Partida Rol por web

Thomas se levantó por la mañana temprano con la idea en su cabeza de investigar las notas. También pudo ver la foto de todo el equipo en el periódico que le habían dejado en su buzón. Al menos el artículo de Hensen los ponía por los aires. Como los nuevos héroes de la ciudad.

Michael se preparó un café y se decidió a averiguar que había detrás de aquellos número y nombres. Por desgracia, después de unas cuantas horas solo había llegado a la conclusión de que aquellas anotaciones eran algún tipo de suministro de algún producto. Los nombres parecía que pudieran indicar quien era el suministrador y los números la cantidad suministrada. Las anotaciones comenzaban con fechas de hace unos seis meses y parecía que, fuera lo que fuera el producto anotado, se había fabricado y suministrado una gran cantidad durante este tiempo.

Aquellas notas tenían que tener algún sentido y esos nombres tenían que corresponderse con alguien de la ciudad. Por ahora no sabía quién pero en algún momento acabaría por averiguarlo. Tenía unas notas junto al libro de cuentas y esperaba poder unir algunos puntos.

Pero parecía que para poder unir puntos tenía que empezar a conocer a la gente de Bloomfield. Era tarde pero aún así agarró la chaqueta y se marchó a la biblioteca de Bloomfield. Con un poco de suerte podría encontrar allí algo de información sobre las familias influyentes en la ciudad y sus negocios preferentes. Con un poco de suerte incluso podría encontrar algún escándalo que le hubiera costado el puesto a alguien.

La biblioteca era un lugar grande, silencioso y como era de esperar lleno de libros y por desgracia poca gente. Al mando estaba la señorita Ivy Ipub, una mujer joven y atractiva que siempre estaba rodeada de libros. Indicó a Michael donde podía encontrar información acerca de las familiar influyentes de la ciudad. Al parecer tenía varias formas de búsqueda. Primero podía revisar libros sobre la historia de la ciudad y de sus familias, en donde destacaban las cuatro familias fundadoras. Por otro lado podría buscar información en periódicos viejos. La biblioteca tenía un gran número de la Bloomfield Gazette para consulta de quien quisiera...

Michael abrió uno de los grandes libros que hablaba sobre las familias fundadoras. Era un libro de páginas amarillentas y una gruesa tapa con un viejo grabado que el detective asimiló con el escudo de armas de la ciudad de Bloomfield. La letra era minúscula y el grosor del libro inmenso, tanto que hizo suspirar a Michael vista la tarea que tenía por delante. Él no era un hombre de libros, pero aún así comenzó con la labor, no sin antes ladear un instante la cabeza.

Michael comenzó a leer sabedor de que aquella tarea llevaría tiempo. Con un suspiro abrió la página por la sección que hablaba de Mackenzie Williams. Al investigador le sorprendió lo que encontró. No porque fuera raro lo que leyera o porque tuviera sórdidos secretos. Era sorprendente que la información que les había facilitado el periodista era bastante concisa y en su totalidad verídica. Pudo corroborar que todo lo que dijo estaba allí plasmado de una forma u otro. Tampoco encontró nada demasiado interesante además de lo que Hensen les contó.

La siguiente familia de la lista fue la familia Belasco. 

La familia Belasco es de origen español. Hunde sus raíces en los primeros colonos españoles que llegaron a Centroamérica, estableciéndose en México. Allí es donde el apellido original Velasco cambio su nomenclatura a la actual de Belasco. Las diversas ramas familiares se fueron extendiendo, algunas hasta el estado de Texas. John nació allí en 1860. Su padre, Raymond, había emigrado a Texas desde México. Tras hacer algo de dinero en Texas trabajando en la construcción, pensó que sería buena idea encontrar un lugar más seguro en el este donde poder establecerse y montar su propia empresa. Ese lugar fue Bloomfield, en el estado de Massachusetts, al que la familia Belasco llegó en 1861. 

Sin embargo, lo que parecía un viaje en busca de una vida mejor, con mayor seguridad, se convirtió en una pesadilla al declararse la Guerra Civil en Norteamérica. Raymond fue reclutado por el ejército de la Unión para luchar contra los rebeldes Confederados. John y su madre Lisa permanecieron en Bloomfield, viviendo del dinero ahorrado en su etapa en Texas. 

