Partida Rol por web

Ante el aviso de Wistle, Gerald se detuvo. El gnomo tenía razón; Gerald acababa de decirles que fueran precavidos, y ahora se metía en una habitación sin comprobar si había trampas ni nada. Se detuvo un momento y dejó que él pasara primero.

Tienes razón, no sabemos qué nos espera ahí detrás.

El enano, al que la escena había vuelto a sobrecoger de nuevo, dio un paso al frente una vez había superado su sorpresa y se colocó a la cabeza del grupo apartando al gnomo cuidadosamente con su escudo.

- No me gusta nada este lugarrr y la magia que está encerrrada en él. Acabemos cuanto antes con esto -dijo mientras apoyaba su escudo en el suelo y doblando su rodilla intentó observar el suelo de la habitación que se encontraba frente a ellos-.

Tras buscar un buen rato y avanzar lentamente, decidieron continuar a través de la puerta de piedra. Un nuevo camino, un pasillo iluminado levemente por una luz cuyo foco no vislumbraban, se abrió ante ellos. Sois capaces de diferenciar el buen hacer de la mamposteria de las paredes norte y sur, no hay restos de telarañas, polvo, o signo alguno del paso del tiempo. El pasillo gira después hacia el norte.

Que solo el sonido de sus pasos rompiera el silencio de aquella estancia no era algo precisamente tranquilizador, sobre todo cuando intentaban dar caza a un grupo que les había tomado la delantera.

Desconocían todavía a qué distancia de se encontraban de ellos y deberían apretar el paso, sin embargo, la cautela les impedía avanzar más rápido de lo que lo hacían. El gnomo, yendo tras Thorgnar en vanguardia guardó su ballesta y la reemplazó por la espada y su escudo.

Bueno, aquel pasillo parecía estar - literalmente - limpio de polvo y paja. Nada podía ocultarse allí, nada podía saltarles por sorpresa desde un ángulo oscuro. Gerald respetaba la cautela y la suspicacia del gnomo, pero dudaba mucho de que allí hubiera problemas.

Sigamos adelante. Wistle, si quieres acompaño yo a Thognar en vanguardia. Como prefieras. 

Gerald se sentía más o menos seguro protegido tras su pesada armadura metálica. Entendía perfectamente que el pequeño gnomo no las tuviera todas consigo.

El enano repitió el ritual al acercarse al pasillo, observó primero las paredes sorprendido de nuevo por el excelente trabajo de la piedra, y a continuación quiso inspeccionar el suelo para asegurarse de que no encontrarían ningún mecanismo que pudiera sorprenderlos.

- Aguantad un momento el paso, prrrimerrro quierrro asegurrrarrrme de que no habrrrá ninguna sorrrprrresa.

Gerald avanzaba junto a Thognar, apenas medio paso por detrás, tratando de no molestarle mientras hacía su inspección. 

Buena manufactura, y también un buen servicio de limpieza - añadió, pasando un dedo por las impolutas paredes. - Nadie diría que este sitio está plagado de muertos vivientes y otras aberraciones, ¿verdad?

Tras la esquina, unas escaleras descendían gradual y delicadamente. El cielo sobre vuestras cabezas se mantenía al mismo nivel que en el pasillo a pesar del descenso.

Una cortina de color morado que relucía con tracerías doradas cubría una amplia apertura hacia el oeste en la base de las escaleras. El pasaje continua al este hasta otra cortina similar. En la pared enfrentada a las escaleras, podeis ver una gran ilustración que muestra la imagen de un hombre alto y de pelo moreno sentado en un opulento trono. Porta una corona dorada y frunce el ceño de manera algo siniestra.

Este hombre es sin duda el traidor que acabó con el rey y la reina anteriores, ya fuera por codicia o simple malignidad. Tarde o temprano llegará, tu fin, lo juro - clama Gerald, levantando el puño.

Sabe que aquel gesto probablemente sea inútil, pues todo aquello sucedió hace mucho tiempo, pero si tienen la posibilidad de acabar con su legado, así lo harán.

¿Bien, chicos? ¿Qué os parece? ¿Qué se oculta detrás de estas cortinas?

Gerald se acerca a la cortina de la izquierda y echa un tímido vistazo, tratando de no llamar demasiado la atención de lo que sea que pueda esconderse allí detrás.

Al asomarse por las cortinas veis una pared enfrentada, parece que ambos caminos conducen a una misma sala, mucho más grande que aquella en la que os encontrais, pero no alcanzais a ver que puede a ver en ella desde aqui.

Gerald saca la cabeza de detrás de la cortina y se vuelve hacia sus compañeros.

Parece que no hay nadie... pero no me fío un pelo. Mal, quieres echar un vistazo?

El clérigo se retira un poco para dejar paso al experto del grupo en salones aparentemente vacíos.

-Nos habría venido bien la rubia.-Digo sonriendo.-¿A alguno más le apesta a emboscada? Voy preparando mi magia por si acaso. 

Sin decir más, cedo el paso al bardo.

