Partida Rol por web

Telk, quien se encontraba viendo con cara somnolienta su jarra levantó la mirada cuando Eyvind había alzado la voz. El hombre se llevó una mano a la cara y frunció el ceño como con migraña.

—Ese cabrón con dedos pegajosos —escupió negando con la cabeza— le robaría a su madre con tal de saldar deudas del pasado. ¿Qué te ha robado, socio? ¿Es tan importante como para ir a buscarle?

No había podido terminar de hablar el hombre cuando una mano callosa le había tomado el hombro por la espalda.

La figura de Argasto se había aparecido detrás de Telk, quien se irguió como en un rigor mortis, el patrón de la caravana se veía especialmente mosqueado por las palabras de Eyvind y su rostro demostraba un descontento atroz. Parecía que había visto en primera fila una alta traición.

—Han robado nada más y nada menos que nuestros pasajes a través de las montañas, Telk —dijo manteniendo un tono firme que bien podría estallar en cualquier momento—. El bastardo parece haber reunido varios de mis planos durante el camino y se ha llevado un buen puñado de ellos. Además de claro, la Piedra Solar de Eyvind.

Con la revelación, el patrón se había cruzado de brazos antes de explayarse:

—La Piedra Solar es un artefacto místico que puede emitir suficiente calor para mantener a la caravana a salvo del mordaz frío del invierno. Es una pieza clave para nuestro viaje y sin ella ni los mapas, bien nos podemos ir dando media vuelta al Fangal otra vez. O eso, o encontramos al ladrón y recuperamos lo que nos pertenece.

Con un rápido y fuerte movimiento el dador de leyes giró a Telk en su propio asiento y le atrapó por el cuello de la camisa. Reynauld se había desprendido de Demeon hace ya un rato y se había aparecido de la espalda de Argasto como una sombra. Una brillante daga se acercó al cuello del conductor de carromatos... parecía hundirse cada vez más en la piel.

Telk explicó rápidamente que no tenía nada que ver con lo que estaba ocurriendo, conocía a Keler desde hace ya un tiempo y se habían hecho amigos; por lo que había descubierto sus costumbres cleptomaníacas pero sin compartirlas en algún modo. Lo más seguro era que el cuidador de caballos estuviese ahora mismo de camino al Fangal para entregar los bienes robados y desaparecer del mapa por un buen tiempo. Por lo que Argasto dio la orden a los presentes de encontrar a como diera lugar al ladrón y recuperar lo que había robado...

—Tienen hasta el amanecer para hallar a ese villano y darle su merecido. Cada segundo es crucial, y como no le ganemos la pelea al invierno poco podremos lograr cuando nos hallemos en guerra con él. ¡¿Es que no me habéis escuchado, holgazanes?! ¡Andando, al bosque! ¡Hay un ladrón al que cazar!

Demeon ya se estaba moviendo antes de que Argasto hubiera acabado de hablar. Encendió tres antorchas sumergiéndolas en la hoguera y se acomodó otras tantas al cinto en silencio, mientras Argasto hablaba de la piedra solar.  Miró con resignación a Eyvind cuando pasó junto a él rumbo a la periferia del círculo de carromatos, pero no dijo nada. Tendió una de las antorchas encendidas a Eilene y buscó a Rodrig con la mirada. Entrecerró los ojos un momento al no encontrarlo.

-Eilene, revisa las huellas por ese lado por favor, si ves a Rodrig que te ayude -señaló el arco que marcaban los carros- yo lo haré por este otro lado. Si ninguno encuentra nada nos vemos al otro lado.

Con el arco a la espalda y antorcha en mano, se apresuró a revisar las trochas alrededor del campamento, más allá de las huellas de los hombres de guardia. El explorador se agachó para comenzar a revisar el arco que le tocaba. Sabedor de que no tendrían muchas oportunidades de dar con el rastro y que el tiempo jugaba en su contra, puso todo su empeño en su cometido, como un perro de presa y sin embargo el ladrón resultaba ser sorprendentemente esquivo.

Bajó la mirada, fingiendo un malestar y masajeandose la mitad del ceño, esquivando los ojos desconfiados y molestos de sus compañeros. Estaba seguro que su descuido no era la causa de tales miradas ariscas, supersticiosos eran muchos de los hombres y era difícil de creer que podrían seguir bebiendo a su lado después de descubrir lo que llevaba encima. 