Durante los dos años siguientes, Raymond luchó en diferentes batallas, ganándose rango y medallas por su desempeño en combate. Fue licenciado por una herida en la pierna cuando faltaban solo unos meses para finalizar la contienda, lo que le permitió regresar a Bloomfield y retomar sus planes de crear una empresa de construcción. La empresa creció rápidamente, por lo que Raymond compró una parcela en una zona apartada de Hillsburg. Allí comenzó la construcción de una mansión, que sería empleada como residencia familiar. 

Raymond falleció de un ataque al corazón en 1884. Su hijo John tuvo que hacerse cargo de la empresa con tan solo 24 años. Contrariamente a lo que era de esperar, John le dio un fuerte impulso al negocio, alzándose como la mayor constructora de la ciudad. Al poco, John se casó con Amy Winters, la mujer con la que había mantenido un noviazgo durante los dos últimos años. Al año siguiente nacieron un par de preciosas gemelas que lo llenaron de felicidad. John se encargaría de terminar la construcción de la mansión familiar, empleando los mejores materiales tanto en la fachada como en su interior. 

Por desgracia la tragedia cayó sobre la familia. John enfermó hasta tal punto que las intensas fiebres que sufrió durante varios meses le causaron la muerte el 14 de Mayo de 1891. Su mujer no pudo soportarlo y se sumió en una depresión que la llevó a vender su negocio a otro de los fundadores Mackenzie Williams. Cuatro años más tarde, en Junio de 1895, sus dos hijas gemelas aparecieron muertas en el río Shimmoah y el 22 de Diciembre finalmente fue la propia esposa la que aparecía sin vida en su bañera tras cortarse las venas.

También había una serie de notas apuntadas en un lateral del libro haciendo referencia a varios artículos de la Bloomfield Gazette -> Noticias

Todavía quedaban dos familias y ya era casi la hora de cerrar la biblioteca. El resto de información sobre las familias fundadoras tuvo que esperar al día siguiente, aunque no tuvo problemas en encontrar variada información sobre ellas

Poco a poco la información de las cuatro familias iba completándose. La siguiente fue la familia Parker

La familia Parker fue una de las pioneras del Mayflower, en el viaje que hicieron los primeros puritanos ingleses que cruzaron el atlántico hacia el continente americano. Los Parker estaban bien situados económicamente en un pueblo cercano a la ciudad de Bristol, pero, aun así, como otros muchos, se embarcaron en
el viaje con la esperanza de labrar fortuna en el nuevo continente. 

Los primeros Parker se establecieron en Springfield y, con el paso de los años, la familia se fue diseminando hacia otras zonas de Massachusetts. El abuelo de Jeremiah, Cordell Parker, fue el primer Parker en establecerse en Bloomfield al poco de crearse la ciudad y fue el que empezó con el negocio del aserradero de
Sheffield. El negocio familiar fue pasando de padres a hijos hasta que terminó en manos de Jeremiah. 

Jeremiah nació en Bloomfield en 1855 y, aunque el aserradero que gestionaba su padre Charles ya funcionaba muy bien, tuvo que ganarse su posición empezando en el negocio desde abajo. Tuvo un hijo llamado Martin, aunque no hay registros de la madre; y viendo que era tremendamente complicado encargarse del pequeño sin nadie a su lado, Jeremiah se casó con una buena mujer que aceptó criar a Martin y con la que tuvo dos hijas más. Una de las niñas se casaría al llegar a la edad adulta con un arquitecto de Boston y la otra con un militar de carrera de Springfield. Martin, a su vez, comenzó a trabajar en el aserradero después de terminar sus estudios de ingeniería, preparándose para asumir algún día la dirección del negocio. 

Martin se casó con una joven, con la que tuvo un hijo llamado Clayton. Diez años después, cuando pensaban que no podrían tener más hijos, nació Barry. 

Finalmente le tocó el turno a la familia Cameron.

La familia Cameron es de origen escocés. Fue el padre de Layne, David Cameron, un ingeniero que trabajaba en la investigación de generación de energía hidroeléctrica, el que emigró junto a su esposa y sus tres hijos a Nueva Inglaterra. Con los conocimientos y contactos que poseía de su trabajo en Inglaterra, ayudado por el dinero de la familia de su esposa, creó en Bloomfield la empresa Unión Eléctrica, con la que empezaría a trabajar en el proyecto de construcción de una moderna central hidroeléctrica, aprovechando un salto natural del río Shimmoah muy cerca de Bloomfield. 

