Partida Rol por web

La Sociedad Fénix 2

Achnacarry (Capítulo I)

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02/11/2012, 01:24
Director

Primavera de 1940

Las tropas alemanas desfilaban bajo el arco del triunfo, con un sonido acompasado y marcial de sus botas. Rendida Francia, los ciudadanos de París miraban con recelo a los teutones, que exhibían con orgullo sus banderas. El general al mando del sector, von Kleist, saludaba desde su jeep, mientras los primeros panzer comenzaron a desfilar. El asfalto tembló ante su peso y el traqueteo del motor. Una viuda, que había perdido a su marido en la línea Maginot, lloraba tratando de disimular tras la esquina de una calle.

Un niño de apenas ocho años se acercó a mirarla, y le tendió una flor. Era uno de esos niños a los que la guerra había dejado huérfano, que vestía algo desarrapado, con una gorra vieja y un chaleco. La mujer se lo quedó mirando, intrigada por su sonrisa. Entonces, el niño correteó, cogiendo una mochila, y se coló entre dos formaciones de alemanes que marchaban triunfalmente. Un gendarme fue a detenerle, dando voces, pero el niño se escabulló, llegando ante la silueta del panzer. Frenando en el último momento, la mole se detuvo durante unos segundos. Como impresionado, el niño alzó la mirada hacia el cañón, mientras se escuchaba una portezuela abrirse. El tanquista se asomó, rubio bajo su gorra cuartelera negra. Sonrió y le dijo algo en alemán, y luego indicó algo a sus compañeros del tanque, que rieron. El gendarme se mantuvo alejado unos metros, como si temiera que el niño terminara aplastado bajo las orugas del tanque.

El tanquista lanzó al muchacho un lingote de chocolate, de manera condescendiente. El jovencito la recogió del suelo, pero no le hizo mucho caso. Un policía militar alemán se acercó para sacarle de la carretera. Entonces, el joven tomó un cordel que colgaba camuflado de su mochila, y tiró de él. Una gigantesca explosión hirió de muerte al panzer, y mató en el acto a todos aquellos que se encontraban a diez metros de distancia.

La mujer que estaba mirando la escena, se llevó una mano a la boca, angustiada, y a la par horrorizada. El caos en la avenida la hizo huir de vuelta a su hogar, donde cerró la puerta, quedándose apoyada en ella, pensativa. Por un lado, lloraba por el alma inocente de aquel niño que se había inmolado de aquel modo. Por otro, sintió una indescriptible sensación de bienestar, al pensar que su marido no había dado su vida en vano. A pesar de la rendición, Francia seguía luchando. A su manera.

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02/11/2012, 01:50
Director

Aeródromo de Pas-de-Calais

Era el final de la primera semana de bombardeos sobre Inglaterra, cuando el avión Junkers aterrizó en la pista donde formaba la guardia de honor y todos los oficiales de vuelo de la base. Todo el ambiente tenía un aire triunfal, lo cual se venía acentuado por la compañía de músicos militares que tocaban aquella alegre marcha. La luftwaffe, el orgullo de Göering, estaba en su máximo esplendor.

Los oficiales de guardia saludaron al general de división que estaba pasando revista a sus hombres, mientras un convoy de vehículos se aproximaba a la base. Estrechó la mano del coronel al mando del aeródromo, y de los principales pilotos que habían destacado abatiendo objetivos británicos. Habían recibido refuerzos para una nueva oleada, y los planes iban sobre ruedas. Los británicos estaban contra las cuerdas, y pronto la RAF sería borrada del mapa. Y sin ella, nada impediría a la luftwaffe bombardear a la orgullosa Royal Navy, hasta convertirla en poco más que chatarra hundida en el fondo del canal. Tras esto, nada podría detener la implacable invasión de la wehrmacht sobre las islas, el último reducto de los aliados. El orgullo de Churchill sería aplastado bajo las orugas de los panzer.

El elegante y potente coche que se encontraba en el centro del convoy era escoltado por varios motoristas de las SS con la cara tapada por una máscara de gas. Los misteriosos soldados de la división Thule habían llegado allí, y nadie sabía muy bien por qué. El coronel de la base fue avisado, y dispuso que añadieran más platos y cubiertos en la mesa de la casa de campo donde iba a agasajar al general que había aterrizado hacía un momento. Unos camareros franceses de traje blanco aguardaban junto a las cubetas llenas de champagne. Lo mejor de Francia estaba ahora al servicio del Reich.

La comitiva de vehículos se detuvo frente al bonito edificio de color blanco, situado sobre un acantilado que dominaba una vista del canal. Hasta el general de la luftwaffe, recién llegado, se inclinó un momento hacia un lado, curioso, para ver de quien se trataba. Marcial, uno de los motoristas desmontó, abriendo la puerta del vehículo. De él, bajó un hombre rubio y de facciones aristocráticas, con un uniforme negro de grüppenfuhrer las SS. Les superaba a todos en rango, por lo que inmediatamente se cuadraron.

El hombre les miró, sin separarse del coche, y esperó a la reacción. Inmediatamente, alzaron su brazo casi al unísono.

-¡Heil Hitler! -exclamaron.

