Partida Rol por web

Matha se encontraba acurrucada junto a su amiga Melyanna, tiritando como unas castañuelas, aunque en su orgullo le diría a cualquiera que le preguntara que temblaba por causa del frío. La dama, en cambio, parecía poseer mayor sangre fría que la mediana, pues a pesar de su naturaleza caprichosa y acostumbrada a la vida fácil no mostraba ningún síntoma de temer a bandidos o espíritus y dedicaba sus esfuerzos a tranquilizar a su amiga.

-S..sí, señor Mithdúlin, se...será mejor que hablemos otro día. Me encuentro cansada y como ha dicho Dimrod hay que descansar. Buenas noches.

Gramj se decidió a buscar algún tipo de sótano que pudiera ocultar aquella torre, pero si lo había habido alguna vez seguramente se encontrara bajo los escombros de lo que en tiempos fueron las escaleras de la torre. El enano inspeccionó las piedras, pero no halló manera de poder desenterrar más profundo. Afortunadamente, eso también significaba que no había hueco posible por el que pudieran sorprenderles. Colocó una rama junto a la puerta para que sirviera como aviso en caso de que alguien tratara de acceder y al levantar la vista encontró la mirada de Dimrod asintiendo con la cabeza, aprobando aquella medida.

El eriadoriano estaba sentado junto al carro de los cofres, observando la única puerta de la torre para empezar su turno de guardia. Había sacado su cuchillo y aquella figura que casi tenía completa y empezó a rasgar la madera para darle los últimos detalles. Los sonidos del tallado de la madera acompañó a los demás mientras el cansancio acumulado del duro viaje les sumía lentamente en el mundo de los sueños.

-Señor Dimrod- llamó el enano levantándose de su lugar en el que esperaba dormirse pronto. -Creo que sería imprudente que uno de nosotros duerma arriba, no estamos vigilando el exterior, no sabemos si alguien tomándonos la espalda pueda acceder a la parte superior de este lugar. De ser así, le cortaran el cuello a Aular mientras duerme para robarle todo lo que lleve con él, y bien podríamos tener luego que enfrentarnos al agresor sin poder ayudar al viejo o bien simplemente lo encontraríamos muerto al amanecer- Hunkel no esperaba mucho de su líder, simplemente expresaba lo que para él era más que obvio, y bien sabía que los pequeños problemas siempre llamaban a problemas mas grandes.

Y tras ello, sin importar mucho la respuesta, el enano volvió a recostarse en el duro y frio suelo de la torre que de cierta forma le traía pequeños recuerdos de su hogar. Y luego poco a poco, se fue sumiendo en sus sueños.

El elfo se despidió de Martha, deseándole las buenas noches, aunque un poco preocupado por su estado. En general la noche sería dura para todos, según presentía. Todos inspeccionaban la construcción y hasta daban algún consejo a Dimrod sobre cómo defender las ruinas.

Todos parecen bastante tensos. Los fantasmas o la amenaza de los maleantes pone nervioso hasta al más curtido de los guerreros. Yo no se trata de un animal enfurecido, ahora estamos rodeados por algo mucho más serio y temible, pensó.

Él también estaba nervioso, pero no podía negar que sentía una una cierta emoción. Estaba preocupado por el grupo, por supuesto, pero aquella situación era del todo estimulante para el bardo. Sin embargo, permaneció en silencio y meditabundo. Se preguntó qué haría él si el enemigo se personaba, y la simple idea de verse enzarzado en un combate con su evidente falta de experiencia lo hizo temblar con un escalofrío. Aunque no supo si era solo por el terror.

Se acercó a Dimrod cuando todo el mundo empezaba a dormirse y vio como este empezaba a trabajar sobre una de sus tallas; parecía estar dándole los últimos detalles.

—Hermosa pieza— observó Mithdúlin —, si me permitís la observación. Tenéis destreza con las manos, maese Dimrod. ¿Os interesa acaso la artesanía?— preguntó interesado, mientras ojeaba de vez en cuando la estancia y la puerta de la torre.

-Tan sólo es una afición. -Le respondió el eriadoriano al elfo. -Me ayuda a relajarme y es una buena forma de pasar el tiempo durante las guardias. 

Dimrod le dio los últimos retoques a la figura del caballo y se la tendió a Mithdúlin para que la examinara. Mientras tanto tomó otra rama de las que portaban consigo y arrancó un pequeño pedazo para pelarlo con su cuchillo y empezar de nuevo el proceso de talla de otra figura.

