Partida Rol por web

Continúo caminando, como en un trance que me impide centrar mi ya de por sí delicada atención en algo que no sea ella, encaramada a su roca como esa famosa estatua europea de la sirena. Y ninguna sirena es tan hermosa.

Rina pasa a mi lado a toda velocidad, arrojándose en los brazos de Makoto. Detengo la marcha al verlo, girándome un instante con sonrisa cansada.

¿E-eh...? -Noto cómo algo sujeta el palo que descansa en mi hombro, y me vuelvo sobresaltado, para ver a Victoria a mi lado, ofreciéndome un relevo, liberarme de la carga. "Ve con ella", me dice, y en mi rostro se mezcla el cansancio, el agradecimiento y la ilusión-
Gracias. -Le digo en voz baja, pasándole el peso del madero con cuidado.

Libre de la carga, camino decidido hacia Liz, sin que haya nada más importante en este mundo. Abro mis brazos y siento los suyos rodear mi cuello, su cabello en mi rostro, mis brazos en su espalda apretando a mi amada contra mí.

No digo nada, incluso cuando susurra que hemos vuelto, incluso cuando habla a los demás aún sin soltarme. Sólo me sumerjo en su abrazo, luchando por olvidar lo vivido, la experiencia pasada, las verdades sobre mi naturaleza descubiertas. Los miedos, la vergüenza, la incertidumbre ante un futuro que parece cada vez más peligroso.

Yo, peligroso yo.

Finalmente, se separa de mí. Libera sus brazos y, aunque no quiero, también aflojo los míos. Se quita su abrigo, y no tengo fuerzas para negarme a aceptarlo. Lo cierto es que tengo frío. Y sueño, y hambre, y mañana tendré agujetas seguramente. Me pregunta si estoy bien, y yo la miro, con brillo en mis ojos.

Ahora. -Respondo, con claridad, una verdad incuestionable. Vuelvo a su lado con una gran carga en mi interior, pero a su lado ninguna carga es demasiado- Ahora estoy bien.

El trayecto fue pesado, frío y silencioso.

No fui capaz de entablar conversación en la última hora de camino. Le daba vueltas a si podía haber hecho algo más, algo distinto y quizá así haber llegado a entender que diablos había ocurrido durante aquél tiempo a solas, pero por más vueltas que le daba... no lograba dar con la forma de haberlo logrado.

Sentía el tronco clavado en mi clavícula, sin embargo, estaba ya tan agotado que la sensación de dolor inicial dio paso a la de entumecimiento.

La caza fue buena, llegar a las cascadas maravilloso, incluso la situación al ver a Victoria colgada de aquél árbol hubiera tenido cierta gracia pero, tras lo vivido, era incapaz de sonreír.

Inmiscuido en mis pensamientos iba dando un paso tras otro cuando aquellas voces familiares me hicieron levantar la cabeza.

- ¡Rina! - estuve tentado de soltar el tronco para ir a abrazarla, daría la vida con tal de sentir su aroma de nuevo, pero logré contenerme - ¿estás bien? ¡deberías estar descansando!

Su muestra de cariño me hizo sacar fuerzas de dónde pensé que ya no podía. Sentir su cariño tan tierno, natural y espontáneo cómo tiempo atrás, fue justo lo que necesitaba en aquél momento. Precisamente por eso... era por lo que la amaba.

- Bueno... - respondí dando un pequeño saltito recolocando el tronco en mi hombro - es que pesa mucho... - empezó a examinarme de manera casi maternal, lo que me arrancó una divertida sonrisa.

- No te preocupes cielo, no es nada... estoy bien - me agaché levemente para darle un beso en el cuello. Miré fugazmente aquellos preciosos ojos negros y usé la mano que tenía libre para abrazarla por la cintura y acercarla hacia mi hasta alcanzar a besar sus labios - vamos dentro, tengo algo que contarte - miré a Ben, notaba que aún estaba molesto por aquello - que contaros.

