Partida Rol por web

Ya no quedaba tiempo. El parloteo había terminado y la paciencia del no muerto llegaba a su fin. Las únicas opciones que tenía el Pansar eran permitirlo pasar o actuar lo más rápido posible e intentar cerrar la puerta para darles una oportunidad. 

La opción de dejar al resto del grupo a su suerte y marcharse solo al campamento, para nuevamente volver al Fangal, le revoloteó por un segundo pero... ¡¿ Qué coño iba a hacer allí?! ¿Morirse de frío, hambre y cuchilladas por un trozo de carne? 

Gael se apartó como para dejarlo pasar, aprovechando para situarse mejor hacia la entrada. - Está bien, adelante. - y justo cuando iba a actuar escuchó el silbido de la flecha y la voz del batidor. -¡Gracias a Prios! - . 

Apoyándose en la lanza y forzando todo su cuerpo, el Pansar se impulsó hacia dentro del molino y se apresuró a cerrar la puerta. - ¡Rápido, ayúdame a trancarla!

Cogí todos mapas y los guardé con cuidado. Ya teníamos lo que habíamos venido a buscar, pero... por desgracia, parecía que de nuevo teníamos problemas. Al observar por los ventanucos, vi al jinete y sus soldados amenazando con sus armas a nuestros compañeros. Fruncí ligeramente el ceño, antes de volver la mirada a mis compañeros.

—No saben de nosotros —dije, suavemente en un ligero susurro para no llamar la atención—. Si atacamos desde aquí arriba, crearemos la confusión entre ellos...

Por desgracia, no tenía armas a distancia... pero podía arrebatarle la ballesta al idiota de Keler. Y mis compañeros... bueno, esperaba que ellos tuvieran armas apropiadas para esto. Lástima que Demeon había decidido bajar...

No menos acostumbrado a la dureza en el habla, aunque incapaz de visionarse pronunciándolas, no baja de la sala. En su lugar observa como Rodrig habla con Demeon, frunciendo el ceño, entrecerrando sus ojos mielosos con un gesto suspicaz y escéptico.

Pero de inmediato su rostro cambia por el escándalo que sucede en el piso inferior, sorprendido y con un estupor tarda en lograr asomarse para analizar con la mirada esa escena. Apretando los dientes tuvo la sospecha de que podría ser premeditado, aunque el terror en los ojos de Keler sugerían que en realidad, esos bandidos no contaban con que estuvieran ellos aquí. 

Estaba de acuerdo con Eilene, acercándose a ella aunque no sin dedicar un vistazo por el rabillo del ojo a los otros dos hombres en esa planta. Frunció el ceño y una de sus cejas se arqueaba antes de hablar a la pelialbina.

— Tengo una "práctica" con la que atacar desde aquí arriba. —Musitó imitando el cuidado de Eilene— Puede que los asuste y a ustedes...

Quiso hacerlo evidente enseñando a la muchacha los tallados de su bastón que iban desde garabatos incomprensibles en una lengua con símbolos rúnicos hasta figuras abstractas, algunas más amorfas que otras. Fue obvio que hablaba acerca de esa maltejida hechicería.

Era una lastima que Demeon, el arquero no tuviera la posición elevada. Le asintió a Eilene su idea era buena, pero él podía hacer aún más para que el plan mejorase.-Yo tengo lo que quieren, les atraeré hacia mi y bloquearé la entrada. Le diré a Demeon que suba, un arquero aquí arriba nos vendrá muy bien, muchacha tal vez tú le des mejor uso a la ballesta que el propio Keler.-dicho lo cual bajó rápidamente, para colocarse de tal forma que pudiera cubrir la puerta. Una lancero en su posición tendría la ventaja sobre un enemigo muy numeroso que solo podía llegar a él por un embudo. La atención del No-muerto estaría sobre él y la piedra, así el hechicero tendría alguna opción.

Nada más llegar abajo busco con la vista a su compañero.-Demeon, tu arco arriba será mucho más letal que aquí. Yo me ocupo de la puerta.¿Donde esta nombrelargo?-aquel hombre parecía decidió a cubrirles a pesar de la abrumadora superioridad numérica.

Keler observa sorprendido como Rodrig reúne el coraje para bajar a encarar al nuevo enemigo. Abrazaba la ballesta con temor mientras que buscaba algún otro sitio donde esconderse.

—¡Hay que salir de aquí, hay que salir de aquí cuanto antes! ¿Cuantos son? —preguntó, reuniendo el suficiente coraje como para asomarse por el agujero... su semblante palideció—. ¡La madre que me parió, son demasiados! Prios nos ha abandonado, joder... ¿Cómo vamos a luchar contra tantos?

