Partida Rol por web

Si Prios escuchó vuestras plegarias, no pareció demostrarlo. La puerta se sacudió fuertemente con un golpe del exterior y produjo un chirriante sonido que desplomaba corazones. Había cedido. Una segunda patada acorazada bastó para derribarla por completo. Del otro lado del portal; Mal-Rogan esperaba con la maza reposando sobre un hombro parchado en metal. Cinco bandidos acompañándole de pie y uno derribado en el suelo...

—Trocead al campesino, el Pansar podría sernos útil en la no-vida —dijo como quien manda a matar a un perro, su mirada de brillante color verde se posó sobre Gael y una sensación de malestar invadió de repente al empobrecido noble—. Que sea rápido, todavía tenemos problemas en el piso superior.

Una opresiva sensación se posó sobre Gael como una pesada roca en sus hombros. El Pansar sin dudas había sido víctima de un hechizo... Los bandidos empiezan a entrar al interior del edificio como intentando rodear al par. En torrente y sin dar cuartel alguno.

La carnicería había comenzado.

Que grande era su fortuna, el no-muerto le subestimaba y aquello al menos le daba un ápice de ventaja. La lanza presta de Rodrig se afianzó en sus manos, aunque hubieran tumbado la puerta los resto de la misma y las balas de paja que había mandado colocar a Gael entorpecían el avance de los bandidos. Con una paso hacia delante Rodrig decidió colocarse de tal manera que solo pudieran pasar de a uno, creando un embudo entre ellos y su posición. Tal vez junto con el Pansar pudieran detenerlos el tiempo suficiente.

El primer bandido que entró a matar al perro descubrió que este tenía los dientes afilados. Con la rapidez de una serpiente Rodrig encajó la lanza en el muslo del rival cuando este trataba de sortear las balas de paja allí apiladas. Gracias a un hábil giro de muñeca roscó la cabeza del arma al hacerla salir de la herida provocando que esta se ensanchara sangrando de forma más profusa para detrimento del atacante. Mientras el bandido trataba de seguir avanzando lo ensartó de nuevo, esta vez en el bajo vientre, provocando un húmedo sonido al sacar la lanza de entre las tripas de aquel pobre desgraciado.-¡Vamos nombrelargo, vendamos caras nuestras vidas!-la mirada fulminante de Mal-Rogan se había posado sobre el Pansar, y aquello no presagiaba nada bueno. Con su improvisada arenga el leñador pretendía tantear cuan profundo era el daño causado en el alma de Gael, para saber si todavía estaba de su lado o era el próximo blanco a batir. Al final el cepo iba a convertirse en el más valioso de sus aliados si las cosas seguían así.

Mientras la batalla enardecía los corazones de los luchadores en el piso inferior del Molino. Arriba, a salvo excepto de las flechas más certeras, se encontraba Eyvind, con la mirada más bien perdida y su cuerpo flaqueante como hubiera estado corriendo una milla. Evidentemente el combate no era el mundo de un blandengue erudito de la Ordo, podrían pensar algunos. 

Pero, afortunadamente, es en el fragor de la batalla donde los músculos se agarrotan con fuerza, la sangre hierve y se despierta la cólera de la voluntad de Prios en los hombres. El estrambótico hombre si bien no andaba boyante, había remplazado su aspecto lánguido por uno dotado de un aura de lozanía y vigor.

Fue por esto que apenas Daemeon habló con Eyvind que este descendió al piso inferior, con gran tensón alcanzó el ojo de la tormenta de la turba que invadía el Molinillo. Con dos gritos, advirtió de su presencia en el combate que se prendía, el primero fue un hechizo. 

— ¡Cataracta Sulphuris! —. En un segundo, una brasa levitaba pacífica en la cabeza de su bastón, y en un instante, el fuego se extendía con violencia hacia adelante como un tornado ígneo por encima del yelmo del caballero no muerto. A continuación claramente se dirigió a Rodrig. — ¡La Piedra Solar!

