Partida Rol por web

10 de Marzo de 1924

Todavía con algunas zonas en reparación, los juzgados volvían estar abarrotados en su exterior. Howard estaba sentado junto a Cobb; al que se le veía más nervioso que nunca. El resto del grupo permanecían unas filas detrás, junto al resto de la gente. A pesar de que hace poco más de una semana el terremoto provocara varios heridos allí mismo la sala estaba a rebosar.

El juez Conway golpeó con su pequeño martillo llamando al orden y el silencio inundó toda la sala. El representante del jurado se acercó al juez y le entregó un papel que abrió y leyó con rapidez. Dejó el papel sobre la mesa y miró a los abogados.

— El jurado del caso Bloomfield contra Cobb declara al acusado... inocente —

En cuanto pronunció aquellas palabras se armó un gran revuelo en la sala. El fiscal se levantó con su maletín y salió de la sala sin despedirse. Howard lo conocía, no le guardaría rencor, tampoco estaba enfadado ni se la guardaría... es solo que no le gustaba perder.

Cobb miraba al abogado defensor, en su rostro estaba la duda de si aquello era real o no, de si realmente había sido exculpado de todo lo que se le venía encima.

Norman, Meredith, Michael escuchaban a su alrededor algunas pocas palabras de aprobación; y sobretodo muchas de disgusto. Miedo por que es lo que haría ahora Cobb, si sus hijos estarán a salvo. Otros expresaban preocupación... si este hombre no es culpable ¿Quien le hizo aquello al pobre Jerome?. En general el bullicio iba en aumento, aunque nada fuera de lo habitual en sesiones tan populares.

Howard no sonrió ni hizo ningún alarde. Por dentro se sentía pletórico pero sabía que la situación era delicada. Mucha gente estaba pensando, en esos momentos, que dejaba libre a un malhechor, a un asesino de niños, y no podía culparlos. Ninguno de ellos era consciente de que un mal mayor que el de un sólo hombre demente acechaba en sus calles. El abogado tenía la certeza de que aquella amenaza tenía unas dimensiones mucho mayores, pero carecía de las pruebas para demostrarlo.

Mientras felicitaba a su cliente con un apretón de manos su mirada, sin embargo, recorrió la zona de los asistentes. ¿Había alguien que pareciera especialmente nervioso por la liberación de Cobb? No estaba buscando a los padres asustados o a pueblerinos indignados. Buscaba gente que pareciera tener prisa por dar aquella noticia a alguien.

—Le dije que podríamos demostrar su inocencia. Me alegro por usted Cobb. Ha recibido una segunda oportunidad: debería tenerlo en cuenta. Irse lejos de Bloomsfield y reconstruir su vida. Nunca es tarde.

Después del incidente del día anterior, a Norman no le apetecía para nada acercarse a unos juzgados precisamente. No obstante, era importante prestar apoyo a sus compañeros en aquel caso. 

Cuando el jurado dio el veredicto, no se lo podía creer. El maldito Howard lo había conseguido. Sin duda, el abogado estaba a la altura de su reputación. Si hubiese apostado pasta en la resolución de este juicio, casi seguro que habría apostado por la condena del viejo. Afortunadamente se había equivocado.

-Enhorabuena-dijo acercándose a Howard y Cobb, estrechándoles la mano a ambos. 

Entonces, percibió que el abogado oteaba el caldeado ambiente. ¿Estaba buscando algo, o a alguien? Norman volvió a su asiento, y también observó entre el tumulto con curiosidad, por si algo le llamaba la atención.

