Partida Rol por web

Todos mentían, sin excepción.
-Bueno pues haga como el cuervo y sea fiel a su palabra.-Con acopio de valentía, algo de lo que carecía, si no era arengado, contesto a la única profesora que parecía sensata.-No... dudo de usted profesora.-Se dirigía de nuevo a Minerva, intentaba ocultar sus palabras de hacia un segundo con un tono mas propio de él.-Pero visto lo visto, no hable tan a la ligera, al parecer todas las cosas estan llenas de mentirosos, es fácil engañar, solo tiene ser el primero en hablar y los demás, seguramente le crean sin dudarlo. ¿Verdad Draco?-En sus palabras estaba la lógica que aplastaba a las demás lógicas.

Sácame de este desconocimiento entonces,  pues poco más puedo hacer que confiar ciegamente en aquellos que no me han fallado nunca. Si conoces las mentiras que pueden habitar en mi casa. Por favor, dímelas.  - dijo la profesora a Crabbe intentando mantener la compostura y la fortaleza que ella siempre tenía. Luego miró al resto. No tenía motivos para pensar que en su casa había corruptos aunque había vivido lo suficiente para saber que aun en la más plena de las confianzas.. puede brotar la corrupción, por eso escucharía a aquellos que quisieran ayudarla proporcionándole información.

Se encogió de hombros.-Y que mas da que yo hable ahora, no me creerías, la mentira del mas rápido ya ha sido puesta en tu casa y ademas no creo que sirva de utilidad en estos momentos, suficientes culpables han salido derrepente, de repente, de golpe.-No tenia muy claro como usar esa palabra asi que dejo las formalidades para que pudieran entenderle.

¡No se te ocurra sembrar desconfianza en mi casa gratuitamente! - dijo la profesora alzando el tono de voz y con severidad.- Si crees tu tus propias palabras, habla claro. No lances la piedra y escondas la mano. Si quieres que confíe en tus palabras vas a tener que darme a mi y a cualquiera algo más que humo y palabrería. Habla claro y escucharemos, mientras sólo trates de sembrar discordia... mientras sólo trates de sembrar discordia.. - dijo la profesora y tragó saliva - Sólo me darás a entender que lo único que persigues es dividir mi casa.

La profesora está mayor y no recuerda quien fue el primero en hablar algo serio en su casa.

-Pero si no he dicho nada-Se sintió amenazado.-Exactamente para eso, para que no tengáis mas cosas en la cabeza y centrarnos en todo lo de hoy.-Igual para el resto no era gran cosa, pero Crabbe apenas podía asimilar tanta información de golpe. También conocía de sobra el mal carácter de su profesora así que no quiso decir nada mas para no seguir escuchando sus gritos.

Salazar era de la opinión de que el debate estaba ya agotado durante ese día. Dado que no iban a empezar una matanza allí mismo, durante ese día solo caería uno.

-No me consta que haya ningún traidor en Gryffindor, lo cual no quiere decir que no los haya, pero dada las informaciones que se han vertido en esta sala y que algunos manejamos no hay nada que me hagas sospechar de ninguno de ellos más de lo que sospecho de cualquiera, que ya es bastante de hecho.- De nuevo esa tensión en su voz.-Pero mi criterio es claro, Lord Ollivander ha acusado a alguien de su propia casa lo que me hace confiar en su palabra, ya que no parece que haya intereses detrás. No puedo decir lo mismo de Lovegood ni mucho menos.

Slytherin volvió a tomar asiento, durante aquel día había estado de pie y apoyado sobre la mesa, señal inequívoca de que no estaba a gusto con la situación. Pero de nuevo se sentaba, muy erguido, en un gesto que daba a entender que para él esa discusión había terminado.

Se había sentado en el suelo sobre su capa, la cual empezaba a estar tan mugrienta que poco importaba un poco más de polvo mientras le protegiera sus dignas posaderas de la dureza y el frío del enlosado de la torre de astronomía de Hogwarts la cual, por cierto, dejaba mucho que desear como lugar de reunión.

