Partida Rol por web

!Estoy contigo Lian- dice el  bastante trastornado de por si- nadie  va pasar encima de mi otra vez, lucharé aunque deba morir, ya me han quitado mi vida ahora solo queda ser digno con la espada!

Dice Alexei sacando una espada y  atacando a la cantidad de guardias que  se acercan a él ignorando a Roderigo

El hombre parece honesto al  gritar esto en medio del combate, en realidad parecia estar preocupado (de cierta forma) en ustedes...

De repente todos se ven rodeados de hombres en el combate, algunos eran mortales y otros al parecer no, eran rápidos y resistentes. Algunos de ustedes como Abdul Al Hazim, La Duquesa María Borgia, Miguel Briand Aranda , Jean Baptiste, , Giuliano Piccolomini  y Victor establecían una postura más defensiva que  de ataque, tratando de hablar más que atacar,  Algunos se agazaparon  detrás de la mesa que se había convertido de repente y gracias por la rápida acción de Paul en una barricada.

Mientras tanto Pietro Pagliuca, Lian Mcornagac, Kavi, Alexei,  Benigno de Alarcón y Paul comenzaron la batalla.

Pietro  demuestra una gran habilidad en la batalla, varios que se acercan les derriba o los mata, se nota que tiene gran experiencia en ello, básicamente es intocable,  pero justo cuando va acercarse al cochero que esta encima de una un hombre enorme lo empuja fuerte hacia la pared, alejándolo de este pero sin provocarle daño. Lian Mcornagac como un buen y sanguinario soldado  comienza a pelear  resistiendo el combate y dando muerte algunos humanos. Realmente este soldado que antes era cojo había demostrado una gran pericia, pero a pesar de ellos, notaba que si quería mantenerse debía mantener el ritmo, dado que por mucho que lo estuviera haciendo bien el nivel de los combatientes era alto. Estaban rodeados, les multiplicaban en número...

Pero mientras los que peleaban con valentía  trataban de sobrevivir, algunos de ustedes no contaron con la misma suerte. Alexei mostraba pericia también con las armas pero no tanta suerte, pues así como había soldados  humanos el se enfrentó a uno  que no lo era y casi de un espadazo  como un hilo de luz, le cortaron la cabeza. Por motivos casi también desconocidos en la batalla,  Benigno quien corrió hacia la salida tratando de escapar es víctima de las armas de los más fuertes.

Mi señor escucheme-  grita el hombre  a su amo acercandose un poco más a él a pesar de la batalla-  estos hombres y mujeres no son complices directos, lo que dice la dama y  los caballeros es cierto, me ordenaron traerlos para que fueran su cena, siguiendo tambien sus ordenes mi señor de espiarlos... - dice el hombre alzando la voz por el sonido de la batalla- le aseguro que ninguno de ellos entró a mi coche con conocimiento de los sordidos planes de sus enemigos!, no sabían que les esperaba, es más, no entiendo porqué siguen vivos..

        " Soy la duquesa María Borgia, viuda de Sforza y le acabo de decir señor Roderigo que fuimos traídos aquí para que se alimentaran de nosotros pero cambiaron de parecer solo para que les distraigamos a ustedes mientras que ellos se escapan por algún túnel en las criptas de este lugar infernal!   Tal vez todavía pueden alcanzarlos si se apuran a perseguirlos.    Por favor señores de ambos bandos detengan se y manténganse a la defensiva para que no haya mas bajas inútiles porque nosotros no somos ni queremos ser sus adversarios, sin embargo opondremos una férrea resistencia si insisten"  

        La duquesa Borgia sujetó por un momento el crucifijo que llevaba colgado del cuello con aparente devoción mientras que hablaba con voz alta, autoridad y determinación a los hombres en batalla para convencerlos mientras que de reojo miraba a Roderigo y su señor Hardestat para que ellos confirmar su orden con los suyos

Cubierto de sangre, me encantaria perderme en un frenesi mortal, hacia tanto que no sentia mi peso sobre la pierna, y el juego de pies sin embargo me salia como si nunca lo hubiese dejado de hacer, pero la Duquesa tenia razon:

Nos habian utilizado, y o bien parabamos el combate o los autenticos enemigos de estos que teniamos delante se nos escaparian, asique me centre en combatir en una direccion concreta...