-Hmm...- Suspiré con hastío ante el reencuentro de las parejas, impaciente por sentarme junto al fuego. Si cargaba el ciervo ahora, era porque intuía un parón así, y quería retomar la marcha cuanto antes. No tenía nada en contra de los reencuentros, claro, yo misma reaccionaría así si tuviera a alguien importante esperándome, pero si podían ser ya en la cueva, más que mejor.-Ya han llegado los importantes- Pensé de pura envidia. Expresé lo contrario, sin embargo. -Gracias- Contesté seca a Liz, aunque si su "don de gentes" que aún no entendía del todo bien funcionaba como yo creía, mi agradecimiento serviría para ella aún menos de lo que poco que ya debía valer para los demás.

Ya faltaba poco, y no podía esperar más a llegar. Imitaría a T.J. en dirección a la cueva si los chicos preferían prolongar el momento de sus reencuentros, ya que cualquiera de los de dentro, que probablemente habrían pasado esas horas sentados, podrían encargarse de terminar de cargar al animal al interior de la cueva, pero sería mejor preguntar antes de decidir.

-Chicos... ¿Y si terminamos de llevar esto a la cueva, y allí descansamos y demás? - Declaré sin mirar a nadie en concreto, esperando que Roxana se ofreciera, o el "puro macho", aunque ya se adelantara hacia la cueva. Por supuesto la ayuda de cualquiera de las dos parejas, o del propio Makoto que ya sostenía la otra parte de la carga, sería igual de válida, pero prefería no sentirme responsable de la interrupción del reencuentro de los cuatro fantásticos, y solo me sentiría más incómoda de lo que ya estaba si fuera Rina la que decidiera ayudarme a cargar durante ese tramo final.

Cuando salió, respiró hondamente, soltando el aire poco a poco. Miró a su alrededor, algo molesta por la claridad. Tanto tiempo en la cueva, hizo que la luz del sol le molestase un poco. Cuando se acostumbró, buscó un poco de nieve para lavarse la cara, el gua estaría muy fría, pero le serviría para espabilarse. 

El exterior de la cueva estaba tranquilo, por fortuna por la noche no había nevado y estaba todo tranquilo, se veían aun las pisadas de los que habían estado fuera no hacía demasiado tiempo.

Salimos de la cueva, con cuidado como siempre, y al llegar fuera tomé a Benjamin suavemente de la mano, apartándole algo de la entrada, sin alejarnos demasiado. En el transcurso saludamos a Angelica, que se encontraba también por allí.

Una vez encontramos algo de intimidad me puse frente a mi novio, sosteniendo también su otra mano.

-D-dime, ¿Q-qué pasa? – pregunté preocupada y asustada.

No tenía ni idea de qué podía tratarse. Supuse que podría estar viéndose superado por la situación, o que algo hubiera pasado ayer en el bosque; pero no tenía claro qué podía ser.

¿Y si es por mí? Igual se arrepiente de haberme seguido…

Salimos de la cueva, notando al hacerlo el descenso de temperatura. El frío hace que se me ponga la piel de gallina, pero también me despeja. Todo lo que uno puede despejarse, teniendo la cabeza llena de ideas peleando entre sí, de miedos y desesperanzas. Pasamos ante Angélica, esa chica de la que aún no se nada en absoluto, y nos alejamos en busca de algo de intimidad. Junto a unos árboles frondosos, nos paramos, y Elizabeth se sitúa ante mí, tomando mis manos. Su tacto es cálido y suave, no ardiente y pegajoso como... Aparto esa idea de mi mente, ese recuerdo, y me fijo en el gesto de mi novia. Está preocupada. Normal, ¿cómo no estarlo? Por cómo me estoy comportando, seguro que está dándole vueltas a sobre qué quiero hablarle. Solo que no tengo ni idea de por donde empezar, cómo explicarlo.