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02/11/2012, 02:11
Hermann Bauer

El general sonrió, encantado, y respondió a su saludo de manera elegante. Pero no alzó el brazo como ellos, sino que al igual que el fhürer, levantó la palma de la mano hacia atrás, doblando el codo. Era su prerrogativa. No en vano era "gruppenfhürer". "El líder de grupo". Y como todos sabían, la mano derecha de Hitler, y el ejecutor de sus sueños más oscuros.

-Heil Hitler -respondió- Descansen, y siéntese.

Se acercó al maitre, y le preguntó sobre el menú. Pato a la naranja. Sonrió, complacido. Parecía de excelente humor.

-Mi favorito. Procure que sirvan strudel de postre. Al fin y al cabo, estamos entre alemanes.

Hubo risas, y se sentó, mientras comenzaban a servir el champagne y los entrantes. Todos eran extremadamente serviles con ellos. Quizá porque eran profesionales, al fin y al cabo, o porque temieran las represalias de cualquier desliz. Las historias de la crueldad alemana comenzaban a circular por la Francia ocupada. El general de la luftwaffe no pudo reprimir su curiosidad, y carraspeó.

-Mi general, ¿A que debemos su visita? No sabía que la división Thule se interesara por el desarrollo de la campaña de bombardeo sobre Inglaterra.

Bauer se había desecho de su gorra, pero no de su sonrisa triunfal. Miró en su dirección, pues estaba a cierta distancia en aquella mesa tan grande. Los alemanes comenzaban a disfrutar de la mejor cocina francesa.

-Se trata de una pequeña espinita, camarada general. Un asunto de menor importancia. Me dispongo a viajar hacia el norte, siguiendo las órdenes del fhürer, pero antes tengo una misión especial que me gustaría encomendar a la gloriosa luftwaffe. Una vieja amenaza inglesa que, convendría, fuera neutralizada de modo eficiente.

El general de aviación rió un poco.

-No se que puede preocuparle al fhürer, o a usted. Pero le aseguro que los ingleses están en las últimas. Cada día destruimos decenas de aviones, y bombardeamos sus aeródromos. La RAF solo puede lanzarnos unos cuantos puñados de spitfire, pero no son suficientes para detener a las luftflotte.

Bauer sonrió, pero esta vez de manera diferente. No le gustaba cuando los oficiales de rango inferior se mostraban tan seguros de si mismos. Entre la soberbia y la derrota solo mediaba un paso.

-No es aviones lo que quiero que bombardeen, camarada. Hay en este mundo poderes que usted no entendería. Poderes que pueden destruir sus aviones en un abrir y cerrar de ojos.

El general rió como si aquello fuera imposible, y comenzó una larga perorata hablando sobre las virtudes de la luftwaffe. Hastiado de tanta verborrea, Bauer alzó una mano, y el general de aviación sintió como si se ahogara.

-Por la boca muere el pez, camarada -dijo, antes de "soltarle".

Esperó un momento a que recuperara la compostura. Se hizo el más absoluto silencio entre los comensales. Entonces, Bauer volvió a sonreir, jovial, y comenzó a trocear el pato.

-Quiero que bombardeen una casa de campo muy especial... -comenzó a decir.

Y todos escucharon atentamente.

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03/11/2012, 18:55
Director

Talbot Mannor, Middlesex, 8 horas más tarde.

Hacía rato que había llegado la hora de dormir para las jóvenes promesas de la Sociedad Fénix. Alineados en las literas de sus dormitorios, los niños descansaban confiados y seguros. Mientras, el viejo matrimonio de los Rosseau seguía muy pendiente de las noticias de la guerra de las que hablaba la radio de la BBC: retirada en Dunkerque.

Los militares se habían desentendido un poco de la sociedad fénix en aquel conflicto, a diferencia del precedente. Su actividad se limitaba a la esfera del espionaje, que era considera su "área natural". A decir verdad, algunos sectores de la milicia habían debatido desde hace tiempo la necesidad de incluir o excluir a estos "portadores de poderes". Al parecer, les temían tanto como les necesitaban. Por eso, y por antiguas envidias en el alto mando, se les apartó en un primer momento de servir junto a las tropas. De cualquier modo, se esperaba que aquella sería una guerra corta, y que Hitler detendría su expansión en Francia. La realidad ahora les estaba golpeando.

Los bombardeos sobre Inglaterra proseguían, aunque de momento solo se centraban en aeródromos y estaciones de radar. La lucha se desarrollaba en los cielos del sur de Inglaterra, y aunque había un aeródromo a unos 50 km de Talbot Mannor, allí se sentían seguros. Los aviones alemanes no habían pasado ni siquiera cerca de la casa, que oficialmente era una escuela, y por lo tanto, no era un objetivo militar. Durand, sin embargo, siempre había planteado sus reservas, y muchas noches obligó a los niños a dormir en las bodegas del palacete, un improvisado refugio antiaéreo.

El anciano de barba blanca, que tenía ya 83 años, apagó la anticuada luz de gas del dormitorio, apoyado en su bastón. Caminó hacia el dormitorio de su esposa, cuando escuchó un zumbido que le puso sobre alerta. Se asomó entonces a la ventana, tomando unos prismáticos, mientras Adrienne le miraba entre curiosa y cauta. Entonces, la visión del futuro la sacudió como solía, asaltándola de forma sorpresiva.

-¡Bombas! -exclamó.

Lo que Durand veía, sin embargo, era como unos paracaidistas se estaban lanzando sobre el cercano bosquecillo y la carretera. Era una trampa, y una de manual. Les atacaban, y al mismo tiempo, les cortaban la vía de escape. Aquello podía ser una masacre.