- Como sabéis debo lealtad a quien me ha resucitado así que llamadme algo así como una persona reformada - terminó por decir con cierta resignación más propia de un niño enfurruñado que de un adulto que había recibido el galardón a la mejor sonrisa por la revista Corazón de Bruja -. Así que puedo confirmar las palabras dichas por Luna al señala a los otros dos inquisidores y puedo prometer que la obedeceré en lo que me pida - cambió de actitud, luciendo de nuevo su sonrisa -, sólo os pido una nueva oportunidad. Y perdone que le diga Minerva, sin rencor por su más que obvio recelo hacia mi persona - y envidia, mucha envidia, porque su piel no podría volverse tersa como la mía ni que utilizara multijugos para transformarse en mí -, que no todos los de su casa son tan leales y dignos como se cree, pero no voy a dar nombres porque aquí somos todos muy amigos de cogernos a las excusas y a las vaguedades para no hacer ni caso de las sospechas que no nos interesan.

Las acusaciones salpicaban a tanta gente, incluido yo mismo, que ya no se sabía realmente cual tenía razón y cual era un intento para salvar a miembros de la misma casa o difamar a otra. De entre todos los nombres los que me parecían más seguros eran dos.

— Estoy de acuerdo en acabar con los traidores que haga falta, siempre y cuando ya lo dije ayer, alternando entre casas para que ninguna consolide su poder. En cuanto a las acusaciones sobre mí, qué decir, Dolores y sus compañeros de casa siempre han acusado o puesto sus dudas sobre ellos cuando alguien dice que no cree a pies juntillas las palabras de Dolores.

Como prueba estaba hace unos días cuando Olivander "dudó" de las palabras de Dolores y lord Slytherin dijo que protegía a asesinos y ahora lo alababan porque decía las mismas cosas que ellos.

La reacción de Sirius es indescriptible, veo mucha frustración en su alma. La muerte de Tonks nos ha afectado a todos. A mi me ha soltado la lengua y de pronto siento valentía. A él le ha robado algo de su corazón, temo por él, pero no digo nada porque sé que necesita desfogar la tristeza de alguna forma.

- No tiene nada de curioso Petit Malfoy. Yo no apoyo una postura, tal parece que es un poco lento de mente. Le explicaré de modo sencillo hasta para que usted lo entienda - sonrío esta vez como una madre le habla a un bebe que no comprende lo que pasa a su alrededor. - Usted es uno de los asesinos. Lo mismo que Monsieur Flitwick. -señalo al profesor- y solo los acuso a ustedes dos. Porque tengo la seguridad que así es. ¿Oportunismo? busco erradicarte antes de que mates a otro inocente. -Lo miro a los ojos - Déjeme decirle otra cosas petit -abro las palmas, no tengo nada que ocultar a nadie- y se lo digo a todos. No creo que alguien reviviera a Viktor por altruismo, Madamoiselle Luna ya lo explicó, me refiero a que no ha sido obra de ella. Asi que esa persona que lo ha traído de vuelta con nosotros, seguro sabe bien lo que hace. Y está bien, tiene miedo de lo que decanta el futuro, quiere control, por eso siente la necesidad de introducir un vínculo en un nuestra casa. No hay problema, tal como ha dicho Madame Minerva -la miro con cariño y admiración- nosotros, hasta este momento y que nos conste, no tenemos nada que ocultar en casa o aquí, somos quienes ven. -si tenía que admitir que me dolía saber que cabía la posibilidad que nuestro compañero fuera utilizado por alguien más, pero eso no lo hacía automáticamente una mala persona. No está en sus manos el elegir, seguramente tal como le pasa a Lockhart.

Si alguien está siendo conveniente Petit Malfoy, es usted. Está siendo convenientemente descarado, mentiroso e inescrupuloso. -cuento con los dedos de la mano- Afortunamente, a mi me consta quién es usted. Puede protestar y continuar con los berrinches verbales que guste. Mi postura no sigue a nadie, sino únicamente a mi juicio. Y mi juicio ya me ha dicho quien es usted y me he encargado de que cuanto quiera escuchar lo sepa.

