Partida Rol por web

-¡Oh, no!- exclamó la mujer. Si no fuera por lo concentrada y preocupada que estaba, habría soltado una carcajada ante la ocurrencia del león. -Los humanos no nos lamemos las heridas, aunque es algo que uno mismo podría hacerse, claro...- caviló durante apenas un instante. -Agradezco el ofrecimiento, pero puede ser peor el remedio que la enfermedad, por lo que evitaremos las costumbres felinas, ¿de acuerdo?- pese a que a veces podía dar un poco de miedo, Scar parecía cooperativo para ayudar, lo cual parecía una buena noticia.

- Iré a acompañar al niño, por si tiene que coger algo de algún lugar alto. - No se fiaba del todo de que Scar se quedara cerca de la chica diminuta, pero empezaba a darse cuenta de que no todos los presentes eran buenas personas. No había entendido muchas de las palabras que la chica delgaducha, la señora alta y la chica medio desnuda habían estado diciendo; parecían seguir preocupadas por encontrar una fuente de magia. En su opinión, esto era una prueba de los dioses, y no la superarían con magia ni con poder, sino con elecciones sabias. La señora mayor era sin duda la más inteligente del grupo, y Maui la apoyaría en lo que pudiera. - Vamos, Andy, te ayudaré a encontrar lo que nos ha pedido Hada.

- Y el cuento de... ella... - Dije señalando lo que ahora se veía con más claridad como un charco de agua. - Quizás ella hizo algo que la devolvió a su mundo y nos estamos equivocando todos... sin el cuento ese no lo sabremos. - Insistí con ello para girarme hacia la hembra canosa.

- Pues es todo lo que se me ocurre. Me temo que así es como nos curamos las heridas y las limpiamos. - Me encogí de hombros. - De poca ayuda más puedo servir. - Mi intención de ir tras el cachorro humano se había visto comprometida por el hombre rechoncho de las pieles, así que ya no podía usar la historia de "voy a pedirle que traíga el cuento también" e ir detrás suyo y acabar con él de un zarpazo en la yugular no me servía de nada... Al menos en esta ocasión.

Debía ganarme la confianza de los presentes.

- Creo que me va a tocar aprender mucho de este mundo. Donde yo vivía no había nada de esto y creo que tienes la suficiente paciencia como para enseñarme. - Le dije a Hada. Era hora de empezar a jugar a ser el gatito manso que Maléfica quiso reflejar en mí y se más "colaborador" con los que estuviesen cerca la réplica en humano de Simba.

Agradecí que Maléfica me ayudara a buscar algo de ropa que ponerme y en cuanto encontré unos vaqueros, me alegré por lo que aproveché y me los puse sobre la marcha lo que me hacía sentirme más cómoda, me quedaban algo grandes por lo que busqué alguna cuerda o cinto para sujetármelos. En cuanto preguntó que era lo que deseaba dudé si debía contarle la verdad o no... durante varios segundos que parecían una eternidad hubo un silencio en la habitación:

- Mi deseo... es ser libre, poder viajar por todo el mundo... pero sobre todo me gustaría conocer los 7 mares y no hablo de ir en barco... si no de conocer hasta el último rincón de su profundidad. Por eso aparecí media desnuda, perdí mi cola y mi forma de regresar a casa.- me giré con el pantalón puesto y medio sujeto.- ¿Y bien... que te parece?

Seguíamos buscando ropa que me sirviera o que me sentara más cómoda mientras hablábamos y caí en la cuenta que no conocía mucho de aquella mujer.- ¿Para que sueles usar tu magia? - sabía que aquella pregunta era algo incómoda puesto que antes ya la habían abucheado por llamarla malvada y bruja pero deseaba conocer desde sus propios labios la verdad en aquella parte.

- La única magia que he sentido, ha sido gracias al tridente de mi querido abuelo. Dudo que tenga capacidad para usar magia sin el tridente y mucho menos sin mi forma de sirena.- después de todo el tridente solo podía ser usado por un ser acuático.