Con una extraña mezcla de orgullo y de miedo Meredith escucho el veredicto de los miembros del jurado. El miedo tenía su base en los recuerdos. Recuerdos de una situación vivida apenas unos pocos meses, cuando todavía se encontraban en Nueva York. Ella había seguido la investigación de su marido y sus compañeros desde el mismísimo minuto cero y estaba igual de convencida que el resto acerca de la inocencia del vagabundo. Pero ¿qué pasaría si el asesino volviera a actuar? Ya no harían falta pruebas. La gente de Bloomfield no tardaría en culpar al abogado por haber liberado a un asesino. De hecho, la enfermera esperaba que esas complicaciones, aunque de momento en menor medida, no tardarían en manifestarse en el comportamiento de los vecinos, compañeros de trabajo y el pueblo de aquella ciudad en general hacia ellos.

Tan segura de esto estaba Meredith, que instintivamente se giró buscando miradas de odio dedicadas a Howard y al señor Cobb. Personas que deberían tener en cuenta en el futuro, pues podrían complicarles la vida en esa nueva ciudad.

Fue algo instintivo, un movimiento que casi todos hicieron cuando el veredicto fue dictado. Quizá por la emoción o por la posición, pero tanto Howard como Norman no vieron nada más allá de lo normal en un caso como este. Gente que estaba de acuerdo, más de la esperada se podría decir. Y gente que no estaba de acuerdo y que igualmente lo expresaba. Meredith por su parte pudo ver miradas de odio, de gente que no solo creía que no se había hecho justicia, sino que además los culpables eran los enaltecidos como héroes de la ciudad por la propia Bloomfield Gazette. Aunque es posible que simplemente estuviera temerosa por su experiencia pasada... que viera peligro donde no había nada. 

Por supuesto aquella noticia fue portada y comidilla durante varios días. Pero como todo en esta vida se fue diluyendo. La gente volvió a sus quehaceres y si la ausencia de nuevas víctimas continuaba ayudaría en un tiempo a que aquel juicio y aquel asesinato comenzara a formar parte de las historias de la ciudad...

Tras el juicio, la ciudad parecía volver poco a poco a la normalidad, aunque no para todo el mundo. La liberación de Cobb había hecho justicia con el anciano, pero no con el niño. Los culpables de su asesinato seguían sueltos, y lo peor es que este asunto abarcaba mucho más de lo que uno pudiese imaginar.

Demasiadas incógnitas y muy pocas respuestas. Habían conseguido la pista de los McAllister y su negocio de drogas, pero a su vez se habría otra pregunta ¿Tendría algo que ver esa nueva sustancia con el caso?, ¿de qué manera?.

Norman dormía poco. Aunque intentó que no le afectara, lo hizo, lo que se notó en el trabajo y el bolsillo. Apenas hacía horas extras, y además tuvo que sobornar a mucha gente tratando de conseguir información. Probó suerte en las apuestas, y allí se constató que alguien le había echado una maldición, pues también todo se torcía en ese aspecto, perdiendo más dinero.

Llegó un punto en el que tuvo que empezar a empeñar algunas cosas, y le debía dinero a su casero. Como no cambiaran las cosas en las próximas semanas, tendría que abandonar su apartamento. Lo más grave es que este sacrificio quizá no tuviera recompensa. Es más, puede que incluso le saliera caro. Su supervisor no estaba contento, y la mayoría de los soplones parecían tener demasiado miedo a hablar.

No corrían buenos tiempos para este perro viejo. Todo era más fácil cuando sólo tenías que subir a la lona y partir la cara al de enfrente. 

Tras el juicio y la liberación de Cobb los días volvieron a la rutina del trabajo y de la vida familiar para Meredith. Todos se sentían aliviados por haber logrado salvar la vida de un inocente, pero al mismo tiempo la sombra del delito, de la certeza de que el asesino podría volver a actuar en cualquier momento planeaba sobre sus cabezas.

Le preguntó un par de veces a Howard acerca de que pensaba hacer al respecto, de por qué aún no se habían vuelto a encontrar con Michael y Norman para echarle el guante al criminal que había torturado y matado a un niño inocente y a la organización que suponían le apoyaba desde la oscuridad. Pero el abogado siempre la respondía que debía de tener paciencia y, aunque a regañadientes, Meredith le hacía caso, pues confiaba en él y sabía que debía de tener algún motivo de peso para actuar así.