Un chorro de llamas salió disparado de la cabeza del bastón tallado del místico. Inundando la sala con una ola de color que hacía doler los ojos y proteger las cabezas. Las paredes adquirieron un tono anaranjado por el color del fuego que volaba hacia Mal-Rogan con furiosa velocidad. El caballero no muerto fue bañado en fuego mágico; intentó cubrirse con los brazos mientras gruñía sonoramente, pero era inútil, el infierno se había desatado sobre él.

El jinete caído arrojó una mirada furtiva a Eyvind mientras que se acercaba a paso lento. Los ropajes bajo su armadura se quemaban y caían. Y parte de la carne de su rostro se había calcinado.

—No sabía que contaban con un místico. ¿Y el campesino es el que tiene la Piedra? Esto es casi placentero... —Dijo, tanteando el peso de su maza mientras caminaba—. El mago es mío. Matad al portador de la Piedra y traiganla... ¡Ahora!

No hacía falta que no que el batidor me diera la orden antes de que, soltando la ballesta y alcanzando mi daga, me dispusiera lo más aprisa que podía a cortar las cuerdas. La caída sería grande, y con suerte, todos los pobres desgraciados que estaban trepando por las cuerdas que me diera tiempo a cortar se romperían el cráneo contra el suelo.

—¡Haz algo útil con tu vida y ayuda un poco! —le grité al idiota de Keler, sin cesar en mi acción—. ¡Quita los ganchos con tus propias manos si hace falta, imbécil!

Si de verdad aquel hombre quería sobrevivir, más le valía tener un poquito de sangre e intentar ayudar o... me encargaría de cortarle el cuello en cuanto todo esto hubiese terminado; si no acabábamos todos muertos, claro.

Por otro lado, un destello de fuego proveniente del piso inferior iluminó la sala de arriba momentáneamente. ¿Qué diablos estaría pasando? ¿Habría sido de nuevo Eyvind?

La cuerda se corta y cae flácida en el aire junto con el hombre que transportaba. Arrojaba manotazos al aire mientras caía y al chocar contra el suelo rebotó y quedó tendido. Una mancha rojiza empezaba a abarcar más y más espacio alrededor de su cabeza. Aquel sujeto había muerto.

Todavía quedaban otros dos más que escalaban por su parte en dirección a los solitarios Demeon y Eilene. Un cobarde Keler se alejaba acobardado del agujero en la pared para evitar que una saeta le atravesase el rostro. Tal vez la forajida necesitó un poquito más de tacto...

La fugaz mirada del no-muerto heló al Pansar por dentro. Gael notó como si un peso descomunal e invisible se posara sobre su alma. No recordaba haber tenido nunca una experiencia tan desconcertante.
Los bandidos habían entrado. El leñador estaba luchando como un titán y gritaba clamando ayuda. El resultado de la lucha por sus vidas se estaba precipitando con celeridad, y él no era capaz de levantar su espada. Esos pocos segundos le estaban pareciendo una jodida eternidad.

El heredero de la casa Bedlam cerró los ojos por unos instantes e intentó concentrarse. Respiró hondo y tras levantar la pierna herida descargó un pisotón como si estuviera intentando acabar con una alimaña. El dolor le devolvió a la realidad.

-¡Maldita sea, déjate de juegos y ven a por mí, Mal-Rogan! - dijo con los ojos inyectados en sangre, al tiempo que impactaba al bandido más cercano.

El leñador asintió con aprobación ante el valor del pansar, tal vez un poco alocado, pero un error típico de la edad. Con el respiro que le daba su incorporación a la lucha Rodrig puedo retroceder un paso atrás justo tras el segundo lance para descolgarse el zurrón que contenía la piedra y lanzarlo al piso de arriba.-¡Muchacha dale esto al hechicero!Y vigila que no vuelva a perder sus enaguas de nuevo. ¡Tiene él más de damisela en apuros que tú!jajajajaja-ahora entendía por que Argasto había contratado al desarrapado del bastón, aunque no era muy inteligente para ser un hechicero era lo único que tenían a mano contra la maligna presencia de Mal-Rogan.

