Partida Rol por web

La mujer de pelo blanco siguió insistiendo con aquel palo y aburrido de verla me fui hacia una de las paredes de la habitación y estiré mis brazos, clavando mis uñas en ellas. Aquella cosa que me cubría cayó al suelo y dejó mi trasero al aire* y tras estirarme y marcar la pared con mis uñas me sentí más a gusto**. Luego recogí aquella cosa y me la volví a colocar por encima, pues sin ella era cierto que sentía frío.

Luego respondí al Ginius ese, que tenía el don de hablar demasiado y de más. Quizás debería cortarle la lengua.

- Pues estaba justamente aquí... - Dije mostrando la imagen de aquel misterioso objeto a todos, donde se me veía en una adorable pose con el asqueroso de mi sobrino Simba. - A punto de explicarle a mi querido sobrino hasta donde llegaba el reino... - Que jamás reinaría. Porque le llevaba a una trampa mortal.

- Me di la vuelta un momento, quería hacerlo a lo grande, ya sabéis como son los niños, cuanto más sobreactues más lo disfrutan y... aparecí aquí. - Conté a todos evitando decir el resto. No les importaba.

Mientras hablaban, continué mirando aquellos dibujos, que me daban una idea de lo que ocurría. - Traicionado por las hienas y Simba vivo por su estupidéz. Maté a Mufasa... no debí dejar ir al chico... - Pensé para mí sabiendo en que momento cambiar la historia. Simba no saldría vivo después de ver morir muerto a mi hermano. Yo mismo lo mataría. - Si quieres que un trabajo se haga bien, debes hacerlo tú mismo...

La única que parecía mantener la calma allí era la mujer de cabello blanco, el resto de hembras parecían estar a punto de entrar en celo, saltando alaridos por todos lados, atrayendo la atención de todos, en especial de los pocos machos que éramos. Miré fijamente a la hembra que de alguna manera me recordaba a Ed. Quizás porque nunca sabía hacia donde estaba mirado.

Bostecé con su aburrido discurso y solo la presté atención cuando se refirió a mí y a mi desnudez. - No entiendo porque os ponéis así por un cuerpo como el mío. - Y no, no presumía de cuerpo, puesto que no entendía de aquello, sino por el estado del mismo. - Cuando el que tiene frío sin su pelaje soy yo... al menos él tiene algo de piel en su cuerpo. - Dije hablado de Maui. - Por cierto, ¿qué animal dijistéis que érais? - Le pregunté al hombre pues no difería demasiado de mí.

La prima-hermana de Ed se quedó hablando con don metomentodo y opté por seguir escuchando voces más interesantes, como la de la mujer pájaro. Podía decir lo que quisiera, pero estaba seguro de que en realidad ella era un ave... hasta que se puso a gritar como una loca. - Dejad de sobreactuar, reina del mal. - Le dije a Maléfica para luego mirar el objeto que quiso destruir y encontrarme con su imagen real. - Vaya... pues no sois un pájaro, pero si tan fea como uno. - Me burlé divertido al ver aquella horrenda imagen a mis pies.

- Ahora en serio. No se para que quieres regresar a ese lugar... para ser una humana y yo un león, me pareces la criatura más hermosa que jamás haya visto, incluída en mi mundo. Volver allí te haría perder muchos puntos. Ojalá hubiese algo de agua por aquí donde pudieras reflejarte y verte. - Le dije con sinceridad a Maléfica.

La mujer de pelo blanco se acercó para ojear el objeto que tenía en mis manos, aquello que decían que era mi cuento y donde estaba mi propia muerte marcada en él. - Toma. No es más que un saco de mentiras para asustar a los niños. - Dije restándole importancia a lo que había en él dibujado, aunque en el fondo supiese que era cierto, puesto que mis planes estaban allí dibujados.

