Partida Rol por web

-"¿Cómo era posible aquello?¿Me encontraba acaso en el mismo infierno?"
Llegué a Venecia para empezar de nuevo....planificar mi venganza.....ganar tiempo a mi pasado....y ahora.....estaba aquí. Encerrado como un animal salvaje, malherido, desangrado, al borde de la muerte. Con una sensación extraña de odio, hambre y sed......de venganza mucho más intensa, pero también había un olor que me excitaba como antes no hay sentido....olido.
-"¿En qué me habían convertido estos locos humanos, estas bestias, estos caníbales?¿De qué estaban hablando? ¿Acaso tenía yo algo que ver con sus guerras, con sus disputas y qué había querido decir esa arpía con que no era digno de su sangre? ¿Sabía ella quién era yo realmente? NO. Sólo podía suponer cosas...."
Los gritos, ruidos a mi alrededor se hacían más intensos. Estaba siendo atacado el lugar donde me encontraba. Era increíble, pues recordaba al entrar sus magníficas defensas. Las fuerzas enemigas debían ser muy poderosas para hacer huir a nuestros malditos anfitriones.
-"Malditos bastardos....Maldita bruja."
Mi antiguo mentor me enseñó a mantener la calma en momentos así. A sacar ventaja de las situaciones más adversas. Y eso es lo que haría ahora. Asimilar mis nuevas sensaciones....mi nueva condición....porque sabía que algo en mi interior había cambiado.....pues ese olor me excitaba....ese olor pertenecía a la sangre.

La criatura que fuera Giuliano levantó la cabeza, olisqueando el aire como un sabueso de caza. Hasta él llegaban claros los gritos y alaridos de la lucha en las murallas. Y otra cosa... Un aroma perturbador y a la vez enardecedor penetraba en su ser sin usar las puertas de los sentidos para ello. No lo olía ni lo escuchaba; tampoco lo saboreaba ni podía percibir su roce. No era capaz de verlo. Pero de alguna manera, esa señal conseguía llegar y empapaba su alma, tirando de él hacia las puertas que bajaban al patio de armas.

Dio un par de pasos, irguiéndose en toda su estatura —que no era mucha después de que su columna vertebral se hubiera retorcido como una escalera de caracol—, para acercarse al exquisitamente tallado portal por el que habían penetrado al lujoso salón. Cuando su mano ya se alzaba presta a agarrar el pomo, uno de sus pies pisó una baldosa cubierta de sangre. El charco carmesí era viscoso, cerca ya de coagularse, y su espartano calzado emitió un húmedo sonido de succión al volver a alzarse. La deforme bestia que se escondía bajo el hábito de franciscano bajó la mirada y la clavó en el rojo espejo que su pie había profanado.

Y el aroma le envolvió. Más fuerte y más irresistible que segundos antes. El aroma de la sangre y de la necesidad inexorable. El ansia atroz de derramar la vida y beberla como néctar, deleitándose en cada gota y en cada mordisco.

Una mano que parecía más una garra se lanzó contra el cuerpo inerte del músico que yacía a pocos pasos. Su instrumento, un clarión de bronce, descansaba bajo uno de sus hombros, abollado y retorcido cuando su propietario cayó sobre él. El engendro se agachó cubriendo al yaciente con los frondosos pliegues de su sotana. El abrazo duró apenas unos instantes. Las piernas del músico estallaron en espasmos durante este lapso, pero tras unos someros segundos dejaron de menearse. El antiguo sacerdote alzó el rostro cubierto de sangre, con la mirada perdida.

—Más... —musitó con un gruñido apenas audible.

Sin más dilación, atravesó la estancia en dirección a un pequeño grupo de sirvientes que se apiñaba en una esquina. Los hombres temblaban de pies a cabeza, pálidos como la cera de las velas que iluminaban el salón; las mujeres, apenas unas muchachas, lloraban y pedían una clemencia que no iban a encontrar. El monstruo que un día fuera seguidor de las enseñanzas de San Francisco saltó entre los indefensos y atemorizados siervos como un lobo entre un rebaño de corderos.

Salpicó la sangre. Se rasgaron las gargantas. Y la vida abandonó a dos de los desafortunados lacayos.