Me dirigi hacia la direccion del cochero, el tal Hardestadt parecia que los comandaba y una vez empeze a cruzar espadas con el le grite -¡Tus enemigos se escapan y nos han puesto aqui para distraerte, mientras corren por aquella puerta!- Y apunto por donde se han escapado los demas

acto seguido, comiendo a pelear a la defensiva

A pesar que a uno pudiera parecerle como mínimo exótico que alguien de mi exigua posición convergiera con la aristócrata que nos acompañaba y trataba de guiar como si de un rebaño se tratara... A pesar de ello, decía, es así: El tal Roderigo habla y lo hace bien y, a pesar que resulta que entre los nuestros hay hombres de evidente destreza con la espada, opino que lo dicho por la Duquesa no solo es lo más prudente sino que se trata de lo que mejor garantiza nuestra propia salvación. Mucho más que el poder de la espada.
Doy, por lo tanto, un paso al lado de María Borgia, demostrando, calladamente, mi total apoyo a la causa por la que aboga.

Me pongo en guardia, pero por fortuna, la mayoría de los atacantes me ignora. No tenía demasiados deseos de batirme en duelos inútiles. Por suerte reconocemos la figura de Roderigo, quien, sorprendentemente, estaba del lado del tal Handestadt, y aboga por nosotros, lo cual me hizo suspirar aliviado.

Entonces la duquesa empieza a explicar apresuradamente, junto con algún otro de nuestro grupo, qué había pasado, por lo que bajo mi cimitarra, esperando a ver qué decía el capitán enemigo.

El baile del acero había comenzado, aquello le reconfortaba, pero no mucho. En su momento pensó que le haría sentirse mejor, pero el efecto esperado se produjo en mucha menor medida de la hipótesis que el barajaba. No obstante no tenía muchas más opciones. Matar a aquellos tipos le aliviaba y le dejaba descargar su total frustración. Había estado muy cerca, casi lo había saboreado, pero justo cuando su espada iba a atravesar a aquel baboso de Roderigo le impidieron llegar ante él. La frustración le atenazó entonces.

Pietro juraría que entre el ruido de las espadas, aparecía alguna palabra, pero él no las escuchaba o no tenía ganas de hacerlo. Un único objetivo aparecía en su cabeza y tenía intención de cumplirlo. Todo era culpa del cochero, él les había llevado allí y ahora quería conducirlos a la muerte o algo peor, ahora Pietro era plenamente consciente de que había cosas mucho peores. Los traidores pagaban sus traiciones, así es como debía ser y así es como iba a procurar él que fuera. Con la boca apretada por una mezcla de odio, rabia y ganas de infringir daño, Pietro volvió a la carga. Su objetivo, seguía siendo el mismo y los que se interpusieran en su camino, eran únicamente molestas piezas, que debería apartar.

La encarnizada batalla estalló en el salón como un incendio en un pasto de hierba seca. Aquel que un día fuera Giuliano, no tardó en parapetarse tras una mesa volcada. El acero silbaba, cortando carne como queso tierno, mientras la criatura enfundada en un hábito franciscano escudriñaba la sala en busca de una salida. Era un ratón acorralado por una serpiente. Cuando empezaba a mirar los altos ventanales con ojos de vana esperanza, aún sabiendo la tremenda altura que lo separaba del suelo, la masacre terminó.

Esa mujer, arrogante tal y como marcaba su sangre aristócrata, se alzó como faro de la diplomacia entre las dos facciones. Sus palabras parecieron aplacar la ferocidad de los combatientes, que cambiaron las espadas por las palabras, por lo menos a la espera de la reacción del imponente guerrero de los colmillos resplandecientes. La bestia vestida de sacerdote observó a la viuda, clavando sus ávidos ojos en la curva de su cuello: esbelta y elegante cual cisne, e igual de sabrosa... Pero un movimiento inesperado hizo que el demonio diera un paso atrás. La duquesa extrajo de su opulento escote un crucifijo plateado engarzado en joyas y su sola visión sirvió para que el antiguo franciscano diera un paso atrás. Nadie pareció percatarse de ese momento de vacilación, estando el sienés en un rincón de la sala y escondido tras la enorme mesa de banquetes.

