Partida Rol por web

Me acuclillo mientras me pongo a toquetear la arena. Es una zona muy seca, y el fuerte es de madera.

- Si todos fuéramos bravos -así es como los indios nos llamamos a nosotros mismos- Diría que quemáramos ese fuerte. Galoparíamos sobre nuestros caballos con matorrales encendidos atados con una cuerda que lanzaríamos sobre esa valla para que el fuerte se quemara.

Los mira, sin hacer mucho caso del vaquero que se va a dormir. Seguro que los está oyendo.

- Pero no lo somos, y tenemos algo mejor: los tubos explosivos -señala hacia el fuerte- Cara Amarilla y Cuerno Quemado pueden acercarse por la noche a la empalizada. A lo mejor incluso a la puerta y enterrar algunos tubos, incluso en lugares distintos ¿tenemos mecha? Podríamos intentar que explotaran y rompieran la puerta y la valla. Entonces Cara Amarilla y Cuerno Quemado pueden trepar sin ser vistos, porque todos están pendientes de la explosión y matar al jefe de los bandidos mientras vosotros los entretenéis. Cuando oigáis los disparos, atacad la puerta. Estarán desorganizados y entre vosotros y nosotros. Morirán.

Pancho se recuesta cerca de Rubio, con un sonoro gruñido y el crujido de sus huesos - Es una buena idea, podemos usar la noche y la sorpresa. Se cagarán con el ruido y la explosión. Pero como bien ha dicho este vaquero, hay que esperar a la noche. Descansemos -dice mirando a sus compañeros- y si estáis todos de acuerdo con lo que ha dicho el indio, podemos llevar a cabo el plan esta misma noche.

-A mí me palece bien el plan. No tenemos elección -digo asintiendo con la cabeza.

Escucho atentamente a los demás del grupo mientras exponen sus planes, cada cuál mejorando aspectos del anterior. Vaya, todos parecen muy inteligentes al elaborar estas estrategias. Es difícil de ver esta inteligencia en estos días..

A mi también me parece bien. Y después de una tunda como la de hoy, nada me apetece más que una buena dormilona. Buenas noches a todos. El sentimiento de camaradería estaba empezando a florecer y eso beneficiaría a todo el grupo.

-zzzZZZzzz

Cae la noche y los coyotes y otras alimañas de la noche salen de sus madrigueras para pasear bajo la luz de la luna llena que brilla alta en el cielo.
En el campamento de los bandidos todo parece en calma; una única antorcha brilla en la entrada indicando la presencia de uno o dos hombres de guardia y el movimiento en el campamento es mínimo, Parece que la mayoría de ellos están durmiendo. En el lado opuesto a la entrada, justo bajo el muro de piedra que asciende hacia la cima del MOnte Balin, brilla una luz amortiguada por una espesa cortina que oculta lo que a buen seguro es la entrada de una cueva y refugio de Jack Cuatrodedos.
Es hora de entrar en acción.

Me arrastré hasta el precipicio y asomé la cabeza para inspeccionar el campamento, y empecé a estudiar la zona. Luego volví hasta donde estaban todos y les pregunté:

-Vosotros, los pieles roja, ¿tenéis esas armas étnicas que utilizan los de vuestra raza?, si, arcos y flechas. Con ellas se puede matar de forma silenciosa, y si lo conseguís luego sólo ha y que infiltrarse y abrir la puerta. Después con entrar al galope y dinamitarlos a todos sería una buena forma de tenerlos entretenidos mientras buscamos a quienes queremos.

Saqué un purito a medias del bolsillo y me agaché para que no se viese el fuego y encendí una cerilla para prenderlo.

Miro al vaquero con cara de pocos amigos, valorando si su comentario viene de su falta de capacidad de observación o de simple malicia. Parece que es lo primero.

Tal vez haya llegado el momento de terminar con la mascarada.

- No hay arco, ni flechas, ni plumas, ni cara pintada -mascullo con una mueca- Cuervo Ingenuo ha vivido siempre entre hombres blancos, come lo mismo que los hombres blancos, bebe lo mismo que los hombres blancos y usa las armas del hombre blanco.

Observo su cigarro pensativo. De repente lo agarro y me lo pongo en la boca. De repente mi acento es casi tejano, digno del vaquero más gringo del Oeste.

- Creo que deberías darme uno de ésos. Cuando estemos junto a la empalizada no podremos deternernos a hacer fuego -ensayo algo parecido a una sonrisa- Y tú no deberías fumar. Los pulmones hacen ruido y la gente tose.

Aspiro una calada suave que hace que la punta del cigarro se ilumine levemente. Me encojo de hombros y saco mi cuchillo. Su hoja brilla pálida bajo la luz de la luna.

- ¿Vamos allá, Cara Amarilla? -le pregunto al chino.

Sin esperarle ni girarme para mirar si me sigue, cojo un par de cartuchos de dinamita y empiezo a deslizarme con mucho cuidado hacia el borde de la empalizada, intentando mantener la zona encendida del cigarro lejos de las miradas de los guardias.

Me agacho mientras recuerdo la historias de mi infancia sobre los bravos guerreros que acechaban a los bisontes de las praderas hasta acercarse a distancia de lanza. Eran hombres hábiles que sabían leer el viento y ocultarse incluso en medio de una planicie desértica. Lástima que no hubiera ninguno en el rancho que crecí y lo más cerca de ellos que he estado fuera al acudir a un circo itinerante.

Evoco el espíritu de mis ancestros y avanzo agachado mientras bordeo un gran socavón con un poco de agua dentro. Pienso que soy silencioso como una sombra y ágil como un gato, cuando de repente piso una piedra suelta y me deslizo rodando dentro del socavón con un ruido de chapoteo al enterrar mi cara en el barro.

Me quedo paralizado un rato hasta que estoy seguro de que no me han oído en el fuerte. Afortunadamente, casi no había avanzado y la oscuridad me protege. En la noche del desierto seguro que se oyen muchos sonidos y habrán tomado mi torpeza por la sed de un coyote.

Me arrastro con cuidado y tras resbalar otro par de veces consigo escalar el terraplén. Ahí arriba me encuentro con Cara Amarilla que, hecho un ovillo, esconde la cabeza entre los brazos. Al oírme levanta la mirada y paso a llamarle en mi cabeza Cara Pálida.

- Volvamos -susurro- El Gran Espíritu no me protege esta noche. Además, se me ha apagado el cigarro en el barro.

Un gruñido algo desesperado sale de la boca de Pancho, mientras se masajea el bigote - Y si nos olvidamos del fuerte? Podemos acercarnos protegidos por la oscuridad hasta la empalizada, y de ahí subir hacia la cueva. Al fin y al cabo, es solo a ese Jack al que queremos...

Le ofrezco la mano al indio y le doy un estirón para que suba otra vez con nosotros.

-Buen intento amigo, lástima del cigarro. -mientras le digo esto el chicano empieza a hablar- A mi, Jack sólo me interesa a mi. No es mala idea esa de ir agazapados en la oscuridad. Si hay que ir yo iré, soy buen jinete y manejo bien las armas si tenemos problemas.

Me encojo de hombros mientras busco una roca adecuada y me parapeto tras ella apuntando hacia el fuerte.

- Os va a costar lo mismo acercaros a la empalizada que a la roca -les advierto- Y la dinamita puede ser tanto un plan secundario como una distracción si os ven.

Me he cansado de fingir, ahora hablo con perfecto acento de Arizona.

- Si la enterráis dejad la mecha fuera. Creo que podré hacerla volar desde aquí -concluyo- No seré un verdadero indio, pero por Manitú que sé disparar.