Miro a Bellatrix - Madame Lestrange, gracias. Seguro que Madame Tonks hace como ha dicho. Su espíritu es valiente y es quien me ha dado la fuerza para encararlos a todos hoy. -vuelvo a pestañear- sobre traidores... ¿se ha mirado en un espejo? Dígame ¿a qué preciado ser va a traicionar hoy? -miro su cabello y recuerdo que tengo que proteger a alguien también. Por lo que me quedo callada.

- Disculpe lo grosera que voy a ser con usted Monsieur, pero os estaís encaprichando tozudamente con algo en lugar de buscar determinar la verdad. Vuestro cariño paternal por la casa que lleva su nombre, no puede pagar el precio de un inocente. Pero esta usted muy mayor para ser aconsejado, esperemos luego no tenga que cargar con muchas vidas inocentes sobre la espalda.

- Ya os lo dije -miro al salón y también a los compañeros de mi casa- un malo por vez. Primero Monsieur Malfoy, luego Monsieur Flitwick, luego Madame Trewlaney -miro las negras monturas carey de la adivina. Está callada, posiblemente pensando y combatiendo en su interior por las palabras que le he dicho- no es que no crea que usted no sea culpable. Es porque Monsieur Ollivander, dijo que usted se confesó. El confesarse parte de una búsqueda de expiación, no tanto de artería -miro a los que han sido culpados de mortífagos e inquisidores- cosa que ninguno del resto hizo.

Asiento a las palabras de Hermione, es una muchacha sumamente inteligente. - Monsieur Ollivander y Madamoiselle Lovegood, les ruego que se concilien. La gente buena de su casa los necesita juntos, no separados.-la niña china es enigmática, pero sus palabras confusas quizás requieran algo de aliento y guía- Los claro oscuros son justificaciones Madamoiselle Chang. Es la pugna de un alma que no sabe si desea permanecer en la luz o en la oscuridad. Mientras esa pugna sucede, es mejor centrarnos en aquellos que verdaderamente cometen el mal. ¿Oui?

Las palabras de Madame Umbridge de pronto me llegan tan naturales como el flujo de una cascada de agua que cae sobre un lago. - Madame Umbridge, estoy de acuerdo con usted. Con cada palabra. Es lo que he intentado explicar hasta ahora. Y es como ha dicho Madame McGonagall, nos uniremos para combatir la corrupción.

Miro algo enojada al niño gordo - Deberían darte unas nalgadas por tal cizaña pueril y poco creíble. Rechazo esas palabras y las asocio a tu inmadurez de pequeño-mi mirada es firme e intransigente.

La profesora de adivinación se sentó en su silla, después de todo estaban en SU torre. El lugar del castillo que mas le gustaba.

Jugueteaba con una bola de cristal mientras los demás argumentaban una cosa y otra. Por lo visto no se iban a poner de acuerdo, o bueno estaban de acuerdo en querer matar a alguien. Solo no sabían quien merecía la muerte primero.
De repente las palabras de la maga francesa captan su atención y esta le sostiene la mirada.

-Ohh mi niña, que encantadora maga eres. Tienes tanta bondad en tu corazón... Casi parece mentiras el destino de tu te. Pero bueno, mientras eso pasa eres muy agradable.-
Luego escucho al niño gordo hablar junto al anciano slythering y en ese momento se levanto y celebro de una forma bastante lastimera.

-Quizás al señor Slythering se le ha olvidado que las paredes tienen oídos en este castillo. Me resulta divertida la forma de defender a los pequeños estudiantes. - Señala a Draco y a Crabbel. -Cuando desde que llegamos ellos mismos se confesaron en su casa. Pero no conformes con ignorar el daño que pueden hacer y han hecho se atreve usted a protegerlo de una muerte justa en la noche.-

Mira a Fleur, su insistencia en una confesión y el hecho de verse rodeada la animó. Luego se dirige a Draco -Fui yo quien te atacó. -
Caminó un poco entre los presentes. Y se remangó la camisa.