Los hijos de David entraron a formar parte de la compañía a medida que fueron terminando sus estudios, aunque Layne fue nombrado gerente por su habilidad para los negocios y su visión de las oportunidades para el futuro de la empresa. Fue Layne quien negoció las ventajosas condiciones para el suministro de energía
al alumbrado público de la ciudad, lo que otorgó una sólida base para el crecimiento de la empresa. Además, ideó diversas formas de comercializar la energía a otras empresas y particulares, llevando la luz eléctrica a la mayoría de hogares de la ciudad. 

Layne conoció a Mackenzie Williams, que fue su mentor en el club Blackstone. Layne siempre admiró el éxito de Mackenzie, y mantenía hacia él una actitud servil. Layne se casó con una buena mujer que conoció en una de las fiestas benéficas de Mackenzie. Lucas, el hijo de Layne, no tenía demasiado interés en entrar a formar parte del negocio familiar. A pesar de los esfuerzos por darle una educación adecuada y de disponer de los recursos para buscar su propio camino.

Cuando Layne Cameron cumplió 60 años, dejó la gerencia de la empresa a uno de sus sobrinos a cambio de una generosa jubilación y su parte en los beneficios de la empresa como accionista.

Michael estiró el cuello y se frotó los ojos agotados por la ingente lectura de información. Ese no era su perfil de trabajo habitual pero aún así tenía que hacerlo.

Ese día se fue de la biblioteca a medio día y, una vez en casa, puso en común los datos con Eva Green.

—¿Qué desgracia lo de la familia Belasco, verdad? —dijo con cierto tono desconfiado—. En otra ocasión me parecería simplemente mala fortuna pero, visto lo visto en este lugar, me atrevería a pensar que fuera algo orquestado. ¿Qué te parece?

Tras la respuesta de Eva llamó a casa de Howard.

—Sí, Bedows, dígale al señor Miles que se ponga en contacto conmigo cuando pueda. No, no es urgente. No, nada grave. Simplemente es poner algo en común con él. Gracias Bedows.

— ¿Ya empiezas a ver relaciones entre todo? — Sonrío Eva ante la afirmación sobre la familia Belasco. — Si quieres puedo prepararte una sesión de espiritismo, a ver si averiguamos que les pasó — Eva tenía ese tono burlesco y a la vez cariñoso.

Cogió las notas de Michael y les dio un segundo vistazo. — No se. Las mujeres parece que dependen tanto de sus maridos que veo posible que se suicidara. Lo de los niños... — Se detuvo, quizá pensando en decir que nadie haría daño a unos niños, pero... — No lo se. Lo cierto es que fue una desgracia. 

—Demasiada desgracia para una sola familia —dijo sujetando uno de los recortes de papel.

Pasó la tarde dando vueltas por su casa tratando de poner en orden las ideas y esperando la llamada de Miles. Sobre todo con respecto al asunto de las iniciales de esa bata. Quizá esa fuera la pista más fiable que tuvieran en ese momento.

—Hola Michael.— sonó la voz de Howard al otro lado del aparato —Espero que hayas tenido más suerte que yo. Ha sido una pérdida de tiempo. Nuestro otro 'Norman' ha desaparecido por arte de magia y el jefe de policía argumenta que lo de la licorería no se puede investigar porque es arriesgado. Que cuando la mina sea segura bajarán. De aquella Mackenzie habrá hecho desaparecer cualquier pista incriminatoria.

Lanzó un suspiro:

—Estoy seguro de que...

Se quedó callado.

—¿Sabes qué? Voy a pasarme por tu casa si no te importa. Creo que prefiero hablar contigo en persona y si me invitas a un whisky pues mucho mejor.

Colgó el teléfono.

—Claro —respondió Michael antes de colgar el teléfono.

Poco tiempo después, su viejo amigo Howard llegó a su casa.

—Hacía mucho tiempo que no nos reuníamos en mi casa, Howard —dijo con una sonrisa afable—. Ven, tienes suerte, todavía tengo algo de aquel whisky que te gusta.

Michael acompañó a Howard al salón y sirvió un par de copas de una gruesa botella de cristal. El piso era humilde para lo que Howard estaba acostumbrado pero Michael no se avergonzaba de su modo de vida. Todo, al igual que Howard, se lo había ganado con esfuerzo aunque a él la suerte nunca le hubiera sonreído demasiado.