Luego la anciana dijo por segunda vez que se iba a preparar algo. - A mí me apetecería comer antílope hoy, sí... no se que hacen últimamente las cebras que están muy duras y las digestiones se me hacen pesadas. Una pata de antílope recien muerto me vendría de maravilla ahora mismo. Quizás deberían acompañarte más hembras. Al menos dos más. Un antílope no es fácil de cazar para una hembra solo...

Andy no paraba de miraros desconcertado. 

-Mi-Mi... n-nombre es An-Andy. Y este... este no es mi pueblo.

Ojalá hubiese algo de agua por aquí donde pudieras reflejarte y verte

-Eso de ahí -comentó señalando el espejo de su habitación- es un espejo. Ya sabéis... espejito, espejito mágico...

En cualquiera de los casos, Andy salió de su cama caminando entre los allí presentes y siguió a la Hada Madrina, pues le recordaba a su difunta abuela y , al parecer, era la única centrada de aquel grupo.

-¿Si sois personajes de cuentos cómo vais a volver ahí? ¿Y cómo voy a volver yo a mi pueblo? 

Andy estaba muy confuso. Lo único que sabía era que tenía hambre, pero no quería comer antílope, él no era un león de la sabana. Quería unas tortitas o algunas tostadas con mantequilla. Al pensarlo, le rugió las tripas como a un leoncillo. Se avergonzó.  Al pequeño le infundía miedo aquella mujer bruja, sí, se refería a Maléfica. Sabía que tenía poder y que era ambiciosa como en el libro. ¿Y si le dormía por un maleficio? ¡Oh, no! ¡No podía!, la magia no existía en aquel... ¿lugar?

Mientras la abuela hada preparaba algo y allí arriba discutían, Andy volvió a abrir la puerta de su casa y mirar a su exterior. Allí en la casa de al lado,  se encontraba un hombre de compresión gruesa leyendo un supuesto periódico, mientras bebía café. Soltó un aire gaseoso por el culo y siguió en la puerta de su casa tan campante. 

-He comido como un cerdo. -comentó rascándose la barriga. 

Andy lo miró y se le escapó una risa. ¡Qué hombre más extraño!

-Eh, león chiquitín, ¿quieres algo?

El pequeño negó con la cabeza. Juraría que aquella persona le recordaba a alguien.

Cojo el libro que me ofrece el niño y lo observo con detenimiento... ¿Cómo es posible? Salgo yo en la portada con mi caballo Angus.. Esta todo aquí... Padre, madre y mis tres hermanitos...Voy pasando paginas mientras observo las imagenes y leo los textos.

El concurso que organizó madre para mi pedida de mano. Los fuegos fatuos guiándome hasta la cabaña de la bruja... el hechizo que cambió a madre, incluso Mor'du sale en la historia... como...? 

Todo lo que esta ocurriendo no tiene ningun tipo de explicación lógica, tiene que tratarse de un hechizo o una maldición... Todo el mundo parece haber cambiado de forma o perdido sus poderes en el proceso pero... que es lo que nos une? Porque hemos acabado nosotros aquí. Tiene que haber una explicación, tengo que investigar y encontrar el modo de volver a mi mundo cueste lo que cueste.

Bajo junto con el Hada madrina y el chiquillo a la cocina...

- Hada... cómo crees que hemos llegado aquí? - Le pregunto todavía desconcertada. Ojalá Elsa esté bien... debe estar pasándolo mal pensando que me ha herido con sus poderes o algo... - Tu entiendes de magia, crees... que es una maldición? - le pregunto susurrando esa última palabra - Tiene que haber alguna razón para que nosotros hayamos acabado todos en este mismo sitio al mismo tiempo... - Añado mirando al niño de reojo, mientras se acercaba a la puerta principal de nuevo... definitivamente tiene que tener algo que ver el niño que se hace llamar Andy... no puede ser coincidencia