Demeon retrocedió un par de pasos mientras ponía la siguiente flecha en en arco. Iban a entrar, estaba claro, pero se aseguraría de que tuvieran un buen recibimiento. A cubierto de las flechas de arquero en el exterior apunto a la obertura hasta ver aparecer a uno de los bandidos. Entonces soltó su dardo, pero el artero bandido amagó su entrada y la flecha se perdió por la hoquedad. Con un mohín, Demeon dejó caer a un lado arco y desenfundó la espada.

Un rápido intercambio de disparos se produce desde afuera y en lo alto del molino. Mientras que Demeon no logra darle al bandido que los acosa desde lo lejos, la oscuridad de la noche invoca una flecha enemiga que pasa un poco demasiado cerca de la sien de Eilene. Las cosas estaban a punto de complicarse para el par, ya que los bandidos habrían terminado su escalada y, con un rápido movimiento, ya tenían sus armas empuñadas y no dudaron en atacar. Eilene todavía desarmada logra esquivar con pericia un tajo de cimitarra que pudo abrirle el cuello en canal mientras que Demeon, quien había anticipado la llegada del enemigo, logró bloquear todos los golpes del enemigo con su propia espada. Una de las cuerdas por las que habían ascendido los bandidos se tensó y empezó a moverse, el arquero no parecía dispuesto a perderse la acción. 

Mientras tanto...

Un tajo de la espada hace retroceder a Rodrig con un traspiés. La armadura del veterano guerrero chilló con un ruido metálico y anillas cayeron al suelo en consecuencia por el ataque. A pesar de esto, no parecía haber recibido más daño que el simple y agotador golpe. Los bandidos parecían especialmente enfocados en superarlo y derrotarlo, obedientes a su señor de ultratumba. Esquivaba ataques de lanza y golpes de espada que podían quitarle la vida con la velocidad de un lince... ¿Pero cuanto duraría la energía de Rodrig en este baile frenético?

Gael, por otro lado, bloqueaba y evadía con agilidad los ataques de su único rival con increíble facilidad. Era como si los bandidos se encontrasen adormecidos y sus golpes fueran fáciles de predecir. El pansar no tuvo piedad con ellos por ese error, y castigó a su enemigo con un aplastante tajo descendente que se hundió en su hombro. Bastó con una patada para dejarlo en el suelo, con la vida escapándose por el aliento. Rodrig imitó el ejemplo y empezó a arrojar golpes de lanza a todas las direcciones como un lobo acorralado, el desgraciado que tuvo la desdicha de probar su lanza fue alcanzado por un certero golpe que le hizo perder el equilibrio y caer para luego ser ejecutado con una lanza clavada en el vientre.

Las tornas parecían cambiar a favor de los viajeros, no se permitirían caer sin dar batalla. Pero el verdadero peligro acechaba fuera, y se preparaba para irrumpir. Rodrig se dio cuenta de esto y, sin pensarlo dos veces, arrojó el zurrón brillante por los aires... Eyvind con un rápido movimiento de la mano pudo atraparlo. La Piedra Solar había vuelto a las manos del místico.

El caballero no muerto estaba harto de esperar, sabía que sus seguidores pronto perecerían si no tomaba cartas en el asunto y esto provocaba un desagrado palpable en el quemado y podrido rostro del guerrero. Si pudiera respirar, tendría el suspiro más largo de su vida. Blandió su maza e inició su marcha con paso firme y lento. Miraba fijamente a Gael, con aquellos brillantes ojos verdes que le acosaban incluso cuando el pansar cerraba los suyos para parpadear. Aún en el calor de la batalla, todavía estaba tejiendo maldiciones sobre el noble.

