Partida Rol por web

Habría acabado la frase si hubiera crecido entre ellos engreída, crees saberlo todo por estar borracha y no tienes ni idea

El rostro de la mestiza se ve surcado por una afilada sonrisa. Emite una risilla que te deja algo perplejo.

-Qué sensible... Me la he inventado.-, la risa se torna una carcajada. -Deberías haberte visto la cara.-, la semielfa se enjuga las lágrimas que salen a borbotones de sus enormes ojos oscuros entre risotadas. No tarda demasiado en recuperar su semblante fiero, desafiante. -Pero sigues sin oler a tierra... Ni a bosque. Escondes algo. Y eso me gusta. Mucho.-. 

No me esperes despierta y ni se te ocurra acercarte a mi habitación si quieres volver a perder tu vida emborrachándote

Estas últimas palabras las pronuncias mientras la mestiza se marcha.

Ella gira la cabeza y posa su mirada oscura sobre ti.

-Mi pequeña princesa, dormirás esta noche pensando en mí, te lo garantizo. Pensarás en el momento en el que abra la puerta. ¿Cuándo llegará? ¿Cómo llegará?-, pronuncia las palabras lentamente, sabedora del efecto incómodo que producen en ti. Luego se acerca una vez más. Está muy cerca, justo al lado de tu oreja. Su voz es un susurro. -Hago buen honor a mi nombre. Me llamo Dhalarinn Stormwalker. En tu lengua, Dhalarinn significa "La que caza de noche". Quizás esta noche no, Ulus El Misterioso, pero alguna noche... Tú y yo...-. La semielfa emite un ronroneo y se marcha, entre risas. 

Para mi habitación y el caballo, si quieres que nos quedemos más noches en tu taberna sería aconsejable que nos hicieras un descuento a la gente de mi mesa, del 50 por ciento. Eso llenaría tus arcas si estamos por aquí más a menudo, ya ves como beben y animan el local. Sin duda, atraerá a más gente de Tilford el ver al ganador de la batalla de Dragondrezz, a aquella que osó desafiar en la pista a Bellamy, mira como baila, y finalmente al semidragon y el humano que se enfrentaron al Tilford más puro. Tus parroquianos lo agradecerán.

El tabernero frunce el ceño y su bigote parece torcerse estudiando la viabilidad de tu propuesta de negocio.

Luego, relaja el rostro y adopta un gesto afable. Todo lo afable que puede ser el rostro de un hombre tan rudo y fornido como Ernie.

-Vuestra propuesta es razonable, mi señor elfo. Sois un hábil negociador. En lugar de rebajaros la estancia, os regalaré una segunda noche a vos y a sus compañeros. Se avecina una tormenta y es probable que mañana no podáis proseguir vuestro viaje al Valle. Y por supuesto, podéis comer en mi humilde local, si así lo deseáis, sin coste adicional. No hay muchos negocios tan prósperos en la aldea como esta taberna, a fe mía. ¡Ni más acogedores!-, el tabernero acepta de buen grado tus términos, pero con la tormenta venidera, parece bastante probable que paséis al menos un par de noches en Tilford, por lo que la propuesta de Ernie no es, en modo alguno, un mal negocio.

Las tormentas de los Dientes Helados, según os han prevenido en el camino, son especialmente hostiles e inclementes.

Al consumir la potente bebida, siento que de un parpadeo me traslada a otro mundo de una manera agresiva y abrupta, pero a su vez con ciertos aires de tranquilidad, como una sensación de una ferviente batalla que me espera, una transición que me hace hervir la sangre de emoción. La tempestad enérgica que comienza a fluir sin control dentro de mi cuerpo me hace ver todo (la nada que observo) con un realismo de vértigo, como si yo fuera el medio y a la vez el sujeto, como si estuviera en cada partícula del aire, que se va materializando lentamente en la forma de un imponente dragón blanco. Trato de darle una explicación a su figura onírica y su voz resonante, que se expande por cada escama de mi cuerpo, escuchando atentamente sus palabras con una muda admiración. Surgen de mí unas abrasadoras ganas de preguntarle cada cosa que ha ocurrido en mi larga vida, cada detalle que me ha podido guiar hasta aquí, y mi obsesión se vuelve gradualmente más clara, se convierte en un objetivo con un camino recto. Antes de que pueda responder a su llamado, su ominosa figura se vuelve a desvanecer de la existencia, y permanezco flotando en la nada con la vista tan clara como jamás la había tenido. 

-¡¡¡PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRRO QUÉ TIPO DE TRRRRRRAICIÓN ES ESSSSSSST*-. El viejo Dhukan no termina la frase porque la hábil jugarreta de Kendra al bajarle los pantalones le hace perder el equilibrio, desnivelando con su robusto corpachón la carga enana, que se precipita de un modo dramático al suelo, con Jorge dándose con los piños contra la enorme lámpara metálica que pende del techo.

Se escuchan entre los parroquianos unos funestos "¡¡SA MATAO EL FLACO!!", "¡PERO QUÉ SOSTRAZO!", "¡¡FLACAZO!!", "¡¡HA SUPERADO EL GOLPE DE LA TÍA MOE AL CAERSE DEL TEJADO!!".

Pero si el drama ya alcanzaba cotas de surrealismo elevadas, resulta que el enano que cargaba alegremente con Daron en la carretilla -arrastrando al moribundo Gary, no lo olvidemos-, ajeno al pifostio que ha generado la turba alcoholizada de enanos, trastabilla contra el cuerpo de uno de sus camaradas, volcando y enviando a Daron, envuelto en la manta de franela y agarrado cual lapa al almohadón contra la mesa de los guardias de la ciudad.