La alarma que marcaba el fin de las clases ahora se convirtió en una alarma de bombardeo, para avisar a los jóvenes. Los profesores y agentes de la sociedad avisaron a los niños, estableciendo rápidamente el protocolo de evacuación. Sin embargo, los niños no salían por la puerta con toda la rapidez deseada. El pavoroso sonido de los stuka anunció el bombardeo, y las primeras explosiones sacudieron la mansión, matando o sepultando a algunos niños y profesores. Un hombre que tenía el don de la superfuerza colaboró intentando rescatar a los niños atrapados, pero entonces, cuando Durand salió al exterior del edificio, vió como dos bombarderos junkers convergían sobre la casa.

-¡Salid de ahí!

Fue demasiado tarde. Las bombas cayeron como un racimo, destruyendo la casa en dos secuencias de explosiones que siguieron una línea definida. La fuerza de la explosión le tiró al suelo, junto a algunos niños. No sabía si Adrienne todavía seguía dentro, pero entonces los paracaidistas de las SS comenzaron a disparar desde el bosque, matando a algunos guardias y agentes desprevenidos, y masacrando a decenas de niños. El viejo Rosseau, renqueante, caminó directamente hasta la MG-42 que escupía fuego sobre los niños, mientras desenvainaba su bastón de estoque. Lentamente, el fuego era contestado con fuego, aunque los guardias solo usaban escopetas y pistolas.

Muertos los servidores de la ametralladora (en el último de ellos perdió el bastón de estoque, clavado en el hueso), el viejo guerrero disparó con una pistola que cogió a un enemigo muerto. Las balas le empujaban un poco hacia atrás, pero a pesar del dolor no conseguían penetrar en su cuerpo, y él seguía disparando, matando a aquellos hombres. Fue entonces cuando la granada cayó a sus pies, y no tuvo tiempo a apatarse. La explosión lo mandó tres metros más allá, dando con sus espaldas contra un árbol. Herido de muerte, miró hacia la destruida Talbot Mannor, disparando su última bala hacia el enemigo en fuga. Unos vehículos militares ingleses se acercaban ya por el camino.

Cuando Adrienne, cubierta de polvo y la sangre de algunos de los niños, llegó para verle, solo vio el cuerpo sin vida de su marido, con la ropa destrozada y trozos de metralla en el pecho, sosteniendo todavía la pistola entre sus dedos. Rota por el dolor, se agachó a llorar junto a su cadáver, mientras escuchaba el ruido de fondo del tiroteo y la persecución entre los soldados británicos y los alemanes. Los niños de la escuela se apiñaban, desorientados y asustados. Solo medio centenar había sobrevivido al bombardeo, y algunos lloraban a sus amigos muertos. Muchos eran tan pequeños que no conocían el verdadero significado de la muerte, y tiraban de los cuerpos destrozados de sus amigos y les llamaban, como si no supieran por qué no se movían.

Tras el llanto y la conmoción, los soldados llegaron prestando su ayuda. Una conmocionada Adrienne Rosseau caminó hacia ellos, con su camisón cubierto de polvo y parcialmente calcinado. El coronel William Talbot, el hijo adoptivo de los talbot, se acercó a ella y le puso una manta sobre los hombros. Le preguntó por Durand, y ella negó, despacio.

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03/11/2012, 19:39
Adrienne Rosseau

Habían fracasado. Estaba rota por el dolor, y por la pérdida de los niños. Durand había muerto como un guerrero, y sabía que no habría dejado que ella llorara por ello. Muchas veces lo había visto mirar con nostalgia su uniforme y sus viejas fotos de la guerra. Él era lo que era, y había sido consecuente hasta el final. Se abrazó a William, ahora un hombre de casi 50 años, vestido de uniforme. Sus soldados habían tomado algunos prisioneros, aunque la mayoría se habían suicidado utilizando una cápsula de cianuro.

-La escuela, William. Durand, la Sociedad... todo está perdido ahora.

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03/11/2012, 19:43
William Talbot

William acarició la espalda de la que había sido casi su segunda madre, tras la muerte de lady Talbot cuando él tenía unos doce años. Le rompía el corazón verla así. Ella, que había sido una persona tan valiente y tan íntegra. Luego miró a los niños muertos por encima de su hombro, pensando en que la barbarie nazi estaba llegando a suelo británico. Matar niños indefensos en una escuela. Aquello le apuñalaba el corazón.

Entonces, un soldado de su regimiento se cuadró, y le mostró una cazadora de piel de un enemigo muerto. Reconoció, además de los emblemas de las SS, la divisa del sol negro de la Orden de Thule. Sus enemigos habían golpeado con fuerza, usando medios militares, una lucha para la que la Sociedad no estaba preparada. Era como una alegoría de lo que estaba sucediendo en aquella guerra. Sin embargo, William no se daba por vencido. No debía. Si ellos no defendían a quien no podía defenderse, todo estaría perdido. Era mejor luchar, que terminar aplastado bajo la bota nazi. Sin embargo, él no era un loco o un derrotista. Era alguien muy inteligente y astuto, y su mente comenzó a concebir un plan. Un plan no solo para vengar aquellas muertes, sino todas las muertes que los nazis y sus aliados estaban provocando en Europa, y el mundo.