La poderosa hechicera observó en silencio a Melody, mientras esta se vestía con algo de lo que había encontrado en el hogar del niño. No pudo evitar reírse levemente al ver que los pantalones le quedaban grandes, forzándola a buscar algo con qué poder ajustar los vaqueros. No obstante, la joven no tardó mucho en expresar la respuesta su anterior pregunta, provocando una sonrisa divertida en ella. - ¿Oh? – Se mostró sorprendida, a pesar de que no lo estaba en realidad, si bien no se demoró en asentir en silencio, comprendiendo lo que acababa de decir. - ¿Una sirena? Mm, interesante. – Dijo de buen humor, a medida que daba unos pasos hacia adelante, acercándose a la chica en cuestión.

– Querida… uno de mis grandes talentos es la transformación. Puedo cambiar los cuerpos, así como las cosas, a mi antojo. – Afirmó con total tranquilidad, para luego guiar su mano derecha al rostro de la joven, con la intención de acariciar su mejilla con delicadeza. – Algo así… no sería un problema para mí, una vez que recupere mi poder. – Le aseguró, creyendo interesante la casualidad de que deseara esa clase de cosas, algo que Maléfica era más que capaz de cumplir. – Por supuesto. No tendría problema en ayudaros con ese deseo vuestro. – Dijo de buena manera, a medida que pretendía sostener el mentón de la chica entre sus finos y delicados dedos. – Aunque, a cambio, quiero que seáis mi aprendiz. Y no, no mi sirvienta. Mi aprendiz. – Aclaró, seria, recordando las palabras propias de un ignorante que habían provenido de la boca del Djinn.

- ¿Para qué uso mi magia? Para divertirme querida… y obtener todo lo que deseo. – Se expresó con claridad, antes de afilar la mirada en Melody. – El Djinn no se equivocó en algunas cosas que dijo de mí, aunque sí en otras. – No optó por explayarse respecto a aquello, principalmente porque consideraba que era una pérdida de tiempo. – Querida… todos tienen capacidad para hacer uso de la magia. – La corrigió con paciencia, para luego suspirar. – Sólo se necesitaba el debido conocimiento. Aunque bueno, no todos son tan talentosos como otros. – Explicó con rapidez. - ¿Qué es lo que pensáis? – Le preguntó en un tono dulce, mientras mantenía aquella distancia más que cercana a la joven, su mirada concentrada por completo en sus ojos. – Estoy segura de que no es una mala proposición. – Se expresó, tranquila, a la vez que pensaba que la belleza de la joven en cuestión debía de ser otro factor por el cual la quería como su aprendiz.

¡Trae su cuento! ¡De prisa!  Lo haría yo pero tardaría mucho en encontrarlo. Tú sabes de quien son todos los cuentos. Si ha vuelto a él, seguirá estando en su interior... si no... quizás no haya ni cuento.

-¡AH! -Andy gritó debido a que no se esperaba aquella reacción por parte del león. 

Andy fue corriendo a su habitación, entregándole a Mélody, quien se había encontrado subiendo las escaleras algún vestido y ropa de su madre, y cogiendo el libro del que pertenecía Campanilla.

Abrió una página y señaló quién era aquella hada en el cuento.

-Su luz se está apagando. -Espetó a los demás, pues aquella hada había tintineado anteriormente, mirando al hada que se encontraba en las manos de Genio pues él era el único que, por alguna razón extrañada y desconocida, sólo podía entenderla.

Y, de buenas a primeras, aquella hada se convirtió en un polvo amarillo, parecido a la purpurina. 

Entendiste de Campanilla lo siguiente:

Todo vuelve a donde comenzó. Es el ciclo sin fin. Una constante repetición.

Me maté tantas veces que ya ni siquiera existo.

El hada se convirtió en polvo. Por las mejillas de la anciana rodaron las lágrimas al ver que sus esfuerzos de poco habían servido, pues no había conseguido salvarla.

Se limpió la cara acariciando suavemente el lugar que se había humedecido por su silencioso llanto. -Espero que haya vuelto al flujo de la magia misma- su voz sonó más suave pero también quebrada por la tristeza. -¿Sabes qué nos quiso decir?- inquirió a Genio, pues era quien la había tenido en sus labios y la propia Hada Madrina no había entendido sus tintineos.

