Partida Rol por web

Mithdúlin sacudió la cabeza mientras Eoden lo adelantaba. El dolor del golpe le ayudó a ignorar sus cavilaciones y centrarse para pasar a la acción.
Continuó corriendo, esta vez fijándose mejor en los posibles charcos. Los adoquines estaban muy resbaladizos, y la lluvia continuaba cayendo inmisericorde sobre sus cabezas. Se apartó los húmedos mechones de pelo que entorpecían su visión; el objetivo estaba cada vez más cerca. Solo unos metros más y serán nuestros, pensó.

Una pequeña cuesta abajo le ayudó a coger velocidad de nuevo y conservar las fuerzas, pero aquello solo significaba un alivio temporal. La figura de Eoden no había tardado en aumentar la distancia que existía entre ellos y Aeth tenía la certeza de que si se detenía solo por un segundo, definitivamente le sería imposible alcanzarlo.

Mithdúlin se recuperó del resbalón con extraordinaria inmediatez y apuró el paso para recuperar la distancia que había perdido tras haber estado a punto de caerse al suelo. Con unas pocas zancadas encontró la espalda de Eoden y logró adelantarlo. Ambos continuaban a la cabeza del grupo de perseguidores teniendo a los captores de Melyanna a apenas 15 metros de distancia. Ya podían escuchar los gritos que profería la dama a quienes la llevaban en volandas, con palabras e insultos que hubieran hecho sonrojar a Dimrod de haberlas escuchado.

Algo más atrás corrían Aeth y Rossuon, el primero había bajado un poco el ritmo tras haber recorrido muy rápido los metros anteriores y el dúnadan aceleraba ahora cogiendo velocidad. Muy lejos quedaban los enanos, quienes avanzaban lentamente a la zaga del grupo de perseguidores.

Sin embargo, Aceroamargo fue quien peor suerte tuvo. Una baldosa suelta en el camino le hizo resbalar y torcerse el tobillo de mala manera. El dolor le sacudió como un latigazo recorriendo su pierna y tuvo que detenerse para evitar una caída o algo peor. El daño le impedía pensar en otra cosa y nubló su mente por unos segundos. Cuando se recuperó se percató de que se había lastimado severamente el tobillo, seguramente se hubiera desgarrado algún músculo o tendón. Al menos sentía que el hueso estaba bien.

Un charco en el camino hizo dudar al noble. Buscar un punto de apoyo a ciegas en los adoquines sumergidos se antojaba peligroso y la posibilidad de saltar por encima tampoco era de su agrado. Estaban habiendo demasiadas caídas... En una decisión rápida redujo su velocidad y se dispuso a rodear el obstáculo. Perdería tiempo, pero no tanto como si acababa en el suelo. 

Iba el ultimo y ya empezaba a sudar, me gustaba mas cuando guerreaba contra los orcos, no me tenia que mover, venian todos a morir a mi hacha. `Pero no podia parar, mi honor me obligaba a correr y a salvar a nuestra protegida. y asi lo intente, intentando alcanzar a mis compañeros que me sacaban algunos de ellos muchisimo tramo.

De algún modo Aeth sacó las fuerzas necesarias para ignorar los pinchazos que sentía en el costado y continuar corriendo a marchas forzadas. No quería perder de vista a quienes corrían inmediatamente delante de él y no saber hacia donde continuar; había invertido suficiente esfuerzo en aquella persecución como para no estar dispuesto a renunciar con facilidad.

Aceroamargo se vio a si mismo rodando por el suelo pero, increiblemente, consiguió evitar la caída.Sin embargo, fue peor el remedio que la enfermedad. una zancada demasiado amplia y brusca para salvar el resbalón acabó haciendo que se le doblase el tobillo, lo que le imprimió un pinchazo de dolor en la base de la pierna. A partir de ahí, el joven no pudo hacer más que renquear, casi a la pata coja. Tendría que parar la carrera hasta que el dolor remitiese aunque fuera un poco.