-Señora Rosseau, escúcheme -dijo, apoyando las manos en sus hombros- Esta casa solo era un lugar al alcance de sus bombarderos. Es el sitio donde me crié, y donde usted ha vivido la mitad de su vida. Pero debemos mirar adelante, y luchar. Honraremos a estos niños, a su marido...

Luego miró en dirección al bosque, donde el cadáver de un alemán era visible desde allí.

-Pero si lo que quieren es guerra, la tendrán. Se acabaron las medidas tintas. Esta guerra no necesita espías. Necesita soldados.

La miró una última vez.

-Y la necesito para escoger y entrenar a esos soldados.

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03/11/2012, 20:00
Director

Cuatro meses más tarde

El Messerschmitt Bf 109 se colocó a sus doce. Rojo cuatro había caído, y él estaba sin balas. Sin embargo, aquel bombardero se dirigía a Inglaterra, y Richard no se lo pensó dos veces. El 109 escupía fuego a su espalda, y él realizó varios toneles* esquivando las balas, mientras se lanzaba de cabeza al junkers. Abrió luego la carlinga, casi en el último segundo, y se desabrochó el cinturón. La fuerza G tiró de él como si fuera un muñeco de trapo, pero el bombardero explotó, llevándose por delante al caza. Caía sobre el canal, cuando tiró de la anilla del paracaidas, buscando acercarse a la costa. Perdió el conocimiento al caer sobre los árboles, mientras escuchaba unas voces en francés.

Despertó de su pesadilla, asaltado por los recuerdos. Se había quedado dormido apoyado en aquel terraplén, esperando. Se pasó la mano por el rostro, tratando de serenarse. Vio una señal con la literna de los compañeros de la resistencia, y miró a través de los prismáticos. Cuatro fogonazos. "Enemigo aproximándose". Richard blasfemó en voz baja, apretando la MP40 en su pecho. Había costado meses y buenos contactos el que pudieran evacuarle de regreso a Inglaterra. Esperaba que el avión aterrizara sobre aquella pista forestal en unos diez minutos, según el último contacto de radio, pero quizá no daría tiempo a que llegara. Los malditos alemanes estaban haciendo acto de presencia.

Corrió hasta la posición de su compañero, Michel, un negro de la legión extranjera que había escapado a la masacre que hicieron los nazis unos meses antes entre los prisioneros de guerra de las tropas coloniales. No había espacio para los negros en el "reich de los mil años". Se agazapó a su lado, y le pasó un rifle de francotirador, un springfield americano con cargador de 5 balas, señalandole las luces que serpeteaban por el camino.

Una tanqueta SdKfz 222 con una ametralladora y un grupo de tres motoristas con subfusiles. Ellos solo eran tres: él, Michel y Constance, una chica con la que había tenido algo más que palabras en los últimos meses, y que, en consecuencia, había decidido que se quedara vigilando la retaguardia en el sur.

-¿Que hacemos, inglés? -preguntó el partisano sin alzar la voz.

Notas de juego

*Giros sobre el propio eje del avión como si fuera una peonza.

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03/11/2012, 20:18
Director

Manchuria, tres meses más tarde

Los soldados rusos esperaban la orden de atacar ocultos en la zanja. Un soldado japonés aguardaba más arriba en el terraplén, patrullando con su fusil. No les había visto, y Katja sonrió.

Esos malditos amarillos no habían tenido suficiente en Khalkhin Gol, y ahora preparaban de nuevo una incursión en Mongolia. Ya que eran oficialmente "amigos de Alemania", Stalin quiso que aquello fuera algo parecido a una operación de comando, y echarle la culpa a los mongoles. Katja sabía que confiar en las fuerzas del eje era como abrir un gallinero a un zorro. Los alemanes y los japoneses no querían nada bueno para con Rusia. Pero de momento, solo podía obedecer las órdenes del politburó.

Sus hombres la miraron. Eran apenas 4 personas, armados en su mayoría con subfusiles PPSh-41, y uno con un fusil nagant. La misión era sencilla: destruir los depósitos de combustible tras las líneas enemigas, dejando sin fuel a los tanques japoneses. Eso les haría pensarse dos veces lo de una nueva invasión de Mongolia. La resistencia parecía ligera: apenas un par de escuadras, unos 20 soldados japoneses de los cuales solo cuatro estaban patrullando el perímetro. El resto estaban en la caseta de guardia, o haciendo gimnasia en camiseta junto a ella.

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03/11/2012, 20:29
Director

Cuatro meses más tarde, selvas del Matto Grosso, Brasil

El indio se marchó con su canoa en cuanto la dejó en la orilla. Aquella región estaba "maldita", y no tendría guía nativo alguno. Tampoco es que lo necesitara. Prudence iba detrás de la gran "El Dorado", perdida entre la jungla. Supo que seguía un buen camino cuando vio un esqueleto con la armadura de un conquistador, y el peto atravesado por unas flechas carcomidas.

Se abrió paso a golpe de machete ascendiendo sobre la empinada ladera cubierta de vegetación, escuchando el rumor del agua. Se guiaba por unas referencias en un manuscrito que encontró en Cuzco, escritas por un explorador español del siglo XVI. El hombre se había vuelto algo loco y hablaba en acertijos, pero supo que el "gran salto de agua" no era una catarata de los Andes. Allí, un brazo de rio caía en una gigantesca cueva subterránea. Una estela maya le indicó que había llegado a la entrada del complejo. Varios esqueletos vestidos con ropa de diferentes épocas decoraban el pasillo de entrada, pasados a flechazos. Tomó una piedra, y la lanzó. Las flechas volvieron a dispararse. Pensando que no tenían recarga infinita, siguió lanzándolas hasta que no hubo más flechas en aquellas "ballestas automáticas". A veces había que pensar con la cabeza.