Se le iban cayendo los virotes mientras intentaba colocarlos sobre la ballesta. Claramente estaba lejos de hallarse en condiciones de pelear.

Apenas Rodrig baja las escaleras puede ver como Demeon se acariciaba la mejilla con la pluma de una flecha tensada. El tirador tenía un ojo cerrado y aspiró profundamente antes de disparar. La flecha salió volando rauda en dirección al hombre de los ropones y el impacto le hizo echar para atrás el hombro con un leve quejido. No demostró sorpresa alguna en su mirada, ni siquiera pareció expresar dolor ante el impacto... una advertencia silbó a través de sus caídos labios.

Gael no perdió el tiempo, y aprovechó la oportunidad para darse media vuelta y arrastrar los pies hasta el interior del molino. Fue lo suficientemente rápido para llegar y avisarle a Demeon que atrancaran la puerta. El pansar colocó la lanza de uno de los ladrones asesinados entre las barras de la puerta para asegurarla y Demeon se arrojó sobre ella para empujarla con su peso. Dos docenas de pies empezaron a trotar hacia la puerta en un acelerado torrente y golpes se podían escuchar del otro lado, cada vez con ruido más metálico.

Mientras cerraban la puerta, Gael echó un leve vistazo atrás - ¡Rodrig, maldito bastardo, me alegro de escuchar tu voz! Gracias Demeon... gracias. - El Pansar sabía que se había salvado de una buena. Por lo menos tendría unos minutos más para poder pensar en cómo salir de este berenjenal. - No disponemos de mucho tiempo. Esta puerta no aguantará más de unos segundos. Por ahora solo se me ocurre contenerlos en la puerta tú y yo con las lanzas - mirando al leñador - mientras los otros dirigen sus flechas desde arriba hacia ese jinete maldito.

—Debí ancitiparlo... —Dijo el caballero no-muerto, extenuado, mientras veía como la puerta se atrancaba y los bandidos intentaban futílmente empujarla—. En estos días que vivimos no puedes dejarle el trabajo a nadie... Tienes que hacerlo todo tú mismo.

Mal-Rogan entonces se había acercado al caballo, y retiró de una alforja grande un lúcero del alba cuya cabeza pinchuda relucía ante la luz de la luna. Se giró y se quitó la capa, dejándola caer sobre el suelo y revelando una armadura de mallas con remaches de acero oxidado colocados espontáneamente sobre el torso. Como un crudo gambesón que duró cien batallas y quizá alojó un par de muertes.

Echó a andar, y se rompió la flecha con un movimiento firme. Sin pausarse ni un momento. Se acercó a la puerta así tuviese que apartar a algún que otro bandido a base de empujones y arrojó un poderoso golpe de la maza. Astillas salieron volando en respuesta y la puerta se quejó con un crujido. Pronto, una docena de armas estaría golpeando la puerta hasta convertirla en acerrín y las cosas se torcerían para los viajeros.

—Esperaba más de ti, Pansar... me aseguraré de que tu muerte sea más valiosa que tu vida —sentenció el jinete fallecido—. No puedo decir lo mismo de la calaña que te cuída las espaldas, me temo... ¡Escudos listos!

Dos de los miembros de la banda del no-muerto se retiraron los escudos de las espaldas y se apresuraron a ponerse a su lado. En caso de que recibieran un ataque por encima, sería muy difícil que se viera afectado.

Solo era cuestión de tiempo para que se abrieran paso a golpes y se iniciara un intrincado combate en aquel reducido espacio. Como en una ratonera, estaban encerrados y había que buscar opciones a cada segundo que pasaba, o prepararse para el embate con la frente y el acero en alto.

Demeon apretaba su cuerpo contra la maltrecha puerta. Las astillas saltaban de entre los tablones en cada embestida de la maza del terrible caballero nomuerto. Esa cosa no se había inmutado cuando le había emplumado el hombro. Ni un gesto de dolor, nada. Estaba claro que con sus armas mundanas no saldrían bien parados de esta. Necesitaban a Eyvind y su piedra mágica, quizá él pudiera hacer mella en el monstruo. Cuando Rodrig y Gael le tomaron el relevo con la puerta y propusieron buscar una posición elevada subió las escaleras del molino a la carrera. Avisaría al mago y les cubriría desde arriba de la mejor forma posible. Quizá no pudiera tocar al monstruo, pero el resto de bandidos no tendrían esa suerte.

—No puedo...—Su voz tartamudeo por unos duraderos segundos y no fue hasta una tendida ronda de golpes y quejidos violentos que pudo reaccionar—. ¡Echaré en ascuas a los bandidos y a su señor, muévanse de la puerta! 