Yo... Ayer... -Me detengo, maldiciendo mi torpeza, no saber ni cómo decirlo. Cierro los ojos, inspirando profundamente, pero al hacerlo la oscuridad me trae de nuevo el olor, el tacto, el sabor de esa sangre- La cacería. -Comienzo de nuevo, tratando de ordenar ideas- Vimos a ese ciervo, en el río, junto a las cascadas, y... No somos cazadores, no teníamos ni idea de cómo hacerlo, pero trazamos un plan... Y salió bien, pero... -Aparto la mirada, avergonzado, temiendo la expresión que podría dibujarse en su cara- Salté sobre el animal. Makoto ya lo había herido, y yo... salté sobre él, le clavé mis garras y no le solté, mientras los otros le clavaban sus lanzas. Me arrastró, hasta que cayó muerto... -Suelto las manos de Elizabeth, levantando las mías con los dedos semiflexionados, mirándome esas manos capaces de causar tanto daño. Como ÉL me dijo- Y-y... Yo estaba ahí... sobre el cuerpo sin vida... con mis garras en su cuerpo, y l-la sangre en mi ropa y en mi cara, y en mis manos... y... -La confesión es dolorosa, tanto que no atino a hablar sin balbucear, hasta que todo queda resumido en una sola frase- Disfrutaba.

Eso es, es la verdad, ya lo he dicho. Y siento cómo todo el frío del entorno se arremolina en mi pecho y en mis brazos, mientras mi rostro arde, levantando la mirada brillante por el dolor hacia el rostro de Elizabeth.

M-me gustó, me gustó matar a ese animal, con mis propias manos. Me gustó la sensación de darle caza, la lucha, la victoria, no lo se... ¡Yo no soy así! -Levanto la voz, dando un paso atrás, apartándome de ella- E-es mi naturaleza, me voy a convertir en e-eso. Mi reflejo lo dijo, en la cueva, que las garras eran para matar, que despertarlas exigía agresividad, ira... El dragón es un depredador, mi sangre trata de despertar eso en mí, cuando el ciervo murió mis ojos cambiaron, se despertó una especie de... segunda visión. Por cazar. Por matar. Por dejar de ser el chico normal y corriente que era, y convertirme en... un animal.

Doy otro paso atrás, abatido, apoyándome en el tronco del árbol a mi espalda, agachándome para apoyar mis manos cerradas sobre mis muslos, con la vista en el suelo, deseando echarme a llorar.

T-tengo miedo...

En la mente de Ben resuena una voz, es su propia voz que le dice:

- Miedo? porque? de ser poderoso... de tener el poder... sabes que lo disfrutaste y también sabes que eres el más poderoso aquí ahora que la kitsune está débil...miedo dices? ja, aquí todos deberían tenerte miedo a ti no me sea  ridículo

Se escucha como aspira como oliendo algo y añade:

- Lo hueles... si, la carne haciéndose, la sangre que cayó ayer, es un olor delicioso 

Ben se encontraba visiblemente nervioso, lo cual no era nada tranquilizador. ¿Qué podía ser tan grave? Comenzó a relatarme la cacería, mientras yo apretaba sus manos, comprendiendo lo que quería decirme, o al menos eso creía.

Era eso… Toda aquella furia que vi en él.

Pero el tema iba aún más allá. Soltó mis manos y continuó hablando mientras miraba las suyas, relatando con dificultad lo sucedido. Y sus sentimientos.

Disfrutaba.

Al volver a mirarme continuó hablando, siendo más específico, y negando lo que estaba claro, incluso levantando la voz. No me gustaba verle así, tan nervioso, asustado e impotente, pero lo que más miedo me produjo fue ese paso atrás. De alguna forma estaba poniendo distancia entre nosotros, y sus siguientes palabras lo confirmaban. Volvió a alejarse, parecía derrotado, y al final confesó tener miedo…

No me lo tuve que pensar. Escuché en silencio, tratando de comprender todo aquello, temiendo que mi forma de ver las cosas no fuera a gustarle; pero aun así, siempre estaría a su lado. Temblorosa me acerqué, rodeándole con mis brazos como pude, dada la postura que mantenía.