—Prepárate para el final, Gael Bedlam. Te maldigo por siempre en vida, así como te bendeciré para siempre en la muerte.

Y con esas palabras, levantó su lucero del alba y lo dejó caer con desmedida fuerza sobre el pansar. Gael intentó bloquear el ataque pero la fuerza del caballero no muerto era arrolladora como la de un oso. El impacto fue bestial, y una seria herida nació en algún lugar bajo la armadura del guerrero.

Tenían que devolver el golpe, o morir.

El mago finalmente había recuperado la Piedra Solar, al menos por ahora. Al abrazarla en vuelo, sujetándola con fuerza, se quedó algo embobado cuando volvió a sentir el calor en su piel entumecida, invitando a sus músculos agarrotados a descansar, pero no había tiempo para eso. Las palabras del caballero no muerto alertaron de nuevo al erudito.

Con hastío levantó el bigote de sus morros para presenciar el brutal ataque al pansar, un miedo intrínseco le hizo moverse un par de pasos hacia atrás. Eyvind estaba a salvo, aunque había recuperado su valorada reliquia mágica, continuaba en medio de una cruda batalla contra la banda criminal y su amo, y fue por esto que con duda, aunque avezado, entrelazó los dedos abriendo las palmas.

—¡Cataracta Sulphuris!—De la unión de sus palmas una vorágine de ascuas giraron con violencia hasta convertirse paulatinamente en un violento torbellino de fuego que atravesó la sala como un misil contra la cabeza de la serpiente, Mael-Rogan.

Al momento después, tomó la Piedra Solar, observandola unos escazos segundos.

Era momento de luchar en la distancia corta. Tan corta que por poco me quedo sin cuello a la primera de cambios. Por fortuna, mis reflejos era ágiles y aquel desgraciado tendría que hacerlo mejor si de verdad quería acertar. 

—Buen intento —dije, esbozando media sonrisa—. Ahora me toca a mí... 

No di tiempo a que aquel hombre pudiera contestar antes de propinarle, o al menos esa era mi intención, una patada en... bueno, digamos que las partes más débiles del hombre. Luego saqué mi daga y me preparé para rebanarle el cuello a él. 

Tú lo has intentado, pero... yo pienso hacerlo. 

Demeon blandía la espada torpemente en comparación con el arco, pero la longitud de la hoja le proporcionaba cierta seguridad. Retrocedía un paso aquí a y avanzaba otro allá bailando con el malencarado bandido que la había tocado en suerte. Era una danza silenciosa por su parte, consiente de que cualquier error podía ser el último. Cuando vio el hueco en la defensa del malhechor acometió, pero su espada erró el blanco por unos centímetros. Maldijo para si. Esperaba que abajo les fuera mejor.

Demeon arrojó una estocada al bandido que le atosigaba, y la espada mordió poco más que su ropa. Su rival contraatacó con un golpe de revés que bloqueó por los pelos antes de trabarse en un forcejeo de espadas donde el primero que actuase definiría al vencedor del combate. Eilene distaba de la esgrima y prefería pelear como las callejuelas le habían enseñado, un rápido puntapie bastó para hacer que el arma de su enemigo cayera al suelo y sus manos se dirigiesen a su entrepierna. Mientras que intentaba recoger su espada la forajida intentó realizar un segundo ataque, pero el ataque fue bloqueado por una mano que apareció de la nada. Era el tirador que, con el arco en su espalda y una daga en mano, hizo presa de la muñeca de Eilene y le lanzó un tajo que le podría haber dejado ciega de por vida de no ser por los reflejos de la muchacha.

Claramente estaba en desventaja numérica y como Demeon no se apresurase a despachar a su contrincante pocas esperanzas le quedarían a su compañera.

Mientras tanto...