-Os la regalo. -Le dijo cuando iba a devolvérsela. -Si os interesa no tengo inconveniente en enseñaros a tallar la madera.

La noche era fría, y la niebla persistía sin intención alguna de remitir, lo que provocaba que la guardia fuera dificultosa pues más allá de la puerta de la torre no podían ver nada. Sólo la nebulosa forma de la niebla amenazando con entrar a través de la puerta. Los ronquidos de los compañeros que se habían ya dormido acompañó a los dos vigías durante todo su turno de guardia, que transcurrió tranquilo sin ningún tipo de percance. No escucharon ruidos en el exterior, ni se acercó a ellos ninguna sombra a través de la neblina, ni bandidos ni espectros.

Al terminar su tiempo de guardia, un Dimrod con un profundo gesto de cansancio, se dirigió al elfo para anunciarle que ya habían cumplido por aquella noche.

-Podéis despertar a Rossuon y Gramj para la segunda guardia. Después id a descansar, la caminata de mañana será larga.

—¡Vaya!, muchísimas gracias— respondió sorprendido Mithdúlin, tras contemplar un poco más el pequeño caballo de madera —. Es usted muy generoso, maese Dimrod. Lo cierto es que me gustaría aprender a tallar; aceptaré encantado sus lecciones.

Ver cómo aquel hombre curtido había repasado los contornos de la figurita, dando forma al animal, le recordó a los artesanos que había conocido a lo largo de sus viajes, como aquellos hobbits del mercado que fabricaban reclamos para caza. Le contó que, aunque había dedicado su vida a la música, también le interesaban otras artes y oficios. Sin embargo, nunca había podido detenerse a aprender, pues ello habría supuesto quedarse en un único sitio para formarse con un maestro artesano. Él, en cambio, prefería viajar y conocer a otras gentes.

Cuando la guardia hubo terminado, guardó con cuidado su nuevo regalo, envolviéndolo cuidadosamente entre telas y en una bolsita de cuero que llevaba entre sus posesiones. Había sido un tiempo tranquilo, y agradeció poder conocer mejor al hombretón más allá de las órdenes y las miradas malhumoradas hacia Eoden. 

El bardo se acercó a sus compañeros cuando su turno hubo terminado. Se acuclilló cerca del dúnadan y del enano y les sacudió con suavidad el hombro.

—Señor Pairaniar, maese Haïa, nuestro turno ha terminado. Les toca ahora la guardia— susurró. 

Cuando estos hubieron despertado, se despidió de Dimrod y el resto deseándoles una noche tranquila, justo antes de acostarse.

Rossuon se desperezó con cierto fastidio. Pensaba que iba a conseguir despertar con más facilidad, al mínimo toque, pero no. Ni siquiera la tensión por el lugar escogido para acampar ni la incomodidad de aquel suelo podían competir con el cansancio acumulado. 

- Estoy preparado... - respondió en voz baja al elfo justo antes de bostezar. - Descansa. - también realizó un gesto hacia Dimrod a modo de despedida. 

Se obligó a ponerse en pie para no caer rendido de nuevo y echó una ojeada al panorama. Lo que más le preocupaba era comprobar el exterior para descubrir si sería capaz de vislumbrar algo entre la niebla. Con la espada envainada y el escudo en sus manos se buscó un lugar donde poder sentarse y hacer la guardia. No se acordó de la armadura.

- ¿Hasta dónde eres capaz de ver? - preguntó con curiosidad al enano. 

-Estad bien atentos. Nuestra guardia ha sido tranquila, pero no perdáis ojo por si acaso. Y después no os olvidéis de despertar a Thund y Aular. 

Dimrod se tumbó en el saco de dormir que había estado preparando mientras Mithdúlin les despertaba y se acomodó para al fin descansar.

-Buenas noches. -Les dijo. -Y buena guardia.

Cuando el eriadoriano al fin pudo reposar la cabeza no tardó en quedarse dormido y sumirse en un profundo sueño al igual que el resto del grupo.

Aceptó las órdenes como buen soldado y se preparó para ello. Le vendría bien dormir un poco antes de volver a entrar en alerta. No le hacía mucha gracia compartir guardia con Robleviejo, pero quizás a solas con él podía entender un poco mejor el por qué de sus rarezas.

Dimrod y Mithdúlin fueron a descansar y el turno de velar por el grupo recayó en Rossuon y Gramj. Sacarse el sueño de encima les costó bastante, pues era difícil despertar tras apenas un par de horas de sueño y sentían el cuerpo extraño y la mente abotargada. Pero era su deber como miembros de la compañía y no les quedaba otro remedio que colocarse de manera que no cayeran de nuevo en el estado de sueño.