Saciado su hambre, el Hambre, la criatura quedó arrodillada junto al desmadejado cuerpo de su segunda víctima, mientras la sangre aún fluía por su mentón para derramarse sobre el pecho. Con la mirada clavada en la bóveda que hacía de techo a la amplia estancia, aquella parodia de hombre suspiró extasiado.

— ¿Es esto lo que querías...? —Su pregunta parecía dirigida a la enorme lámpara que colgaba del centro del abovedado techo—. ¿De verdad merecía esto...? Me has convertido en un demonio...

El amorfo ser hizo descender sus ojos para contemplar su obra. Se detuvo a observar detenidamente sus manos manchadas de carmesí. Se rozó el rostro con la punta de los dedos, acariciando después la cara de la muchacha a la que había desangrado hasta la muerte.

— ¿Por qué...? ¿Cuál ha sido mi pecado...? —continuó mientras intentaba sin éxito volver a reconstruir el peinado de la moza, convertido en una maraña de pelo desordenado y cubierto de cuajarones de sangre coagulada— He presenciado a hombres viles y mujeres blasfemas vivir entre la opulencia y la despreocupación. He visto a nobles matar a un plebeyo por una mala mirada o simplemente por capricho, para después regresar a sus castillos y sus palacios a reír entre copas de cristal y vajillas de plata. —La voz de la criatura iba aumentando de volumen hasta casi convertirse en un aullido de rabia—. ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué yo merezco tal castigo!? ME HAS CONVERTIDO EN UN HIJO DE SATÁN, UN MONSTRUO ASESINO. ¿¡ES ESO LO QUE QUIERES!? —bramó con el puño alzado.

El antiguo franciscano se puso en pie de golpe, paseando una mirada cargada de odio y resentimiento por todo el salón.

—Eso es lo que tendrás... —masculló con un gruñido.

 " Señorita Mariana, caballeros, les pido por favor que acepten pronto que no podemos huir de la ratonera donde nos han dejado esos demonios del señor Giovani y que tampoco podemos hacer frente a esos dichosos fundadores de los que el señor Giovanni y sus aliados huyen, menos en el estado en el que nos encontramos. 

        Mientras que les expresaba su idea a los demás la neonata vampiresa trató de tranquilizarse a pesar del hambre incremental que sentía a pesar de haber comido un momento antes, asearse de la sangre de ella misma y mostrar la mejor apariencia posible 

La mujer se levanta mareada y tapando su desnudes (realmente se sentía muy avergonzada por  demostrar sus atributos de manera tan violenta)

Tenemos que hacer algo, no entiendo que pasa, pero no me siento la misma- dice levantando su mano llena de su propia sangre, nos han maldecido, siempre escuche historias pero nunca pensé por lo más sagrado que fuera verdad.

Dice la mujer sintiéndose muy vulnerable.

¡No soy un soldado!, ¡nunca he tomado un arma en mi vida!...

Abdul Al Hazim trata de tomar al Fraile que grita del dolor, pero posiblemente por los forcejeos de este que  se mueve  tocándose su cara y cuerpo lo único que logra es lastimarse el brazo lo cual es en extremo doloroso, y tratando de ayudar  Miguel también se le acerca, pero es difícil, hasta podría ser una escena cómica si no fuera porque todos ustedes están sufriendo, porque  casi al mismo tiempo Lian Mcornagac descubre que ya no esta cojo, sin embargo esta lejos de enterarse el precio de su salud. 

Jean Baptiste camina de un lugar a otro viendo que la única puerta de salida es la que entraron dado que la de la cocina esta bloqueada. Se desespera al verse en una batalla que no esta preparado. Pietro Pagliuca caminaba como perdido, como si mentalmente estuviera cansado

Paul  ante la respuesta de la condesa mira a los demás y dice: ”algunos de ustedes hablaron bien de mi y se merecen mi espada”, y siendo así quedándose con una, abre sus ropajes   poniendo en la mesa una daga y  una espada corta para quien lo requiera. El se queda con una larga que lo acompañaba siempre.

Algunos de ustedes obedeciendo a su nueva naturaleza, y posiblemente imitando y sacando su poder animal, muerden alguno de los músicos o criados que están ahí encerrados, Lian no mata a su victima, pero los demás si…. Parece no poder controlarse, las figuras caen al suelo mientras  ellos sienten que algo bastante oscuro los ha cambiado por dentro.

