Partida Rol por web

Agradecía que el Páter mantuviera el silencio, y aprovechó a seguir hablando antes de que Rigar interviniera; su forma de actuar solía ser intimidante, a lo que no ayudaba tener un hacha en la mano capaz de partir a alguien en dos.

—No os confundáis, agradezco que nos salvárais de los bulettes, estábamos en serias dificultades y huyeron al sentir vuestra presencia. —Se encogió de hombros—. Pese al broche, soy más un erudito que un guerrero.

El punto justo entre humildad y orgullo taldano, verdad y mentira. Así se elaboraban los mejores engaños y se conseguía lo que se buscaba de aquellos que se veían por encima, de una manera u otra. Además, acababa de ver su oportunidad de negociar.

—En cualquier caso, ya hemos estado en el templo, la mitad de la expedición había muerto hay dentro. Mentiría si dijera que no teníamos, de paso, órdenes de encontrar algo más, pero por desgracia no hemos podido llevarnos el premio. Una enorme joya, un rubí del tamaño del corazón de un dragón, literalmente, para ser más específicos un dracoliche. Pero para llegar hasta él hace falta pasar varias pruebas, la última de las cuales no estábamos preparados. —Sonrió sutilmente, un gesto de confianza, no de altanería ni burla—. Pero vosotros os veis más capaces. Así que, os propongo, entre gente de honor, un trato: nos dejáis marchar en nuestras naves, a enterrar a nuestros camaradas, con unas pocas ganancias que hemos ido cogiendo de aquí y allá, nada excesivo, y os cuento todos los secretos de ese lugar, las trampas que tenéis que pasar, los guardianes que lo protegen y como evitarlos y qué debéis hacer para hallar el corazón. Es un artefacto de gran poder, y estoy seguro de que tanto Tar-Bathon como Urgathoa agradecerían que se lo arrebatarais a su actual dueña: Callistria. ¿Qué me dices?

El jinete se movió en su silla, y comenzó a hablar para sus compañeros.

- Me gusta este pequeño.- Algo parecido a una risa compartida salió de sus yelmos.- Voy a aceptar tu oferta de saber más sobre qué hay allí. Eso hará que mantengáis la vida un poco más. No obstante esos cuerpos son nuestros, nosotros los reclamamos mucho antes.

- Por desgracia,- hizo una pausa y pareció pensar algo,- no podemos dejaros salir de aquí. Como indican vuestras palabras, si estamos lejos es que habéis reconocido de dónde somos, y por lo que veo también a quién servimos, y que alertéis a vuestra reina de nuestra presencia antes del ataque no es algo que nos beneficie. Sería fácil atar cabos y la princesa no es tan estúpida como su padre.

Sacó la enorme espada a dos manos que llevaba colgada al cinto, sujetándola con una mano mientras seguía asiendo las riendas de su montura.

- Pero si que podría proponeros que os unáis a nosotros, sin duda disfrutariais de más riquezas de las que vais a ver nunca, y puede que con vuestra lengua hasta podáis ocupar algún puesto de importancia. Si no os convence valorad cuál ha sido el destino de vuestros compatriotas.

Se que ponerme a conjurar hara que empiecen las operaciones militares.

Por otro lado hay algo que esta claro: No voy a entregar a los.miembros de nuestra Tierra a Urgatjoa, ninvoy a traicionar a la Hotentote, a ese cachalote humanoide de reina que tenemos. Se que con los años se convertirá en una masa de grasa informe y con una patata pocha por sesera ¡Pero es nuestra reina!

Asi que acaricio uno de los bastones el asta de mi lanza.

"Hemos de meditarlo, pues. Reunamonos, compañeros"

Se lo temía. Tal vez había hablado más de la cuenta, pero lo cierto es que nadie en su sano juicio habría permitido escapar a posibles informadores que alertaran de la presencia de un pequeño ejército a sus puertas. Lo único que había logrado era postergar lo inevitable, y darles una oportunidad. A punto estuvo de aceptar en seguida, mejor eso que morir por nada, pero el Páter se adelantó.

—¿Nos permitirías hablarlo unos instantes? No tenemos dónde huir, así que no lo haremos.

El líder se impacientaba.

- No estamos jugando, decidnos para qué esa joya y cómo conseguirla y quizá salgáis con vida, puede que hasta con honores... un privilegio que no tuvieron vuestros compañeros.

- El resto de carga no nos importa, la examinaremos, por supuesto, pero podéis quedaros todo lo que no sea peligroso. No ansiamos el placer material.

Hizo un gesto y los dos jinetes que lo habían escoltado bajaron de sus caballos, uno de ellos llevaba una ballesta en el antebrazo que recargó despacio.

- No tenéis un momento, tenéis un segundo para tomar una decisión.- La ballesta os apuntaba ya y el que había al lado mantenía ambas manos hacia abajo con un extraño brillo en ellas.

Una repentina brisa movía las capas y correas de todos ellos.

El viento traía consigo algo más... abrieron los ojos al reconocer que ese aullido, aún casi inaudible lo habían escuchado antes de boca de la bestia que dominaba al grupo de goblins y bulettes. Se confundía con los sonidos de la selva pero había quedado grabado en sus mentes a fuego.

Levanto las.manos, aparentemente es un signo de rendicion.

"Benditos sean los que eligen su camino y lo siguen sin dudar. Como una flecha. En el nombre de Erastil. BLESS"

Tratando de tomar la.iniciativa, buffeo un poco al grupo ¡Lo necesitaremos!

Tass ya sabía como iba a acabar eso. Claudius sacaría las garras y atacaría. Rigar cargaría hacha en mano, dispuesto a partir en dos al primero de ellos. Y él, como siempre, mantendría un perfil bajo esperando no llamar la atención y sobrevivir. Siempre era así. Pero ahora había alternativa, y él se había cansado de resolver todo por la fuerza de las armas.