Entró dentro, y esquivó unas cuchillas automatizadas en otro pasillo, bloqueando el mecanismo para la vuelta, con unos huesos. Al fin, llegó a la gran explanada, una gigantesca galería de roca por donde discurría el agua que bajaba por el agujero del techo, formando un salto de agua. Pasó a través del agua, mojándose el pelo, y fue testigo de la belleza de la ciudad de oro.

Escuchó el sonido de unos pasos acercándose por el pasillo de entrada, y sacó su pistola, ocultándose y esperando que apareciera. Apuntó lentamente hacia el objetivo conforme este pasaba a través de la cascada. Pero su dedo se detuvo cuando se dió cuenta de que era su primo Rémi. ¿Que demonios hacía allí?

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03/11/2012, 20:57
Director

Cuatro meses más tarde, selvas del Matto Grosso, Brasil

El funeral de estado de su padre había quedado en su memoria. Las tropas de la "Francia libre", aquel maltrecho ejército al mando de DeGaulle, procesionando su ataud por las calles de Londres. Hubo luego un discurso, antes de la ceremonia de despedida del cuerpo y su entierro. DeGaulle le prometió que sería enterrado en los inválidos cuando Francia fuera de nuevo de los franceses. Le hacía gracia aquello. ¿De que franceses? Petáin era también un héroe de la Gran Guerra, y ahora gobernaba aquella cosa llamada "Vichy". El bombardeo le pilló en la evacuación de Dunkerque, y no pudo ayudar a sus padres, por más que le hubiera gustado. Se sentía algo inútil en aquella guerra, e incluso llegó a pedir que le destinaran a algún lugar del Mediterráneo, o África. Parecía que allí si que estaban combatiendo a los alemanes.

De cualquier modo, tuvo una charla con William Talbot, y eso es de lo que se acordaba a bordo de aquel avión que se internaba sobre la selva brasileña. Había que organizar un equipo de respuesta. Un comando de hombres de acción. Por eso, le mandaron en busca de su prima. Solo alguien como él, que podía entender los entresijos de aquella mente disoluta y aventurera, seria capaz de seguir su rastro. Se la necesitaba de vuelta en Gran Bretaña, como a él. Pero primero tenía que encontrarla.

Había pagado una fortuna en sobornos a los poderes locales y a testigos ocasionales siguiendo el rastro de Prue. Su última información, y la más fiable, la situaba explorando la región del Matto Grosso, en busca de "El Dorado". Llegó incluso hasta el pueblecito donde ella se había asentado, y supo que el día anterior un paisano la había llevado en canoa a un lugar que conocían como "la ciudad maldita". Tenía buena pinta, pero nadie estaba dispuesto a llevarle allí. Por eso remontó el rio de nuevo, y contrató los servicios de un piloto.

Oteando desde la puerta abierta de la cabina, vió lo que estaba buscando: el salto de agua. Sabía que Prue andaría por allí cerca, así que se lanzó en paracaidas, aterrizando muy accidentalmente sobre un árbol. Quedó suspendido unos metros sobre el suelo, blasfemando. Intentaba liberarse, cuando escuchó unas voces en portugués, y sonido de perros. Decidió volverse invisible mientras se descolgaba por el tronco. Fue entonces cuando vió aparecer a la patrulla de soldados brasileños, acompañados por lo que parecían varios occidentales, entre ellos soldados alemanes con uniforme tropical. No era un secreto de que el dictador de aquel país simpatizaba con Hitler. Pero su descubrimiento anunciaba problemas.

Se deslizó colina arriba, y casi de pura suerte, encontró el pasadizo de entrada junto a una especie de estatua maya. El pasillo estaba lleno de esqueletos pasados a flechazos, y flechas tiradas por el suelo. También había un montón de rocas, y adivinó unas pisadas manchadas de barro. Se adentró en el pasillo, temiéndose trampas, pero vió que alguien las había desactivado. Tras unas escaleras, llegó a otro pasillo donde unas cuchillas gigantes estaban detenidas. Se fijó en que alguien había obstruido el mecanismo. Luego, avanzó escuchando el sonido de una cascada, y vió el final del túnel. Avanzó emergiendo tras el salto de agua, y escuchó el sonido inconfundible del seguro de una pistola. Se quedó quieto, parpadeando, y miró hacia la derecha. Entonces vió a su prima apuntándole con su arma. Al fin la había encontrado. Ni siquiera prestó atención a la gigantesca ciudad de oro que se mostraba ahora bajo el techo de la galería de piedra.

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03/11/2012, 23:37
Prudence Urquart

Llevaba parcticamente todo el año embarcada en aquella búsqueda, entre investigación, preparativos y viaje. Había llegado mas lejos que nadie y sin embargo lo que más le apetecía era volver a casa, sin tener que dormir con un cuchillo bajo la almohada, beber el whisky de su bodega y pegarle un buen revolcón a...