Tus agentes están por todas partes, bastardo omnipresente... No debo fiarme de nadie, ni siquiera de otros caídos... 

Cuando oigo a Roderigo explicarle a Hardestad la situación veo una pequeña rendija de luz.

Me acerco ala duquesa y me pongo  de espaldas a ella, protegiéndola. Mientras tanto bajo mi espada a un lado si descuidar la defensa.

- No escucharán, mi señora - Digo mirando a Roderigo - Solo somos peones, de los otros  y de estos. Escuche a su lacayo, Gran Hombre. -Dije mirando a Hardestat - O si lo prefiere mátenos, si tiene que hacerlo. Pero sus enemigos corren ladera abajo mientras usted pierde el tiempo aquí con nosotros. Decídase pronto, amigo!

Me prepare,saque mi daga que tenía escondida en mi espalda y estoy listo para el combate.
A diferencia de los demás,la Duquesa,el fraile ahora deformado y yo eramos mas no combatientes.
Si había peleado alguna que otra vez pero siempre había podido escapar antes que agarrarme a un combate de espadas.

Esperaba hacerlo bien,sino este sería mi final antes de poder vengarme de gabril y los demás.

Las espadas chillaban y algunos caían, mientras Pietro Pagliuca  defendiendo su vida mostraba  sus habilidades de combate con el gran hombre que lo había lanzado a una esquina, con el único deseo de matar al cochero, el cual cada vez estaba más cerca del líder, pero había más gente en combate, y ciertamente aunque su deseo era darle muerte sin tener en cuenta el dialogo dado, la situación se complicaba para él cada vez más dado que a pesar de su gran habilidad de combate el mismo hombre que le había lanzado a una esquina   con  su mano en forma de garra le tomaba el cuello. En el combate Lian continuaba defendiéndose y  tratando de hablar, pues evidentemente todos llevaban las de perder pues por cada hombre que moría entraban cuatro más. Paul, el soldado tullido cae muerto ante  los agresores mientras el líder de todos escuchando las palabras de todos y en especial de Roderigo hace una señal en la mano para que se terminen las agresiones,  y más viendo que varios estaban dispuestos a dialogar, pero cierto era que si alguno de ustedes insistia en  pelear los soldados se defenderían.

Dado que Pietro no dejaba del luchar quien le mantenía con  las manos en su garganta no lo soltaba.

DEJAD CON VIDA A CUANTOS PODAIS- gritaba el hombre a pesar del caos- mi señor  las voces de ellos es cierta, ninguno de sus enemigos esta presente, vuestros enemigos estan huyendo señor, ellos solo son  carne de cañon!

¿Das tu palabra por estos hombres?...- dice el lider en voz alta-  ¿si son  complices de mis enemigos, de quienes buscan la muerte de nuestros aliados?

Lo mira a ustedes haciendo un señal militar ante los hombres de  prudencia...

Rederigo has cumplido tu deber, y te daré confianza,  si anteponeis las armas ahora mismo y os entregais, prometiendo contar todo lo que sepais de  la situación, podre reconsideran perdonarles la vida...

Los mira a todos con dureza

¿Os comprometeis a decir todo lo que sepan?.... si es así dejar de luchar, de lo contrario la fuerza será la que gane.

Al escuchar las palabras del hombre que parecía el jefe,las mismas tenían sentido común y muestro mi buena voluntad apoyando mi daga y pateándola hacía adelante y digo:

-Muy bien,me rindo,no quiero perder mi ¨vida¨ o lo que sea que esto sea por un combate que no pedí participar en primer lugar,yo no dije que quería esto,pero ya que estamos en ello me gustaría comprender-lo mejor,si no es mucha molestia Señor.....¿podría decirnos que somos ahora?,¿porque tenemos que tomar sangre?

Espere la respuesta de ese hombre.