De forma que la enfermera se dedico a atender sus tareas en el hospital y trabajar como la profesional que era. Diligente, presta y certera.

También se preocupó de vez en cuando por el estado de salud de Andrew Wood, quien se encontraba ingresado en el mismo hospital en el que, irónicamente, apenas puso un pie cuando trabajaba como científico y que ahora no podía abandonar.

Habían ganado una batalla pero la guerra estaba lejos de ganarse. Michael pasó los primeros días tras el juicio investigando sobre los MacAllister. ¿Qué clase de banda era? ¿Qué asuntos tenían entre manos? ¿Cómo se mezclaban en la sociedad?

Las cosas estaban todavía tensas tras lo de Cobb y al principio no hubo ningún caso. Eso le permitió centrarse en lo de los irlandeses pero pronto una mujer se acercó a su despacho. Había relacionado a Michael con lo de Cobb y, más por la influencia de Howard que por su propio mérito, se había presentado ahí para pedir ayuda. Su hijo Charles, recién entrado en la adolescencia, estaba empezando a juntarse con mala gente y su actitud estaba cambiando. La señora Jones estaba muy preocupada por dónde se metía el muchacho y le pidió a Michael que vigilara al muchacho.

El caso era interesante porque le permitía, además, indagar en esos bajos fondos de la ciudad y enterarse más de los asuntos turbios. Y quién sabe, quizá los podría relacionar con los MacAllister.

Encontrar el rastro del muchacho fue fácil. Se veía en una vieja taberna con un grupo de desarrapados que usaban al muchacho para hacer trabajo sucio solamente para demostrar su hombría. Uno de esos trabajos consistió en soliviantar a una joven chica rasgándole el vestido en un callejón. Michael llegó a mediar y pudo hablar con el muchacho por primera vez. No se mostraba muy receptivo y contestaba a todo con largas. El detective llevó a la muchacha a su casa y la familia se lo agradeció cortésmente.

Durante algunas semanas Michael estuvo vigilando al chico sin que él se diera cuenta y pudo ver la clase de bobadas que aquel grupo le hacían cometer. Un día, le dieron un arma. El chico dio un paso atrás temeroso y los muchachos comenzaron a reírse de él. Charles apretó los puños y finalmente cogió el arma. Caminó varias manzanas donde otro muchacho, al parecer de otra banda, charlaba con un viejo vagabundo. Charles levantó la pistola y apuntó al vagabundo pero las manos le temblaban. No había disparado en su vida y, a fin de cuentas, el chico era de buen corazón. Michael pudo intervenir y evitar el desastre. Convenció a Charles para que viera en qué mundo se estaba metiendo y que lo mejor que podía hacer era salir de ahí y dejar el asunto en sus manos.

—Yo me encargaré de que no te molesten, muchacho. Tú vuelve a tu casa y vive tú vida... no la de ellos.

Michael estuvo unos días vigilando a la banda de muchachos, intentando relacionarlos con los bajos fondos de la ciudad, a la vez que evitando que se mezclaran con Charles. Había mucha tela que cortar en ese asunto y Michael iba a cortarla.

La señora Jones fue muy agradecida con el pago lo cual pudo asentar un poco la situación de Michael y su familia.

Los días fueron pasando y Howard siguió a lo suyo. Durante una temporada las cosas fueron bien pero con el tiempo notó que algunas puertas se le iban cerrando. Ser el ganador del caso del asesino de niños hacía que alguna gente fuera reticente a contratar sus servicios. A veces la vida es así.

Meredith estaba preocupada por el hecho de que el verdadero culpable estuviese libre y, la verdad, Howard también. Eso repercutió en su ritmo de trabajo y humor. Un mes después del juicio se dio cuenta de que había desatendido más asuntos de lo que debería. Haciendo propósito de enmienda revisó su agenda para intentar centrarse nuevamente. Pero no se sacaba el tema de la cabeza.

