Partida Rol por web

El trozo de piedra de Michael impactó en el hombro de aquel tipo que desplazó su brazo hacia un lado abriendo la zona por la que llegaba Norman hacia él.

—Este hombre está loco —dijo mirando a los mineros que los acompañaban—. ¿Era uno de los suyos?

Había enfatizado mucho eso de "era". Estaba claro que ahora ya no lo era, de haberlo sido en algún momento. Michael volvió la mirada a Howard y su mujer, confirmando que estaban bien.

El impacto casi no sonó, absorbido en su mayor parte por la propia ropa de aquel tipo; pero fue lo suficientemente para que Norman viera la oportunidad y sin dudarlo se abalanzó sobre él. Placo con su hombro bajo el cuello de su tocayo, desplazándose ambos hacia la pared bruscamente. Aquel golpe si que resonó. La cabeza impactó contra la roca, y el cuerpo cayó al suelo.

Meredith pudo comprobar que solo había quedado inconsciente, y que aunque tenía una pequeña brecha en la cabeza sobreviviría. Con un fuerte dolor de cabeza si, pero vivo al fin y al cabo.^[1]

Poco a poco la tensión bajó. Uno de los mineros se acercó y se fijó en Norman; negando con la cabeza.

- No señor Thomas - Dijo tras un rápido vistazo - Diría que no es de los nuestros. Tampoco solemos trabajar con ropas tan... elegantes. 

- Deberíamos seguir - Dijo Ramón mirando al resto - Si no se va a levantar volveremos por él cuando encontremos a nuestros compañeros - Daniel y Will asintieron, pero miraron a sus nuevos compañeros, esperando que opinaran igual.

Todo sucedió extremadamente rápido y Meredith encontró incluso un pequeño sentimiento de agradecimiento hacia Norman, el amigo de Michael, a quien aún no había terminado de aceptar del todo, al ver que era este quien daba el golpe definitivo al minero armado.

La enfermera no necesitó apenas tiempo para comprobar el estado de aquel hombre que yacía de nuevo en el suelo y avisó al resto.

Cuando los mineros confirmaron que no conocían a aquel hombre de nada, la inseguridad de Meredith creció un par de enteros.

– No esta bien que sea yo, una mujer casada, quien registre a este hombre, pero quizás encontremos en sus bolsillos alguna información que nos sirva de ayuda para entender que se traía entre manos.

Miró a Norman y a Michael, como si por sus oficios fueran las personas más indicadas para seguir los consejos poco ortodoxos de la enfermera.

Viendo que la intención era continuar cuanto antes, opinión que ella compartía, decidió compartir con el resto su recelo.

– Si vamos a seguir adentrándonos en la mina, no querría dejar a nuestras espaldas a este hombre. No vaya a volver en sí y provocar, yo que sé, un derrumbe o algo así y dejarnos encerrados bajo tierra. ¿No podemos inmovilizarlo o algo?

Howard se acercó con su cuerda.

—Había pensado usarla para escalar o bajar a algún hueco pero creo que ahora mismo lo más seguro es atar a este impresentable.

Mientras lo ataba señaló la pistola:

—No sé que pinta este individuo aquí pero será mejor que uno de vosotros recoja el arma por si acaso nos hace falta.

Se refería a Normal o Michael, por supuesto.

Norman se sacudió ligeramente el polvo de la ropa después de su encontronazo con aquel tipo. Habían hecho un buen trabajo para reducirlo, y eso le hizo recuperar un poco el ánimo.

-No se preocupe señor Miles, yo tengo otra cuerda que podrá usar llegado el caso-le dijo mientras el abogado ataba al otro Norman.

Cuando estuchó al matrimonio hablar sobre registrar al sujeto, atarlo y coger su arma no pudo evitar sonreír.

-Se les da muy bien esto, quizá debería llevarles conmigo cuando me surja algún trabajito...-dijo en tono jocoso, y en voz baja para que los mineros no le escucharan.