El niño no contestó a su pregunta sobre los peces, pero era normal, con tanta gente preguntando cosas y, en general, bastante perdidos. La verdad es que era una reunión de lo más extraña, y parece que todos eran gente importante, porque tenían todos una de esas cosas con hojas contando sus historias. Sin duda no serían historias tan espectaculares como la de Maui, pero es que no había nadie como él. Sonrió ufano y observó que uno de los presentes, un tipo con una cicatriz, le preguntaba algo. - ¿Mmm? ¿Que qué animal era yo? O, en realidad, puedo transformarme en cualquier animal, gracias a mi... - Entonces se dio cuenta de que no tenía su anzuelo mágico con él, y por un momento, sintió algo de pánico. ¡Sin su anzuelo no era capaz de hacer magia! Se quedó mirando su mano por un instante.

Calma, Maui, ¡calma! Recuerda lo que te enseñó Moana, ¡eres más que un anzuelo mágico! ¡Eres valiente y leal, con magia o sin ella! Observó a su alrededor. Algunos de los presentes parecían tener también magia de los dioses, y haberla perdido. 

- Ah, claaaro. - Maui asintió un par de veces, mirando a los presentes. Se volvió hacia el hombre que le había preguntado antes - Es una prueba de los dioses. Nos han quitado nuestros poderes para que nos valgamos por nosotros mismos y encontremos el camino a casa con - se dio unos golpecitos con el dedo en la cabeza. - nuestro ingenio. - Miró al tipo de arriba a abajo. - ¿Cómo te llamas, amigo? Yo soy Maui, semidiós del viento y el mar.

El niño que estaba tumbado en la cama se levantó y bajó por unas escaleras. Maui lo miró marcharse acompañado de una señora mayor, y luego vio que una chica con el pelo de fuego los seguía. Miró al hombre y volvió a asentir. - Apuesto a que ese chico tiene la clave de lo que está pasando aquí, ¡esta es su casa, y todas esas hojas coloreadas son suyas! Puede que sepa el modo de hacernos volver a nuestro hogar. Vamos con él. - ¿Había alguien comentado algo sobre comer? La verdad es que se sentía hambriento, pensó, mientras se dirigía al piso de abajo.

Salgo de la casa y veo al tipo de barba poblada y gas alrededor del culo. Me acerco al hombre que, claramente olía a cuadra y sonriendo le pregunto:

Hola buenos días amigo, mi nombre es Ginius, ¿Podría decirme si es tan amable, dónde me encuentro? Ayer creo que bebí un poco de más y me he despertado ahora mismo con un dolor de cabeza impresionante y sin saber dónde me encuentro.

El genio la había ignorado, cosa que hizo sentir muy mal a Anastasia. Parecía que eso era común a cualquier mundo. Tomó entonces los libros que estaban allí y echó una mirada a las tapas. Por supuesto. Solo Scar y ella no figuraban en ninguna portada. El resto parecían tener roles protagónicos o al menos importantes. Pensó en mirar dentro del de Cenicienta pero lo dejó.

Mejor ni leer lo que han puesto de mí, para no seguir poniéndome mal.

Escuchó entonces que Mérida preguntaba al hada cómo habían llegado allí. Otro golpe en su corazón.

Ya les he dicho que ha sido ella, ¿y qué hacen? Van y le preguntan el cómo a ella. Ni siquiera era la protagonista de la historia pero estaba en la portada y le hacen caso a ella antes que a mí.

Vio pasar al niño que parecía querer salir de la casa. Bueno, ya tenían algo en común. Tras él ya estaban yendo Ginius y un hombre que decía ser un semidiós. Si los semidioses lucían así, mejor seguir esperando a algún príncipe. Miró hacia los costados y vio un lugar llamado "Compra-venta de oro de la bestia". No quería quedarse con el grosero barbudo desconocido, ni con el genio que la ignoraba, ni con el semidiós que parecía en realidad un monstruo. Entre todo eso y el oro, se quedaba con el oro. Fue hasta la tienda.

_Permiso. ¿Quién puede atenderme?