El piso inferior estaba iluminado por una poderosa luz blanca, el contacto del místico con la Piedra Solar había parecido iniciar una especie de vínculo entre él y su artefacto. Un millar de visiones se clavaron en su mente como aguijones como recuerdos implantados a la fuerza: veía edificios quemándose, siluetas prendidas en llamas correteando y un grupo de encapuchados dándole una puñalada indolora e invisible. Cuando el místico volvió a si mismo la piedra descansaba sobre su mano y los glifos tallados en ella brillaban con una reluciente luz anaranjada.

Mal-Rogan observó horrorizado como el hechicero se vinculaba con el artefacto. Y levantó una enguantada mano chamuscada. Se podía notar que el no muerto había resultado gravemente herido por el despliegue de poderío de Eyvind. Su orden sonó como un ladrido "había que llegar al mago". Los bandidos obedecieron su orden sin rechistar e intentaron abrirse paso hasta el místico, pero fueron detenidos por Rodrig y Gael.

Mientras que Gael forzaba al máximo sus músculos para defender al mago, Rodrig fue alcanzado por otro golpe cuyo daño fue mitigado por la armadura casi en su totalidad. Más anillas volaban y la armadura se empezaba a estropear. Poco más duraría aquellos trotes.

El combate estaba avanzando mejor de los esperado, aquellos rufianes estaban cayendo como moscar. El último en entrar había descargado un buen golpe contra su hombro, con el poco espacio que tenía para maniobrar Rodrig solo pudo echarse levemente a un lago dejando que la mayor parte del filo del arma resbalase sobre su loriga de mallas. Aún y así le saldría un buen moratón solo por lo tremendo del golpetazo.

Como un resorte doblo la cintura para inventar en un revés meter el mástil de la lanza entre las piernas de su adversario derribándolo así para después apuntillarlo, pero aquel ladrón demostró ser más rápido que el lancero. Saltando hacia atrás para evitar el derribo, sin embargo cuando Rodrig dejó de estar presionado por su enemigo cruzó los codos sobre el pecho cambiando de dirección la punta de la lanza para descargar un tenaz lance cruzado contra el costado del adversario de Gael. El cual demasiado enfrascado en su combate con el pansar ni siquiera vio venir el golpe, esperaba que al atraer su atención su compañero pudiera llegar hasta Mal-Rogan visto las ganas que se tenían, o sencillamente ganarle el costado a su adversario.

Los bandidos estaban entrando, el Pansar y el leñador los estaban conteniendo como podían mientras el magi descargaba ondas de fuego desde atrás.

Con el brutal tajo infligido al bandido, el noble se sintió renovado. Pero el peligro real estaba por entrar realmente en escena. En un abrir y cerrar de ojos el demacrado líder recorrió una distancia imposible y ya estaba así lado. Levantó su maza de armas como si de un alfiler se tratara y la dejó caer sobre el torso del Pansar. Sin tiempo para reaccionar, Gael resistió con dificultad el embate. De no ser por la armadura, le habría destrozado toda la caja torácica.

El Pansar reculó unos pasos por la inercia del golpe, hincó una rodilla al suelo e intentó coger aire rápidamente.

Cuando el habilidoso Rodrig terminó con la vida del bandido del suelo, Gael asintió como sabiendo lo que el leñador quería de él. Tampoco tenía ya muchas opciones. No le quedaba tiempo ni fuerzas. Matar o morir.

El Pansar clavó nuevamente la mirada sobre el no-muerto, levantó el espadón para tratar de devolverle el golpe, pero sólo fue capaz de hacer que retrocediera un poco para esquivar el ataque. Mal-Rogan era demasiado rápido.

Con la boca ensangrentada, ladeó una sonrisa - Maldíceme lo que quieras, pero no tendrás tiempo de bendecirme en la otra vida. Según veo lo que te cuesta esquivar es la energía del hechicero, ¿Eh? Ven e intenta acabar conmigo rápido, o terminará por quemarte la calavera. -

Reponiéndose con dificultad, apretó los dientes y se preparó para la nueva embestida del no-muerto.