El gnomo, aun sabiendo que estaba fuera de su campo de experiencia, tras la invitación de Gerard avanzó unos pasos, se detuvo un momento a escuchar, tras no oir nada* hizo un gesto a sus compañeros para que aguardaran un momento y se introdujo en silencio en la habitación utilizando los pliegues de la cortina para pasar despercibido a una casual mirada para el caso de que alguien se encontrase en aquella sala.

Thognar avanzó tras el gnomo y se colocó detrás de la cortina preparado para cualquier señal, asiendo con firmeza su escudo y su martillo. A continuación hizo un gesto al resto de sus compañeros para que ocupasen posiciones.

- Gerrrald, esa asquerrrosa poción no ha serrrvido parrra currrarrr mis herrridas, quizá podrrrías hacerrr algo antes de avanzarrr, temo que se avecina un nuevo enemigo... tanta trrranquilidad... -añadió el enano casi susurrando a su compañero-

Sin duda que puedo usar los dones del Caballero Rojo para restablecer tus heridas, Thognar. Dime, ¿dónde te duele?

Con una sonrisa, Gerald impone sus manos sobre el inmenso guerrero. Una luz rojiza brilla sobre las heridas de Thognar, que poco a poco empiezan a cerrarse.

El clérigo se alegró de ver cómo el poder del Caballero sanaba al enano, pero la verdad era que pocos dones más le iba a conceder su dios durante el día de hoy. No iba a admitir flaqueza ante sus compañeros, pero el número de bendiciones de las que aún disponía era peligrosamente bajo.

Malickud consiguió ver a través de las cortinas. Una enorme estancia se abría ante él, con brillante suelo de piedra y paredes de reluciente marmol. Estampados en las paredes brillaban con una sinuosa luz mágica. Al sureste, podia ver la estatua de un guerrero montado, cuyo caballo tenia las patas delanteras levantadas como golpeando el aire. Al norte de esa estatua, a lo largo de la pared oriental, alcanzaste a ver dos cofres de hierro. Una gran tarima con un trono incrustado en joyas se elevaba después hasta situarse en la pared norte. Sentado en el trono habia un hombre apuesto y bien acicalado con un porte poderoso y un aspecto fornido. Su cabellera negra se filtraba a través de una corona dorada hasta las hombreras de su armadura de placas y su capa morada. Espadas envainadas a cada uno de los lados de su cuidado sillón. Aunque escondido como estaba, vió claramente como abría sus oscuros ojos y fruncia el ceño.

- ¿Quién osaría molestar el descanso del rey? - preguntó con voz profunda.

Eran muchas las salas por las que ya habían pasado y muchas las escenas que había visto el gnomo relacionadas con la historia de aquél lugar como para que a esas alturas aquello no le sonase de nada.

Recorrió con la mirada el salón del trono en busca de otra puerta y cuando la hubo encontrado rápidamente guardó la espada para no representar una amenaza y les sugirió en un susurro a sus compañeros tras la cortina que hicieran lo mismo. - Guardad las armas y cuando yo os diga, y os vaya nombrando entrad en la habitación y dirigios diréctamente a la salida que está...¹, voy a intentar una cosa.- 

- Solo un humilde servidor con ganas de complacer a su señor. - respondió con decisión a la pregunta. - Solo un humilde trovador que espera arrancar el hastío de su corazón. - añadió - solo un humilde bardo que desea con su balada honrar a vuecencia. - dijo haciendo una pausa y esperando haber conseguido fascinar² con sus palabras a su noble interlocutor.

- Muéstrate y preséntate. No es cortés por tu parte permaneces tras esas cortinas - dijo mientras Malickud salía. - ¿Has venido sólo? Esta es una vida larga, mi reino abandonado aquí abajo, mientras alrededor de mi fortaleza van sucediendose las épocas. ¿De dónde venis, pequeño hombre?

Habia en aquel hombre cierto aspecto que denotaba inteligencia y sabiduria a partes iguales. No parecía haber más salidas aparentes, aunque en la parte noroeste habia un pasillo que se abría en la misma dirección en la que se abría la segunda cortina. ¿Estarían unidas?

Gerald no tenía del todo claro el plan de Malickud. Ahora que por fin habían dado con el Rey Oscuro, ¿ahora se suponía que tenían que pasar sin llamar la atención? ¡Pero si este era precisamente el hombre al que habían estado "persiguiendo" todo el rato! Este era el asesino de los reyes anteriores, el traidor, El Hombre con Avaricia en la Mirada.

No, de ninguna de las maneras iba a escabullirse de aquella situación, y menos aún iba a permitir que el bardo se las hubiera sola contra quien parecía ser un astuto adversario. Agarrando con fuerza su símbolo sagrado, Gerald elevó una plegaria al Guerrero - que terminaba con algo parecido a "y no me permitas cometer ninguna estupidez, amén" - y dio un paso desde detrás de la cortina, para ir a reunirse con Malickud.

No, no ha venido solo. Mi nombre es Gerald Haddar, poderoso Monarca. A vuestro servicio y al del Caballero. - Concluyó, con una cortés y respetuosa reverencia.