Eyvind parecía victima de un estupor desesperante mientras esperaba a reunir tanto las fuerzas como la posición necesaria para preparar el hechizo. No le importaba lo que ocurriese una vez haya levantado una línea de fuego entre ellos y sus enemigos, el riesgo a que un anillo de fuego los encerrara en un molino que se echaba abajo era mejor al de embarcarse a un combate superados doce a uno.

La respiración del mago era intranquila y su cabeza le mareaba dando vueltas en dirección a un acantilado para brincar a una crisis de estrés, debía concentrarse pero era un ser de carne y hueso, a diferencia del Señor de los bandidos, cuya mera presencia había trastocado la oportunidad del magi a defenderse. Había cometido un error.

Una luz rojiza iluminó el cielo nocturno en su descenso hacia la aglomeración de bandidos que troceaban sin piedad la puerta. Los que se encontraban en el piso inferior pudieron sentir una repentina ola de calor y un sonido de combustión que chocaba con el suelo del otro lado de la puerta. Un alarido de dolor pudo escucharse, y el entrechocar de las armas que caían al suelo cuando uno de los bandidos fue alcanzado por un torrente de fuego que se apoderó de él, quemando cabello, ropa y piel. Eyvind y Eilene pueden fijarse como el hombre se arroja al suelo y empieza a girar para apagar las llamas entre pataleos. Los demás siguen golpeando la puerta y empezando a rodear el edificio. Indiferentes a la suerte de su compañero.

Ver el fuego quemar al hombre hizo que sintiera un mórbido deseo pirómano de ver a todos arder. Quizás fue por eso que miré a Eyvind apremiándole para que siguiera lanzando aquel extraño hechizo. Parecía que, después de todo, Eyvind era más de lo que parecía a simple vista...

—Tú, dame eso —dije después, arrebatándole bruscamente la ballesta al cobardica de Keler.

Recogí algunos virotes del suelo y cargué la ballesta lo más aprisa que pude. Luego, si aún me daba tiempo, me asomé ligeramente por el ventanuco y disparé al desgraciado que había recibido el hechizo de Eyvind antes de que apagara del todo las llamas. Finalmente, volvería a esconderme tras el ventanal y me dispondría a volver a recargar la ballesta.

El muro de escudos alrededor del no-muerto sería más difícil de atravesar, pero con fortuna podría causar alguna baja en el siguiente ataque o... tal vez, retrasar lo evidente.

El pobre diablo que se quemaba vivo a causa de Eyvind se sacudía en el suelo mientras que sus compañeros atacaban la puerta. Por alguna extraña razón, aquel fuego mágico era más difícil de apagar que las llamas naturales... el poder de Eyvind era tan misterioso como palpable en aquellos momentos. Eilene se apresuró a quitarle la ballesta de las manos a Keler, y el cobarde ladrón no pudo evitar dársela aunque quisiera negarse. Lo que menos quería era estar indefenso cuando la hueste de Mal-Rogan entrase. Maldijo en voz alta cuando la muchacha se alejó para darle un mejor uso al arma.

Tras recoger unos virotes del suelo y asomarse otra vez, buscar un blanco fácil no iba a ser tarea difícil desde allí arriba. Por lo que la forajida solo necesito de unos instantes antes de disparar un virote mortal debajo de su mandíbula, apuntillandola de repente. El hombre pareció gritar pero no podía abrir la boca... para finalmente empezar a sacudirse entre espasmos en el suelo hasta no hacerlo más.

Un criminal menos del que preocuparse, solo quedaban una docena.

Demeon llegó al piso de arriba apresuradamante. Sin apenas detenerse para mirar a Keler en un rincón se situó junto a una de las hoquedades de la pared.

-No se que has hecho Eyvind, pero sigue haciéndolo. El líder es un caballero nomuerto. Busca la Piedra Solar. Las armas normales no le hacen gran cosa. Te necesitan abajo. La puerta del molino no tardará en ceder. Con suerte te compraremos algo de tiempo para que puedas prepararte, magi -Asintió con complicidad a la ladrona.

Sin decir más preparó otra flecha y se asomó en busca de un blanco. Tensó y disparó alojando otra pluma entre el muro de escudos.

Con la velocidad de un lince y la discresión de un susurro Demeon ascendió por las escaleras para asomarse a través del agujero en la pared donde Eyvind y Eilene reducían a sus perseguidores desde lo alto. No pudo evitar darse cuenta de que el aire allá arriba estaba cargado con un extraño olor a ozóno cortesía del recién descubierto místico.

Tiró de la cuerda y la soltó en un rápido movimiento. Como si el arco fuese una parte más de su cuerpo y la flecha un viejo amigo del cual se despedía por ahora. No sin haber hallado antes un hueco en el muro de escudos donde pudiera provocar daño. La saeta se convirtió en un oscuro borrón en el aire y su blanco provocó un gorgoteante gemido antes de desplomarse dejando caer el escudo sobre su cuerpo. Más temprano que tarde, alguien lo reemplazó pasando sobre él.