Norman les tomó la palabra y registró el cuerpo inconsciente. La confirmación de los mineros de que no se trataba de uno de ellos le mosqueaba sobremanera.

Michael cogió el arma y la guardó en el interior de su chaqueta, colocando el seguro antes.

—Así que no es de los suyos. ¿Se ha hecho alguna expedición al interior de la mina en los últimos días? ¿Hay entradas "para turistas"? —preguntó rápidamente.

Observó por encima de Norman mientras registraba a aquel hombre, fijándose en sus ropas.

—¿Tampoco lo conocen del pueblo? —dijo arrugando la frente—. Y estoy de acuerdo con la señora Meredith, aunque en realidad yo lo metería en la vagoneta y lo llevaría con nosotros. No quiero sustos.

Norman no encontró más que algo de dinero suelto en uno de los bolsillos de la americana de aquel tipo, unas llaves y la cartuchera en donde guardaba la pistola. Los mineros estuvieron de acuerdo en atar a aquel tipo; y ayudaron a dejarlo en la vagoneta donde guardaban los útiles que habían llevado.

- Me temo que no señor. Últimamente ha llegado mucha gente nueva a Bloomfield. La ciudad está creciendo a un ritmo desmesurado. - Los mineros no parecían reconocer a aquel tipo. 

Una vez apañada aquella situación y tras una corta charla decidieron seguir adelante. Prosiguieron la bajada unos 15 minutos más. Los huecos de los barrenadores se sucedían uno tras otro a distancia regulares de unos cuantos metros de forma ininterrumpida. Parece que aquella zona de la mina tuvo que ser demolida con dinamita para poder se construida.

Esta vez la velocidad ayudó, también que los mineros iban con bastante más cuidado y prestando atención a todos los indicios posibles. Cuando las vagonetas se detuvieron, todas las linternas alumbraban ya a un nuevo derrumbamiento que de no ser por Ramón puede que hubiera supuesto el final de aquella expedición.

- Chicos - Dijo queriendo llamar la atención de sus compañeros - Apuntaba con su linterna al interior de uno de los minúsculos huecos. A todos les sorprendió cuando desapareció en el interior de uno de ellos

- ¡¡ La madre que me trajo !! - Se escuchó al minero maldecir.

No tardaron en seguirlo, curiosos por lo que hubiera podido provocar aquella reacción. Una sala relativamente grande, de unos ocho metros por doce y una altura de unos tres metros se abría ante todos. Los desprendimientos causados por el terremoto habían provocado que el suelo estuviera lleno de piedras, aunque eso no era lo que más llamaba la atención. La estancia parecía haber tenido un uso reciente. Había estanterías a ambos lados con cajas abiertas con diferentes objetos. Botellas de licor, herramientas, algunas armas de fuego incluyendo una Thomson, un par de escopetas y algunas armas cortas. También había pequeñas cajas con munición y una con varios cartuchos de dinamita. El lugar estaba impregnado de olor a whisky. Algunas botellas se habían caído y entre las piedras se podían ver sus restos.

—Menuda suerte la nuestra. Buscando supervivientes hemos dado con una destilería ilegal. Por eso estaba tan nervioso aquel tipo.

Howard echaba un vistazo al material que había allí, aunque su deformación profesional iba más encaminada a buscar notas o documentos con los que presentar un caso o encontrar a los dueños de aquel lugar.

Mientras recorría toda la estancia con su mirada, Norman dio un largo silbido bastante elocuente.

-Nos ha tocado la lotería... Bonito tinglado el que tenían montado aquí. 

Se acercó a echar un vistazo a las armas y las botellas de alcohol. Si fuera por él arramblaría con todo, pero era consciente de que no estaba solo, así que tenía que guardar las formas.

-Creo que sería buena idea llevarnos aunque sea algunas de estas armas. No sabemos si vamos a encontrarnos con más de estos tipos por aquí, y si también irán armados. Voy a echar un vistazo más de cerca.

