consiga averiguar algo.

La sorpresa de Lew fue mayúscula al encontrar ese libro negro. Mucho más cuando, al abrirlo, resultó ser un diario. Pero lo que terminó por descuadrar al detective fue la lectura de la ultima página del mismo. Su cara lo decía todo.Una mueca de asombro, incredulidad y miedo arrebataban la movilidad de su cara por unos segundos.

-Esto....esto no tiene sentido...es...es ilógico...

Lew cede el diario al resto para que lo lea y se echa las manos a la cabeza intentando cuadrar todas las cosas que habían ocurrido y darles un sentido...aunque no fuese lógico.

- Parece un desdichado descenso en la locura... 

—No puede ser... —Dice Samiel, que ha echado un vistazo por encima del hombro de Harold— Es el diario de mi madre... ¡Démelo, es un objeto muy personal, dejen de hurgar en sus intimidades como buitres!

De pronto, Samiel parece adoptar una actitud más hostil. Ha bajado el centro de gravedad y tiene los ojos fijos en el libro, extendiendo una mano abierta hacia Lew, exigiendo la devolución del único recuerdo presente de su progenitora. Su respiración agitada y sus fosas nasales anormalmente abiertas implican que su sangre bombea con más intensidad.

—No sé qué mierdas hace eso aquí abajo... Pero si me entero de que alguien ha mantenido aquí encerrada a mi madre.... Yo...

Lew se sorprende al ver como se pone Samiel, pero nop se deja amedrentar.

- Samiel, escucha- intenta calmar Lew, mientras estira una mano para detener el avance de Samiel y retrae la otra con el diário-. Este diário nos puede ayudar a resolver el enigma de quien es el que está provocando tantes muertes. Necesitamos tenerlo y leerlo por si nos sirve de ayuda- intentó convencerle-. En cuanto todo esto acabe, te devolveré el diario, te lo prometo.

- Busquemos alguna pista más y subamos con los demás- popuso el detective.