—No he tenido demasiada suerte. He investigado sobre las cuatro familias fundadoras y la verdad es que parecen, sobre todo, asuntos de negocios. Salvo la familia Belasco, que tiene un pasado con cierta casuística sorprendente —Michael alargó los apuntes sobre los recortes del periódico que había obtenido en la biblioteca¹—. Sabes que no creo en la mala suerte...

Dio un sorbo al whisky mientras Howard ojeaba las notas.

—¿Y Meredith? ¿Habéis conseguido averiguar algo sobre esa bata?

—Aún no he hablado con Meredith.— confesó Howard —Llegué a casa para revisar papeleo y ya volví a salir.

Norman recibió una llamada de su amigo Michael y acordaron encontrarse en su apartamento. Aunque no tenía muchas novedades que aportar, le alegró reunirse con sus compañeros, aunque sólo fuese para despejar la mente. Entre el trabajo y sus infructuosas, de momento, pesquisas nocturnas, estaba agotado.

-Bueno, lamentablemente no puedo aportar ninguna nueva revelación al caso. Sigo investigando entre mis contactos, pero como ya sabéis, esto es algo que a veces requiere de paciencia. ¿Qué tal vosotros?

Escuchó atentamente lo que tenían que contarle. El funesto destino de la familia Belasco era, cuanto menos, inquietante. Norman no dijo nada, pero casi deseaba que no tuviese relación con el caso, porque si no era otra pieza más de la que no tenía ni idea sobre cómo encajaba en todo este asunto.

Cuando todos hubieron visto los apuntes, Michael volvió a hablar.

—¿Me vais a decir que todo esto os parece una casualidad o un azote del destino sobre esa familia? En cualquier otra situación podría aceptar que todo es fruto de la casualidad, aunque a regañadientes. Pero después de haber visto lo que hemos visto en este Bloomfield, ¿realmente pensáis que eso es casualidad? Creo realmente que algo trata de controlar el destino de esta ciudad. Y ese algo no me gusta.

Michael apuró el vaso de whisky y dejó la botella en la mesita. Quedaba menos de un dedo de licor. Michael no nadaba en la abundancia y los inicios en Bloomfield no le habían dado aún para caprichos.

—Tengo una corazonada. Me gustaría investigar el caso de la familia Belasco. Estoy seguro que lo que sea que une su desgracia está directamente atado al tema de Cobb.

Era la primera vez que Meredith visitaba la casa de Michael y, aunque se trataba de un domicilio más modesto del que podía permitirse la familia del abogado, el toque femenino que había dado sin duda Eva creaba una atmosfera acogedora y amable, y el encuentro con los demás fue, tras el ajetreo de los últimos días en el hospital, un cambio más que de agradecer.

Escuchó lo que Michael tenía que decirles acerca de sus pesquisas sobre las grandes familias de Bloomfield y la desgracia de la familia Belasco. Su teoría acerca de algún tipo de conspiración, o al menos de la posibilidad de haber sido un destino provocado por alguna fuerza externa, por un posible grupo de poderes fácticos que trataban de dominar la ciudad de Bloomfield, le habría parecido no hace mucho el producto de delirios febriles o de una enajenación transitoria. Pero lo que habían descubierto los últimos días había hecho cambiar la forma de ver la ciudad y sus habitantes por parte de la enfermera. O al menos de ciertas familias y personas en cargos de poder. ¿Podría tener razón Michael con una teoría tan alocada? Descubrió que pensaba que sí, que era admisible. Y mientras pensaba esto, se descubrió asintiendo mientras el detective les comentaba su decisión.

Pasó entonces a explicarles lo que había descubierto ella en el hospital, siguiendo la pista de las batas. Les hablo de Agnes White, de Arthur Wayne y de Andrew Wood y, aunque ella ya había decidido para sí que la bata que encontraron en la mina tenía que pertenecer a este último, les conto todo lo que había logrado averiguar para que ellos mismos se hicieran su propia imagen y sacaran conclusiones por sí mismo. Por último, les dio los datos personales del químico, por si querían tirar de ese hilo.

– Yo no soy detective, pero diría que todo apunta a que Andrew Wood es nuestro hombre, ¿no creéis?

-Desde luego, tiene todas las papeletas para serlo-contestó Norman a la exposición de Meredith y sus sospechas sobre Andrew Wood. -Su residencia está cerca de la mía. Podría hacerle una visita, y por supuesto quien quiera es bienvenido a acompañarme.

Si la señora Hanson estaba en lo cierto, quizá encontrarían un jugoso hilo del que tirar.