Norman inspeccionó más detenidamente las diferentes cajas. Por su parte, tomaría la Thompson y munición para la misma. También le tentaba la dinamita. La observaría primero por si estaba en buen estado o parecía inestable. Si tenía buena pinta, sugeriría al resto llevarse algunos cartuchos.

—Guau... he de suponer que este lugar no era conocido, ¿verdad? —preguntó a los mineros—. ¿Y cómo puede ser que conociendo estas minas como dicen que las conocen este lugar les haya podido pasar desapercibido? No creo que lo hayan montado en los últimos días.

Michael observó el lugar detenidamente levantando su cabeza para ver el techo, bastante alto en comparación con el resto de las minas.

Siguió a los demás tras escuchar la expresión de exclamación del minero y no tardó en comprender el porqué. Aquella gruta, un espacio claramente habilitado para su uso como laboratorio para la destilación de alcohol de contrabando, era lo último que Meredith creía iban a encontrarse durante su búsqueda de los mineros perdidos. Ahora parecían aclararse los motivos del tal Norman para impedirles el paso.

Después de mirar a su alrededor, haciéndose una idea de los instrumentos, mobiliario y demás objetos que los rodeaban, giró su cabeza hacia los hombres que los habían llevado hasta allí. Si conocían tan bien esos túneles, ¿cómo podían no conocer aquellas instalaciones? Pero, si las conocían, ¿por qué iban a llevarlos hasta allí?

Michael se la adelantó con su pregunta. Eso es lo ahora mismo quería saber la enfermera y se fijó en las expresiones de estos, para ver si delataban sorpresa o más bien molestia o enfado al haber sido descubiertos.

La visión de aquella estancia, de todas las armas; quizá el olor al whisky que se mezclaba con la humedad y el olor propio de la mina embriagaron de una forma peculiar a casi todos los allí presentes. Tan solo Michael parece que supo ver más allá de lo que a primera vista se veía. 

Curioseó algunos papeles que había sobre la mesa junto a unos matraces y diferentes variedades de productos de laboratorio. Le llamó la atención en especial uno de ellos. Era un pequeño cuaderno con varias anotaciones^[1]. El resto, no tardó en ponerse manos a la obra, y guiados por la decisión de Michael no tardaron en encontrar algunas cosas que llamaron su atención.

Norman, revisando las cajas de licor encontró una pequeña botella. Bastante más pequeña que las demás. Lo que le llamó la atención era el símbolo que había grabado en ella, pues se parecía bastante al descrito por Melvin White; el frutero.

Meredith no pudo evitar fijarse en una bata blanca que colgaba de un perchero caído en el suelo. Tenía grabadas las iniciales A.W. Esta era una práctica bastante habitual en el hospital entre el personal; para que cuando las echan a lavar el servicio de limpieza sepa a quien devolverlas. 

Howard observaba como los mineros hablaban entre ellos. Al parecer, Norman le decía a Daniel que cogiera un arma, pero este no quería hacerlo alegando no se que promesa. 

- Vamos no seas capullo. Es una situación excepcional, ya has visto a aquel tipo - 

No había manera, Daniel se negaba a hacerse con un arma. Cosa que si hicieron los otros dos mineros...

Un escalofrío recorrió la espalda de Norman cuando observó el símbolo en aquel pequeño botellín. De repente, las terribles imágenes del cuerpo del niño volvieron a su mente. Para nada esperaba encontrar una relación con el asesinato en aquella guarida de contrabandistas.

Norman se aproximó a sus compañeros y les mostró la botella.

-Mirad, es uno de los símbolos que marcaron en el niño y que también describió el frutero en uno de los encapuchados. Este maldito caso se vuelve cada vez más confuso...

Intentaría quitarle el tapón y oler qué aroma desprendía la sustancia de su interior, por si podía indentificarlo.

También echó un vistazo al cuaderno que había encontrado Michael, por si le sonaba algún nombre.

—¡Maldita sea! —refunfuño Michael—. ¿Cuánto tiempo lleva sin usarse esta mina?