De un modo extraño, el humano, ajeno a todo lo que acontece a su alrededor, cae plácidamente sobre la mesa derramando las damajuanas de los hoscos guardias, que miran al enano de la carretilla con gesto de desprecio. Éste se rasca la calva con gesto de confusión creciente, pues no comprende como la épica carga de sus congéneres ha fracasado de esa forma tan humillante.

-VENCIDOS POR UNA CRIATURA CON MÁS PELO QUE LAS CABEZAS DE MIS DIEZ NIETOS...-, gruñe Dhukan, aceptando la derrota.

El mediano queda atónito ante la astucia de Kendra y la debacle de los enanos. Su rostro se transforma en un gesto de dolor al ver a Jorge darse el castañazo con la lámpara del local.

-Ufffff... ¡Eso va a dejarle marca!-. El mediano sacude la mano enfatizando a Kendra con una mueca el tremendo golpetazo del clérigo.

A continuación, Bellamy agarra de las manos a la mediana y con gesto gentil se dispone a proseguir el baile, disfrutando sin duda de una épica victoria tras haber contemplado la caída de los enanos en la misma pista de baile.

El mediano observa a los músicos y se dispone a indicarles la siguiente tonadilla para bailar con la preciosa Kendra, que lo tiene embrujado. Sin embargo, Bellamy observa extrañado a los músicos palidecer. Cuando gira la cabeza, comprende que la noche no ha terminado...

La pista de baile se ve súbitamente invadida por un bailarín inesperado de escamas doradas.

-¡¡¡BAHAMUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUT!!! ¡¡¡GUÍA MIS PASOS EN ESTA HORA TENEBROSA!!! ROOOOOOOOOOOOOOOOOAAAAAAAAAAAARRRRRRGHHH!!!-.

La voz irreconocible del apacible Ser Sobek Cearcall inunda la estancia asustando a parroquianos, guardias y músicos por igual. Un crujido parece arañar el aire, seguido de un ligero temblor.

Se escuchan voces que vaticinan "¿Sabes que ha sido eso?", "Creo que sí...", "¡¡¡EL TEJADO DE LA TÍA MOE!!!".

El dracónido chasquea los dedos observando a los músicos con ojos en blanco. Es una estampa inquietante.

El líder de los músicos balbucea algo a sus compañeros.

-Muchachos, tocad como si estuvieran en juego vuestras vidas. 

-Lars, tiene la mirada vacía... Con este canguelo no sé si voy a poder tocar el piano...

Se hace un silencio incómodo acompañado de miradas afiladas.

-No os pongáis así... Tiene la mirada torcida. ¡Me da mucho miedo!

-¡TOCA, ULFRIK! ¡TOCA POR TU SAGRADA MADRE QUE NOS COMEEEE!

Y sí, Ulfrik toca como si no hubiera un mañana.

El mediano ve invadida la pista por el gigantesco Sobek, posiblemente el huésped del Ernie's más grande que ha pasado esa noche por la taberna.

Para estupor del mediano el dracónido agarra a Kendra -sin mucha oposición, obviamente- y contempla con horror el baile de pies del reptiliano adalid de Bahamut martillea todo el local. ¡Quién habría dicho que un dracónido podía mover el esqueleto con esa facilidad!

Los enanos, los pocos que quedan conscientes, miran al dracónido girar sobre sí mismo con Kendra volando a su alrededor agarrada de las escamosas manos de Sobek. El pelo de la mediana se agita en el aire de un modo alocado y se le pega al rostro, disimulando el gesto de terror de la pequeña Kendra ante el baile tan frenético de su compañero.

Se escuchan voces enanas que advierten "¿Shoy yo, o eshtoy viendo a un dragón bailar con una fregona roja? ¡HIC!", "Diosh, a esha veloshidad la fregona va a shalir volaaaaaaaaando!", "Ji, volando, jiiiiiiijijijijijijiiiiiiii", "La mushiquilla esha es pegadisha", "¿¡Eshtán bailando?! Pareshe que eshtán dando martillazos. ¡QUE AQUÍ HAY GENTE QUE QUIERE DORMIR, OIGAN! ¡HIC!".

Bellamy, mucho más pequeño que Sobek, estalla de ira.

-¡Eh, tú! ¡Escamoso hijo de una sierpe! ¡¿Qué ha sido del voto de castidad de los tuyos?! ¡QUE ERES UN PALADÍN, OFIDIO! ¿¡QUÉ DIOS APRUEBA ESE BAILE!? ¡ESTÁS HUNDIENDO EL LOCAL! ¡ERNIE! ¿QUÉ LE HAS DADO? ¡SUELTA, BESTIAJO! ¡QUE ME LA MATAS! ¡QUE ME LA DISLOCAS! ¡YO LA VI PRIMERO! ¡BÚSCATE OTRA DE TU TAMAÑO, PERTURBADO! ¡COGE A GARY! ¡KENDRA, AGUANTAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRGHHHHH!-.

En este dulce caos se sumen Sobek, Kendra y Bellamy hasta que el dracónido, perdiendo el sentido de un modo súbito, cae entre espasmos al suelo y los músicos, con las yemas de los dedos en carne viva, cesan la música exhaustos. Tyr sabe que lo han dado todo.

Un enano alcanza a concluir, de un modo especialmente lúcido, "Qué noche la de aquel día".