-¿Tenéis alguna preferencia en la manera de abordar al químico?, si es que sigue vivo. Por lo que ha comentado, lleva varios días sin acudir al trabajo, y en mi experiencia eso puede ser indicativo de que alguien ha decidido atar cabos sueltos, no sé si me explico. Es la pega de hacer negocios con la gente equivocada.

—Bueno, al parecer no es la primera vez que lo hace así que yo no apostaría tan alto Norman —dijo Michael frunciendo el ceño—. Yo te acompañaré, si te parece bien.

Se dirigió entonces a Howard y su esposa.

—Vosotros tenéis más mano en los círculos altos de Bloomfield. ¿Qué os parece si tocáis algunos palos sobre la familia Belasco sus pertenencias y su leyenda negra? Quizá, querida, tú también podrías investigar sobre esa leyenda negra en tus círculos, ¿no crees?

Meredith escuchó con atención el cambio de planes de Norman y Michael, satisfecha de haber podido ser de ayuda. Sin embargo, no terminó de comprender la motivación de los dos hombres para hacer una visita al químico.

– Perooo… si le hacéis una visita, ¿no perderemos el factor sorpresa que tenemos ahora? Él todavía no sabe que andamos detrás de él. Si llamáis a su puerta le pondréis sobre aviso, ¿no? ¿No sería mejor averiguar si esta en su hogar y seguirle para ver si nos lleva hasta algún otro implicado? Y, si hay señales de que no esta en su casa, quizás podríais entrar y ver si encontráis alguna información interesante.

Miró a Howard, de quien esperaba una pequeña regañina por sugerir saltarse la ley, y le contesto antes de que este pudiera siquiera decir nada.

– Ya lo sé Howard. No es legal. Pero me temo que las personas con las que nos enfrentamos son demasiado poderosas y además seguro que ellos no siguen las reglas del juego. Quizás también nosotros tendríamos que saltárnoslas de vez en cuando, si queremos tener una oportunidad de llegar hasta el fondo de este asunto.

El comentario de Michael, pasándole a ella la tarea de informarse acerca de la familia Belasco la pilló por sorpresa. No lo esperaba.

– No sé, Michael, podría intentarlo, pero la verdad es que no sé por dónde empezar. Yo solo soy una enfermera. El detective eres tú. ¿A quién debo preguntar? ¿Como preguntar para no llamar la atención? Este caso hace ya, ¿cuántos? ¿Cien años? desde que sucedió. No se me ocurre que excusa poner para empezar a revolver en algo que ya debería de estar muerto y enterrado.

Se dio cuenta de lo poco apropiado de su casual comentario y enrojeció, dejando ya de exponer sus dudas y permitiendo que los demás siguieran con sus aclaraciones.

Howard no pudo evitar sonreír ante la mención de 'mantenerse dentro de los márgenes de la ley' de Meredith, recordando cierta noche en almacén cerrado de los Morello a las afueras de la gran ciudad. Quizás pensando en eso quiso aclarar las dudas de su mujer:

—Querida: es una confusión muy común confundir la legalidad con lo correcto. Lo que los abogados defensores hacemos es conseguir que nuestros clientes no sean declarados culpables. Lo cual no tiene por qué ser una consecuencia directa de que hayan obedecido las leyes. Y a veces lo correcto nada tiene que ver con lo legal. Como decía mi profesor de derecho civil: quien confunda ley con justicia es porque no conoce nada del sistema legal. Pero creo que tienes razón. Si Michael y Norman realizan esa visita de forma que no sean detectados... pues ganamos algo de ventaja.

Luego quedó pensando en el tema de los Velasco.

—No dejo de pensar que, efectivamente, hay algún tipo de sociedad secreta que guía esta ciudad. Y por lo que hemos visto puede que no lo haga con motivos especialmente benignos. Aunque no sea capaz de ver la conexión entre los Velasco y lo que atañe a Cobb o lo sucedido en la mina creo que lo que está pasando en Bloomfield es mucho más antiguo de lo que podemos pensar. Supongo que podré mirar mañana en el registro que propiedades tenían los Velasco y quien se benefició de su desaparición. Quizás salga algún nombre conocido...

-Bien, pues propongo entonces que vigilemos la casa de Andrew desde el exterior, dentro de un coche-dijo dirigiéndose a Michael-. Si vemos que sale, ya sopesamos seguirlo o entrar dentro. Si no sale en un tiempo, no nos quedará más remedio que echar un vistazo.