Afiló la mirada en el momento en el que el pordiosero desnudo le llamó la atención. - ¿Qué puedo esperar de la plebe? No sois capaz de comprender lo que he perdido. Es como si a un ave le cortaran las alas. – Se expresó con cierta frustración e ira. No podía imaginar una vida sin su poder, su magia, y el campesino que deliraba ser un león se había atrevido a cuestionar su reacción frente a semejante pérdida. Si hubiera tenido sus poderes, no habría dudado en convertirle en un gusano. Si la critica, respecto a su reacción, la había molestado, no hubo duda alguna de que el comentario respecto a su belleza no hizo más que cabrearla aún más. - … ¿Cómo? – Preguntó con cierta frialdad en su voz, dedicándole una mirada asesina al supuesto león. – Era bella allí, y soy bella aquí también. Nadie puede competir contra mi belleza. Además, puedo adquirir cualquier forma que pueda desear. – Se expresó con total confianza en sus palabras. No había duda de que la hechicera no carecía de ego en esa clase de cosas… o en casi todo.

A pesar de que no deseaba escucharle, el indeseable había continuado dedicándole palabras, tan sólo para criticar su deseo de regresar. Allí, carecía de su poder, de la magia que tanto la enorgullecía, ¿por qué querría vivir en un lugar donde no poseía su increíble poder? Al menos, si regresaba a su mundo, podría evitar los errores que había cometido en la historia… y acabar con la vida de aquel humano con total rapidez… así como la de las hadas. – Necesito mi poder, mi magia. ¿Cómo puedo llamarme la Emperatriz del Mal si no tengo mi reino ni mi magia? – Si al menos tuviera sus poderes… podría apoderarse de aquel lugar en el que se encontraba, y recrear el reino que había perdido. No obstante, mientras que no tuviera su magia, no sería otra cosa más que igual al resto de los ilusos cercanos a ella. Bueno, al menos no estaba desnuda, ni parecía que le faltaba un baño como al que pretendía ser un león.

Ante la indicación del joven, no dudó en acercarse al espejo, sólo para abrir los ojos ante la sorpresa. Ciertamente, había cambiado bastante y… tenía que admitirlo, se veía más bella, mucho más que antes. Aún así, estaba en desacuerdo con las palabras del supuesto león, ella siempre había sido hermosa, aunque no podía quejarse de su apariencia en ese momento. – Mm… - Se detuvo a pensar un momento, para luego devolver su atención a las palabras del niño. ¿Había dicho que ese no era su pueblo? Entonces… ¿tanto el niño como el grupo estaban perdidos en otro sitio? Sea lo que fuera, aquella era una situación bastante peculiar, y no había duda de que debía de investigar lo que sucedía… y encontrar la manera de recuperar su poder. Como no le interesaba beber del té que la anciana pudiera preparar, decidió que era hora de explorar aquel lugar en particular. Era posible que su magia no estuviera en la construcción en la que se encontraba… pero sí en el exterior. – No tiene sentido. Debo recuperar mi poder. – Afirmó, más determinada que antes. Nunca había sido alguien que se diera por vencida como si nada. Sin dudarlo demasiado, comenzó a caminar, con la intención de encontrar la salida de aquella extraña construcción.

Lilo frunció el ceño, entre todo aquel caos nadie parecía oírla. El niño se había presentado por fin como Andy pero nadie le había dicho en qué planeta estaba, si aquello eran realmente aliens no parecían muy educados. 

La anciana amable había salido de la habitación y Andy había ido tras ella seguidos por la chica de los rizos. Al ver que la gente comenzaba a irse y a pesar de que no se acababa de fiar de todos aquellos desconocidos prefería no quedarse sola en un posible planeta hostil así que apuró sus cortas piernecitas para correr hacia las escaleras. No se detuvo a mirarse en el espejo al fin y al cabo se seguía sintiendo ella, ¿Qué podía haber cambiado?

Soltó una risita cuando Scar dijo que quería antílope, dando por supuesto que se trataba de algún tipo de broma de león. Ella no era una leona, mucho menos una cazadora.