A pesar de los apuros de Norman durante las siguientes semanas y las malas decisiones en el juego, finalmente pudo recuperarse. El casero debía estar acostumbrado, y fue relativamente paciente. Cuando pudo saldar las deudas su tono se suavizó y volvió a ser el hombre cortes dispuesto a ayudar una tubería rota en caso de ser necesario.

Meredith por su parte había logrado cierto renombre gracias a su actuación en las minas. Eso, sumado a su buen hacer en el hospital le valió un aumento de salario y un puesto de responsable de planta. 

Michael por su parte parece que también despegaba. El caso de la señora Jones fue el impulso que necesitaba, y no solo le permitió acomodarse económicamente, sino que pudo indagar y averiguar algunas cosas sobre la mafia irlandesa de la ciudad.

Finalmente estaba Howard, el abogado que dejó libre a un asesino. El abogado que salvó la vida de un vagabundo, el héroe de Bloomfield que rescató a los mineros. Sus buenas artes en el juzgado solo hicieron que acrecentar su nombre y aunque es cierto que perdió algunos buenos clientes, quedó demostrada su habilidad como abogado.
 

Durante algunas semanas Bloomfield estuvo tranquilo. No hubo disturbios o peleas más allá de lo habitual y sus gentes poco a poco continuaron con sus vidas...o casi todos. Andrew Wood fue ingresado en el hospital; Meredith pudo ir a visitarlo y ver su estado. Sobreviviría... o debería haber sobrevivido si no se hubiera suicidado desde la azotea del hospital.

— Que Dios me perdone por lo que hemos hecho. Hemos ido demasiado lejos y ahora ellos van a venir, van a venir a por todos nosotros, y sus fauces solo se saciarán cuando no quede ninguno de nosotros sobre la faz de la Tierra. —

Un celador dijo a la prensa que aquellas fueron sus últimas palabras. Michael pudo dar un vistazo a la habitación de Andrew gracias a Meredith y aunque lo que encontró no le sorprendió, era raro como pudo llegar hasta allí. Había un botecito como los que ya habían visto antes, con la misma marca y los mismos restos...

Los tres caballeros recibieron eventualmente una carta en la que les confirmaban su aceptación en el club Blackstone; siendo el 1 de Mayo la fecha destacada para su ingreso. Deberían estar allí ese día a las 20:00 para su presentación formal al resto de miembros.

Norman por fin recibió noticias del tipo de la mina así como referente a la marca de los botes de la supuesta droga. El tipo se llamaba Norman McKee y al parecer pertenecía a la propia mafia irlandesa. Parecía ser uno más de los lacayos de los McAllister, sin demasiado cargo dentro de la organización. Referente a la droga pudo averiguar no solo que era totalmente nueva y que la estaban distribuyendo entre vagabundos y clientes habituales; sino que los Bonnuci (la mafia italiana de Bloomfield) no veían con buenos ojos aquellas transacciones, colocando a ambas bandas en una situación de tensión sin precedentes en la ciudad.
 

24 de Marzo

Lo que Norman ya había descubierto y presupuesto quedó constatado en la prensa local. La Bloomfield Gazzete sacaba una artículo y varias noticias de la reciente escalada de violencia entre irlandeses e italianos. Altercados que terminaban a tiros, palizas y sabotajes a diferentes edificios. Por ahora nada que llevara a nadie al hospital o al cementerio... pero parecía que si seguía así la cosa sería cuestión de tiempo.

22 de Abril

Quizá Michael haya aprovechado su nueva y boyante situación económica para cambiar de domicilio, puede que simplemente haya hecho algunas reformas. Sea como sea tanto él como Eva han invitado a Norman, Michael y Meredith para celebrarlo con una rica comida y ahora si... un buen whisky conseguido de uno de los contactos de Norman.

—Espero que sea de tu gusto Howard —dijo Michael mientras servía el licor en un gran vaso de cristal de la nueva cristalería—. El contacto de Norman dice que es de lo mejor.