La noche era fría, y la niebla persistía sin intención alguna de remitir, lo que provocaba que la guardia fuera dificultosa pues más allá de la puerta de la torre no podían ver nada. Sólo la nebulosa forma de la niebla amenazando con entrar a través de la puerta. Los ronquidos de los compañeros dormidos acompañó a los dos vigías durante todo su turno de guardia. No escucharon ruidos en el exterior, pero de pronto, vieron como la niebla se extendía por la puerta hacía el interior como un largo y delgado brazo, unos ojos relucientes se iluminaron tras la niebla y unos extraños susurros empezaron a escucharse. Para cuando pudieron darse cuenta de lo que pasaba, dos largas y sombrías figuras se abalanzaban amenazadoramente sobre ellos. Eran dos espectros, como recién salidos de las leyendas y mitos que ahora cobraban vida realmente, altos esqueletos mugrosos envueltos en los restos de una oxidada cota de mallas. Las cadavéricas caras mostraban un odio antiguo y sus brazos, largos huesos blanquecinos, colgaban macabramente unidos, portaban sus antiguas armas formando una estampa aterradora.

El joven noble asintió ante las palabras de Dimrod. Aunque no estaba muy seguro de poder ser útil, pues no era capaz de distinguir nada más allá de la puerta. Comenzó la guardia concentrado en su tarea, perdiendo interés con el paso del tiempo y bostezando numerosas veces. Se equivocó al confiar en que el enano le daría algo de conversación para hacer la vigilia más amena... 

A pesar de estar algo distraído por la monotonía, la invasión de la niebla hacia el interior de la torre llamó su atención. Era el único cambio destacable en el tiempo que llevaba despierto. Se levantó, reculando, al ver los ojos acompañados por tétricos susurros. Pensó que se trataba de una imaginación suya a causa de la falta de sueño, la tensión y las historias que se habían relatado del lugar...

- ¡¡AAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!- gritó asustado ante las siluetas surgidas de entre la niebla. No fue capaz de elaborar otra señal de alarma.

La aparición sorpresa hubiera sido suficiente para sobresaltarlo, pero el aspecto de los asaltantes le había conmocionado. Con mirada atónita alzó su arma, aún en la vaina, y se escondió tras su escudo. No podía apartar la mirada de aquellas caras cadavéricas, el pulso le temblaba y la muerte le parecía más cercana que en el enfrentamiento con el enorme jabalí. Siguió reculando, intentando despertar a sus compañeros con un tímido hilo de voz creciente.  

- Arriba... Arriba...-

Mantendría la distancia mientras el resto del grupo despertaba y se preparaba para el combate. A no ser que alguno se viera amenazado por los espectros sin opción a defenderse, momento en que se sentiría forzado a intervenir. Debía mantener la atención de los espectros.

Turno 2

Un grito les arrancó de la tranquilidad de sus sueños rompiendo la quietud de la noche. Aquel grito era de alarma y de desesperación, asustado y terrorífico. Tanto como la visión con la que se encontraron al abrir los ojos de golpe con el corazón latiendo a toda velocidad por el susto, pues aunque dormidos, todos mantenían un sueño ligero al ser conscientes del peligro que podía amenazarles y eso les ayudó a despertarse enseguida.

Rossuon era quien había proferido el grito de alarma, y con palabras tímidas pero apremiantes les instaba a levantarse cuanto antes. La visión terrorífica que se encontraron al hacerlo reveló a dos espectros con forma de esqueletos abalanzándose sobre ellos a través de la niebla. Ambos eran altos, mugrosos e iban envueltos en los restos de una oxidada cota de mallas. Las cadavéricas caras mostraban un odio antiguo y sus brazos, largos huesos blanquecinos, colgaban macabramente unidos, portaban sus antiguas armas formando una estampa aterradora. Habían entrado sigilosamente en la torre deslizándose a través de la niebla como parte de esta, sin si quiera haber pisado la madera que Gramj había colocado frente a la puerta para alertar de la presencia de intrusos dada la escasa visibilidad. El mismo enano y Rossuon eran los encargados de la guardia y mientras el enano enfrentaba a los espíritus de inmediato el hombre en cambio retrocedía asustado por la visión pero manteniendo alta la guardia por si debía actuar contra ellos.

Dimrod se levantó de inmediato tras el grito de alarma de Rossuon, y desenvainó su espada y aferró su escudo con fuerza. Se encontraba sin armadura, pues se la había quitado para descansar tras su turno de guardia. Dejó que el resto se colocara frente a él para enfrentarse a los espectros y él se colocó entre el grupo y la dama para protegerla en caso de que los espíritus sobrepasaran al grupo.