Mithdúlin continuó a la carrera. Había logrado adelantar por muy poco a Eoden, que parecía llevar un buen ritmo. Los gritos de Melyanna empezaban a oírse entre el repiqueteo de la lluvia, el viento y todo el metal entrechocando.
El elfo había logrado mantener una buena velocidad desde que había salido de la posada, pero ahora comenzaba a notar el cansancio. La falta de sueño y el peso de las ropas y su cabello empapados comenzaban a entorpecerle, pero estaban tan cerca. Parecía que no quedaba nada para alcanzarles, pero su cuerpo empezaba a ofrecer resistencia. Su única opción era que Eoden los detuviese, así el podría atacarles a distancia con su arco. A fin de cuentas, era la única arma que había sacado de la habitación.

El elfo bajó el ritmo y fue nuevamente adelantado por Eoden, quien además le sacó un buen cacho de distancia para aproximarse a unos diez metros de los captores. El elfo quedó algo rezagado debido al cansancio que acumulaban sus piernas tras los primeros tramos de la persecución en los que había avanzado a toda velocidad. Aeth estuvo a punto de alcanzarle, pues recortó distancia con él y se colocó a su espalda. Desde la distancia que les separaba ya podían ver de quienes se trataba, no eran otros que cuatro de los soldados del ejército real que les habían escoltado hasta la posada la tarde anterior. Algo había ya levantado las sospechas de muchos de ellos cuando se habían ofrecido a ayudarles, su desaliñado aspecto lo achacaron a la guerra, el trabajo en la guarnición y la dureza del camino; pero en realidad esos ruines desertores llevaban tiempo sin pasar revista.

Más atrás, Rossuon se veía obligado a bajar el ritmo para evitar una caída no deseada y Hunkel recortaba algo de distancia adelantando a Aceroamargo, quien procuraba recuperarse de la torcedura de tobillo que le había dejado dolorido y renqueante. Y Thund continuaba cerrando la marcha, corriendo al máximo de sus posibilidades con la pesada armadura repiqueteando por consecuencia del trote del enano.

Rossuon siguió corriendo tras sus compañeros, manteniendo un ritmo aceptable tras esquivar el último charco. Tenía las ropas empapadas y el pelo le azotaba la cara. Y ni siquiera recordaba si alguna vez había corrido tanto... Pensó que se estaba ganando bien el sueldo. 

Intentó discernir la posición de los más adelantados. Esperaba poder llegar a tiempo para ayudarles cuando alcanzasen a los secuestradores. 

Ahora todo parecía tener sentido. Los captores no eran simples ladrones, sino que eran los hombres que les habían embaucado para que fuesen a la posada. Lo habían calculado todo y por ello habían sido capaces de secuestrar a Melyanna y llevarse uno de los pesados arcones. Ni las guardias ni el presentimiento del elfo habían bastado para evitar que aquellos hombres actuasen.

Casi sin darse cuenta, Mithdúlin había empezado a apretar el paso de pura rabia y estaba a apunto de alcanzar a Aeth y a Eoden. Sin embargo, no pudo evitar patinar en uno de los adoquines. Ni su asombrosa agilidad pudo evitar que se cayese de bruces contra el frío y húmedo suelo.

Durante los últimos metros Aeth se había esforzado simplemente por no abandonar la persecución, pero solo en aquél momento tuvo una visión clara de los raptores y se dio cuenta de que la dama no era lo único que se habían llevado. Como temía, aquellos malnacidos se habían llevado consigo uno de los cofres con el oro de Eoden; el mismo oro con el que se suponía que pagaría sus servicios como mercenarios.

Enfurecido de nuevo, esta vez por la idea de perder el oro que le correspondía, y olvidando el cansancio acumulado el explorador aceleró de nuevo su carrera, moviéndose por un instante tan veloz como una bestia salvaje al tiempo que gritaba algo, pero el chapoteo de los muchos pies sobre el barro hacía difícil entender si había gritado - ¡Soltadlo! -, o - ¡Soltadla!-

Tras perder terreno, Hunkel intento recuperarlo pero simplemente no era lo suficientemente rápido como para hacerlo por lo que simplemente continúo avanzando cuanto pudo, consciente de que al menos debería llegar para ayudar a los demás.

Sabía que se estaba demorando demasiado y eso le molestaba y heria un tanto se orgullo, pero era un enano templado, y bien sabía cual era su deber. El enemigo no tardaría mucho en escapar por lo que no quedaba mas que confiar en Aeth y en el elfo para que hicieran el trabajo de forma correcta, ya mas adelante el y los demás podrían ajustar cuentas con los captores.