—Nos rendimos —dijo—. Os contaré todo a cambio de nuestras vidas, y nos uniremos a vosotros.

Tal vez sus dos compañeros vieran eso como un traición, pero era porque tenían los cerebros embotados, uno por la fe y el patriotismo —dos aspectos francamente mezquinos de la sociedad—, y el otro porque los músculos le apretaban demasiado y la sangre le corría demasiado caliente por las venas. Si morían allí, no solo malgastarían sus vidas, sino que perderían el fragmento y los conocimientos adquiridos en el templo y serían incapaces de avisar a la reina de la amenaza que se cernía sobre Taldor. En cambio, si se unían a esa comitiva, tendrían la oportunidad de escapar más adelante. Incluso si les convirtieran en no-muertos, a juzgar por los allí presentes serían lo suficientemente inteligentes como para llevar la noticia y cumplir. Luego, quien quisiera, podía inmolarse si eso le hacía más feliz; él no, eso seguro.

El hombre toleró el hechizo lanzado por el clérigo de guerra.

- Muy bien.- Bajo el yelmo los ojos miraban fijamente al cambiaformas.- No estamos acostumbrados a tratar con gente coherente pero parece que vosotros lo sois. Habéis tomado una buena decisión, os desarmaremos por precaución pero no os haremos daño, mantengo mi palabra.

- Enseñadnos qué ocultan esas ruinas y con mucha seguridad viviréis para contarlo. No volviendo con vuestra reina pero si quizá mejor.

Moviendo las riendas hizo que el caballo diese media vuelta y se acercase hacia las tres naves, que habían sido inmovilizadas por sus hombres. Los dos que ya estaban abajo seguían en posición de alerta pero los otros dos desmontaron para cachearos y desproveeros de cualquier arma, anillo o medallón.

No obstante dejaron el de Erastil, sabiendo lo preciado que era para su portador.

Había escuchado el intercambio de palabras viendo que el muerto mostraba gran inteligencia. Tass lo había tomado como a alguien manipulable, pero Rigar no lo veía de ese modo, para tener opciones de escapar no podían permitirse perder sus cosas, ni ser puestos bajo vigilancia a la espera de algún macabro ritual. Eso creyó que sucedería, que los apresarían hasta poder realizar un rito, o los meterían bajo tierra donde se descubriría el engaño.

Miró a sus compañeros entrecerrando los ojos, instándolos a reaccionar.

- Esas son nuestras riquezas. ¡Son nuestras!

Exclamó elevando el hacha a traición cuando uno de los muertos quedó a su alcance, exagerando un carácter ávaro que no se correspondía con su carácter, mas dejaba la puerta abierta a una rendición si todo se torcía.

Los soldados acorazados se acercaron a los compañeros. Tomaron las armas que empuñaban y empezaron a cachearlos, primero a Tass al que sustrajeron el anillo y el resto de material potencialmente ofensivo. Luego pidieron a Rigar que se despojara de lo mismo mientras tanteaban si tenía algo escondido. Finalmente hicieron lo mismo con Claudius, encontrando el fragmento.

El que lo tocaba lo palpó con cuidado y sorprendido llamó a su compañero que sin sacarlo aún de las vestiduras del clérigo comenzó a dudar haciendo una señal al mago. La cercanía les hizo ver que dentro de las armaduras había carne, sin embargo su piel era negra y presentaba bastantes estrías aparentemente endurecidas.

El que no portaba armas, a unos metros de ellos, pareció concentrarse unos segundos antes de mirarlos fijamente con un nuevo brillo azul en los ojos. No cabía duda de que estaba detectando la magia que contenía el trozo de rubí.

Cuando terminó giró la cabeza hacia el jefe, allá lejos... y al poco éste se giró y volvió tranquilamente hacia ellos.

- Veo que no nos habéis contado todo lo que sabíais.- Les dijo al llegar sobre el temible corcel.

Conforme se acercan para desvalijarme y posiblemente dejarme inconsciente, maniatarme o algo, no lo dudo.

Tengo la lanza en mano, llevo la bendición de Erastil sobre mis hombros. Así que apresuradamente conjuro el Favor Divino sobre mí, Y voy a golpear con todo lo que tenga.

Sin esperarlo, Páter se lanzó contra el guerrero que tenía delante que se vio sorprendido al igual que sus compañeros.

Tass estaba ya a punto de ser despojado de todo cuando lo que temía sucedió. Rigar y Claudius, como no podía ser de otra manera, atacaron por sorpresa a los caballeros no-muertos, acabando con todo su trabajo diplomático y cualquier plan que pudiera haber ideado en ese momento, o en el futuro.

Hacha en mano, había que aprovechar para dar un gran golpe en el soldado que se había expuesto. Su intento solo llegó a golpear contra el suelo, acariciando el metal que protegía la pierna del muerto.

- Veréis lo que sucede cuando se intenta robar a los taldanos, ¡este es el metal con el que seréis recompensados!

Insistió en que todo tenía que ver con el dinero. Elevó su arma a punto de descargarla de nuevo.

La sorpresa jugó a favor de los taldanos y tras dejar que se acercasen para hacerlos sentir tranquilos saltaron al combate. El hacha de Rigar lanzó un golpe errado pero la lanza del Páter Claudius, que comenzaba a ser manejada con soltura, empaló a uno de los jinetes que tras eso luchaba por sacarse el acero de las placas de su armadura.

Una flecha salió disparada hacia Rigar, clavándose cerca de su hombro al atravesar el metal que lo cubría, sin embargo ahí quedó, sin fuerza para llegar más allá y como testimonio de la puntería de su lanzador.