Volvió a incidir con sus preguntas a los mineros. Estaban enzarzados entre ellos y no le habían escuchado.

—Esto cuadra con la historia del frutero y con toda la línea que pudimos hacernos nosotros mismos. Hay alguien más implicado en todo el asunto de Cobb y al parecer hemos encontrado su guarida. Pero, ¿qué tan oculta estaba? En serio —dijo captando la atención de los mineros—, ¿nadie antes había visto este sitio en las minas?

Meredith sintió un escalofrío al ver la bata de la clínica donde trabajaba. Eso significaba, que los criminales que andaban detrás de todo aquel entuerto de alguna forma tenían alguna relación con el hospital de Bloomfield. Pero, ¿quién se ocultaba detrás de las iniciales A.W.? Tendría que investigarlo cuando regresara al trabajo. Se acercó y miro en los bolsillos de la bata. Quizás encontrara allí algo de interés.

Luego echo un vistazo a la lista que Michael tenía entre manos. Dos cosas llamaron su atención y, aunque no tenía muy claro que podían significar, las comentó en alto para el resto.

– No sé si lo estoy interpretando mal, pero parece que el tal Musgo es el suministrador de la mercancía. Al menos su nombre aparece siempre allí donde hay una columna extra con un número mayor de unidades. Podría ser interesante dar con él.

Miró de nuevo a los mineros. Todavía les debían una respuesta, pero ella tenía aún más preguntas que hacerles.

– Y bien, ¿les suena ese nombre de algo? Yo diría que es un sobrenombre. ¿Conocen a alguien en Bloomsfield a quien llamen así? –No les dio tiempo a responder, cuando ya estaba formulando la siguiente pregunta–. ¿Y que me dicen de Dogda y Pintas?

Se giró hacia su marido para explicarle los motivos de haber elegido esos dos nombres en aquella lista.

– Son los únicos que adquieren pequeñas cantidades, pero para los que no aparece ningún precio en la lista. No sé qué tendrán de especial, pero esta claro que no son como el resto.

Y mostró la lista a Howard, esperando que el diera su opinión.

Howard observó la lista:

—De primeras yo he pensado en un balance contable pero no tiene demasiado sentido. De serlo la tercera columna significaría entradas y la cuarta salidas, de ahí que Musgo nunca tuviera importe. Son compras o entradas de material. ¿Se puede destilar musgo para hacer bebidas? Aún así no parece tener sentido porque en varias filas donde hay salidas, por ejemplo la primera de pintas de 50 unidades, no hay importe asignado. Y luego hay importes que no casan: el 05/01/24 de Cavan son 20 unidades a 80$ y luego el 12/02/24 las mismas unidades suman 200$... He pensado que pueda ser un arrastre del haber pero de ser eso ¿como consignan realmente las ventas? ¿Y por qué hay huecos vacíos en la última columna? Nada de esto parece tener verdadero sentido...

Se giró hacia Daniel:

—¿Por qué no puede empuñar un arma? ¿Qué tipo de promesa le retiene? E insisto en que respondan la respuesta de mi compañero: ¿me están diciendo que alguien tenía esto montado en su mina y no lo sabían? ¿Nunca vieron a gente entrar o salir? Por favor, deben entender que cualquier intento de encubrir esto les puede complicar la vida convirtiéndolos en cómplices.

Pero lo que de verdad le carcomía el alma era el símbolo que Norman había descubierto en aquella botella. ¿Cómo encajaba todo aquel puzzle absurdo? Les faltaban piezas, no le cabía la menor duda, pero aquello era algo mucho más grande que un simple asesino demente.

Los mineros dejaron de discutir en cuanto Michael, Meredith y Howard incidieron con las preguntas. 

- La mina sigue en uso, pero esta galería hace años que está abandonada. La entrada por la que vinimos hace años que no se usa. Desde que logramos el acceso principal hace... ¿cuatro, cinco años? - Asintieron entre ellos, y ante las palabras de Howard fue Daniel quien continuo.