Pero ahora no le importaba, esa restricción le cobraría más adelante, cuando el peligro estuviera lejos, de ser posible, y todos cansados se reúnan alrededor de una hoguera, no podrá unirse a esos "hombres comunes" que lo ven como un fenómeno. 

—Tienen hasta el amanecer para hallar a ese villano y darle su merecido. Cada segundo es crucial, y como no le ganemos la pelea al invierno poco podremos lograr cuando nos hallemos en guerra con él. ¡¿Es que no me habéis escuchado, holgazanes?! ¡Andando, al bosque! ¡Hay un ladrón al que cazar!

Pese a su escepticismo Eyvind no demoró en actuar, fue a la caza de aquel perverso ladrón con métodos ortodoxos, que si bien no eran propios de un rastreador estudiado, confiaba en que el hedor a cerveza aún fuera una pista que le valiera para ir a por el rastro de Keler, se internó cerca de los bosques con su báculo y una antorcha acompañando a otros, recuperando más o menos su temple antes de aventurarse, quedo, esperando a encontrar una leve marca o algo que de resultado...

Eventualmente comenzó a dudar de sus habilidades.

—No logro ver nada... 

Cuando Demeon se giró para buscar a Rodrig se dio cuenta de que este no estaba en el campamento. Era algo muy poco habitual en él, nunca había visto al veterano quedarse dormido o saltarse guardia alguna. Algo raro estaba pasando, quizás su compañero estuviera en apuros o tal vez tuviera algo que ver con aquel flagrante robo.

Más sabe el diablo por viejo que por diablo, aquel maldito dicho se encarnaba de nuevo real como la vida misma. En cuanto los dos desgraciado se separaron el viejo capitán pensó con rapidez. Salió del circulo de carretas sin mucha explicación, haciéndole una seña a uno de los guardias dando a entender que tenía que ir a aligerar la cena, que cundiera el pánico o que se diera la voz de alarma ahora no serviría de nada.

Si él hubiera robado algo y tuviera un caballo se alejaría en silencio a una distancia prudencial, para luego montar volviendo sobre sus propios pasos. Cabalgar por la noche en terreno desigual era una tarea complicada, mucho más sino se veía bien y no se conocía el camino, así que Rodrig se dejó guiar por su inteligencia e hizo lo que el ladrón haría. Se adentró en la oscuridad buscando dar un pequeño rodeo en dirección al Fangal, luego permanecería a la espera de su presa no necesitaba esconderse muco en la noche cerrada, el caballo hacia mucho más ruido que no él. Si pasaba lo suficientemente cerca de él lo lancearía con ambas manos en un lance seco desmontándolo sin asustar al caballo, en cambio si lo enfilaba más alejado le tiraría el arma antes de correr hacia él. Posiblemente aquellos dos rufianes tuvieran un punto de encuentro o un comprador apalabrado, a ser posible procuraría no matarlo del primer golpe, aunque a veces los accidentes ocurrían.

El choque se produciría a buena distancia del campamento por tanto los curiosos tardarían un buen rato en llegar hasta ellos, si es que oían los gritos. Si todo salía bien no solo recuperaría la mercancía sino que habría ganado un caballo, no sabría muy bien que hacer con él, nunca había podido soñar con reunir el dinero para comprar y mantener uno de esos animales. La idea de no andar y de tener una reserva de carne para el invierno le parecía una gran idea al viejo leñador.

Demeon se unió a Eliene habiendo acabado de buscar huellas. Su rostro dibujaba una mueca de preocupación y quizá duda.

-¿Algo? Yo no he tenido suerte, demasiada gente, demasiadas huellas. Hay algo que no encaja, no encuentro a Rodrig por ninguna parte. No es normal, jamás descuidaría su turno de guardia. O está en problemas o tiene algo que ver con el ladrón de Eyvind -susurró a la mujer de manera que nadie más pudiera oirles- me inclino a pensar que se metido en algún lío, quizá haya visto algo. Algo me dice que las dos cosas están relacionadas. Eyvind quizá pueda usar la magia para encontrarlo. ¿Crees que podrás convencerle? Yo voy a ver si encuentro el rastro de Rodrig. Quizá encontrar a Rodrig nos lleve a Keller. 

Demeon se separó de la mujer y trató de buscar las huellas de su compañero, que conocía bien.