Una vez servidas las copas tomó un pequeño trago, apenas mojándose los labios.

—¿Sabes algo más de lo de Cobb, Howard? Hay algo que me dice que está relacionado con lo de los irlandeses. Le tengo la pista seguida a un par de muchachos gracias a ese McKnee del que me hablaste Norman. Me ha sido de mucha ayuda para desenredar la madeja. Pero ahora tengo que entrar más a trabajo de campo... tengo que mojarme las manos si quiero saber más.

Howard paladeó el whisky.

—Excelente Michael, excelente.

Dejó el vaso sobre la mesa antes de contestar a la pregunta:

—Le he recomendado que abandone Bloomfield y aproveche esta segunda oportunidad que le da la vida para enderezarse. Es evidente que aquí no podría librarse del lastre de sospecha que pesa sobre él. La última vez que lo vi estaba cogiendo un tren con destino a Chicago. Le dejé algo de dinero para ver si con eso podía salir adelante hasta encontrar un trabajo¹.

Luego fue al otro gran asunto del momento:

—¿Qué opináis de lo de Wood? Está claro que aquí está operando una secta o un grupo de fanáticos. Me revienta no tener más información al respecto. ¿Creéis que las bandas están implicadas en el tema? ¿Cómo se mezclan gangsters y temas esotéricos? Quizás podría hablar con la familia italiana. Aún tengo algunos contactos en Nueva York que quizás me podrían dar acceso... igual podría concertar una reunión discreta para saber que hay al respecto.

Norman estaba sentado en un sillón, con el sombrero sujeto en el regazo. Lo sostenía con una mano por la parte interior, mientras la otra la pasaba por encima, como quitando el polvo. No tenía polvo. Era sólo un movimiento inconsciente, casi mecánico, mientras le daba vueltas a la cabeza.

-Con esas últimas palabras antes de suicidarse, tengo claro que Wood estaba completamente drogado. Además, el botecito que encontraron en su habitación creo que no deja lugar a dudas. Víctima de su propia creación... qué irónico-dijo con una sonrisa torcida-. Yo tampoco veo relación alguna entre este negocio de los irlandeses con el asesinato del niño. ¿Quizá los McAllister le vendieron su nueva droga a los encapuchados? Podría ser que la usaran en sus depravados rituales, para alcanzar algún tipo de éxtasis o algo así. O quizá sean simplemente dos asuntos sin nada que ver y nos estamos complicando demasiado.

Se levantó del asiento y caminó un poco por la estancia.

-Eso por no mencionar otras piezas sueltas: El extraño hombre del turbante, el siniestro túnel en las minas o la trágica historia de la familia Belasco. Al final voy a volverme loco yo también, y sin necesidad de tomar la maldita droga.

Se sirvió un vaso de whisky. 

-Si vosotros vais a tantear a los dos bandos de la mafia local, quizá yo pueda seguir intentando localizar alguna pista sobre el tipo del turbante*. No obstante, si necesitáis mi ayuda con las familias, tan sólo tenéis que llamarme para lo que sea. 

Bebió un trago.

-Por cierto, si vais a acudir el día 1 a la presentación de nuevos miembros del club Blackstone, allí nos veremos. No sé cómo demonios me han aceptado, ni por cuanto tiempo, teniendo en cuenta mi bajo estatus, pero bueno, por lo menos aprovecharé para fumarme un buen puro si tengo ocasión.

Meredith charlaba amigablemente con Eva mientras los hombres bebían whisky y hablaban de lo que le había sucedido a Cobb y demás historias que habían vivido durante las últimas semanas. No fue hasta que tocaron el tema de Wood que la enfermera se centró por completo en la conversación de ellos, después de disculparse amablemente de la anfitriona.

– La muerte de Wood es algo terrible. Aún tengo pesadillas por el remordimiento, y es que al final fui yo quien os puso sobre su pista.