Bajó las escaleras acompañada de Andy, poco después se unió a ellos Scar, Mérida y Maui. -¿Aquí no hay ratoncillos a los que pedirles que hagan las cosas?- le preguntó al niño mientras miraba a su alrededor. Cenicienta era una joven con recursos, sin duda.

Andy: -¿Si sois personajes de cuentos cómo vais a volver ahí? ¿Y cómo voy a volver yo a mi pueblo? 

-Encontraremos la manera trabajando juntos, no te preocupes- le acarició la cabeza, tratando de calmarle. -¿Sabes? Esto puede ser una aventura digna de tu propio cuento- no estaba segura de si esto era algo bueno o no, pero era mejor ver las cosas de forma positiva.

Mérida: - Hada... cómo crees que hemos llegado aquí?

La joven de cabello ardiente siguió hablando, especulando sobre algún tipo de maldición. El Hada, sin perder la calma ni su sonrisa característica, fue abriéndose paso en la cocina entre los presentes mientras trataba de encontrar los ingredientes para preparar algo decente que llevarse a la boca.

-No lo sé, chiquilla... No creo que sea una maldición como tal, pues no tendría sentido traer a varias entidades de cuento sin ningún motivo...- se rascó la sien. Vio cómo el niño salía al exterior, por lo que aprovechó para bajar un poco la voz para que no la oyera. -Lo que sí está claro es que Andy ha sido quien nos ha traído aquí, de alguna forma que aun no conocemos. Es el único que no pertenece a ninguna historia, y hemos aparecido en su cuarto, pese a no ser su mundo.

Continuó trajinando en la cocina, sacando sartenes, huevos, buscando la leche, zumo... Habían cosas que nunca había utilizado en su mundo, como esos envases, pero no le costó demasiado ubicarse. -Sea como sea, pensaremos mejor con el estómago lleno, ¿verdad?

La anciana del pelo blanco parecía una mujer sabia y Maui escuchó atentamente lo que le decía a una chica con el pelo rojo. El semidiós miró hacia la puerta por la que había salido el pequeño Andy después se acercó a las dos mujeres. - Esto es sin duda una prueba de los dioses. - Se tapó la boca con una mano para que Andy no le viera hablar. - Suelen hacer este tipo de cosas para ver si somos dignos, o porque se aburren. Ya me he visto en algunas de estas antes, y no os preocupéis, que os ayudaré a todos a volver a vuestras casas. - Ni se planteó que él no fuera capaz de volver por sus propios medios a sus queridos mares, con Moana y su pueblo; ¡él era Maui, y encontraría el modo de salvar a todo el mundo! ¡Sería maravilloso cuando le dieran las gracias por haberlos ayudado! ¡Ya casi podía oírles dar gritos de júbilo y...!

- ¿Algo de comer? - La señora mayor había dicho algo de comer. - ¡Gran idea, señora! - Miró a su alrededor, buscando pescados o crustáceos, o cocos, o... vaya, se estaba relamiendo. - ¿Y qué es lo que hay por aquí?

- ¿Realmente te considerabas hermosa? - Mostré una de las imágenes donde salía ella en aquel destrozado ¿cuento? y observé aquel agua que permanecía en verticar e inmóvil. - ¿Qué clase de poder es ese que hace que el agua no se mueva? ¿Ese... soy yo? - Dije al verme reflejado y observé mis ojos, mi cicatriz y mi oscura cabellera. - Sí... lo soy. No me reconozco, pero lo soy...

Abrí el objeto que me daba calor. Quería verme el cuerpo y aquello que asomaba entre mis patas de manera tan descomunal. Mis ojos se quedaron fijos en "aquello" antes de volver a cubrirme por sentir frío de nuevo. Miré a la mujer que compartía el mismo color de ojos que yo, solo que tenía plumas sobre ella y decía ser Maléfica. Miré el objeto de mi mano y se lo mostré. - Compararos. Eres infinitamente más bella ahora. Incluso hasta yo he salido ganado... creo que para no ser un león no estoy tan mal...