Miró a Andy, esperando que les mostrara el libro de la silenciosa pelirroja que se había congelado, tal y como le había pedido el león.

-No sé qué lugar es este- anunció con el ceño levemente fruncido. Ya habían presenciado dos muertes o desvanecimientos. -Andy, ¿hiciste algo diferente la noche antes de que apareciéramos en tu habitación y todo cambiara?

Lo siento campanilla, no pudimos salvarte del ciclo, llegamos muy tarde. Digo susurrando al polvo amarillo en el que se había convertido. Saco el saquito de terciopelo dorado donde guardo las monedas, saco las monedas con cuidado dejándolas encima de la cama e introduciendo hasta la última mota de polvo de hada en el interior del mismo, posteriormente procedo a cerrarlo con cuidado con un nudo fuerte de lazo.

El polvo de hada tiene fuertes cualidades mágicas, se que es un poco insensible pensarlo pero... Estamos en una situación compleja en la que cualquier recurso es demasiado preciado como para no usarlo.

Campanilla antes de dejarnos dijo algo bastante críptico, dijo:

Todo vuelve a donde comenzó. Es el ciclo sin fin. Una constante repetición.

Me maté tantas veces que ya ni siquiera existo.

Creo que intentó salvar a la gente de este pueblo y murió tantas veces en ese proceso que su cuerpo ya no pudo más y desapareció, nuestra amiga el témpano de hielo del suelo sin embargo creo que fue por otra razón, llegó aquí con nosotros pero antes de decir ni una palabra se congeló y se destrozó contra el suelo.

Al fin logré asustar al mocoso cachorro de humano. Eso estaba bien... muy bien. Ya no era tan valiente y engreído y me sacaría menos de mis casillas. Un problema menos por el momento. No tardó en regresar con un cuento, pero no el cuento que yo le había dicho.

De mi garganta salió un gruñido gutural. No era lo que se esperaba de un león, pero era lo que había. El maldito niño nos había traído el cuento de la cosa esa que se moría sin remedio y que no me dejaban comerme. El tipo grande que hablaba mucho y decía poco, la sostuvo en sus manos y esta se convirtió en polvo de colores. Estuve a punto de acercarme y solpar... no se bien porque... instinto quizás. Pero el sujeto se adelantó, sacó lo que parecía un animal hueco y dejó algo que me llamó la atención sobre la mesa y luego metió aquel polvo en aquella cosa.

No entendí bien que decía ni de que hablaba. Pero ahora estaba más pendiente del brillo de aquellas cosas redondas y planas que no sabía lo que eran y tenían cosas en relieve sobre ellas. Eso me hizo recordar el libro. Me giré hacia el cachorro humano.

- ¡Este cuento no era! - Exclamé al mocoso. - ¡Me refería al de ella! - Dije señalando el charco de agua en el cual se comenzaba a convertir. - No me interesa saber sí... - En ese momento el Genio dijo que aquella cosa había muerto. Si lo había hecho de verdad, tal y como pareció pasar con la que se congeló... quizás en su cuento cambiase algo. - ¡Deberías traer el cuento de ella y sin errores! ¡O no serás nada en esta vida! - Le reprendí finalmente antes de centrarme en aquel objeto.

Así fue como lo tomé en mis manos y con aquellas largas uñas, comencé a pasar página por página, pues descubrí con el tiempo que así se llamaban esas cosas, buscando en ese cuento la presencia de esa tal Campanilla que antes nos había mostrado el chico. Cuando tuviese el otro cuento en mis manos, haría lo mismo. Si a pesar de todo, luego volvíamos a casa... ¿para qué preocuparse de nada?

Anastasia no fue indiferente a la muerte del hada. Al fin y al cabo, ya había querido que otra persona se ocupara de sanarla y luego inconscientemente la llevó en sus manos al resto del grupo. Prestó atención a las palabras del genio.

_Si murió tantas veces, es posible que volvamos a verla pronto... -se escuchó diciéndose-.