Thund ya empezaba a cansarse de esta carrera, sin quererlo había empezado a sudar... Joder!, ni que estuviera luchando contra una banda de malolientes Orcos!!!Pero no podía parar, debía acercarse, si conseguían parar a esos cabrones, sabia que si llegaba seria decisivo en el combate y les haría pagar por cada gota que salia de su cuerpo, Por Sus antepasados que lo haría!

Aun con el tobillo dolorido, el joven Numenoreano sabía que no podía dejar de lado la persecución. Era crucial que les diesen alcance, no podían permitir que Lady Melyanna fuese secuestrada. Mientras avanzaba como podía apretando los dientes ante el dolor de su tobillo, pensaba que la ausencia de guardias y la puerta abierta quizá significase que no se enfrentaban simple y llanamente a unos ladrones que esperasen sacar un buen botín y un rescate por la dama.

En la cabeza de la carrera, Aeth logró imprimir un último esfuerzo a sus piernas para adelantar a Eoden y al elfo y tomar la iniciativa del grupo, su velocidad era tal que apenas le bastaron un par de zancadas largas para alcanzar a los captores de Melyanna. Los dos más rezagados, que eran quienes aupaban el cofre, lo lanzaron al suelo y desenvainaron sus espadas para presentar batalla ahora que les habían dado alcance. Los otros dos siguieron un par de metros más, pero se frenaron al ver que sus compinches se enfrentaban a los perseguidores. El que zarandeaba a hombros a Melyana la bajó de su espalda y la lanzó contra el suelo, cayendo ésta de culo sobre un charco.

Mithdúlin, que le seguía muy de cerca, se colocó a su espalda pero perdió el pie justo antes de alcanzar al grupo y estuvo a punto de caer al suelo. Lo cual le hubiera colocado en una mala posición para el inminente combate que se presentaba. Aunque el elfo no cayó, notó el dolor atenazando la parte de atrás del muslo de su pierna derecha punzándole el músculo como una aguja. Atrás, Eoden se sumaba a sus dos compañeros para presentar batalla, desenvainando también la espada.

Más atrás quedaban Rossuon, quien iba recortando distancias con el grupo pero todavía se encontraba algo lejos y Aceroamargo, quien a pesar de tener el tobillo tremendamente dolorido hizo un esfuerzo titánico por continuar en la liza. Los dos enanos continuaban cerrando el grupo, aunque Thund se encontraba especialmente retrasado.

Aceroamargo vio con gozo como Aeth, Eoden y Mithdulin daban alcance a los ladrones. "Bendito Manwe" pensó mientras seguía aguantando el dolor del tobillo y avanzando tan rápido como le era posible. Pese al dolor de la pierna podía ser un combatiente a tener en cuenta y sin duda sus compañeros lo necesitarían. No creía que los secuestradores entregasen su presa sin presentar resistencia. El joven apretó de nuevo los dientes y siguió avanzando, rezando por que sus compañeros se mostrasen tan ágiles con las armas como se habían mostrado con las piernas, al menos hasta que llegase el resto en su ayuda.

Mithdúlin no se dio ni un respiro para lamentarse por la herida, sino que siguió avanzando hasta colocarse en una posición ventajosa para el combate que se avecinaba. Intentó moverse con toda la agilidad que pudo para ponerse a unos cuantos metros detrás de sus compañeros pero sin que estos le estorbasen a la hora de disparar.
Con toda la rapidez que pudo, se descolgó el arco y desenredó una de las flechas del carcaj para tensarlo en la cuerda y apuntar a uno de los secuestradores. Suponía que Eoden cargaría como un caballo desbocado, pero confiaba en que Aeth tuviese cierto tino y lo cubriese.
Con el pulso firme y el ojo clavado en su objetivo, liberó la flecha, que voló cortando el viento y la lluvia.

A lo lejos veía que la cosa se detenía y un suspiro salio de su boca por aquella extenuante carrera, estaba claro que un enano con armadura no era un buen contrincante en una carrera contra desalmados en cuero.
Pero aun le quedaba una larga caminata y seguramente con tal mala suerte que a su llegada todo habria acabado y tendrian que regresar otra vez a la posada.