Partida Rol por web

Con las nuevas noticias pareciera que les seguía un ejército al que hubieran de escapar recurriendo a una mezcla de astucia y fuerza.

- Parecen venir en grupos pequeños, eso nos permite enfrentarnos a ellos mientras no nos alcance el grupo del ejército. 

Creía que podían salir con bien, aunque faltaran varios días de camino.

- Y si pudiéramos tomar sus caballos, es posible que pudiéramos acelerar el paso. Así que se me ocurre tenderles la trampa, dejar que los navíos sigan, ocultarnos en una zona de difícil paso para sus caballos y entonces emboscar. No tendría que escapar ninguno de ellos.

Observó a sus compañeros.

- Mejor podría ser encontrar un buen escondite pero no conocemos la zona tan bien como ellos, acabaremos teniendo que luchar y mejor seleccionar nosotros en qué términos.

Asintió, no muy convencido de que todo se fuera a solucionar mediante la fuerza, pero consciente de que tampoco tenían muchas otras opciones ya—. Busquemos un buen lugar entonces, adelante.

Si fracasaban, seguramente acabarían muertos, pues sin las naves no tendrían escapatoria ya y no podían defenderse de la caballería una y otra vez. Y si lo lograban, tendrían caballos para escapar, aunque tuvieran que reventarlos.

Todo esto es demaskado intrigante

"Necesitamos conocer a que nos enfrentamos ¡Ir a ciegas es caminar a la derrota!"

"Ni un Galtiano lo haria!

Decidieron estar más cerca para llevar a cabo el plan. Cuando el sonido de los cascos les alertó de la presencia inminente de la caballería saltaron de los navíos fijando el rumbo en los timones. Habían calculado el tiempo con la suficiente ventaja como para adelantarse y no perder de vista la carga. A medida que se internaban en la selva, la distancia con la partida de caza parecía acortarse. Tass llegó a reconocer el olor a sudor de las monturas e incluso el ácido aroma de los que serían sus jinetes junto a un extraño olor que no podía identificar, por suerte el viento parecía favorecerles al darles en contra.

Al poco casi los tenían encima y se detuvieron aprovechando la maleza para ocultarse. Tuvieron que esperar unos breves instantes para ver cómo desde lejos aparecía el primer deslizador, avanzando despacio mientras golpeaba algunos árboles para girar y retornar a su camino, era sorprendente como estas máquinas recuperaban la orientación que les habían indicado sorteando el terreno a pesar de su falta de interacción.

Pero antes de que llegase a donde estaban, varias figuras aparecieron delante de ellos, dirigiéndose hasta él. Iban fuertemente acorazados, tanto jinetes como monturas, y algo en ellas parecía no ser del todo natural. Sus ojos no demostraban vida.

Eran al menos ocho y se mantenían en formación. Uno de ellos portaba una pica, con varias cabezas de soldados colgadas y la de un bulette ensartada, quizá uno de los que se encontraron o quizá otro, no sabían precisar.

Investigaron el deslizador hablando de vez en cuando en un idioma desconocido que Tass creía similar a thassiloniano antiguo y algunos fueron también hasta el segundo aparato en cuanto éste apareció, sin embargo a las órdenes del que parecía el jefe dos recularon y rehicieron el camino. Al llegar a su altura pararon, mirando a todos lados... y entonces los vieron.

Diciendo algo que no comprendían sacaron las armas, una terrible maza de púas y una espada ancha de aspecto aserrado y las mantuvieron a punto esperando respuesta.

A lo lejos los movimientos indicaban que el resto se había dado cuenta.

Pues ahí se acababa la ventaja que pudieran tener. Tass, estoque en mano, se preparó para el inevitable combate; los muertos no negociaban con los vivos.

Algunas marcas forjadas en las armaduras le llamaron la atención, procedían de Isger, de la ciudad espectral de Finder's Gulch donde reinaba una de las más fieles servidoras de Urgathoa comandando un ejército de muertos vivientes que amenazaba al mundo desde hacía años.

Al seguir esa pista pudo precisar que sobre algunas placas habían forjado símbolos de ese culto que había llegado a estudiar, señales antiguas como la imagen de una mantis que ya no usaban sus fieles.

Lo extraño es qué hacían allí.

Pero más extraño aún es que había reconocido uno de los emblemas que portaba el que ahora veían que podría ser el jefe, o al menos el que los dirigía. Sabía que lo había visto antes, en algún lado, sin poder aún precisar dónde y obligándose a recordar.