Sabía que el único responsable de la trágica caída del químico había sido él mismo, al haber estado trabajando con criminales, pero sin embargo Meredith aún se preguntaba, si quizás podría ella haber hecho algo para remediarlo.

– ¿Creéis que esa sustancia, esos psicotrópicos, puedan tener su base en aquello extraños hongos que vimos en las minas? –Todavía sentía escalofríos al pensar en las curiosas formaciones que habían encontrado bajo tierra–. Por mi parte podría tratar de dejar que analicen sus componentes en el laboratorio del hospital. Tras mi reciente ascenso tengo acceso a ciertos departamentos y habrá gente deseando hacerme favores. ¿Aún tienes el frasco, Michael?

—Sí, por supuesto que lo tengo y me encantaría que lo analizaras si eso es posible.

El rostro de Michael se había iluminado ante esa posibilidad y se levantó para ir a su habitación a por el frasco. Antes de irse se dirigió a Norman.

—¿No crees que los irlandeses podrían estar fabricando esa sustancia para quien sea que lleva los hilos? Incluso, es posible que haya una gran cúpula de esos MacAllister que esté tras el incidente de Cobb y una más baja, la que hemos descubierto, que se encarga de la sustancia sin saber lo que se hace más arriba. O los MacAllister son parte de esa logia que controla Bloomfield desde la sombra. Hay muchísimas alternativas y la única manera que tenemos de llegar hasta ellas es a través de los irlandeses.

Dicho eso, Michael se retiró unos instantes a su habitación a buscar el frasco.

En un momento de la sobremesa el timbre sonó. Cuando Michael fue a ver quien era apareció un hombre ya conocido por Howard^[1]. Se trataba de Justice Brewer uno de los varios abogados que operaban en la ciudad de Bloomfield. Era un hombre de estatura media, calvo y con un prominente bigote bajo una generosa nariz. Las gafas no eran pequeñas, pero realmente lo parecían. Su ropa era de buena calidad y saltaba a la vista.

— Buenos días, estoy buscando al señor Thomas, Michael Thomas —

—Hola Brewer.— dijo Howard levantándose del sofá para saludar a su colega —Cuidado Thomas ¡vigila la cartera que hay dos abogados en la sala! ¡Eso es mucho riesgo!

Brewer miró a Howard e hizo un gesto respetuoso con la cabeza. 

— Señor Miles —

Howard conocía bien a Brewer. Si había un abogado con más dinero en la ciudad que Howard... ere era Justice Brewer. Se trataba de un hombre educado, y también uno de los mejores abogados de la ciudad, pero sobre todo se ha especializado en cuestiones civiles y administrativas. Es sabido que tiene contratados un par de ayudantes para los trabajos más mundanos, por lo que si está aquí es porque su cliente quiere que lo haga él en persona. Y Howard sabía perfectamente en nombre de quien venía Brewer. Casi toda su cartera de clientes se había reducido a un solo nombre. Mackenzie Williams.

No rió ante la broma de su compañero, pero Howard también sabía que era extremadamente profesional, educado hasta la pedantería y carente de cualquier tipo de sentido del humor.

— He venido ha hablar directamente con el señor Thomas — Puntualizó dando un vistazo al resto de los invitados — Pero dada la compañía creo que será provechoso que el resto de caballeros y damas permanezcan presentes —

Norman recorrió con la mirada de arriba abajo a aquel tipo. Los abogados ajenos no solían traer buenas noticias, así que no pudo evitar cruzarse de brazos instintivamente, adoptando una postura defensiva.

Sin más, esperó a ver qué tenía que decir el picapleitos.

—Me sorprende su visita señor Brewer. Pase, por favor. ¿Le puedo ofrecer algo? —dijo cortésmente apareciendo detrás de Howard—. Estábamos tomando un refrigerio mientras charlábamos sobre Bloomfield.

Espero de pie a que Justice hiciera algún movimiento para entrar o dijera lo que tenía que decir.