-Ayer, yo… Te vi. Vi tu primer golpe, tu furia, y sentí miedo. – confesé, con tristeza. – También tengo miedo de lo que puedas llegar a hacer, pero esto es lo que eres. – le solté y le ayudé a erguirse, sujetándole suavemente por los hombros para que me mirara. – Eres Benjamin Foster, eres dragón, pero también eres hombre. Tendrás que matar, y puede que hasta disfrutes de ello, pero confío en que tu parte humana sepa manejar eso. Porque yo confío en ti. – volví a abrazarme a él, apretándole contra mí, con mi rostro de lado junto a su pecho. – Y ese reflejo tuyo… Dijo muchas cosas. ¿Vas a creer todo lo que dijo? – pregunté temerosa, sin soltarle, temiendo perderle.

Levanto el rostro hacia ella, sorprendido y aterrado, cuando me confiesa haberlo visto todo. No, eso no, no puede ser... Pero sí, lo vio, y se asustó. La asusté. Y sigue asustada. Asustada de mí, de lo que pueda hacer, como lo estoy yo mismo.

Sin embargo, también admite lo que soy, con resignación. Me alza, sujetándome por los hombros, y me recuerda que, además de dragón, sigo siendo hombre. Y que confía en mí.

Estoy a punto de lograr sonreír, cuando me abraza y me sigue hablando, sintiendo el calor de su contacto, la confianza de sus palabras. Sabiendo que, con ella a mi lado, seré capaz de afrontarlo, de superar estos miedos y luchar contra la parte de mi naturaleza que no estoy dispuesto a admitir como propia. Pero entonces...

No... -Murmuro, con la mirada fija en ningún punto concreto del bosque, como si estuviera viendo una aparición. Y no la veo, pero está ahí, susurrando en mi interior, palabras de poder, de ambición, de terror, de hambre- No puede ser... -Siento rugir mis tripas al sentir un aroma que no debería llegar tan lejos, como si mis sentidos se hubieran alterado, aumentando, tal como pasó ayer con mi visión. Sentidos de depredador, de búsqueda de una presa, independientemente de su naturaleza. No es lo que dice lo que más me preocupa, es el hecho de que lo esté haciendo. Es la evidencia de ese ser en mi interior, de esa voz, que trata de engañarme para ser lo que no soy. ¿El más poderoso? ¿Temerme a mí? ¡¿Por qué iba a querer yo eso?! Recuerdo a mi reflejo en la cueva, hablándome del peligro de asumir demasiado poder en tan poco tiempo. ¿Es a esto a lo que se refería? ¿Es este el precio? ¿Me veo obligado a luchar contra una naturaleza que no quiero, empujado por una voz interior que me susurra ideas que detesto?- S-soy como Rina...

Esperaba su respuesta, y al oírle murmurar pensé que se trataba de ella, pero no, no era así. Sus murmullos continuaron, hasta afirmar que era como Rina. Me separé inmediatamente de él, aunque continuando cerca, simplemente quería ver su rostro, mirarle a los ojos.

-¿C-cómo Rina? – pregunté confusa. - ¿Q-qué quieres decir?

Me quedé unos segundo en silencio, sin saber qué pensar.

-Tú no te vas a descontrolar, no voy a permitir eso. – dije, pensando en lo sucedido en el castillo de Kyoto. - ¿Me oyes? ¡No lo permitiré! – repetí, al notarle ausente, sujetando su rostro por la barbilla.

Recordé la converación con Beni, cuando esta me preguntó mi propósito, y le dije que era el de no permitir que nada como lo del castillo de Kyoto se repitiera, ayudar a que esto no sucediera.

O es que…

Caí en la cuenta de que había algo más, pero hasta donde yo sabía Ben no sabía nada de eso; pero tanto tiempo en el bosque podía haber dado lugar a que Makoto se lo confesara. Solté su rostro despacio y agaché la mirada, antes de volver a alzarla, con visible temor en mis ojos.

-N-no hablaras… De la otra Rina. ¿N-no? – pregunté asustada.