-En efecto el señor tenebroso me ha llamado, y ahora se ha marcado a alguien mas de esta sala.- Mira  a los ojos al viejo slythering. -Pero algo me dice que usted ya sabe quien es.-

-Pero lo que mas  llama mi atención es como insisten en defender a dos asesinos confesos de su casa haciéndolos pasar por inocentes, mientras proclaman como buscan la unidad contra el mal. - Sonrió de forma despectiva. 
Luego da una vuelta recorriendo los rostros de todos. -Votadme para morir por el fuego o matadme en la noche con la magia o el acero. Me da igual, la misión del señor tenebroso es todo lo que me impulsaba y ahora no puedo cumplirla.-

A lo que volvió a su silla en la torre de astronomía.

Las voces se iban haciendo cada vez menos ruidosas, y callaban, como si el tiempo las hubiera engullido, llevándoselas a un gran abismo oscuro del que jamás saldrían.

Aquella vez, el profesor Dumbledore no tuvo que hacer callar con un gesto de su mano apergaminada y vieja, sino que el silencio reinaba desde hacía rato en la Torre de Astronomía esperando la decisión del Cáliz. Y, éste, como si estuviera esperando una orden directa, comenzó a tomar su decisión.

Lenguas de fuego aparecieron desde su boca, formando extrañas figuras. El Cáliz repasaba los votos, los analizaba, y consideraba el mejor nombre para engullirlo entre las llamas.

Durante unos segundos, el Cáliz tan solo escupía fuego por su alrededor, sin emitir absolutamente ninguna certeza del elegido.

El profesor Dumbledore frunció el entrecejo y, justo en ese momento, una lengua de fuego salió de la boca del Cáliz, parando en la mano del anciano profesor.

A través de sus gafas de media luna, Dumbledore se acercó hacia la luz que comenzaba a escasear, y leyó el nombre mentalmente. Alzó la vista, y dijo en un tono claro:

—Draco Malfoy.

Como si esperara una orden, el Cáliz estalló en llamas, y los brazos de fuego salieron como un torbellino contra el muchacho rubio. Lo envolvieron, como si quisieran bailar una danza con él, para, después, consumirlo y hacerle desaparecer, mientras el fuego lo besaba.

Slytherin observó lo ocurrido sin hacer gestos, pero cada vez más tenso y furioso pero ¿Qué podía esperarse de una panda de traidores a la sangre, farsantes, locos, elfos y semignomos? Que fueran antes a por los más puros, obvio. Pero que los atacaran de esa manera después de una confesión pública, no en una Casa si no frente a todos, sin lugar a dudas...si no fuera por el estúpido de Dumbledore, entre Lady Lestrange y él mismo se hubieran bastado para barrer a esos sucios traidores de aquellos sagrados muros.

-Espero que al menos en Gryffindor os deis cuenta del poder que ahora mismo atesoran en Ravenclaw.- Se limitó a decir.

Tras escuchar el nombre que salió del Cáliz de Fuego, Rita Skeeter se echó a reír.

- Es fascinante el criterio que impera en este colegio - comenzó a andar observando a todos los presentes con un aire de superioridad y desprecio. - Nadie duda en matar a un joven influenciable capaz de ser movido por esperanzas de poder y éxito - por supuesto se refería a Draco - Pero nadie mueve un dedo por acabar con una adulta que se posiciona con el lado oscuro - junto a sus palabras se dedo índice se dirigió de manera acusatoria hacia Trewlaney.

Entonces, se dirigió hacia Luna.

- Me pregunto, pequeña ratona, si podrás acusar con la misma sangre fría a alguien de tu casa - comenzó a andar a su alrededor.

- No sé mayores cosas de mí casa que los demás, señora Skeeter. - ¡Qué curioso que llame "ratona" una animaga que se transforma en cucaracha! Podría decirse que me ha dedicado un cumplido.- Lo único que sé cien por cien seguro es los dos inquisidores restantes, uno bajo mi mando que no atacará a inocentes mientras quede un culpable con vida, y una mortífaga que acaba de enseñarnos su marca.