Y ciertamente la sangre sabia maravillosamente, mientras ellos tomaban la sangre viva de los criados y músicos podían sentir como de repente su corazón muerto comenzaba alinearse con el palpitar de su corazón del otro, era en el único momento que podían sentir que su corazón volvía a vivir, una sensación muy agradable y única.

Mientras tanto Giuliano Piccolomini  deja de convulsionar en el suelo, y todos notan que su apariencia a cambiado,  esta deformado, se ha convertido en una especie de monstruo feo, con las orejas puntiagudas y  sus colmillos sobresalientes, la apariencia que tenía no era la de antes. Muchos de ustedes se sorprenden pero el nivel de dramatismo se vuelve  evidente cuando tras alimentarse grita a Dios una pregunta que todos se hacen , !¿porqué?!

Poco a poco pueden oír como se aproxima el ruido del combate.  Las maderas crujen así como el metal. Cuando menos se lo esperan la puerta se viene abajo. Los soldados entran de repente. Todos llevan la insignia de una rosa.

Y tras de ellos, un soldado enorme con colmillos resplandecientes  que grita ¡Destruirles mis valientes. No dejar a ninguno vivo, o por lo menos uno para tortura!

Luego de beber la sangre de uno de los musicos y sentir que mi corazon volvía a latir,me sentía bien por que ya no perdía sangre pero no sabía si lo que había hecho estaba bien o mal,al fin y al cabo algo me interior me decía ¨ya no eres humano,eres algo extraño¨.

No podía creer lo que había hecho,asesine a sangre fría a un ser humano,a un prójimo como yo lo había sido en su momento,siempre había herido a las personas para asaltarles pero nunca había asesinado a nadie era la primera vez en mi ¨vida¨ si esto se podía llamar vida que me sucedía. Desde ahora debería de aprender a controlarme.

Estaba en mis lamentos cuando escucho las pisadas de los soldados y me uno a los demás y al ver que los demás iban a pelear decidí hacer lo mismo.

Al ver que mi sustento ya no se retorcía, dejé de tragar y me eché hacia atrás, contemplando lo que había hecho. De mis manos chorreaba sangre, y el hombre al que había sujetado yacía muerto. Intenté tragar, aunque ni eso podía, mientras, presa del pánico, intentaba limpiarme en mi armadura de cuero, manchando con el rojo fluido la insignia de mi señor.

A la vez que me retorcía en mi lugar, mientras todos en la habitación se encontraban en un estupor caótico, puedo escuchar como la puerta cede y sus goznes se rompen, y un grupo de asaltantes se moviliza y toma la zona, comandados por un hombre de aspecto viejo. Obviamente los enemigos de nuestros captores habían llegado. Por reflejo llevé mi mano derecha a la cimitarra, listo para desenvainar, pero otra parte de mi, que sabía lo que pasaba, levantó la mano izquierda, pidiendo un alto. — ¡Esperen! ¡Somos prisioneros del conde! — Intenté gritar, esperando que, cuanto menos, el capitán ordene a sus tropas a utilizar fuerza no letal.

          " No se equivoquen señores, dios no nos ha abandonado aún, pero nos ha puesto una gran prueba de fé que debemos enfrentar y sería mejor hacerlo juntos, la Biblia cuenta en el génesis como algunos ángeles soberbios, ambiciosos o faltos de fé siguieron a Lucifer cuando él se reveló a dios, para seguirlo como sus huestes al averno, pero depende de cada quien, en su libre albedrío los pasos que toma para dirigirse allí o al Paraiso "  

          Se alegra la duquesa María Borgía que Mariana aun este viva, pero una parte de ella lamenta no haberse alimentado de ella antes de que reaccionara y se juzga internamente por ello, pero su hambre hace que después de ayudar a levantarse a la chica y ofrecerle su tocado del cabello para cubrir su desnudez se acerca a uno de los guardias que queden en el castillo para pedir auxilio, solamente para acercarse a él un momento antes de tomar le por sorpresa para alimentarse, tratando de seguir el ejemplo de Liam para recuperar sangre, pero no matarlo 

          " Buenas noches caballeros!  Soy la duquesa María Azkarizade Borgia, viuda de Sforza y como ha dicho el hombre musulmán hemos sido nosotros engañados para venir a este lugar y luego hechos prisioneros por el conde Giovanni y sus hombres, por favor pedimos piedad y la oportunidad no solo de explicar lo sucedido, sino de ayudarles a atrapar al conde Giovanni y los otros traidores de Capadocia señores! "   

          Dice la viuda Sforza con la aparición de los hombre de Hardestat, después de que la mujer se preocupa por limpiar la herida que le acaba de hacer al hombre del señor Giovanni y levanta las manos, donde lleva puesto el anillo con el escudo de la casa Borgia, arrepentida de lo que acaba de hacer antes de decir en voz alta para contribuir lo dicho por Abdul

Giuliano se había convertido en un monstruo.