- Como les ha dicho Ramón esto debería estar abandonado. No sabemos desde cuanto o quien pertenecen. - Miró entonces al abogado directamente - Hice una promesa a mi mujer. No creo que deba darle explicaciones de porque debo o no empuñar un arma. Es personal -

Will negó con la cabeza desde detrás de Daniel sin que lo viera, haciendo un gesto con la mano para que dejaran aquel tema. Finalmente decidió tomar la palabra regresando a las preguntas de Meredith.

- No señora. Lo cierto es que no me suena ninguno de esos tres nombres - Negaron también Daniel y Ramón.

Mientras tanto Norman había conseguido abrir aquel frasco. Del frasco salía un extraño olor. No era desagradable, pero tampoco parecía que fuera reconocible por Blade. Tampoco los nombres de aquel listado le sonaban. 

Michael se puso a rebuscar en la estancia, observando las estanterías principalmente. Esos nombres debían de estar por algún lado o quizá alguno de los objetos que había por ahí arrojaran alguna pista. El lugar apestaba a alcohol y Michael tuvo que arrugar la nariz para revisar según qué estantería.

Norman ofreció el frasco a sus compañeros, por si querían olerlo en un intento de averiguar su contenido. Sea como fuere, lo guardaría en un bolsillo para llevárselo consigo.

Seguidamente se preparó para continuar la marcha según ordenaran los mineros. Con aquel subfusil thompson al hombro se sentía más seguro y decidido.

Pronto los ánimos se relajaron. Ramón y Will comenzaron a hablar entre ellos acerca de que no había camino. Los dos derrumbamientos que se habían encontrado cerraban ambas rutas de acceso hacia donde podrían estar sus compañeros, tocaría volver con una derrota y mucho tiempo perdido...

- ¿Chicos? - Daniel golpeaba con sus nudillos una de las paredes. Ramón y Will dejaron de hablar y se giraron para que su compañero continuara hablando - Esta roca, no es normal. Esto no son piedras de un derrumbe, parece más una pared, pero... - acarició la pared con el interior de su mano ejerciendo algo de presión - Esto no es roca maldita sea. 

Quienes se acercaron pudieron comprobar que la textura de aquel muro era rugosa, con algunas protuberancias de entre cuatro y doce centímetros que sobresalían otros tres o cuatro. Su tacto era poroso sin duda. 

- Pico - Dijo Ramón comenzando a golpear con fuerza y destreza. El sonido de los golpes era extraño, se esperaba que fuera seco, intenso y que rebotara por la sala... sin embargo parecía que aquella pared absorbía los impactos.

Michael mientras tanto parecía absorte en sus pensamientos después de buscar alguna otra pista en la sala y no encontrar nada. Hacía cálculos. Habían descendido bastante, muy probablemente más de lo que habían ascendido desde el campamento a la entrada. No sabía si 100 metros, pero si bastante. También habían recorrido un buen trecho, aunque con el incidente de la bifurcación quizá sus estimaciones no fueran del todo acertadas.

El quejido de Ramón lo sacó de sus pensamientos. Después de 10 minutos picando junto a Daniel lograron hacer un hueco...

Lo que allí vieron era algo que todavía les cuesta razonar o explicar. Pudieron ver que el suelo se situaba a unos cuatro metros de altura, y se encontraba cubierto de una especie de musgos extraños y fosforescentes. La oscuridad de la que venían parecía desaparecer en aquella cueva, pues aquellos musgos dotaban el lugar de una ténue luz verdosa que evitaba que la oscuridad fuera total.

Cuando los ojos se acostumbraron a aquella extraña luminiscencia, pudieron comprobar que se encontraban una especie de gran tunel. Si el suelo se encontraba a cuatro metros hacia abajo, el techo estaba a unos diez de altura. Aunque la visibilidad no era muy buena, el musgo fosforescente permitía vislumbrar el otro extremo de la cueva a unos cincuenta metros. Cada diez metros, aproximadamente, se apreciaban unas marcas circulares que rodeaban todo el perímetro de la cueva^[1]