El paisaje se abrió ante sus ojos exuberante y mágico, hacía mas de 600 años que nadie entraba allí, era emocionante. Pensó en su hermana, le hubiera gustado estar allí, se había preocupado de hacer de ella una cazadora de reliquias no destructiva y una documentalista experta, así que siempre llevaba un amplio registro gráfico y escrito de todas sus expediciones. Se disponía a sacar la cámara de fotos cuando escuchó unos pasos tras ella. Tranquilamente, como si no hubiera cambiado de parecer, abrió la camisa y en lugar de ello sacó su pistola, se giró y fijó el objetivo.

Apunto estuvo de disparar de no ser por que entró el sol en el pasillo y distinguió los rasgos de su primo Remí ¿Que carajo hacía allí? No le sorprendía tanto el hecho de que hubiera sabido/podido llegar, al fin y al cabo ella había sido su maestra en muchas cosas, incluida la supervivencia. Por esa y muchas otras razones era su primo favorito, sentía autentica debilidad por él, pero cabía la posibilidad de que no fuera su primo...

No bajó el arma ni por un segundo.

Ya se había cruzado con metamórficos en más de una ocasión. La primera vez se la colaron pero las siguientes los dejó bien fritos... nada tenía que ver Persia con Prue, pese a ser la misma persona, y ahí es donde esos cambia-formas tenían la batalla perdida.

-¿Quien eres y que quieres?

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04/11/2012, 15:32
Rémi Phénix Rosseau

Habían transcurrido cuatro meses desde el funeral, pero el vacío de la pérdida permanecía, así como el deseo de venganza. Un deseo de venganza en parte colmado con aquel primer paso que constituía la misión que William le había encomendado. Pero no había sido fácil. Ella, loca como siempre, había tenido que ir a parar a algún agujero recóndito en mitad de la nada en vez de estar tranquilamente en Nueva Orleans, bebiendo y desplumando a algún incauto que hubiera accedido a apostar con ella al póker. Y él había tenido que atravesar medio mundo, sobornar a todo lo sobornable, lamer culos y ni siquiera por placer, remontar el Amazonas, volar en algo que ni siquiera llegó a saber cómo podía mantenerse en el aire para, finalmente, saltar en medio de aquella maraña selvática que era el Matto Grosso brasileño, quedar colgado como un murciélago de un árbol y acabar arrastrándose embarrado y muerto de asco, eludiendo a unos cabeza cuadrada hijosdeputa. Y ahora la tenía frente a él, arma en mano y apuntándole.

-No me jodas, Prue -dijo con una sonrisa arrebatadora que desmentía lo grosero de su salida-. ¿Quién voy a ser? ¿Uno de esos turistas chiflados que ahora les ha dado por visitar piedras caídas y dispuestos a que se los coman los mosquitos? ¿O a que una pirada con salacot les apunte con una pistola? Soy tu primito, Phénix, el que te quitó a... ¿cómo se llamaba? ¿Philip? Ya sabes, aquel rubito tan mono de culo prieto y boca succio... Bueno, sin detalles, ese. Soy ese primo favorito tuyo y que yo sepa el único que puede hacer esto -dijo alzando una mano que poco a poco fue desapareciendo en el aire hasta hacerse invisible-. Bien, hechas las presentaciones, hay cierta prisa. Debes volver de inmediato, así que tendrás que olvidarte de esto -dijo un Phénix totalmente serio en esta ocasión-. Hay problemas en casa. Graves. Padre ha muerto -añadió con voz ronca-. Y supongo que te interesará saber que tienes compañía y que es posible que te hagan una visita en breve. No tan cortés como la mía, por supuesto. Nazis con uniforme tropical acompañados de soldaditos brasileiros de gatillo fácil. Conste que te lo digo solo para informar -añadió con una sonrisa pícara.

Notas de juego

Ignoro si Prue sabe que Durand ha muerto. He dado por supuesto que alejada de todo y por un tiempo, no se ha enterado de nada. Si no, edito.

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04/11/2012, 16:19
Director

Isla de Guernsey, tres meses más tarde

El patrullero alemán detuvo su bicicleta en el cruce de caminos. La niebla era espesa, y tapaba gran parte de la visibilidad en la pequeña isla del Canal de la Mancha. El grupo de comandos se deslizó por detrás del ciclista, y Eric se acercó para acuchillarle por la espalda. Tapó su boca con la mano, y apuñaló un par de veces. Fue suficiente.

Ocultando el cuerpo en la cuneta, regresó junto al resto del equipo. Como él, estaba formado por restos del ejército británico en la retirada de Dunkerque. Los alemanes habían ocupado las islas del canal, que eran técnicamente territorio inglés. Su misión, no obstante, no era liberar la isla, sino rescatar a un importante y adinerado lord que estaba retenido en su propia casa por los alemanes. El mando juzgó que su dinero era muy necesario para el esfuerzo de guerra, y él no rechazó la oportunidad de matar a algún alemán.

El joven teniente neozelandés consultó el mapa, y reemprendieron la marcha a través de la carretera, deteniéndose ante cualquier señal de tráfico, hasta que llegaron a la verja exterior de la mansión. Escucharon unos pasos, ocultándose. Cuando pasaron de largo, volvieron a asomarse, y se fijaron en las sombras que se movían en el jardín. Parecían soldados alemanes, y tenían fusiles al hombro.