Ironías de la vida era que, justo cuando estaba a punto de irme a dormir, hubiera habido un robo en el que yo no había participado... y, ¡encima!, me tocaba a mí buscar al culpable y robarle lo robado. Suspiré resignada. Me negaría si no fuera porque, sin aquella misteriosa "Piedra Solar" estaríamos en un problema.

Con cierto hastío, cogí la antorcha que me tendió Demeon y me puse a investigar por los alrededores.

No hace mucho que has desaparecido, así que no debes andar lejos...

Anduve unos pasos, tratando de deducir qué camino hubiera elegido yo para huir si hubiera estado en el lugar de Keler. Sin embargo, no era capaz de encontrar nada... Aquel maldito granuja era más habilidoso de lo que parecía.

—Ni rastro —musité, cuando Demeon vino a preguntarme—. ¡Maldita sea! ¿Cómo se pueden dejar robar...?

Aún no entendía cómo, si se suponía que portaban algo tan sumamente importante, podían dejarlo al descubierto para que un maldito cuidador de caballo se hiciera con ello.

Sin embargo, cuando Demeon me dijo lo de Rodrig, mascullé aún más malhumorada.

—No me digas que se nos ha perdido uno —contesté—. No conozco a Eyvind más que tú, e imagino que si pudiera rastrear algo con magia, lo hubiera hecho ya con la Piedra Solar o como diablos se llame esa cosa.

Sigues el rastro del ladrón guiándote por la trayectoria que habías visto que tomaba hace unos minutos. Moverte a través del bosque en medio de la noche y seguirlo no es una tarea fácil ni mucho menos corta. Tenías que fijarte bien en lo que estabas haciendo si querías llegar a algún lado sin perderte en el camino. A pesar de que el ladrón se separó del campamento hace poco daba a parecer que se había puesto las patas de una liebre para escaparse del lugar, seguramente se trataba de alguien que había memorizado muy bien que camino elegir para perderse de miradas atentas como la tuya.

No todo estaba perdido, de igual modo. Sigues avanzando durante unos minutos y atraviesas un sotobosque que te lleva a un terreno más abierto. Donde en medio de un extenso claro de luna puedes ver un molino abandonado al lado de un río cuyos extremos se perdían en el bosque, tenía su hélice caída y derruida. Parte del tejado había desaparecido por completo como si una bestia enorme lo hubiese arrancado de cuajo. Jurarías haber visto una luz asomarse entre las ventanas del abandonado edificio.

Sigues avanzando hasta que tu vista vuelve a chocar con algo brillante que se encontraba frente a ti. No se trataba de una linterna esta vez si no de una trampa para osos abierta, habría sido una sorpresa desagradable si no hubieses sido lo suficientemente atento. Rodeas el cepo y te das cuenta de que estás realmente cerca del molino, por lo que mejor ser cuidadosos a partir de ahora ya que no hay lugar donde esconderse y tu figura se percibe más bajo la luz de la luna.

Al escuchar las malas noticias, Gael tornó el gesto frunciendo el ceño. Se levantó, estiró el cuello mientras escuchaba las órdenes y se dispuso a ayudar al resto para encontrar al ladrón lo antes posible. No es un explorador, no tenía muchas esperanzas de encontrar alguna pista, teniendo en cuenta las condiciones en las que tienen que trabajar, pero no estaba dispuesto a que nada ni nadie entorpeciera la marcha. 

El pansar tenía la impresión de que el místico sabía cuáles habían sido los últimos pasos del ladrón, así que lo siguió. Al momento encontró algo que podría ser un rastro. -¡Eh, Eyvind, creo que tengo algo!- 

Demeon miró con cierta sorpresa a Gael cuado alzó su voz para llamar la atención de Eyvind. Quizá había subestimado a aquel noble arrogante, ¿habría encontrado el rastro realmente? Compartió un mirada cómplice con Eilene y encaminó sus pasos a la extraña pareja que conformaban el caballero y el mago.

-¿Habéis encontrado en rastro? -trató de observar el suelo junto a sus botas- buen trabajo -admitió si reparos- quizá pueda ayudar. 