Vicent no daba credito a sus ojos, su amigo y mejor apoyo en esa maldito colegio de magos, engullido por las llamas, después de convencer a toda su casa que que le ayudaran con la votación para salvar a su amigo, descubrió que fue inútil las otras dos casas estaban aliadas contra los Slytherin nada podía hacer y nada mas haría, ya no estaba en sus manos el traerlo de vuelta o convencer que hay peores amenazas como los mortifagos confesos. Eso le recordo algo y miro con fuego en los ojos a la niña.

-¿A si? Entonces si solo actúas por el bien, dile a tu inquisidor que acabe con la vida de la mortifaga confesa, que la mate ahora mismo, como ella intento hacerlo la noche anterior con mi amigo y hoy a logrado gracias a ti. Si no puedo salvarlo al menos, déjame ver como esa profesora estúpida y buena para nada muere esta noche. Es mala, debe morir, que sea a manos de tu inquisidor, demuestra que dices la verdad ¡Y que lo haga!-Estaba furioso y con miedo por igual, perder a Draco era perder un hermano y su razón de ser.

Pronto su fuego se fue apagándose para llegar la congoja y desesperanza, dejándose caer al suelo de culo, quedándose sentado con la cabeza gacha.

- No va a pedir que se ajusticie a alguien de su propia casa, menos aún cuando Flitwick y Trelawney forman un equipo tan beneficioso para ella. Ambos mortífagos - asegura - y ambos protegidos. Así que en muestra de vuestra muy buena fe, decidnos, ¿a quien atacaran vuestros serviles mortífagos? 

Miraba hacia los Ravenclaw

- ¿Empezaran por los malvados? ¿Y luego con quien seguirán? ¿No matarán? ¿Se sentarán a esperar ser exterminados sin alzar sus varitas? Tendréis que permitirme desconfiar de esa pacífica idea de futuro. 

Lockhart se había apoyado en la pared con gesto aburrido mientras se comía una manzana con fruición. Disfrutaba de aquellas pequeñas cosas de la vida ahora que conocía la posibilidad de que se las arrebataran, aunque desde luego debía admitir que en la muerte no había voces irritantes a todas horas levantándole un dolor de cabeza nada favorecedor. Era cierto que el aspecto de mártir y de malo reformado tenía su encanto pero los ojos rojos nunca ayudaban.

- Que levante la mano quien empiece a estar harto de los lloriqueos de slytherin - bromeó, esperando que el comentario fuera coreado por unas risas que no llegaron. Obviamente no era momento para bromas así que carraspeó y se puso serio -. Ha muerto un inquisidor, fuera o no de vuestra casa, ¿no debería alegraros la muerte de alguien malvado? No tú, por supuesto - aclaró mirando a Crabbe -, ha muerto tu mejor amigo y nuestro compañero de andanzas nocturnas. Ah y no pretendo ser ofensivo con usted señora Malfoy, entiendo que lamente la muerte de su hijo aunque fuera más malo que el carbón. Tenía su atractivo y su inteligencia, dicho sea de paso. Pero que el otro inquisidor insinúe matar a los mortífagos de nuestra propia casa suena bastante gracioso así que perdonadme si no me lo tomo demasiado en serio. Podéis seguir levantando desconfianza hacia los de nuestra casa por el simple hecho de que algunos nos hemos redimido y otros han anunciado su papel en todo esto abiertamente pero está claro que hay unos cuantos entes malvados que siguen pululando por Slytherin...¿verdad mi querida señora Lestrange? ¿Te has repensado mejor lo del beso?

Bellatrix había recibido tan sólo con una aguda carcajada la confesión de la profesora y después, con una enorme sonrisa se había dedicado a pasear sin más por el lugar, murmurando para sí misma y sin prestar demasiada atención a lo que se decía o se callaba, ni tampoco a ninguno de los presentes.