Nada tenía que ver con todo esto y un sexto sentido lo estaba alertando desde entonces. Solo esperaba que se acercase más para poder verlo de nuevo.

O quizá esa no fuera una muy buena idea.

Enfurecido conmigo mismo, por haber estado estos momentos tan distraido, tan sólo puedo empezar a hacer una cosa.

En primer lugar, cojo el bastón de comprensión, y harto de no saber ni papa de lo que dicen, lo utilizo para conjurar un "Comprensión Idiomática" ¡Llevamos la tira y el ciento escuchando Tassoliano Antiguo! ¡Y tenemos un bastón que nos da este poder!

"Vale compañeros. Son ocho. Y podemos pensar que ochenta más vienen de camino"
"¿Alguien tiene un plan?"

Se le había olvidado por completo el bastón, acostumbrado a valerse por si mismo con más de media docena de idiomas, pero ya que Claudius estaba en ello, no perdió el tiempo, hizo surgir un pequeño vial de su muñequera, y se lo bebió rápidamente, preparándose por si acaso.

Entonces, al fijarse más, palideció—. Son parte del ejército no-muerto de Isger, seguidores de Urgathoa —dijo en un susurro, temeroso. ¿Cómo habían llegado hasta allí? ¿Y por qué? Un contingente de caballería formado por nigromantes no pasaba precisamente desapercibido, y habían tenido que atravesar más de un reino para alcanzar esa posición. No creía que su único afán fuera acabar con los soldados de élite de Qadira, asesinar expediciones taldanas y cazar animales exóticos, así que el motivo por el que estaban tan lejos de su reino de origen tenía que ser importante. ¿Qué buscaba la diosa de los excesos y la enfermedad tan desesperadamente como para enviar un contingente así de numeroso tan lejos? Lo que tenía claro es que se habían topado con algo que, posiblemente, no podían enfrentar. Aunque eso había dicho del dragón también. Suspiró. En cualquier caso, contra el dragón no había quedado más remedio que luchar, y ahora, tal vez, podía llegar a un entendimiento para salvar el pellejo. Seguía siendo consciente de que a esos seres poco les importaban los vivos, pero debía intentarlo.

—¿Me entendéis? —preguntó en taldano, que era un idioma hablado en casi todas partes, incluido Isger y el verdadero estado que estaba detrás, Cheliax.

Con suerte, aunque fuera, ganaría algo de tiempo para recordar donde había visto al líder de ese batallón.

Al ver los jinetes se lamentó porque se tratara de muertos vivientes, incluyendo las monturas pues había pensado en usarlas para ganar velocidad.

Ocho figuras parecían muchas, pero estando preparados y en un terreno favorable debían de poder resistir e incluso ganar. Tenían además el fragmento como última opción. Se preguntó si estos seres venían buscándolo también y dado que mostraban inteligencia era casi seguro que sí, por eso cuando Tass les hizo la pregunta el taldoriano prefirió esperar, no tardó en lanzarse el que era su conjuro favorito. 

- Esa cabeza de bulette me gusta. Las de soldados no tanto, maldita sea.

Aquella era otra dura prueba a las que el destino les sometía y como decía Tass, ¿cuán largo fue el viaje de esos muertos? poco importaba, hoy debía de terminar.

Les dejaron actuar sin plantear problemas. Ambos jinetes seguían con las armas en alto pero uno gritó algo a los del otro lado. Inmediatamente el que parecía el jefe llegó hasta ellos escoltado por dos más mientras el resto seguía revisando las naves.

Cinco adversarios delante de ellos, y entonces el cabecilla habló en común.

- ¿Qué hacéis aquí, taldanos?

Tass reconoció el símbolo que había visto antes sobre la vaina de la espada... Tar-Baphon. Un gran estremecimiento cruzó su columna vertebral. Los ejércitos del tirano susurrante habían azotado Golarion durante siglos, solo la Cruzada Brillante de la gran coalición, donde el propio Taldor, los enanos de Kraggodan y los Caballeros de la Orden de Ozem se unieron para luchar contra él pudieron contenerlo.

Pero eso era historia antigua. El tirano había sido vencido y su cuerpo vacío desterrado a la Isla del Terror, cerca del norte. Nada se había de él desde entonces y jamás había vuelto a suponer un peligro.

El líder seguía a caballo, esperando su respuesta junto a los otros cuatro.

Se que mi habilidad para convencer a alguien es, cuanto menos, LA PEOR DE LA PEOR (Diplomacia -2) y que la mejor forma que tengo de conseguir que alguien haga algo es pedirle justo lo contrario.