-Sargento Rusell -dijo el teniente en un susurro- Coga a Wallace y a MacBane y rodeen la casa. Cuando estén listos para entrar use el reclamo de aves y asaltaremos la mansión por ambos lados a la vez. Cuidado dentro de la casa, despejen las habitaciones, encuentre a lord Hicks y a su familia y comience a preparar el traslado hasta el punto de extracción*. Nos veremos dentro de la casa, si Dios quiere.

Notas de juego

*El punto de extracción es un hidroavión catalina amarrado en un muelle de recreo a 2 km de allí.

Wallace es un soldado irlandés, pecoso y pelirrojo, que lleva una pistola y una carabina de Lisle (un arma silenciada con mecanismo de cerrojo). MacBane es un escocés grandote que lleva una sten gun con silenciador.

No hace falta que tires sigilo, es éxito automático. Por detrás de la casa hay dos alemanes, uno que patrulla con un perro y otro que monta guardia junto a la puerta trasera. El del perro lleva un subfusil y el de la puerta un mauser.

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04/11/2012, 17:00
Prudence Urquart

Aquello fue un golpe bajo ¿Que le hubiera costado compartir? En fin... era un joven con un encanto endemoniado y a veces le maldecía por ello. Eran datos suficientes y no necesitaba de pedir su saludo secreto de borrachos, así que volvió a enfundar el arma.

Le habría espetado un buen par de frescas de no haber soltado esa bomba de noticia

-Espera, espera, espera ¿¡QUE!? ¿¡Que tu padre a muerto!?

Exclamó horrorizada

-¡No puedes decir algo así y quedarte tan pancho! Un momento... ¿Cuando ha sido eso?

Empezó a caer en la cuenta de que quizás ya le había dado tiempo de superar el duelo ¿Cuanto tiempo llevarían buscándola? Un torbellino de preguntas salieron por su boca sin orden ni concierto, estaba horrorizada, sorprendida, shockeada... de repente calló, la luz se reflejaba de un modo triste en los ojos de Phénix.

Le daba igual que fuera el puto Hitler en persona con todas sus huestes detrás de ella, le importaba su familia.

Dejó caer los brazos como si pesaran toneladas. El viejo cascarrabias se había ido, el círculo de los héroes se había roto... debían estar todos destrozados y ella ni se había enterado... su siempre socarrona expresión se quebró dejando escapar unas pocas pero pesadas lágrimas y se quedó mirando el paisaje, de espaldas a él para que no pudiera ver su expresión descompuesta.

Era obvio que no había sido algo natural... ¿Que entonces? Prefirió no preguntar y que el propio Phénix le contara

-Tu padre se habrá ido de este mundo maldiciendome por hacer de tí un bala perdida...

Musitó compungida. Se sentó con la espalda apoyada en la pared, estaba mohosa y asquerosa pero que mas daba, ella ya estaba hecha una mierda por fuera y por dentro. Abrió la bandolera y sacó su cuaderno de viaje, dentro había una foto del último día en que todos habían estado juntos, la boda de Darius y (introduzca nombre francés de mujer aquí, gracias). No solo eran primos si no también concuñados.
Estaban todos tan sonrientes... la acarició. El viejo Rosseau posaba con su uniforme, siempre tan orgulloso.

-¿Y tú? ¿Como estas? ¿Y tu madre?

Notas de juego

No se que nombre querrás ponerle a tu hermana, dímelo y edito ;P

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04/11/2012, 16:49
Eric Rusell

Eric nunca se habría negado para realizar una misión como aquella. A decir verdad, al australiano le importaba un comino a quien debían rescatar: solo la posibilidad de matar algún que otro nazi ya le parecía razón mas que suficiente. No es que le gustase matar, ni fuera un hombre sanguinario, pero no le gustaban la política alemana de aquellos años, y los consideraba los malos de la peli. Y los malos debían ser derrotados. Así de simple. No es que fuera el mejor argumento del mundo -el sargento sabía que era una grandísima porquería- pero para él le valía. Y eso le bastaba. 

Y allí se encontraba, con sus dos compañeros, Wallace y MacBane, en la parte de atrás de la mansión, observando la mejor manera de abordar a el ataque con la máxima rapidez, al menos la suficiente para que los dos dos guardias no le diesen tiempo a reaccionar.

La cosa es sencilla. Inglés- le dijo a Wallace. Su relación con sus dos camaradas era muy buena, y los motes estaban a la orden del día. Tenía una costumbre de llamar a Wallace inglés, algo que sabía que le molestaba profundamente, habida cuenta de sus raíces irlandesas (no había logrado deducir si era independentista o no, mas tampoco le importaba su afiliación política)- tendrás que encargarte del guardia de la puerta. Pequeñin- le dijo a MacBane- tú a por el patrullero del perro. Dispara primero al animal que no quiero que ladre. ¿Creéis que podéis hacerlo o también debo preparar mi arma?- se refería a sus cuchillos. Podía intentar ir a por el guardia del perro. Al fin y al cabo, era el que mas posibilidades tenía de pillar desprevenido. Claro que eso siempre y cuando se cargasen al perro.

Notas de juego

Me he tomado la libertad de considerar que hay mucha confianza entre mis dos compañeros como para que no me maten por mis palabras XD

Por otro lado, el guardia que patrulla, ¿esta fuera de la línea de visión del de la puerta? es el que mejor podría yo pillar. Al fin y al cabo, si el otro esta en la puerta y no se mueve pues adiós acción sorpresa.