Realmente lo era, físicamente  y su comportamiento distaba mucho de el de ser un franciscano. No solo empezaba a odiar a Dios, si no que la bestia de su interior quería mas y mas. Y hasta que no estuvo totalmente saciado, no pudo parar.

Yo miré a aquella mujer. Mi victima. Desangrada totalmente bajo mis pies. Y negué con mi cabeza pensando en lo que había hecho. El monstruo soy yo también, Giuliano. Pensé para mi. Todos lo somos.

-¿Creeis que realmente se van a tragar que somo las victimas? ¿No veis en lo que nos han convertido?- Dije al resto que parecía querer mediar con los que venían tras el otro lado de las puertas.- Quizá la dejen a ella viva- Dije señalando a Mariana. - Puede que también a la Duquesa si según entran se pone de rodillas y les implora clemencia. ¿Pero que hay de los demás?¿Que hay del Fraile? ¿Acaso no pensaran que es un monstruo alejado de la mano de Dios? Si luchamos nos abatirán pensando que somos los esclavos de Guiovani. Y si no luchamos..- Dije desenvainando mi espada  que tenia a mi espalda - Nos mataran igual, pues no somos lo que ellos buscan. Nos quitarán den en medio, derribarán la puerta, y correrán tras lo que buscan. No somos mas que ratones...

Poniéndome al lado de Lian y Paul, con mi espada en un lado.

-Señores, propongo apelar a su razón, no atacar primero... y si eso no funciona, por lo menos no nos pillaran con las manos vacías.

Tras lo ocurrido la Sala en que permanecemos encerrados se asemeja más a una suerte de sanatorio macabro y surgido de la desviada psique de un demente que otra cosa: Inocentes presa del pánico correteando de un lado al otro, despavoridos por salvar su vida; cadáveres ensangrentados, algunos desmembrados, consecuencia de nuestra insólita furia y tirados por el suelo en posiciones antinaturales... y el que fuera un humilde fraile, ahora gravemente deformado a causa de vaya usted a saber qué suerte de magia negra y maldiciendo a grito pelado...

Olfateo el ambiente, el metálico sabor de la sangre aún en mis enrarecidas papilas, el salado sudor exudado por el miedo, la rancia pestilencia del terror... y el fragor de la batalla, no se me escapa que asciende rápidamente por el castillo otrora infranqueable, las huestes asediadoras venciendo dependencia por dependencia, destruyendo, cada vez con mayor facilidad, cada nueva barrera con que se topan... hasta reventar la puerta que custodiaba nuestro enloquecido aposento...

Doy un paso atrás, vencido por el miedo y echando mano, acaso inútilmente, a la ridícula daga que porto conmigo más como un complemento de viaje que como una herramienta realmente útil... me agradaría tragar saliva mas que mi nueva condición me lo impide...

¡Destruirles mis valientes. No dejar a ninguno vivo, o por lo menos uno para tortura!

Sin duda el patriarca de las huestes, su porte regio y las ordenes que vocea lo confirman... observo como, a mi alrededor, los que fueran simples compañeros de viaje, ahora mudados en mi única esperanza de sobrevivir, se arremolinan a mi alrededor: Los unos clamando clemencia, otros preparándose para el combate...

No soy muy ducho en las artes belicosas y es la primera ocasión en que me encuentro en semejantes circunstancias mas que el aliento del Jefe de nuestros rivales no deja lugar a dudas: Van a matarnos a todos, uno a uno y hasta dejar solo a uno al que poder torturar... Ando algo confundido, superado por lo que ocurre y sin saber exactamente qué hacer así que me refugio entre aquellos de los nuestros que parecen más duchos con las armas: - Un ejército sin su comandante deja de serlo... - murmullo temblequeando entre los guerreros que confío sepan sacarme de esta...