Ese pensamiento la sorprendió, y rápidamente decidió pasar a otro, que tuvo el cuidado de no compartir.

Así que Ginius fue capaz de entenderla... Bueno, quizás no sea un total farsante después de todo.

Sus pensamientos se fueron interrumpidos por los regaños de Scar al niño. En ese momento un fuego incontenible comenzó a crecer dentro de ella. "... sin errores! ¡O no serás nada en esta vida!". Parecía ser su madre hablándoles a ella y su hermana. Encima no era culpa del niño si él no había sido claro. Ella recordó cómo se sentía en ese tipo de situaciones. Ya bastante malo era ser reprendido incluso con motivos, como para que el niño tolerara eso sin siquiera haber hecho nada mal. Se interpuso entre ellos y comenzó a hacerle gestos a Scar como para que alejarlo (incluso habiendo visto cómo el hombre había puesto ya su atención en el libro).

_¡Deja al niño en paz, no vuelvas a hablarle en ese tono! -se giró entonces hacia Andy y lo rodeó con su brazo-. Ven, amigo, acompáñame. Te mostraré un lugar que creo que te gustará mucho. Además te hará bien salir un poco de esta casa.

Comenzó entonces a tironearlo en dirección a la salida.

Había acompañado a Andy a buscar algo para sanar a la pequeña mujercita, pero no habían encontrado nada, aunque el niño cogió uno de esos objetos llenos de imágenes que habían llamado cuentos antes de volver con el resto del grupo. Desgraciadamente, no pudieron hacer nada por salvar a la criaturita, que se convirtió en polvo. Parece que la gente moría de un modo extraño en este mundo. Era la segunda persona que fallecía en este lugar y el semidiós frunció el ceño. La situación había pasado de extraña a preocupante. 

Al parecer tanto el hombre alto y de piel negra como la señora mayor tenían sus propias teorías sobre lo que le había ocurrido a la mujercita. Para Maui esto no era sino una prueba de los dioses, pero escuchó atentamente lo que opinaban sobre que el diminuto ser había muerto en varias ocasiones. - Quizá estamos atrapados en una historia que se repite una y otra vez. - Era como el tiempo antes del tiempo, cuando aún no había humanos, ni el sol se movía en el cielo, ni las consecuencias seguían a las acciones. Por suerte para todos, si algo se le daba bien a Maui era romper con lo establecido.

Scar seguía increpando al niño. Al parecer, no se podía esperar otra cosa de un animal en forma humana. Sobre todo de un depredador. Pero antes de que pudiera reprenderlo por su actitud, la chica flacucha intercedió por Andy y se lo quiso llevar fuera. - Aquí no vamos a lograr nada. - dijo Maui, y comenzó a andar hacia el exterior, siguiendo a Andy y Anastasia. - Tenemos que encontrar al dios o diosa que ha creado este lugar embrujado. ¿Empezamos por ese hay-untamiento del que hablasteis antes?

Casi no conocía a Maléfica en verdad excepto por lo que había oído de ella misma, antes cuando la había abucheado aquel hombre supe que probablemente no había hecho precisamente el bien pero hasta yo cuando fui una niña cometí errores. ¿Cuál sería la verdad de aquella mujer?

- Eso lo hace más sencillo, si ese es tu don no tendrás problemas en transformarme. Solo hay que buscar la manera de recuperar tu poder...- dije mientras cambiaba el suéter húmedo que llevaba por otro más cálido. Aquella mujer podía ser muchas cosas pero una cosa estaba segura y es que al menos no me mentía por lo que intenté aprovechar ese gesto suyo. Me giré apoyándome sobre la cómoda y los brazos cruzados al principio pensando en cómo hacerle la pregunta mirando al suelo, en cuanto supe como hacerlo la miré a los ojos.- ...¿Por qué te interesa tener una aprendiz? Si con tu poder puedes hacer lo que deseas, entonces... - dejé un silencio que parecía eterno mientras respondía.

Esperaba a recibir su respuesta antes de abarcarla a otras preguntas, después de todo tenía que saber con que mujer me estaba involucrando, no quería cometer el mismo error que con Úrsula y su hermana...