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04/11/2012, 17:13
Director

Algo picado por lo de "inglés", Wallace falló el disparo de su carabina, que impactó sobre una maceta que estaba junto al guardia de la puerta. Mientras, MacBane disparó dos ráfagas cortas con la sten. La primera mató al perro, y la segunda dió en plena cabeza al patrullero, matándolo al instante.

El soldado de la puerta se removió, no por que hubiera escuchado los disparos o visto morir a su compañero, sino por la explosión del macetero. Empuñó su fusil y miró a la maceta como si no entendiera. Habría que despacharlo rápido antes de que le diera por indagar más.

- Tiradas (5)

Notas de juego

Lanza tu cuchillo. Si sacas más de 12 en la tirada de ataque le das, y pasa a tirar el daño.

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04/11/2012, 17:40
Eric Rusell

Eric estaba preparado para tal contingencia. No esperaba que el irlandés fallase, mas aún tenían posibilidades de entrar sin ser detectados. El escocés había hecho bien su trabajo y Eric no tenía intención de cagarla. Saca su cuchillo y con fina precisión lo lanza, impactando en el cuello del alemán

- Tiradas (2)

Notas de juego

Vale, una pregunta. Tengo la dote de "lanzamiento de cuchillo" el cual me dice que el daño del mismo es 1d6+2. Ahora bien, a este daño debo sumarle algo mas, o es solo eso? 

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04/11/2012, 17:46
Director

Notas de juego

Si, ahí la he cagado un poco por reiterarme xD. Tiras lo que viene en la ficha del arma. O sea, 1d4 + tu modificador de DES que es 4. Tira esto que lo más seguro es que le hagas más daño que el 5 actual.

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04/11/2012, 17:48
Eric Rusell
- Tiradas (1)
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04/11/2012, 17:26
Rémi Phénix Rosseau

Phénix se acercó hasta Prue y se acuclilló ante ella, apoyando las manos sobre las rodillas de su amiga. Fue entonces cuando vio la lágrima furtiva que aún permanecía en suspendida en la última de sus pestañas. Pasó su índice para secarla, en un gesto cariñoso y a un tiempo triste.

-Fue hace cuatro meses y pico. Los alemanes bombarderanos Talbot Manor. Murieron muchos. Profesores, niños... Mi padre murió como había vivido, peleando -su mirada se perdió por encima  del hombro de Prue-. Yo no estaba allí. Y cuanto sé es por lo que me ha contado mamá. Y Prue -dijo tomando las manos de su prima que sujetaban la fotografía-. Si algo sé, es que mi padre te adoraba. Y te respetaba. Todos en casa sabemos lo de Asha. Sabemos la carga que eso supone y sabemos que tu forma de ser, lo que eres, la increíble mujer que siempre has demostrado ser, hunde sus raíces ahí. Sí, estás loca -sonrió de nuevo, como solo él sabía hacerlo, como a ella le gustaba-. Pero eres la loca más brillante de este mundo y papá te quería. Pero también sabes cómo era. Bruto, arisco, poco diplomático. Y poco dado a los halagos. ¿Sabes? Hará cosa de un par de años, estaba yo de permiso y volví a casa para ver a mamá. Coincidió que se había ido unos días, también casualidad, para ver a tía Candy. Así que tuve que bregar con el viejo durante esos días. Y no sé, una noche, tras la cena, nos sentamos en el salón, nos ventilamos una botella de buen cognac francés y me empezó a hablar de ti. No sé si le gustaría que te lo dijera con sus palabras, pero literalmente me dijo que tienes los cojones de un toro, el hígado de un cosaco, el valor de un general y el culo más bonito que había visto después del de su mujer. Y que por ese culo tuyo no dudaba que fueras una mujer. Y no te culpaba de nada. Al contrario. Contigo o sin ti, yo hubiera sido un balarrasa. Pero gracias a ti, aprendí y papá sabía que cuidabas de mí -echó hacia atrás uno de los rizos de Prue, caído sobre su rostro-. En cuanto a cómo estamos, puedes imaginártelo. Mamá se muestra entera y fuerte, pero lo de Talbot Manor y lo de papá la devora por dentro y solo en privado deja caer su coraza. Marie está todo el tiempo con ella y Darius hace lo que puede por ambas. Tu hermano vale mucho, ya lo sabes. Y yo... Estoy furioso y triste y le echo de menos y... -su voz se apagó, estrangulada su garganta por la congoja. Miró a Prue con los ojos empañados y sus sonrisa de circunstancias fue terriblemente triste-. Pero lo superaré. Cuando el último de esos cabrones haya pagado por lo que hicieron. Y esa, en parte, la razón de mi presencia aquí. William me ha enviado a buscarte. Sabía que sería el único en dar contigo. Tiene planes y formas parte de ellos. Sé un poco de ellos, pero este no es el momento ni el lugar. Ya te contaré todo más adelante -dijo poniéndose en pie tras echar una fugaz ojeada a la fotografía-. Y Prue, quiero pedirte un favor. ¿Me abrazarías? -pareció como si una sombra cayera sobre todo él, como si todo el abatimiento de los últimos meses le abrumara de golpe. Pero era simplemente estar ante Prue. Con ella podía ser él, demostrar sus sentimientos. No necesitaba disimular ni ocultarse-. Necesito llorar. Una primera y última vez.