El viejo molino, muy astuto, y para alejar el frío había decidido encender fuego eso quería decir que él no le vería llegar; sin embargo Rodrig vería su silueta recortada contra la luz de la hoguera en cuanto se asomase. El cepo era la mejor alarma que podía tener, nadie que pisase eso podría aguantar las ganas de gritar de dolor, eso sino perdía la pierna en el proceso; lo rodea con cuidado ignorándolo. Ahora que se ha acerado más poco le importa que le vean, con la lanza armada para arrojarla si se asoma avanza con cuidado paso a paso a la espera de que el ladrón asome el hocico. Un lanzazo certero lo dejará fuera de juego rápidamente, luego ya habrá tiempo para sonsacarle lo que necesite saber.

El grupo empieza a seguir el rastro del ladrón, el cual los lleva inevitablemente al interior del bosque en dirección al sur. La única diferencia era que no tomarían el camino de regreso a El Fangal, si no que se adentrarían en la maleza en lo que seguían la senda de arbustos pisoteados y césped enlodazado.

Siguen avanzando durante unos minutos y atraviesan un sotobosque que los lleva a un terreno más abierto. Donde en medio de un extenso claro de luna se puede ver un molino abandonado al lado de un río cuyos extremos se perdían en el bosque, tenía su hélice caída y derruida. Parte del tejado había desaparecido por completo como si una bestia enorme lo hubiese arrancado de cuajo. Una sombra danzaba a través de una ventana donde la luz de una vela alumbraba. No solo eso, también habían hallado que Rodrig se encontraba cerca del molino y avanzaba con la lanza en mano listo para arrojarla... aunque por la altura a la que se encontraba la ventana poco podría lograr en estos momentos.

El veterano, sin embargo, no había sido prudente en avanzar a través del campo abierto sin protección alguna. Más temprano que tarde, un virote se habría clavado en el suelo cerca del que pisaban sus pies. Lo habían descubierto y también habrían visto al resto del grupo. ¡Había que correr y darle alcance de una buena vez!

Demeon corrió tanto como pudo echando mano ne la carrera de una flecha para su arco, que ya empuñaba como si de un amuleto se tratase. Necesitaba una posición adecuada si quería cubrir Rodig. Ese maldito molino estaba condenadamente lejos para un tiro certero. Sin embargo, tropezó con un leño caído en su carrera y perdió el paso de los demás. 

Tras las valoraciones de algún compañero, Gael intentó seguir el rastro a través del claro donde habían ido a parar. A lo lejos pudo ver al leñador, lanza en ristre, acercándose a lo que parece ser un viejo molino. Podía también intuir que alguien más se encontraba dentro de la derruida construcción y, viendo como Demeon se adelantaba, desenvainó su espada bastarda y... se olvidó de lo que estaba haciendo. -Uh oh...- Tras unos momentos de duda, esperando quizá la reacción de los otros compañeros, se dispuso a correr de la manera más sigilosa posible hacia el molino.

Gael corre guiando al resto del grupo hasta el molino y puede sentir como su bota se deja caer sobre un mecanismo de hierro. Un terrorífico chasquido se hace presente con un único «Click...» y de repente un dolor tremebundo recorre un camino desde su talón hasta la última terminación nerviosa de su cerebro. Un alarido de dolor despierta a los pájaros cercanos y les hace emprender vuelo lejos del lugar. El pansar había sido atrapado por una trampa para osos.
 

Ahí donde estaba, se hallaba a la merced de los disparos del ladrón que seguía arrojando virotes desde lo alto del molino. A menos que hiciera algo, o recibiese ayuda.

No solo los pájaros volaron lejos de donde estaban. Eyvind, con la antorcha en su mano y el bastón en el otro, antes de que se diera cuenta ya estaba corriendo en socorro del pansar para resolver su dolorosa errata, no estaba seguro de por qué pues la Piedra Solar estaba cerca y parte de si no quería dejar ir la oportunidad de recuperar su reliquia. 

Sin embargo, otra parte, tal vez más altruista, le hizo olvidarse de sus necesidades como Magi. Corrió veloz, sin cometer un error, con la antorcha iluminando atizó con fuerza el suelo al dejar caer su bastón y detenerse, jalando con fuerza hasta abrir las fauces de metal que se incrustaban en el pie de Gael.

Comprendiendo el mecanismo de la trampa y usando su fuerza, poco a poco liberó al hombre para a continuación revisar su mal estado.

El pansar, soltando el arma y apoyándose como puede en el mago, saca el pie del terrible mecanismo y con una sarta de improperios se sienta en el suelo.