Mal-Rogan levantó la mirada bajo el tulgurio, interrumpiendo su destrucción para ordenarle a sus subordinados que hallaran una forma de eliminar a los que se hallaban arriba. Los bandidos se echaron hacia atrás con una zancada, y mientras que uno descolgaba de su espalda un arco para apuntar los demás se retiraban de los cinturones unos ganchos en cuerda que hicieron girar varias veces hasta lanzarlos con gran precisión al agujero de donde les disparaban los tres tiradores. Empezaron a correr y con un salto iniciaron su ascenso. Cubiertos por sus propios arqueros, no tardaron en acortar distancias con los defensores del molino. Una de las flechas rebotó sobre la pared quizá demasiado cerca de la forajida, piadoso sea Prios. Ahora tendrían que detener el ascenso de los ladrones antes de poder seguir descargando fuego sobre los que pronto destruirían la puerta.

Mientras tanto, unos metros abajo, la luz de luna se empezaba a asomar por los agujeros de la maltrecha puerta. Una orden del no muerto bastó para que empezaran a patearla, con cada sacudida estaba más cerca de caer.

Se había acabado el tiempo.

Rodrig dio gracias a los Dioses de que sus enemigos no llevasen hachas, de haber sido así ya estarían dentro, pero las recias puertas del molino todavía aguantar los golpes de una espada y alguna que otra patada. De todos modos algo de ayuda no les iría mal. Sonrió para si con una perversa mueca, el viejo zorro estaba preparado y cuando apareció un agujero en la puerta aprovechó para desencadenar varios lancen cortos y secos a través de la cobertura. Ahora si los enemigos se acercaban corrían el riesgo de ser atravesados por un rápido lanzazo que aparecía y desaparecía en mitad de la noche a toda velocidad.

El veterano no parecía molestarse en apuntar, con doce personas frente a una puerta a alguien le daría, más se concentraba en la velocidad del movimiento para que ese fuera imperceptible. El factor sorpresa se acabaría tras los primeros lances y a medida que fueran cayendo ya no le resultaría tan fácil, sin embargo eso sería un problema del mañana, no del ahora.

Mientras se concentraba en la puerta sin dejar de mirarla le indicó algo a Gael.- Mueve esos fardos de baja contra la puerta, bloquea solo media altura. Luego empieza a apuntalarlos con los restos de madera que encuentres.-su voz era casi como una orden imperiosa, pero no había desde en ella tan solo echos. Si lograban estar Gael sabía que estaba condenado, pues su herida le impediría huir.

Estaba claro que el tipo que tenía al lado no era un campesino vulgar. Se notaba que estaba curtido en estas lides. De alguna forma Gael se alegró de tener al veterano aquí, tan resolutivo en estos momentos en los que cualquier otro estaría muerto de pavor. De alguna forma u otra todos eran unos supervivientes. En otro momento, en otras circunstancias, es posible que le invitara a una bebida y e intentara rascar sobre su pasado. Pero no era este el momento de charlar. Ya había intercambiado demasiadas palabras vanas con el no muerto. Con la lanza del leñador persuadiendo a los bandidos de alejarse de la puerta, el Pansar aprovechó para colocar esos fardos y buscar algo mas para apuntalar las defensas. Aguanta, que coloco esta viga oxidada. Hecho esto, respiró hondo y se preparó a un lado de la puerta con el espadón en alto, a la espera de una brecha mayor que le permitiera usar su arma.

Demeon buscaba desesperadamente una flecha de entre su carcaj para volver a apuntar a su enemigos.

-Eilene, las cuerdas, corta las cuerdas. Eyvind, abajo necesitan de tus poderes. Esa cosa va a entrar en cualquier momento. ¿Quizá puedas usar la Piedra Solar sobre él?

Maldición, los bandidos eran rápidos como liebres.

Rodrig mueve la lanza agilmente a través de los agujeros que se iban creando en la puerta. El leñador demostraba una habilidad inusitada a la hora de atacar que solo se podría ver en un veterano de los ejércitos de Alberetor. Quien sabrá a donde se dirigía la punta de la lanza una vez atravesaba la puerta, pero ahí donde impactaba dolor causaba. La sangre en su cabeza metálica eran la prueba de ello. Esto dio suficiente tiempo a Gael como para apresurarse a reforzar la castigada puerta con los tablones caídos del suelo superior del molino. Una cruda operación bastó para atrancar un poco más el portal, una plegaria a Prios no estaría nada mal en un momento como este.