Sin embargo, ver a su sobrino desaparecer por el fuego del cáliz provocó una mueca de desagrado en sus labios. Para un sobrino decente que tenía, era una lástima verlo acabar así. Tanto el Señor Tenebroso como ella misma tuvieron en algún momento sus esperanzas puestas en ese chico. Sus ojos se movieron rápidos e inquietos hacia Narcissa, inquisitivos y expectantes. Y así se quedó varios segundos, cambiando el peso de una pierna a la otra y mirando a su hermana, como si estuviera esperando el momento perfecto para algo.

Y quien sabe si las palabras del profesor Lockhart eran lo que esperaba, o si fue casualidad que soltasen el resorte que contenía a la mortífaga. Pero lo cierto es que tras ellas Bellatrix soltó una nueva carcajada, larga y desquiciada. El eco de su risa todavía no había muerto cuando la mujer empezó a hablar con su voz aguda y estridente. - ¡Pídeselo a la sabandija de ojos saltones que te tiene cogido por la correa! - Espetó clavando la mirada en el hombre. - Pero no te preocupes... ¡Sé lo que quieres ver y te lo voy a dar!

Se arremangó la manga izquierda y levantó el antebrazo, mostrando con orgullo la marca que había portado desde hacía muchos, muchos años. Normalmente tenía un color blanquecino, como una cicatriz de tiempos pasados, pero en estos momentos la marca brillaba, oscura y bien delineada. Una serpiente sosteniendo una calavera. La Marca del Señor Tenebroso. 

Los ojos de la mujer recorrieron a los presentes y cuando se cruzaron con los de Hermione reflejaron un instante de duda. Tan breve que fue casi imperceptible. Pero durante ese segundo, su fortaleza pareció tambalearse. Le dio la espalda rápidamente a la niña y su sonrisa reapareció al mirarse el brazo de nuevo.

La expresión de Bellatrix estaba a medio camino entre el éxtasis y el orgullo mientras seguía hablando, la compostura ya perdida. - ¿A quién más podría dejar Voldemort en su lugar? ¿Acaso alguno de vosotros erais más dignos para sustituirlo? - Se rió de nuevo, larga y sonoramente. - ¡Claro que no! ¡Pero yo era la mejor entre sus mortífagos! ¡Y siempre fui su mejor y más leal teniente! ¡¡NO ME HA ABANDONADO!! - Exclamó, deteniendo su mirada en Sirius por un instante. - ¡Y ahora voy a hacer lo que habría querido hacer él mismo! - Sin previo aviso, su varita, oscura y doblada en ese extraño ángulo que la hacía parecer un reflejo de su dueña, se dirigió hacia Dumbledore y sin dudar ni un instante la voz de Bellatrix sonó de nuevo, alta y clara, concentrando todo el odio acumulado durante años y años en una maldición. - ¡Avada Kedavra!

Draco había caído, y después, no hubo más palabrerías sinsentido. La conversación seguía donde había quedado ayer, echando las culpas de una casa a otra. Y entonces todo pasó demasiado deprisa. Lockhart suelta una acusación, y Bellatrix se ríe. Hermione comienza a sentirse incómoda, notando cómo su corazón comienza a latir más fuerte y sus respiraciones se vuelven más audibles. Sabía lo que estaba por pasar.

Levantó las manos, impotente, y se las llevó a la cabeza cuando escuchó a Bellatrix hablar.

-¡NO! -El grito salió desde lo más hondo de su ser cuando la Slytherin pronunció aquella maldición. Era el fin. Seguramente Dumbledore no recibiese daño alguno, pero, ¿y ella? Hermione ni siquiera se lo pensó. Salió corriendo en dirección a Bellatrix y rodeó el cuerpo de ella con sus brazos. No la dejaría sola.

Pese a que no había permitido la magia dentro de la escuela, guiñó sus ojos azules tras las gafas de media luna, y, al segundo siguiente, desapareció, dejando una sombra invisible tras él, como un recuerdo lejano.

Segundos después, mientras el silencio y el eco del hechizo se hacían fuertes, el profesor Dumbledore apareció al otro lado de la estancia.

Miró a Bellatrix con severidad a través de sus brillantes ojos azules.

—No se permitirá más magia, Bellatrix— censuró, ladeando la cabeza—. Se dejó bien claro al principio.