La bestia vestida de fraile dio un paso atrás cuando la puerta se vino abajo. Desde la esquina en la que se encontraba, de pie junto a los cadáveres de los dos siervos a los que había desangrado, las figuras acorazadas que irrumpieron en la estancia parecían lejanas e inofensivas, pero la ilusión se resquebrajó cuando hizo acto de presencia el último de ellos, un hombretón cubierto de armadura que emanaba violencia y autoridad a partes iguales.

—¡Destruidles mis valientes! ¡No dejéis a ninguno vivo, o por lo menos uno para la tortura! —bramó el comandante de los recién llegados.

El ser que un día fuera Giuliano reculó hasta chocar con la espalda contra la pared. ¿Era así cómo terminaría su vida? ¿Era Dios tan cruel como para convertirlo en un monstruo para luego deshacerse de él tan fácilmente? El rencor volvió a apresar el alma del sacerdote caído, que se negó con todas sus fuerzas a dejar de existir. No te lo pondré tan fácil, bastardo Todopoderoso. Tú me creaste. Creaste al demonio que ahora soy. Y voy a demostrarte lo que tu creación es capaz de hacer...

En medio de la batalla, un hombre que bien conocen se sube a una mesa y grita mientras pelean: !RENDIOS PERROS TRAIDORES. Mi señor Handestadt os perdonará la vida si os rendis ahora!

        La duquesa Borgia tomó por un momento el crucifijo que llevaba colgado del cuello con aparente devoción mientras que hacía fuerza de valor tras ver el estado del fraile franciscano hasta que se fijo en Roderigo armado junto con los hombres de Hardestat y desarmada, pero con la mano en alto en señal de rendición, pero con otra tomando su crucifijo le dijo en voz alta con autoridad:

        " Espere señor Roderigo, pero si usted es el cochero del Conde Giovanni que nos trajo a todos a este palacio para la fiesta a la que con engaños él nos invitó, fue usted quien evitó que trajera a mis guardias y criados personales, ¿que hace aquí con estos hombres? Indique les que acabamos de conocer al señor Giovanni y sus amigos, que fuimos traídos aquí para que se alimentaran de nosotros y cambiaron de parecer solo para que les distraigamos a ustedes mientras que ellos se escapan por las criptas de este lugar infernal!   Tal vez todavía pueden alcanzarlos si se apuran a perseguirlos "   

El ruido, el ruido le era familiar. Claro que le era familiar, era lo único que conocía en todo aquello. El ruido de las armas, los hombres marchando, los pasos agitados por la impaciencia de la batalla, los momentos previos al combate. Casi sentía el latido desbocado de los corazones de la gente que iba hacia él, curiosamente era su propio corazón el que hacía tiempo que no era capaz de sentir. No entendía nada desde hacía mucho rato, todo aquello le estaba destrozando la cabeza, pero le daba igual. Había llegado el momento de hacer algo que si entendía.

Sabía que las personas que tenía frente a él eran enemigos y a los enemigos se les mata, no hay nada más que saber. Ignoraba si los que tenía atrás eran amigos o enemigos, pero en ese momento tampoco le importaba, lidiaría con ello si llegaba el momento. El mercenario avanzó fijando sus ojos en cualquier posible enemigo al que deseara abatir. El destino se lo puso fácil Roderigo el cochero había aparecido. Los ojos de Pietro se clavaron en él, en su rolliza cara y su apetitoso cuello y en ese momento Pietro Pagliuca sintió un inusual deseo en ver la sangre de ese mal nacido verterse. Su armadura le pesaba menos de lo habitual, su espada casi era una rama en su mano y el deseo de emplear ambas era enorme. No habló, no dijo nada, únicamente se lanzó al ataque contra el cochero o contra cualquiera que se pusiera en su camino.

Preparo mi arma y me coloco al lado de Pietro-No pensamos morir sin matar, garantizar nuestra supervivencia u os pasare por mi acero- Digo, intentando ser intimidante, pero viendo que claramente no va a funcionar contra tanta gente.

Cuento los enemigos y me doy cuenta que son demasiados, pero yo no me voy a rendir, al fin y al cabo no es la primera vez que me encuentro en desigualdad de conciciones.

De momento voy a ver como reaccionan, no voy a acercarme a atacar, pero si algun enemigo se me acerca y no se muestran conciliadores, le ataco sin piedad