Estoy loco. Eso es, me estoy volviendo loco. Oigo voces, voces en mi cabeza, me estoy volviendo loco. Ese es el precio del poder, mi reflejo me lo advirtió, y no le hice caso. Me creí fuerte, me creí capaz. No lo soy. No soy fuerte, no soy capaz de afrontar todo esto. Me estoy volviendo loco...

Elizabeth me sujeta el rostro, gritándome que no va a permitir que me descontrole. Parpadeo, regresando de una ausencia en mis pensamientos, para observarla con miedo. ¿Y si la hago daño? ¿Y si, al igual que Rina al perder el control, le arranco un brazo, o algo peor? ¿Cómo se puede vivir con eso? No, no puedo, antes me arranco el cuello con mis propias garras que permitirlo...

N-no se s-seguro si puedo perder el c... -Comienzo a decir, indeciso. El control no ha estado en entredicho nunca, de momento, es sólo que temo...- ¿Qué otra Rina?

Ben no era claro, y seguía nervioso o temeroso, o puede que ambas cosas. Entonces me preguntó por la otra Rina. Suspiré aliviada, ya que eso significaba que no le sucedía lo mismo que a ella, pero puede que hubiera metido la pata.

De todas formas, supongo que hubiera acabado contándoselo.

-Suena a locura, p-pero… Hay otra Rina en su interior, pude verla, y… Q-quiere tomar el control.  Es raro, parece más infantil, pero por su número de colas es como si fuera la Rina del futuro, más fuerte. No entiendo bien lo que pasa, pero quiere hacerse con su cuerpo… Tenemos que estar atentos. – hice una pausa. – Temía que fuera lo que te pasaba…

Agarré una de sus manos, mirándola mientras la acariciaba con mi pulgar.

-¿P-por qué decías que eres como Rina? Tienes que decirme lo que sea, ¡Prométeme que lo harás! – dije mirándole, en tono algo desesperado, temiendo que algo así pudiera pasarle y yo no me enterara de ello. En seguida bajé la mirada, avergonzada por mi posible salida de tono. – Eres lo que eres, yo lo acepto, hazlo tu también… - dije antes de volver a mirarle a los ojos. – Voy a cuidar de ti. – añadí con determinación.

O-otra... -Murmuro, al escuchar la explicación de Elizabeth. Me quedo con la mirada perdida, mirando a un lado y luego al otro, desesperado- Tomar el control... -Eso es, eso es, maldita sea, no lo ha hecho aún, pero eso es lo que me pasa, esa voz... No he podido oírla lo bastante bien, no se si era exactamente igual a la mía o más... adulta. Como el reflejo de la cueva. Pero Beni lo dijo, que ese reflejo era parte de mi propio alma. ¿Es acaso una parte oscura de mí mismo, tratando de asumir el control?

E-es eso... -Le digo, mirándola a los ojos, consternado- Pensé que me parecía a Rina únicamente en estar volviéndome loco, en poder perder el control de mí mismo, pero es más que eso... Oigo una voz en mi cabeza, me ha susurrado hace apenas un momento, me dice que soy poderoso, el más poderoso, que todos deberíais temerme... -Y yo creyendo que sólo era la lucha entre la mente del hombre y los instintos del animal, ¡qué equivocado estaba! Ojalá hubiera sido eso, simplemente- Trata de convertirme en lo que no soy... -Hundo mi cabeza en su pecho, sin atreverme a mirarla a los ojos- ¿Q-qué hago...? ¿Y s-si me obliga a hacer d-daño a alguien...?

Suspiró un poco, el aire limpio le había sentado bien para despejarse. Se desperezó, estirando los brazos al máximo. Relajó los hombros, la verdad es que el sitio era bonito, lo que a ella le gustaba... pero lo disfrutaría más si no fuese por la situación en la que se encontraba. Su estomago protestó de nuevo y se acordó del ciervo que había dentro. Así que decidió entrar, si no comí acabaría siendo más molestia de lo que era por falta de energía. 

Cuando se dispuso a entrar, se topó con Benjamin y Elizabeth a los que saludó, dedicándole una sonrisa algo tímida. Así que siguió su camino, dejando intimidad a la pareja.