Así que simplemente guardo silencio, quedandome en retaguardia. Es mejor que alguno de mis compañeros, con mas talento para las palabras, hable por nosotros.
Si, cierto es que al ver a los ejércitos del tirano susurrante, y el pendón de Urgathoa hacen que me crezca la cólera aun más. Sin embargo portamos decenas de cadáveres. Y si damos un paso en falso, ellos no conocerán jamás la paz.

Así que permanezco de esta guisa, en la segunda fila. Tratando de estar atento a cualquier reacción de ellos.

Rigar observó a esos exploradores, lo que podía ser la avanzadilla de un grupo mayor. Que el muerto pudiera comunicarse podía ser buena señal, lo sería si no hubieran masacrado a tantas personas antes, aniquiladas de un modo salvaje como correspondía a tales criaturas.

- Todo eso es nuestro, vamos a sacarle buena tajada. 

Miró con fijeza al cabecilla, no iba a tardar en atacarle ahora que habían logrado separarles un mínimo. Si acaso, esperaba a ver si Tass encontraba un camino distinto al de dejar caer el hacha sobre el cuello del jinete.

¿Qué hacemos aquí? ¡¿Qué hacéis vosotros?! Se moría de ganas de increparles y preguntar, pero decidió que lo más sensato era responderles y resultar lo más inofensivos posibles.

Chistó a Rigar, intentando que no cometiera el error de, con sus palabras, provocar una pelea. No todo se solucionaba con el hacha, no si eran tantos y tan poderosos, no si había otra opción. Tass creía firmemente en las palabras, porque su fuerte no era la guerra, y dudaba poder sobrevivir demasiado tiempo si se enfrentaban a todo lo que veían, especialmente si su sola presencia servía para atemorizar al más valiente, o debería.

—Soy Tassidar, aunque todos me llaman Tass. Estos son Rigar y Claudius —les presentó; evitó adrede mencionar la condición de Páter de su compañero, no solo por no dar pistas sobre sus habilidades, sino porque no creía que unos no-muertos se lo tomaran a bien—. Somos enviados de la reina para descubrir que ocurrió con una expedición que mandó; ahora que hemos encontrado y reunido los cuerpos, nos dirigimos de nuevo a nuestro territorio, dónde esperamos darles un entierro digno. —Era mentira, o más bien no toda la verdad, un engaño simple y aderezado sutilmente con la realidad que esperaba que se creyeran—. Supongo que parte de esas muertes os las debemos a vosotros, pero no juzgamos vuestras acciones, e incluso, personalmente, os doy gracias. —Señaló la cabeza del bulette—. Nos salvásteis de esas criaturas —explicó—. Nuestros transportes están algo más adelante, con todos los cadáveres (posiblemente podríais olerlos), y no queremos problemas. Nos hemos escondido porque no sabíamos las intenciones de nuestros perseguidores, pero como veis tampoco hemos sido muy duchos en ello. Si nos permitierais seguir nuestro camino, no tenemos nada contra vosotros ni nos interpondremos en lo que sea que hagáis por aquí, tan lejos de casa.

No podían leer las emociones en los ojos que había bajo la armadura, pero si escucharon sus palabras.

- Ah, el templo. No sé qué pensáis sacar de él, hace tiempo que cayó en el olvido, pero debe haber algo interesante si vuestra reina ha enviado a tantos. Como véis no ha tenido éxito, pero es buen botín el que lleváis...- parecía hacer referencia a los esquifes,- lástima que nos lo hayáis robado, iba a ser un regalo para nuestra señora.

- Creo que deberíamos mataros. Igual que todos ésos estáis en el lugar equivocado. - Si que hablaba de los cadáveres.- Dudo que nos agradezcáis de verdad sus muertes pero es grato escuchar que no sois altaneros.

- Decidme, ¿qué guardan esas viejas piedras? Si os habéis tomado la molestia de venir hasta aquí y sois de verdad quiénes pareceis ser,- miraba los broches,- debe ser algo importante, y tarde o temprano lo vamos a descubrir.

Sigo guardando silencio.

Desde luego, se un par de frases que podrían colar. Se algunas cosas que podría decirles que harían que incluso un sacerdote de Urgathoa se lo pensase, y sintiese su último ápice de humanidad en su corazón.
El problema es que se lo poco convincente que soy. Así que prefiero ser sabio y seguir guardando silencio. Gruñendo de mi incapacidad en estas situaciones