Anastasia notó que el hombre feo quería ir con ellos. En realidad no tenía motivos para negarse, pero en lugar de mirarlo a él, miró a Úrsula, sin decir nada.

El hada malvada tan sólo asintió en silencio al escuchar lo que Melody tenía para decir, mostrándose a favor de la idea de ayudarla a transformarse en lo que deseaba. – Sin mi poder, no puedo ayudarte. Una vez que lo tenga, algo así… no es más que un juego de niños para mí. – Afirmó con total confianza en su conocimiento mágico, así como su poder mágico. Si podía convertirse a sí misma en un dragón, lo otro no era más que magia para un principiante en comparación. Aún así, al observar cómo la chica procedía a cambiarse el suéter húmedo, por uno seco y en mejor estado que aquel, la Emperatriz del Mar se la quedó mirando, con una amplia sonrisa pícara en su rostro, como si viera a aquello como algo realmente divertido.

No obstante, no tardó mucho en salir de sus pensamientos, al escuchar la siguiente pregunta de la joven en cuestión. Por un instante, permaneció en silencio, sin pronunciar palabra alguna, antes de reír levemente, considerando que aquello era, en cierta medida, una buena pregunta. - ¿Nadie os dijo que sois muy curiosa? – Le preguntó, aparentemente de buen humor, a medida que se acercaba a ella, manteniéndose parada frente a la joven en cuestión. – Puedo hacer todo lo que deseo, con mi poder, sí. En eso no os equivocáis. – Afirmó con tranquilidad, a pesar de que primero debía de recuperar dicho poder. No necesitaba una aprendiz para asegurar su poder, no. No se demoró en negar con la cabeza, para luego centrar su mirada en Melody.

– Normalmente, no me importaría tener una. Pero ahora sé lo que me sucederá, si regreso a ese maldito cuento. – Le explicó con cierta seriedad en su voz. – Aunque pienso cambiar las reglas de esa cosa... mi “final”, eso no quiere decir que deba confiarme. Si voy a morir, prefiero tener a alguien que herede mi conocimiento. Mi mayor orgullo. – Continuó con su explicación, antes de que guiara su mano a la mejilla de la joven, con la intención de acariciarla con delicadeza. – Además, algo me dice que tenéis una buena mente, algo que habéis demostrado al hacer una excelente pregunta. – Aclaró, paciente, antes de inclinarse para poner su rostro a la misma altura que Melody, observándola directamente a los ojos, mientras mantenía su mano presionada contra su mejilla. – Por otra parte, si voy a tener una aprendiz… tiene que ser una belleza como vos. – Afirmó con picardía, antes de dedicarle una sonrisa divertida. - ¿Alguna otra pregunta que deseéis hacer? – Le preguntó, mostrándose de buen humor.

-¿Al ayuntamiento? -preguntó Úrsula quien había estado hasta entonces apoyado en el marco de la pared sin decir nada, observando como ocurría todo. 

Al parecer, la hija de Ariel no la había reconocido, aspecto que jugaba a su favor.

No es más que una niñita estúpida como su madre.

-Yo soy la ... ¿jefa? Bueno, no sé, pero donde vais a ese tal ayuntamiento, soy yo la alcaldesa. ¿Es que acaso no sabéis apreciar a su eminencia? -Ella acaparaba la figura de la más alta cúspide de la religión. ¿Dónde vais? ¿Os creéis que podéis ir a mi guarida sin mí? ¡Pero quién os creéis!

Fue entonces, cuando se estabilizó en sus tacones y agarró a aquel hombre bien fornido del brazo.

Al entrar en la tienda, visteis a un hombre con los pies en el mostrador. 

El vendedor se fue a colocar su sombrero y se reincorporó siguiendo fumando.

Se trataba de una tienda pequeña, o, al menos, lo visible para ustedes -los clientes- en la que sus estanterías de madera albergaban objetos de diversos lugares: zapatos de cristal, una antigua vajilla que había sido vendida, un reloj de arena, una lámpara de genio... etc.