» No has perdido ese toque en tu mirada pero has ganado unos hermosos ojos, con un color que multitudes envidiarían.- Afirmé. - ¿Realmente no eres nada sin tu magia? ¿No valoras lo que tienes ahora? ¿Todo lo que tienes ahora y lo que has ganado al llegar aquí? - Pregunté entonces a la mujer. - Si eso crees, entonces eso es que realmente no vales nada... ni te mereces si quiera eso que no paras de gritar de Emperatriz del mal. - Le dije cerca de su oído, para moverme con gracia felina al otro. - Por fortuna yo solo cambié de forma y perdí mi herencia... pero mantengo mi astucia y mi cabeza. - Dije señalándomela con el dedo y dándome unos toquecitos en ella.

- Lástima que no tengas nada de eso. De verdad, si que has perdido. - Le dije a Maléfica mientras acompañaba a los demás a donde fuesen. Tenía hambre y quería ver como aquella vieja cazaba el antílope. Me centré en el otro hombre, que aseguraba poder convertirse en cualquier animal y puse los ojos en blanco cuando volvió a hablar de cosas imposibles.

- ¿Dioses? No se lo que son esos dioses. Y mi nombre es Scar. - Espero no tener que repetírtelo más, aunque algo me dice que tendrá que ser así... - Y mientras hablaba con él, me perdí con Maui, Hada, Mérida y el chico escaleras abajo, hacia ese lugar desconocido por mí llamado "cocina".

- ¿Ratoncitos? mmm... sí, serían un buen aperitivo. - Le contesté a la mujer siempre sonriente. Entonces hablaron de volver a nuestras casas, nuestros "cuentos". Yo conocía mi destino por las imágenes que vi en aquel objeto y podía cambiarlo. Había visto morir a Mufasa y solo debía matar a Simba. Lo que no me hacía tanta gracia era trabajar todos juntos en eso.

Sobre la forma en la cual llegamos a aquel lugar nadie sabía nada y Hada, como parecía llamarse la mujer risueña, creía que todo era cosa del mocoso. - Fácil, podríamos matarlo... - Pensé para mí. - Con él muerto, todo debería volver a la normalidad... - Pero mis pensamientos, por la forma de hablar de aquellos humanos, eran completamente contrarios. Quizás Maléfica si se uniese a mi idea con tal de poder volver a su casa y recuperar lo único que ella creía que le hacía especial: su magia.

- Quizás debería matar al mocoso cuando nadie mire... si funciona, volveremos a casa y nadie sabrá nunca como regresamos, así pues no vendrían a darme caza... - Mientras hablaban mi mente seguía maquinando. Hasta que hablaron de comida.

- ¡Oh! ¡Sí! ¡Me muero por comer algo decente! ¡Como esa pata de antílope que pedí antes! - Exclamé cargado de alegría detrás de aquel hombre cubierto con pieles o cuyas pieles pertenecían a él. Lo cierto era que no estaba seguro de eso. Me tentana tirarle de uno de aquellos pelos, pero por otro lado me resultaba bastante asqueroso hacerlo. Así pues, opté por dejarlo estar mientras esperaba que la hembra sirviese la comida a los machos de una vez... que era como debía ser.

Miró a Scar cuando mencionó lo de los ratoncillos como aperitivo, ¡casi se le olvidaba que había mencionado que era un león allá de donde venía! -Oh, lo siento, querido, creía que era una broma lo del antílope... No vamos a cazar, solo a preparar algo con lo que quiera que haya aquí.

Finalmente hizo unas tostadas en la sartén, unos huevos revueltos con bacon y sacó zumo. Tampoco había mucho más donde elegir. -Si vives como nosotros, comerás como nosotros(*)- le indicó la anciana al antiguo león mientras le acercaba el plato con el ¿desayuno? Ni siquiera sabía qué hora era.