-¡Qué no pasen!. ¡Rápido!.- Les apremió para garantizar la seguridad de Melyanna.

Matha se despertó con el grito de alarma pero inmediatamente cayó desmayada ante la visión de los espectros y la dama Melyanna tuvo que sujetarla para evitar que se golpeara contra el suelo. Agarrándola con fuerza entre sus brazos, la dama abrazó a la mediana para protegerla.

Gramj se situó frente a los espectros en cuanto los vio aparecer por la puerta para enfrentarlos de inmediato y evitar que estos pudieran hacer daño a sus compañeros y la dama. No retrocedió ni un paso como había hecho el hombre, pero agradeció que su grito despertara a Dimrod y los otros. Gramj había hecho muchas guardias, y sabía que había que era más que recomendable estar preparado, por lo que no se había quitado su armadura, como si hiciera Rossuon.

El enano se dispuso a golpear al esqueleto, pero la visión era tan aterradora e impactante que sus manos temblaban al igual que sus piernas y sentía como flaqueaba la seguridad que hacía no mucho le habían caracterizado como luchador. Aquel fallo con el jabalí en el que su arma salió volando de sus propias manos también hacía mella en su espíritu y lo tenía demasiado presente para su desgracia.

El joven se despertó ante un grito de alarma y miedo. Como un resorte se incorporó para despertar a una visión aterradora, dos espectros, dos tumularios, dos esqueletos con armaduras de herrumbre, armas embotadas pero mortales, y un brillo de odio en sus vacías cuencas. Habían entrado en la torre al tiempo que un tembloroso Gramj trataba de hacerles frente sin demasiado exito, y un asustado Rousson retrocedía con las armas en alto.

Las palabras surgieron de su boca automáticamente. Quizá por la tierra en la que estaban. Quizá por las historias que había escuchado. Tal vez por que las armas de aquellos espectros le recordaban siniestramente las manufacturas de las suyas propias. Por eso, tal vez, usó el Adunaico, la lengua ancestral de Númenor, dirigiéndose a los espectros al tiempo que se ponía en pie.- ¡Rach air ais gu faileas, till gu siorruidh chòrr! ¡Tha an taigh de Elendili òrdughan e! ¡Coo fare ist miveri!

Pero enseguida su instinto militar se sobrepuso; él no tenía ni la voluntad ni el poder necesario para quebrar los hechizos del Enemigo. Tal vez su espada sí. Ante un ataque por sorpresa, el protocolo estaba claro. Al menos cuando se encontraba "en campaña" con su padre y hermanos: Los guardias debían contener el ataque y ganar tiempo, para que el resto tuviese una oportunidad de pertrecharse antes de entrar en combate. Había que tratar de evitar el batallar sin armas o armadura a toda costa, pues aquello era lo que buscaba el enemigo con ese tipo de ataques. Comenzó a ponerse la armadura lo más rápido que pudo, confiaba que Gramj y Rousson podrían contenerlos hasta que el resto estuviese listo para combatir.

Traducción Adunaico

- ¡Volved a las sombras, volved al descanso eterno! ¡La casa de Elendil lo ordena! ¡Vuestra guerra ha terminado!

Un grito le arranco de las tierras del sueño  y se levanto de un salto con la lanza en la mano .Giro 360 grados intentando identificar  la amenaza y dar tiempo a su cerebro para despertarse del todo . El instinto cedió el mando a la razón y en cuanto distinguió a los enemigos  no había dudas de lo que tenia que hacer. .AGUANTAD.Grito Aular mientras comenzaba a canturrear por lo bajo .Tiempo habría después de preguntarles si ahora ya daban mas crédito a los cuentos de viejas y las locuras de de los salvajes de los bosques.No le habían pasado desapercibidas algunas miradas burlonas cuando la mediana y él les habían advertido de lo que se esconde en la oscuridad de la noche .

Rossuon reculaba en túnica, cubierto tras el escudo y con la espada envainada en alto. Sus ojos no se apartaban del espectro más cercano, su pulso temblaba y seguía hablando por si aún faltaba alguien por despertar. 

- Arriba... arriba...- 

Cuando escuchó más voces se sintió más seguro, aunque no percibió el mensaje transmitido. Solo tenía una idea en mente, evitar que los esqueletos armados atacasen a cualquiera de los que descansaban durante su guardia. Aunque prefería posponer el combate hasta que todos estuviesen preparados...